Kongbor. 19.03.93. Mientras se sobrevuelan kilómetros y
kilómetros de tierras cubiertas de arbustos o destinadas alguna
vez el pastoreo, lo primero que se advierte es que no hay vacas.

Y al llegar a una pista de aterrizaje, donde muchos hambrientos
están reunidos cerca de un avión que transportó suministros, se
advierte que hay pocos hombres, y casi ningún bebé.

Tanto las aguas del río Nilo Blanco como los sangrientos
acontecimientos políticos en Sudán han barrido con gran parte de
la vida que había en esta área a unos 400 kilómetros al norte de
la frontera con Kenia, estremecida desde hace diez años por
guerras, inundaciones, cosechas fallidas, hambruna y
enfermedades.

LA GENTE HA SUFRIDO EN SILENCIO.

Mientras la atención y la ayuda internacionales han rescatado a
parte de los hambrientos en las vecinas Somalia y Etiopía, los
grupos de ayuda han visto impedido su acceso a esta área de
Kongor y otras del sur de Sudán, devastado por la guerra.

A fines de 1992 la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
logró que rebeldes y el gobierno permitiesen el ingreso de
trabajadores de ayuda en más áreas sureñas, con lo que Kongor
recibió en diciembre un vuelo con suministros de asistencia por
primera vez en un año.

De tal modo, a la pista de aterrizaje situada a ocho kilómetros
de la ciudad llegaron algunos integrantes de la tribu Dinka, de
aspecto famélico, debilitados y cubiertos con harapos. La tribu,
su forma de vida y su religión suelen depender de cultivos y de
la cría de ganado, que anteriormente fuera muy estimada en el
país.

En enero pudieron traerse más alimentos, y a medida que se fue
conociendo la novedad iban llegando más necesitados para recibir
cada vuelo.

Entre las más de 400 personas que recientemente vinieron
caminando desde un grupo de cercanas chozas de barro para recibir
al avión con suministros, figuró Martha Ajok, que perdió tres de
sus nueve hijos por inanición y enfermedades.

'Solíamos comer hojas del árbol del espino. Pero ahora ya no hay
más hojas y sólo quedan las espinas', dijo. Una vecina, Mary
Achol, dijo que 'comimos nenúfares cuando llovía, pero ahora las
lluvias terminaron y es difícil encontrarlos'.

Achol llevaba sobre sus hombros a su hijo Gabriel, un niño de 10
años con expresión aturdida, y cuyo tamaño, debido a la
desnutrición, era el que tiene normalmente un niño de cinco años.
Sus costillas se perfilaban contra la delgada capa de carne y
piel, sus brazos y piernas del espesor de un bate de béisbol, sus
encías cubiertas de llagas sangrantes, sus entrecerrados párpados
cubiertos de moscas.

Algunas de las personas que acudieron tenían sus vientres
hinchados, muchos con llagas en la cabeza, manos y pies, que
según dijeron trabajadores de ayuda eran causadas por la sarna.
Otros se quejaban de fiebre, malaria y afecciones de la piel.

Sudán está desgarrada por la guerra civil desde 1983.

Al principio era una guerra de rebeldes contra el gobierno
musulmán en el norte, reclamando mayor autonomía y una mejor
parte de las riquezas de la nación para el sur, donde predominan
los animistas y cristianos.

Pero en 1991 el movimiento rebelde se dividió en dos facciones,
que si bien seguían opuestas al gobierno musulmán en Jartúm,
mantenían ahora una sangrienta rivalidad entre sí.

La lucha y la hambruna en el sur de Sudán han dejado hasta ahora
centenares de miles de civiles muertos, y muchos más desplazados.
Tanto el gobierno como los guerrilleros han recurrido como arma
adicional a los alimentos, reteniéndolos para sí o evitando que
lleguen a sus rivales.

Un vocero británico de la ONU, Rob Hadley, dijo que el reciente
acuerdo entre los rebeldes y el gobierno para abrir nuevas áreas
a la asistencia humanitaria podrá ayudar a mejorar la situación,
si es que cumplen con sus respectivas promesas.

Pero la actitud de ambos bandos es imprevisible y hace pocas
semanas los rebeldes impidieron el acceso de una barcaza que
traía alimentos para el sur, apoderándose del cargamento de 2.400
toneladas, dijo Hadley.

En Kongor, la naturaleza se ha sumado a los desastres de la
guerra.

Las masivas inundaciones de corrientes y ríos tributarios del
Nilo que hubo a principios de 1991 impidieron los habituales
cultivos de los Dinka locales, y destruyeron dos cosechas
sucesivas.

Posteriormente ese año se produjo la división de los rebeldes, en
facciones determinadas en términos generales por líneas tribales,
entre los Dinka y los Nuer.

En la lucha perecieron muchos de los Dinka, su ganado fue robado
o muerto, y sus poblados saqueados o abandonados.

Funcionarios de las organizaciones de socorro estiman que la
población local ha disminuido de los alrededor de 90.000
habitantes que había antes de la guerra a alrededor de 30.000.

Ajok señaló que 'nuestros esposos murieron por los problemas, o
bien se marcharon. Nos dejaron con los niños. Como resultado los
niños no tienen comida, simplemente se están muriendo, uno tras
otro'.

Las alrededor de 400 personas que acudieron para recibir al avión
que llegó recientemente con ayuda incluían a mujeres,
adolescentes de ambos sexos, y decenas y decenas de niños, pero
solo tres o cuatro bebés, y apenas unas pocas decenas de hombres.

El área de Kongor era una vez un centro agrícola donde pastaban
unas 140.000 cabezas de ganado, que eran objeto de un activo
comercio. Los periodistas que acompañaban a ese vuelo de
asistencia no vieron ni una sola cabeza de ganado.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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