La Soledad De Judas

Quito. 29 mar 97. Era el único de Judea. Jesús y los otros
once, eran de Galilea. Entonces, desde el primer momento, su
presencia entre los discípulos fue distinta. Nadie quiere
describirlo en los evangelios. Apenas se dice: "el que le
traicionaría". Y nada más. Alguna alusión a su papel de
tesorero dentro del grupo.

"Sesenta generaciones de cristianos se han devanado los sesos
acerca de él, pero el corazón del Iscariote, a pesar de haber
hecho nubes de prosélitos sobre la tierra, queda siempre
indecifrado -dice Giovanni Papini-. Es el único misterio
humano que se encuentra en el Evangelio."

Pudo ser un guerrillero, conspirando contra el poder romano.
Su enorme amistad con Simón "el zelote" -grupo guerrillero-
podría confirmarlo.

Claro que, por su origen pudo haber sido tradicionalista,
mientras los de Galilea eran los revoltosos. Pero si le
llamaron Iscariote, es porque llevaba un pequeño cuchillo y
estaba inconforme.

La última versión que existe de él, aquella de la ópera
Jesucristo Superstar, le pinta como el desencantado
revolucionario que no se explica por qué Jesús quiere
entregarse a sus enemigos. Mientras todos, ocurrida la muerte,
gritan buscando su divinidad, Judas piensa que "aún en el
final, dejas que uno te entregue como un criminal, como un
angel desvalido... Lo sabías y te dejaste matar." Judas está
desolado, abandonado, se ha perdido, quizá, la última
oportunidad de encender la rebelión... "Dime lo que piensas de
los que, como tú, se sacrificaron por la multitud. Buda,
Mahoma y todos los profetas que en vano pasaron como fugaces
cometas" canta en la ópera rock.

Según los Cainitas, los herejes, Judas fue un fatal
instrumento del destino. Si la voluntad divina era de que
Jesús muriese y alguien de los suyos le entregara, Judas,
llevado de un impulso secreto y profundo, se entregó de ese
modo a la fatalidad. Alguien tenía que ser y él se sacrificó.
"La traición de Judas no fue casual; fue el hecho prefijado
que tiene su lugar misterioso en la economía de la redención"
sostiene Jorge Luis Borges en una de sus ficciones. Era
necesario que alguien se sacrificase, "Judas Iscariote fue ese
hombre. Judas, único entre los apóstoles, intuyó la secreta
divinidad y el terrible propósito de Jesús. El Verbo se había
rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse
a delator y a ser huésped del fuego que no se apaga. El orden
inferior es un espejo del orden superior; las formas de la
tierra corresponden a las formas del cielo... Judas refleja de
algún modo a Jesús." Y al momento en que los dos se encuentran
en el huerto de los Olivos, Cristo, dicen los evangelios, le
llama aún "amigo", "a pesar de que le conocía bien y leía en
el fondo de su alma" dice Giovanni Papini, y agrega:
"Judas no es para él, el hombre de las tinieblas, que viene de
la oscuridad para entregarlo a los esbirros, sino el amigo, el
mismo que, pocas horas antes, sentábase a su lado..."

Judas fue radical, escogió el más infame de los oficios: la
traición, para salvar su causa política contra el yugo de
Roma. De tal modo estaban para él, sus pasiones terrenales,
por sobre todas las del espíritu. Solo el mal podía purificar
su causa. El debía encarnarlo, para ser el extraño
purificador. Judas y Jesús sabían, quizá, desde el principio,
cuál sería el destino de cada uno de los dos. Y en esa
síntesis que hace la Pascua cristiana de esos días, los dos
morirían el mismo día. Pero ¿qué ocurrió con Judas? ¿cómo
vivió su derrota política? ¿Dónde se ocultó y con quién, por
horas, por meses, por años? Hasta morir quién sabe cómo.
Ahorcado quizá, en un suicidio que recoge la historia como
sello de una angustia incontenible. Cazado por las huestes
romanas. Entre las manos de sus antiguos camaradas. Abandonado
y viejo.

FUERON SOLO TREINTA MONEDAS

¿Fue la corrupción lo que le llevó a vender a Jesús por
treinta monedas? Es difícil suponerlo. Giovanni Papini da
algunas razones.

"Los Treinta Dineros son una suma insignificante para un
hombre a quien tentaba la riqueza. Aun suponiendo que su valor
efectivo, o como dicen los economistas, el poder adquisitivo,
fuese, en aquel tiempo, mucho mayor, no nos parece que sean
un precio suficiente para inducir a un hombre, que sus
compañeros nos describen avaro, a cometer la perfidia más
repugnante que recuerde la historia. Se ha dicho que los
Treinta Dineros era el precio de un esclavo. Pero el texto del
Exodo dice, en cambio, que treinta ciclos de plata eran la
compensación que debía pagar el dueño de un buey que hubiera
atropellado a un esclavo o una esclava."

Supongamos, con Papini, que en Juda había ambición de fortuna,
aunque no codicia, al menos por su origen honesto, hemos de
coincidir con el escritor italiano que un hombre con esa
ambición "no habría permanecido mucho tiempo en tan pobre
compañía. Si hubiera querido vivir de robos, hubiese buscado
un puesto más aparente y fructífero del que había aceptado. y
si hubiera tenido necesidad de esos miserables Treinta Dineros
¿no hubiese podido hacerse con ellos de otra manera, aunque
fuera escapando con la bolsa, sin necesidad de proponer
vilmente a los sacerdotes la compra de Jesús?

Muy a pesar suyo, Papini nos devuelve sobre la versión de un
posible altruista, que equivocó quizá la estrategia para sumar
el prestigio de Jesús a la causa de los combatientes zelotes
-o zelotas-.

¿Recibió los dineros? Nadie siguió sus pasos. Todos estaban
ocupados en la tortura y muerte de Jesús. Los evangelios se
escribieron cuando, pasados los años, crecieron las leyendas.
De todos modos, si los recibió, no quiso guardarlos. Había
fracasado, o se había equivocado. Muerto Jesús, no servía para
la causa de la revolución. Su derrota era histórica, profunda.
Era la derrota de todos los inconformes. y el poder entierra
hasta sus memorias. Los deja solitarios. El relato lo
confirma: con esas monedas se compró un terreno para
cementerio de los extranjeros. De los emigrantes o los
exiliados, se diría hoy día. (DIARIO HOY) (P. 7-A)