Quito. 06 mar 97. Como muchos indígenas habitantes de
Santiago de Quito, cantón Colta, José Guamán Quishpe
fue adoctrinado por norteamericanos evangelistas y se
integró a la iglesia Jesús del Buen Pastor. Con su
Biblia en la mano, hace unos 30 años partió hacia el
Caquetá, Colombia. Vio que la vida económica era
mejor, que le respetaban y resolvió asentar allí su
hogar. Tuvo hijos y el mismo evangelio le llevó poco
tiempo después a Venezuela. El dólar del petróleo era
mejor. Sin hostilidades ni segregación, gozaba de
mayor comodidad. En ese ambiente se encontraron
cuatro familias indígenas de la misma religión. De
boca en boca pasó el mensaje, no sólo de Dios, sino
de lo bueno que era vivir en esa nación bolivariana.

Otros surcaron la misma ruta hasta llegar a formar,
silenciosamente, la colonia indígena evangelista
ecuatoriana que ahora estaría integrada por unas
900 familias. Tantos son que tuvieron que construir
una iglesia más grande en Plaza Sucre, Caracas.

Probando fortuna en diferentes oficios, alguien
descubrió lo bueno que era la industria textil.
Primero fueron vendedores ambulantes, después
instalaron su pequeño puesto en los mercados.
Ahora tienen talleres donde diseñan y cortan,
camisas, bermudas, chompas, etc. La costura la
encargan a mestizas ecuatorianas, o colombianas
y venezolanas. Alrededor de este negocio ahora se
mueven más de 5.000 personas y circulan cientos de
millones de bolívares. Solo en una fábrica textil,
uno de ellos saca créditos en tela, por 20 millones
de bolívares.

Viven modestamente, en barrios populares, pero
tienen su auto y se dan el lujo de viajar
anualmente a uno, dos, tres meses de vacaciones en
Colta. Limpios y bien vestidos, algunos hablan con
dificultad el castellano y no sacan de su interior
el miedo y la desconfianza.

Por esa desconfianza contrataron a compatriotas
para que les ayudaran en sus negocios. Es así como
empezaron a llevar a Caracas a sus hermanos,
cuñados, sobrinos, compadres de Colta. Entre ellos,
menores de edad. La mayoría iba indocumentada. Los
últimos fueron, además, sin permisos del Tribunal
de Menores.

Este traslado de menores a Venezuela estaría
dándose desde hace unos 10 años, porque jóvenes
de 17 que fueron bajo esas condiciones, ahora ya
tienen 25 y poseen su propio negocio.

LA COLONIA

Estos ecuatorianos no participaron en la formación
de la colonia ecuatoriana en Caracas que empezó
hace más de un año. La presidía el licenciado Luis
Terán que optó por pescar ecuatorianos legales e
ilegales, a través de un plan de carnetización que
lo hizo "porque el Estado no tiene para pagar un
censo". Con ese documento que cuesta 2.000
bolívares, "se evita que a los indocumentados les
apresen, les traten mal, les pongan en la frontera,
les extorsionen, porque les cobraban hasta 150.000
bolívares por una visa". La colonia pretende
legalizarles sin este costo.

Han sido carnetizados 10.000 ecuatorianos, de ellos,
el 90 por ciento son ilegales. Esta iniciativa le
ha dado a la colonia 20 millones de bolívares. Los
dirigentes Hugo Ordóñez, ahora presidente y sobrino
de Mariana Ordóñez, reciente secretaria Nacional de
Comunicación; Luis Cárdenas, vicepresidente, dueño
de almacenes y textileras; Jessica Chalén,
secretaria ejecutiva; igual que Terán, dicen que
ese dinero lo revierten en sus miembros con
servicios médicos y una cooperativa.

Ellos calculan que hay más indocumentados; quizás
50.000 que "viven en la marginalidad, en los cerros
más inaccesibles, en la miseria absoluta" y 40.000
legales.

Un informe sobre este censo, Terán llevó a Quito el
22 de agosto, para presentarlo al flamante
presidente, Abdalá Bucaram. En septiembre le llamó
Bucaram e impresionado por su trabajo le pidió que
aceptara el cargo de cónsul en Caracas. "Yo no pedí
ese nombramiento". Le hicieron los papeles y el dos
de octubre se posesionó. En fuentes serias conocimos
que la recomendación para su nombramiento provino
de Óscar Célleri, hoy involucrado en el retiro
multimillonario de gastos reservados.

