Se insiste en atribuir a la dolarización la pérdida de competitividad de nuestras exportaciones, y convertirla en causa principal del reciente déficit de nuestra balanza comercial. Esta explicación, además de ser equivocada y malintencionada, contribuye muy poco a encontrar verdaderas soluciones a nuestros problemas de competitividad, que sà son reales.
La caÃda de exportaciones de varios de nuestros rubros tradicionales es causada, en su mayor parte, por fenómenos fuera de nuestro control. El caso del camarón se debe a enfermedades que afectan a este cultivo, y a sus bajos precios: ha disminuido de $886 millones anuales exportados en 1997 a $281 millones en el 2001. Igual sucede con el banano, cuya exportación equivalió a $1 327 millones en 1997 y hoy $864 millones, por ser un rubro que está recurrentemente afectado por las sobreproducciones de otros paÃses, cuotas o aranceles, la crisis de algunos de sus mercados y las plagas, que también afectan este rubro.
A su vez, el incremento significativo de las importaciones en los dos últimos años, se debe al mayor nivel de actividad económica y recuperación de existencias, luego de la grave crisis que caracterizó los años anteriores. La construcción del OCP explica también buena parte del crecimiento de importaciones en bienes de capital e insumos que se emplean en su construcción. El financiamiento de este crecimiento está dado por las nuevas inversiones, créditos internacionales y, en buena parte, por las remesas de los emigrantes que, en los últimos años, sostienen el creciente desenvolvimiento de nuestra economÃa.
Querer atribuir la pérdida de competitividad a la dolarización, y por ello querer volver a cualquier sistema monetario atado a la emisión de una nueva moneda local, constituirÃa un grave error y descalabro social. Hoy nuestros obreros no pueden ser perjudicados con devaluaciones diarias que disminuÃan sus ingresos y capacidad de consumo. A su vez, los empresarios pueden planificar sus actividades, calcular sus costos, otorgar créditos, reponer su capital de trabajo, sin temor a fracasar, como muchos de sus colegas que quebraron o se vieron obligados a cerrar recientemente.
Los problemas de competitividad tienen que ser afrontados con soluciones de fondo, sin creer que un regreso al pasado los va a resolver por la magia de un decreto. DeberÃamos comenzar con la calidad de nuestra educación y servicios de salud, mayor eficiencia y honestidad en el sector y otros servicios públicos. Adquirir nuevas maquinarias, tecnificar nuestros cultivos, agregar valor a las exportaciones, volcarnos a actividades con mayor potencial para competir, contar con suficientes créditos y energÃa más baratos, aumentar las frecuencias aéreas, promover el turismo, convertirnos en un centro regional de servicios financieros, educación y salud, e impulsar los puertos de transferencia y zonas francas de comercio internacional. Con las reservas de petróleo que poseemos, no deberÃamos seguir siendo un paÃs exportador de solo crudos, sino convertirnos en un centro de refinación y exportador de derivados.
Para todo ello se requieren capitales, mayores inversiones, sobre todo decisión y una visión diferente de nuestro futuro, que ojalá el nuevo gobierno esté decidido a implementarla.