Quito. 23.03.93. Las patéticas imágenes de una nación compuesta
casi en su totalidad por verdaderos esque]etos ambulantes, han
recorrido la Tierra de uno a otro extremo, haciendonos
reflexionar, una vez ms, en los contrastes, a veces crueles, en
que se desenvuelve la población del mundo. La hambruna de Somalia
ha revivido los escalofrios que dieron la vuelta al mundo en
1974, cuando algo similar ocurrió en Bangladesh. La ayuda desde
todas partes, en mayor o menor grado, y con la demora que siempre
se da en estos casos, comenzó a fluír. Hasta que se conoció que
esa ayuda no llegaba a los que realmente la necesitaban, sino que
se quedaba en el camino, infestado de grupos armados que
asaltaban las caravanas de provisiones para quedarse con ellas.

La Organización de las Naciones Unidas intervino, después de
mucho bregar político, pero sin fuerza suficiente para detener el
saqueo. Hasta que los Estados Unidos decidieron enviar un
dotación de sus Fuerzas Armadas para asegurarse que los ali-
mentos y medicinas lleguen a sus verdaderos destinatarios. Esta
intervención ha sido muy cuestionada, tanto al interior de ese
país, cuanto en los medios internacionales. Pueden enconlrarse
argumentos en favor y en contra de una política de intervención;
pero lo que no puede negarse es que, a menos que se haga algo,
como se ha hecho, por el desgraciado pueblo somalí, el mundo no
podía ni puede permanecer impertérrito frente a miles de seres
humanos deambulando en el desierto hasta caer muertos de ham-
bre. Hay casos en que la política intervencionista, de tan malos
recuerdos para los latinoamericanos, está plenamente justificada;
y el de Somalia es uno de estos casos.

LAS HAMBRUNAS EN LA HISTORIA

Las hambrunas parecen haber acompañado a la humanidad durante
toda su existencia. Allá por el siglo IV antes de Cristo, un
libro sánscrito sobre el manejo del Estado advertía: "Durante la
hambruna, el rey debe construír un almacén de alimentos y
dispensar su favor a las personas, o instituír la construccion de
fuertes o trabajos de riego". En la Edad Media, Francia e In-
glaterra sufrieron decenas de hambrunas; pero, aunque desde el
año 1500, estos países comenzaron a crecer económicamente lo su-
ficiente para, por lo menos, alimentar a sus poblaciones, sus
pobres siguieron pasando hambre . Pero no porque los graneros
estuvieran vacíos, sino por efecto de las sensibles fuerzas del
mercado: los precios, a causa de la escasez, eran tan elevados,
que estaban fuera del alcance de los más pobres.

Entre los años 1600 y 1640, los reyes Jaime I y Carlos I pudieron
impedir las hambrunas gracias a que forzaron a los mercaderes,
panaderos y cerveceros a vender sus existencias a precios bajos;
no obstante, la Guerra Civil inglesa terminó, para los 100 años
siguientes, con esta benigna intervención del Estado en el
mercado.

Entre 1846 y 1851, Irlanda debió sufrir la larga hambruna
conocida como la "hambruna de las patatas", pues fué este tu-
bérculo el que, sin duda, salvó de la muerte a muchos ingleses y
a algunos irlandeses. Ante la escasez de alimentos en Inglaterra,
las patatas eran enviadas a este pues, con lo que los irlandeses
prácticamente no tenían nada para comer. El Parlamento de
Inglaterra, involucrada en la Guerra de Crimea, se negaba a
elevar los impuestos para ayudar a los irlandeses, aunque había
ya gastado algo así como 60 millones de dólares en Crimea. Como
resultado, murió un millón de irlandeses y otro millón emigró.

