Quito. 07. oct 96. Los futbolistas son los que ganan
o pierden los partidos. Los técnicos son una opción
para hacerle frente a la derrota, pero sin tiempo
para llorar...

Actualmente, el protagonismo del entrenador es
indudable. ¿Cómo concibe usted su trabajo?

Es verdad que en estos tiempos modernos, al
entrenador se le ha dado más protagonismo que el que
debería tener. El fútbol no es de los entrenadores:
es más de los jugadores. Se debe rescatar el fútbol
de la publicidad, de la industria, de la prensa, de
los mismos técnicos para entregárselo a los
jugadores. Cuando en un equipo el técnico es más
protagonista que los jugadores, las cosas no marchan
por buen camino.

Los jugadores son los protagonistas a tal punto que
son ellos los que ganan o pierden los partidos. Los
técnicos estamos para asumir, en su momento, la
derrota. La victoria deben vivirla los jugadores. En
la práctica y, hablando profundamente, los jugadores
son los únicos culpables de la derrota y de los
triunfos. Los entrenadores, repito, somos una muy
buena opción para hacerle frente a la derrota.

Pero esta vez, por su trabajo con la Selección de
Colombia, por las expectativas que suscita el partido,
porque los dos países son muy buenos vecinos, su
protagonismo es mayor.

Es indudable. Han querido suscitar el enfrentamiento
Maturana-Colombia o Maturana-Gómez. De pronto aquella
gente que no conoce la historia piensa que Maturana
salió de Colombia porque lo sacaron. Y piensa que
Maturana tiene una revancha. A Maturana no lo sacaron
de Colombia.

Cuando terminó el Mundial de Estados Unidos, nos
sentamos Hernán Darío Gómez (entonces su asistente,
ndlr) y yo con con el doctor Bellini (entonces
presidente de la Federación Colombiana, ndlr). El nos
dijo que esa selección era nuestra y que si queríamos
seguir, siguiéramos. Pero, antes del Mundial, yo ya
había tomado la decisión, pasara lo que pasara, de
irme a España.

Me fui sin dolor, como cuando se apaga una vela,
porque había pasado mucho tiempo con la selección y
pensaba que había hecho mi labor.

Ahora, no creo que un partido de éstos me vaya a
servir para demostrar nada. Lo fundamental es que
son tres puntos a favor o tres puntos en contra. Un
partido tampoco nos da la clasificación porque si le
ganamos a Colombia y, luego, perdemos el resto, no
hicimos absolutamente nada.

Claro que es un partido muy importante pero si va
avalado por la continuidad de otros resultados. Para
mí eso es lo determinante. Y los que piensan que
Maturana conoce a Colombia, se equivocan. A Colombia
no la conoce nadie.

Maturana conoce el fútbol que Colombia hizo ayer,
pero no el fútbol que Colombia hará hoy. Ni
Valderrama o Asprilla saben qué van a hacer, porque
su fútbol es fantasía y nace en un momento de
inspiración, dentro de un entorno que se lo permita.

Decir que Maturana sabe mucho de Colombia no es
determinante.

En el libro que hizo con José Clopatofsky usted dice
que después de algunos partidos ha vomitado. Raro
oficio el suyo: un técnico construye una máquina
para que dé un espectáculo pero, mientras lo hace, no
lo disfruta. ¿Ser técnico es sufrir?

No diría que es sufrir. Disfruto del trabajo que amo
y que no se limita solamente al partido en sí.

Ser técnico tiene otras cosas: disfruto en el
entrenamiento y de las cosas que no salen porque es
la manera de quitarse dudas. Puedo planear movimientos
que, de pronto, no salen y así sé que por ahí no va la
cosa.

Es un hecho que el técnico es el único que no ve un
partido con la claridad que lo ven los demás. El
espacio muchas veces no da: se ve un bosque de piernas,
se intuyen algunos movimientos, pero jamás uno puede
ver un partido claro, como lo ve alguien tranquilamente
desde la tribuna.

