GUERRILLA SE DESPIDE DE LAS ARMAS LUEGO DE 21 AÑOS DE LUCHA

San Salvador. 01.01.92. La guerilla salvadoreña dejó atrás más
de 20 años de lucha armada y una década de guerra civil al
acordar con el gobierno su inserción en la arena política.

Luego de 20 meses de negociaciones bajo el auspicio de las
Naciones Unidas con el gobierno derechista del presidente
Alfredo Cristiani, el rebelde Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FMLN) dijo adiós a las armas y pactó el
fin al conflicto que cobró 75.000 vidas.

Aunque no logró llegar al poder mediante la victoria militar,
la guerrilla tampoco fue derrotada por un ejército de casi
60.000 efectivos apertrechados por los Estados Unidos.

El FMLN, que aglutina a cinco grupos guerrilleros desde 1980,
optó por la lucha armada para derrocar a los sucesivos
regímenes militares que gobernaron durante décadas este país.

La historia salvadoreña marca que la primera rebelión
antimilitar, dirigida por el líder comunista Agustín Farabundo
Martí, terminó en una matanza de más de 10.000 campesinos en
enero de 1932.

En la acción contrainsurgente comandada por el general
Maximiliano Hernández, murieron el propio Martí y otros
líderes, y se proscribió al Partido Comunista Salvadoreño
(PCS).

En ese marco, el PCS desarrolló una lucha clandestina en busca
de elecciones libres como método para acceder al poder, pero a
fines de la década de 1950 y alentado por la Revolución
Cubana, integró pequeños grupos armados que llamaron a la
insurrección.

En 1970, siete miembros del PCS, incluyendo a su entonces
secretario general Salvador Cayetano Carpio Marcial, rompieron
con el partido y tomaron las armas, fundando el primer grupo
guerrillero, las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), según
el libro Con la Mirada en Alto de Marta Harnecker.

Ante la escasez de recursos, los izquierdistas optaron por
secuestrar a hombres de negocios exigiendo elevadas sumas a
cambio de su liberación para financiar su lucha
revolucionaria, alentada por una creciente explosión social.

El segundo grupo guerrillero, el Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP), se formó en 1971. En su primera acción rebelde,
en 1972, el ERP atacó a dos guardias nacionales para conseguir
sus primeros dos fusiles.

En 1975, surgieron las Fuerzas Armadas de la Resistencia
Nacional (FARN), como una escisión del ERP, debido al
asesinato del poeta Roque Dalton a manos de sus colegas.

Otros dos grupos rebeldes, el Partido Revolucionario de los
Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y las Fuerzas Armadas de
Liberación (FAL), brazo armado del PCS, se integraron en 1976
y 1980 respectivamente.

La formación de los grupos guerrilleros tuvo como marco la
convulsionada década de 1970, caracterizada por una dura
represión y numerosas denuncias de fraudes electorales, las
cuales permitieron la germinación de organizaciones de masas
radicalizadas.

Luego del golpe de estado que derrocó en octubre de 1979 al
régimen del general Carlos Humberto Romero, los rebeldes, con
ideología marxista-leninista, no pudieron conformar un frente
común de lucha debido a una falta de unidad de criterios.

La guerrilla no se unificó en el FMLN hasta el 10 de octubre
de 1980 y lanzó su primera gran ofensiva en enero de 1981,
marcando, para muchos, el paso de la revolución a la guerra
civil.

De acuerdo al comandante Joaquín Villalobos, uno de los jefes
del FMLN, varios factores influyeron para retrasar el avance
rebelde hacia la toma del poder y el principal fue la falta de
unificación de línea estratégica dentro del movimiento
revolucionario.

El gobierno salvadoreño, que recibía ayuda económica, política
y militar de los Estados Unidos, buscaba la derrota de los
izquierdistas mediante el incremento de la represión, del
número de efectivos del ejército y la realización de
elecciones en medio de la guerra.

El enfrentamiento, con cambios de tácticas y armamentos,
utilizando primero grandes concentraciones y luego pequeños
grupos, se alargó durante años.

Entre 1984 y 1987 el gobierno demócrata cristiano del
presidente Napoleón Duarte y el FMLN sostuvieron tres rondas
de conversaciones de paz. Sin embargo, todas fracasaron y fue
hasta septiembre de 1989 cuando el gobierno de Cristiani
reanudó los esfuerzos negociadores.

Un nuevo fracaso llevó a los rebeldes a efectuar en noviembre
de 1989, su más importante ofensiva militar de la década, en
la que murieron unos 2.000 salvadoreños.

Luego de la ofensiva, que puso de manifiesto la imposibilidad
de una victoria militar, la Organización de Naciones Unidas
impulsó las negociaciones de paz, que fructificaron por fin el
31 de diciembre tras 20 meses de arduas conversaciones.

Pero el proceso está inconcluso, falta la toma del poder, para
lo cual los rebeldes dejarán las armas y pasarán a luchar
políticamente, aseguró Leonel González, de acuerdo al libro de
Harnecker.

Entre combatientes y jefes guerrilleros, curtidos por la larga
y sangrienta lucha, existe la convicción de que su papel será
ahora la construcción de una nueva sociedad democrática, para
lo cual deben abandonar sus viejos ideales revolucionarios.

Aunque no descartan haber sido influidos por los cambios en
Europa del Este y la derrota del gobierno sandinista en
Nicaragua, los rebeldes aseguran que en su decisión de deponer
las armas pesó más la necesidad de una solución negociada de
los conflictos.

Después de encabezar uno de los movimientos insurgentes más
importantes del continente americano desde la revolución
mexicana de 1910, los rebeldes salvadoreños pasan ahora a
luchar en el campo político, no sin antes lograr importantes
cambios en busca de una nueva sociedad salvadoreña.

EXPLORED
en Ciudad N/D

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