La hambruna que asoló a China rante 1928-29,se debió a que las
sequías terminaron una baja substancial de la producción
agrícola, que resultó en tres millones de muertos. Entre 1932 y
1934, más de cinco millones de personas murieron en la Unión
Soviética, durante la colectivización las propiedades agrícolas
dispuestas por Stalin. Las mayores pérdidas se dieron en Ukrania,
un poco el granero soviético. En 43, en la India, la producción
de alimentos disminuyó solo ligeramente, pero murieron más de
tres millones; la razón fue que, debido a la guerra, la demanda
urbana se incrementó fuertemente en Bengali y los precios de los
alimentos subieron desmesuradamente, alimentados por el pánico y
la especulación. En China, entre 1958 y 1961, durante la Gran
Marcha, que causó grandes disturbios en el campo, se estima que
murieron entre 17 y 30 millones de personas, lo cual se vino a
descubrir 20 años después, gracias a los estudios de los
analistas de censos de población. En el periodo 1967-68, con la
rebelión de Biafra contra el gobierno de Nigeria, la actividad
económica se vio afectada, así como la distribución de ali-
mentos, con el resultado de una cantidad no determinada de
muertos por hambre. La sequía de 1973 en Etiopía afectó
principalmente a la región de Wollo, la más pobre del país: la
producción de alimentos apenas disminuyó, pero los wollianos no
disponían de un solo centavo para alimentos: no hay es-
timaciones confiables de los decesos. En 1974 se presentaron las
inundaciones en Bangladesh, con lo cual se generalizó el de-
sempleo, y la especulacion llevó los precios a niveles
inalcanzables. Entre 1975-1979, el Khmer Rouge, en Cambodia,
destruyó deliberadamente la economía y deportó a un gran segmento
de la población urbana. Finalmente, entre 1983-84, el Africa al
sur del Sahara, Etiopía, Sudán y Somalia, especialmente,
sufrieron una prolongada sequía, y sus conflictos internos
impidieron que la ayuda del mundo llegara a sus destinatarios, Io
cual no ocurrió en países con regímenes democráticos como
Botswana y Zimbabwe.

Es que, si se analizan las causas subyacentes del hambre extrema
en la historia, puede encontrarse que ella no solo se debe a
causas naturales, sino que hay factores económicos y políticos
que, al igual que en la actualidad en Somalia, determinan la
ocurrencia de esta calamidad.

LAS LECCIONES DEL HAMBRE

El rápido recorrido anterior sobre diversas hambrunas que, a
través del tiempo, han asolado a la humanidad, hace pensar que
éstas no tienen una explicación malthusiana y que el mundo no
puede seguir pensando como lo hizo Malthus: Que las hambrunas son
una especie de venganza de la Madre Naturaleza, que el economista
inglés calificó como "el más espantoso recurso" de ésta última.
Como hoy ocurre en Somalia, el hambre total es, a menudo, un de-
sastre creado por el hombre: una catástrofé política y económica
evitable. La clase de hambruna que afecta ahora a Somalia ha si-
do creada por la lucha entre clanes rivales y no por la escasez
de cosechas ni por una extrema pobreza endémica global. La
producción de alimentos en el mundo es mucho mayor que el
crecimiento de la población del planeta. No de otro modo se
explicarían las montañas de mantequilla, trigo, harina y carne
que almacena la Comunidad Europea para mantener los precios.

Es verdad que, a menudo, las sequías o las inundaciones preceden
a la hambruna, pero raramente son las culpables directas, de
acuerdo con las investigaciones del señor Amartya Sen, un
profesor de Harvard cuyo libro "Pobreza y Hambruna" (Oxford
Press, 1981), seguramente cambió la forma en que los estudiosos
analizan el hambre. Según él, mientras las gentes mueren por
miles en un país, éste, o tiene suficiente alimento para pasar la
emergencia, o suficiente dinero para comprar los alimentos que
faltan.

La realidad es, más bien, que los desastres ocurren como en la
historia y hoy en Somalia- porque los miembros más pobres de una
sociedad, bruscamente, se encuentran sin posibilidades de
adquirir ni siquiera los productos elementales, usualmente debido
a un intempestivo desempleo masivo o un incremento
desproporcionado de los precios. Las causas del hambre, en con-
secuencia, no solo deben encontrarse en los fenómenos naturales,
cino en factores socio-económicos inciden fuertemente en la pro-
ducción, distribución y precios. En el caso somalí es legítimo
pensar que su economía, -especialmente después de que Somalia se
independizó de Italia y, luego, perdió importancia estratégica al
desaparecer la URSS,.pueda funcionar con 14 facciones políticas
que responden a 14 líderes distintos que encabezan otros tantos
movimientos en busca del poder, tal como pudo comprobarlo la ONU,
el 15 de Enero pasado, cuando los convoco a una reunión en Addis
Ababa, la cual terminó con la promesa de reunirse de nuevo el 15
de marzo próximo en una Conferencia de Reconciliación Nacional,
cosa que está aún por verse.

Mientras tanto, la labor de pacificación y ayuda asumida por
Estados Unidos se la puede ver ya no solo como un acto de so-
lidaridad humana, o bajo el prisma del intervencionismo, sino
como una acción que, seguramente con la participación de otros
países desarrollados, deberá llevarse a cabo en Somalia para
establecer las bases de un sistema democrático, mucho más apto
para enfrentar abundancias y escaseces. Solo así podrían evitarse
desastres como el que vive este país del Cuerno de Africa. El
abastecimiento puro de alimentos, ropa y medicinas, por más que
se justifique desde un punto de vista humanitario, no es
respuesta a la economía política del hambre. -

* FUENTE: Texto tomado de EL COMERCIO ( Martes Económico )
EXPLORED
en Ciudad N/D

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