Terán fue entre 1981 y 1982, directivo de Rutas de
América, que ahora, dice, pertenece a la familia
Fajardo, de Ecuador y hace viajes Quito-Caracas.
Últimamente estaba dedicado a su empresa
internacional Fipetrol Latinoamericana que trabaja
en capacitación, investigación, recuperación de
pozos.

EL PROBLEMA

A través del censo ya se había dado cuenta que
algunos ecuatorianos ilegales tenían a su cargo
menores con apellidos distintos. En el consulado
descubrió que estos indocumentados acostumbraban
solicitar un salvoconducto para ellos y esos menores.
Así salían sin problemas de Venezuela a Ecuador.
Ese trámite es gratuito pero el anterior cónsul,
Universi Zambrano, cobraba 100 dólares, dice Terán
en base a declaraciones escritas de afectados.

Terán, gratuitamente, continuó con la entrega de
salvoconductos. Concedió 348, la gran mayoría en
diciembre. Es durante este proceso que encuentra
más menores en esas condiciones. Averigua y le
dicen que trabajan en talleres textiles y
almacenes de los indígenas evangelistas. Cita a
algunos de ellos, con los menores, al consulado.
Detiene a tres adolescentes. Les obliga a los
supuestos patrones a pagarles en dólares por su
tiempo de servicio, les concede el salvoconducto
y les embarca en Rutas de América rumbo a Ecuador.

Esos menores le contaron que trabajaban para los
indígenas textileros evangelistas, como domésticas,
atendiendo los puestos de venta que tienen en
Lahoyada uno y dos y en el Capitolio y en los
talleres de costura. Que los padres les venden,
que las comunidades -una de ellas llamada Liglig,
dirigida por un Juan Macas- les venden, que eran
maltratados físicamente, que dormían bajo las
máquinas, que comían sólo dos veces al día, que
habría incluso abuso sexual.

A estos menores no les pagaban el salario mínimo
vital que en Venezuela está por los 100 dólares.
Los indígenas admiten ello, pero "nosotros les
damos vivienda, comida, ropita y cuando regresan
les entregamos a sus padres toda la plata que
acordamos".

Terán hace estas denuncias al gobierno ecuatoriano
que le pide discreción en la investigación. Cae
Bucaram, cae el cónsul y, misteriosamente, el dato
de los menores "esclavos" se filtra y se arma el
gran escándalo del "tráfico de niños".

El ex cónsul dice que fueron ocho los menores
"recuperados" pero a Ecuador sólo envía a tres,
con la custodia Mercedes Elizabeth Criollo
Gavilánez, secretaria de la colonia y desde
hace poco, también textilera. Fueron arrebatados
de las manos de Antonio Chito, otro textilero, a
quien le apresaron en la frontera colombo-
ecuatoriana transportando a otros menores. Pero
de los ocho descubiertos en Caracas, uno está
con su nombre repetido en la lista de Terán y
es mayor de edad. El resto asegura que ya está
en Ecuador, aunque los indígenas dicen que eso
no es cierto.

A estos textileros ecuatorianos les molesta que
el cónsul hubiese confiado en Criollo. Les pedía
mercadería y nunca les pagaba. Hay un cheque de
300 mil bolívares, que hace dos años dio sin
fondos a Alberto Chicaiza. Igual habría hecho
con otros. Además, "esta señora también entró
hace unos cuatro años, ilegal, con su hijo de
cuatro años, ilegal".

Más tarde Terán habló de la impresionante cifra
de 180 niños, pero ¿dónde están?

Según Ordóñez, "la colonia nombró a la comisión
juvenil para que fuera a visualizar cuántos niños
hay en los mercados. Si la hilera tiene 40
almacenes y veo 20 niños, ya tengo 20, en la otra
vieron 10, ya tengo 30. Así, en cuatro mercados,
es fácil deducir. Además, se preguntó: ¿Son hijos?
Respondieron: No, son empleados, son traídos".

Eso es subjetivo y peligroso.

No. Esto fue una labor de inteligencia del comité
juvenil, dijo Ordóñez.