Por eso son importantes los asesores que están por allá
arriba viendo. Sus observaciones dan la posibilidad de
corregir en el segundo tiempo.

Cuando el equipo va ganando el técnico ya está pensando
en que no le vayan a empatar. Si va ganando por algunos
goles de diferencia, hace fuerza porque no se le vaya a
lesionar nadie; que no le vayan a sacar tarjeta amarilla
a ningún jugador que le impida estar en el otro partido.

El técnico no tiene la posibilidad que tienen el público
y los mismos jugadores de disfrutar de ese triunfo
porque, entonces, ya está pensando en buscar los datos
para el partido siguiente.

Si pierde habrá una posibilidad de llorar por parte de
los hinchas y los jugadores. Los técnicos no tenemos
tiempo de llorar porque perdemos el partido siguiente.
De pronto son maneras de asimilar: los técnicos no lo
hacemos como la prensa y el público.

¿Cuál es el símil que más le llega cuando piensa en su
trabajo: director de una coreografía, estratega de
partidas de ajedrez...? Director de una orquesta o
director de cine. Un director, de todas maneras. En el
cine se miran los artistas que desarrollan un libreto.
El director hace repetir una acción hasta que el artista
esté bien preparado. Es lo mío: preparar al jugador y
repetir las escenas todos los días para que el domingo,
o el día del partido, pueda entrar, en el momento justo,
a hacer su papel.

También puede ser el director de una orquesta. Uno sabe
cuándo viene el coro o cuándo suena el piano.

Usted sale muy pocas veces de su puesto en la caseta de
suplentes. Sale tan poco que cuando lo hace es motivo
de comentario. ¿Cómo concibe su trabajo durante los 90
minutos?

El técnico que sale mucho el domingo es el que no sale
en la semana. Yo salgo mucho en la semana para el
domingo tener que salir poquito.

El domingo un técnico va al estadio a ver su obra.
Habrá, apenas, dos o tres cosas que se deban corregir
porque si tengo que estar todo el tiempo encima, eso
querría decir que la semana no me sirvió para nada.

En el equipo hay una gran autonomía, el guión corre.
Aparte de eso, un técnico que sale mucho, desorienta
a su equipo. De vez en cuando doy directivas. Pero son
cosas muy concretas porque en el campo de juego no se
escucha nada. Al técnico que grita nadie le oye porque
está a 40 metros de distancia. Con la tensión del
partido y el murmullo, el jugador no oye. Si gesticula,
además, hasta el público se preguntará lo que le pasa
por la cabeza a ese señor...

Yo soy de los técnicos que sale una vez de su lugar,
llama al jugador que tiene más cerca y envía la orden.
O si la cosa está muy complicada intervengo tras el
primer tiempo, cuando el jugador entra al camerino,
se reposa cinco minutos y se lava la cabeza. Ahí, en
frío, puede entender.

En el calor del partido es muy difícil que el jugador
tome conciencia de lo que uno quiere.

¿Qué es el capitán del equipo para Ud.? ¿Una figura
que cumple con actos protocolarios y lleva un
brazalete? ¿Su representante en el terreno de juego?
¿El líder que mantiene y desarrolla la idea táctica
del equipo?

El capitán, en el aspecto futbolístico, no
necesariamente tiene que ser la continuidad del
técnico. A veces no se da esa complementaridad. Hay
capitanías que se dan por longevidad o respeto pero,
de pronto asoma un chico que sí ejerce ese liderazgo
con el balón: viene, distribuye, pone orden, habla y
puede no ser el capitán. Por ello, no hay una relación
directa.

Lo que es claro es que un técnico no puede eludir su
responsabilidad, aunque ésta la asuman todos.

El capitán será la persona para ciertos actos
protocolarios y, a nivel de la relación con directivos,
será quien lleve la voz. Pero, en el terreno de juego,
cada uno debe asumir la responsabilidad con el equipo.
(FUENTE: EL COMERCIO, P. D-1)
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