Quito. 24 sep 97. Son las ganadoras del primer premio del
Concurso Mujeres Emprendedoras de la Fundación Esquel. Manejan
un centro ocupacional y alfabetizan.

A 3.800 metros de altura, las puertas del cielo parecen
abrirse de par en par. Es es como si las nubes rozaran la
inmensidad del páramo. El frío intenso y el olor a tierra
mojada casi embriaga.

Al filo de un peñasco, las chuquiraguas con sus flores duras y
anaranjadas se pierden entre una tenue neblina.

En ese ambiente, Margoth Guamán, de 16 años, corta con una
afilada hoz la paja de páramo que nunca deja de crecer. Esta
planta silvestre, a veces verde a veces gris, ha terminado
acostumbrándose a las heladas y al sol.

Después de dos horas de trabajo, Margoth amontona la paja
sobre un costal, la amarra fuertemente y la carga sobre el
lomo de su viejo burro llamado Delirio.

La paja abundante que hasta hace poco no tenía importancia en
los páramos de Chimborazo, o que simplemente era utilizada
para los techos de las casas o el forraje de los animales,
desde hace un año, cobró una utilidad y belleza inusuales,
gracias a la habilidad de las mujeres de Gonzol.

La parroquia tiene alrededor de 1.500 habitantes y pertenece
al cantón Chunchi. Dos horas separan a Gonzol de la ciudad de
Riobamba. La Panamericana está en buen estado, pero siete
kilómetros antes de llegar a la parroquia, un camino de polvo
y piedras, lo convierte en un pueblo casi aislado. Y pese a
que es la única vía, el Ministerio de Obras Públicas está a
punto de cerrarlo para abrir otro camino más distante de
Gonzol y terminar de enterrar en el olvido a esta comunidad.
Los pobladores rechazan las decisión del MOP.

El pueblo está habitado por mujeres, niños y ancianos, los
hombres migraron a Estados Unidos en busca de trabajo.

En Gonzol, fundada hace 157 años, todo parece antiguo, las
modestas casas de adobe y teja, contrastan con la imponente
belleza de su sinuoso paisaje y la tierra negrísima donde se
cultiva lenteja, por excelencia. El 80 por ciento se
comercializa y el resto es para consumo interno.

Una de esas casas de adobe antiguo se ha convertido en un
centro ocupacional, artesanal y de educación popular. Detrás
de este esfuerzo comunitario están 12 mujeres que integran el
grupo Germen, que por su creatividad y organización
empresarial recibieron el primer premio del Concurso Mujeres
Emprendedoras entregado por la Fundación Esquel.

Cada tarde, la paja verde, flexible y fresca se desliza
suavemente entre los dedos de las trabajadoras de Gonzol.
Primero tejen una base de forma redonda y de aquí nacen
productos como: sombreros cuyo precio es de (25 mil sucres),
bolsos (19 mil sucres), vasijas con flores secas (30 mil),
botellas (25 mil), pondos (20 mil ), paneras (18 mil),
individuales (22 mil)...

Cuando están listos se venden en los mercados y ferias de
todos los cantones de la provincia y en los almacenes de
artesanías de Cuenca.

El proceso de tratamiento de la paja es simple pero requiere
de paciencia: después de cortar las raíces malas, se la lava
con glicerina y luego se la pone a secar durante 15 días en un
cuarto oscuro donde corra aire.

Cuando la paja está lista, las mujeres, con una aguja gruesa
ensartada con finos hilos de cabuya y van configurando sus
propios diseños. La paja bien procesada es flexible y no se
quiebra, esto hace que los acabados resulten perfectos. No hay
paja que quede fuera de lugar.

El artífice de esta experiencia artesanal que ha generado una
red de servicios comunitarios se llama Rosario Rodríguez. Es
la presidenta de la Asociación de Trabajadores Autónomos San
Judas Tadeo de Gonzol. La Asociación beneficia a 50 familias,
28 adultos participan en la alfabetización y cada familia
recibe semanalmente una ración alimenticia que consiste en:
dos kilos de arroz, un kilo de fréjol, carne enlatada y
aceite.

La alfabetización cuenta con el apoyo del proyecto Procalmuc
de la Unesco y el MBS. Rosario señala que con la organización
ha sido posible enseñar a leer y a escribir a las mujeres
adultas.

"No tenemos apoyo de la Dirección Provincial de Educación de
Chimborazo, se les ha solicitado el pago de bonificaciones
para las alfabetizadoras, pero no hay una respuesta positiva,
al contrario se estancan en la burocracia".

La meta de las trabajadoras de Gonzol es exportar sus
productos a través del sistema de Naciones Unidas. Han
formulado una propuesta y un catálogo con fotos de las
artesanías, ahora esperan el apoyo para sus iniciativas.

Con los 5.000 dólares del premio, el 50 por ciento será para
el pago de una mensualidad a las 12 mujeres del grupo que
desde el próximo mes trabajarán a tiempo completo en nuevos
diseños y pedidos; el otro 50 por ciento será para comprar un
terreno y construir una casa para la Asociación.

Guillermo Auqui, miembro de la Asociación y presidente del
Seguro Campesino, cuenta que la inyección de productividad de
las mujeres ha sido importante para mantener la solidaridad.
Los martes hemos ampliando la feria de alimentos, animales y
artesanías.

Marisol Calderón, de 21 años, miembro de Germen, está
capacitándose en tejido de telares. "Lo que estoy aprendiendo
lo aplico en mi comunidad para elevar los niveles de
producción. En la Asociación trabajamos en liderazgo".

Perfil

Rosario Rodríguez
DIRIGENTE DE LAS TRABAJADORAS DE GONZOL

Ella es el motor de la comunidad

La idea de que la paja de páramo sirve para hacer cosas bellas
y útiles se le ocurrió a ella. Desde hace cuatro años es
maestra del Colegio del Consejo Provincial de Gonzol. La
habilidad de tejer la heredó de su madre y de sus tías,
expertas en elaborar muñecas con hojas de maíz, tejidos en
lana de borrego y finos bordados.

Rosario Rodríguez tiene 40 años. Hace cuatro su esposo y su
hijo migraron a Estados Unidos a buscar trabajo. Ella, en
cambio, se dedicó por completo a fortalecer la red de
servicios comunitarios, a dictar clases a sus alumnas y a
buscar mercados para vender las artesanías. Ella coordina el
centro ocupacional, en la tarde enseña a tejer a las mujeres y
en la noche alfabetiza a los adultos. Su casa se ha convertido
en el centro de acciones de la comunidad.

"El esfuerzo comunitario es lo que puede sacar adelante a este
pueblo. Hay que trabajar con humildad como nos enseñó monseñor
Leonidas Proaño, quien hizo cosas que el Estado nunca hubiera
hecho por los indios y por la gente más pobre. Si cada maestro
rural ofreciera iniciativas de organización y de producción a
la comunidad, se conseguirían buenos resultados. La gente
confía en el maestro de sus hijos y eso es lo principal para
iniciar cualquier proceso autogestionario".

Para Rosario, una mujer de sencilla apariencia, el esfuerzo de
Gonzol en Chimborazo puede replicarse en todos los pueblos de
la Sierra donde crezca paja de páramo y una comunidad
entusiasta dispuesta a salir del aislamiento. (Texto tomado de
El Comercio)
EXPLORED
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