LO HICIMOS PERO...

Vistazo fue a Caracas y conoció que la Fiscalía está
investigando. Incluso ya hay un proceso en el Juzgado
Décimo Segundo de lo Penal. Pero son cautelosos
porque aún no tienen pruebas del "secuestro".
También se ha interesado por el caso el diputado
Rafael Narváez, de la Comisión de Asuntos Sociales.
Por denuncia del ex cónsul, la Policía detuvo a
algunos textileros que los puso libres "porque se
había equivocado de personas".

Es decir, la denuncia ha producido un estado de
estupor en Caracas. Vistazo llegó a Lahoyada, que
se parece a nuestros Ipiales o Bahía, mercado
dedicado al comercio de ropa y zapatos. Sin
"labor de inteligencia", encontramos a los
indígenas que se resistían a hablar porque
creyeron que éramos uno más de los tantos que les
persiguen. Finalmente, nos llevaron a su iglesia
donde hablamos con 25 personas. De ellos, ocho
habían entrado a Venezuela ilegalmente y ahora
son pequeños empresarios legales. Dos de ellos
llegaron adolescentes. Ésa es la relación
matemática de lo que sucede en esa población
indígena.

Con el aliento de sus costureras solidarias porque
"estamos quedándonos sin trabajo", algunos
sintetizaron lo sucedido con estas frases:

"Estamos muy dolidos con el cónsul que debería ser
como un padre nuestro. Siendo secuestrador o
traficante de niños, cómo una persona va con sus
propios documentos llevándole al muchacho para
pedir salvoconducto. Y cómo siendo secuestrador
va a pagar 720 dólares al muchacho. Nosotros
somos indígenas y nuestra política es ayudar a
nuestros paisanos, a nuestra familia. Hacemos
contrato de palabra con sus padres y les mandamos
con plata porque nuestra palabra es mejor que la
ley. Con Chito no sabemos qué sucedió. Puede que
algunos hayan cometido algo malo pero eso no
quiere decir que todos somos traficantes. Ahora
aquí, todos nos dicen ecuatorianos secuestradores,
traficantes. Por eso ya no estamos trabajando
normalmente. Ahora que el cónsul nos mantenga".

" Mi hermana me llamó y me dijo: Mi hija de 17
años, llévala para ver qué pasa. Yo no estoy
traficando. Si puedo darle la mano a mi hermana
que tiene 11 hijos, le doy".

"Sacar un permiso del Tribunal de Menores, sí
debe ser, pero una muchacha de 15, 16 años, ya
tiene sus necesidades de cosas y si no tiene con
qué comprar, se puede escapar de la casa; mejor
que trabaje con nosotros".

"A los 13 años mi hermano me llevó a Machala,
después me sacó a Colombia, de allá me vine pa´cá.
Soy pastor. Dirán que él es mi secuestrador. Si no
hubiera salido, qué habría sido de mí. La
situación en Ecuador es caótica".

"Cuando se entra ilegal se infringe la ley, se
paga una cantidad, 50.000 bolívares y se arregla
todo".

"Nos ven con carro y parece que tienen envidia. A
nosotros nadie nos ha ayudado. Damos trabajo a
muchos ecuatorianos, colombianos y venezolanos.
En grandes textilerías nos dan crédito porque
somos honrados y trabajadores. Los venezolanos
nos quieren. Aquí vivimos como gentes y no como
animales".

"Terán hizo el censo para demostrar en Ecuador
que aquí tiene mucha gente que le respalda y así
hacerse elegir cónsul. Ahora quiere que le elijan
de nuevo".

SOLUCIÓN

Con ese problema serio quedó el embajador Alfonso
Barrera Valverde. Confía en sus conocimientos de
negociador que le dio Harvard para solucionar
este litigio, como otros tantos que tuvo en su
vida. Y en el futuro, el equipo diplomático
deberá preocuparse más de observar qué sucede en
sus colonias para evitar ilegalidades, abusos y
que se destruyan los unos a los otros.

Por su parte, el gobierno en Ecuador debe tomar
medidas sobre este problema que revela un drama
socio-económico profundo que al momento nos hace
aparecer en la comunidad internacional como un
país de salvajes. (FUENTE: REVISTA VISTAZO N. 709)
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