Bogotá. 04. 08. 90. El futuro presidente de Colombia, César
Gaviria, mantendrá la estrategia de la negociación con la
guerrilla con miras a lograr su reincorporación a la vida
democrática, camino ya abierto por su antecesor, Virgilio
Barco.
"A los grupos alzados en armas vamos a ofrecerles la alternativa
del diálogo, en la medida en que reconozcan que éste debe servir
como medio para desarmarse, desmovilizarse e integrarse a la
sociedad civil, en un clima de garantías y con la decisión de
buscar sus propias políticas por la vía pacífica", manifestó
Gaviria.
En mensaje a los altos mandos del ejército, el viernes, cuando
se conmemoró el día clásico de la institución armada, el
presidente electo señaló que "no puede ser de otra manera, pues
lo que estamos defendiendo es nuestra democracia y lo que estamos
construyendo es el futuro".
Gaviria, quien asumirá el poder el 7 de agosto, siempre se mostró
convencido del diálogo como fórmula para buscar la pacificación
del país, especialmente durante su gestión como ministro del
Interior de Barco entre 1987 y 1989, en su plataforma electoral
y en sus planteamientos como nuevo jefe del Estado.
En esas oportunidades criticó el haber dado a la guerrilla un
protagonismo político desmesurado, sin ningún compromiso o
contraprestación de parte suya.
Al respecto, denunció que "mientras nuestros soldados combaten,
muchos de nuestros dirigentes y voceros facilitan el proselitismo
político de grupos terroristas que pregonan la violencia y que
hacen la apología de toda clase de delitos".
También deploró la falta de colaboración de la ciudadanía para
con las autoridades en las zonas de conflicto, asegurando que "no
es posible encontrar la victoria militar o la solución política
permitiendo que en nuestra sociedad prevalezca la prédica de la
violencia y el terrorismo".
Si bien el fenómeno de la guerrilla cumple casi medio siglo de
existencia en Colombia, Gaviria encontrará una situación
diferente a la de sus predecesores, por cuanto los grupos
subversivos regresan paulatinamente a la normalidad institucional
o están en conversaciones para hacerlo en breve. Así ocurrió con
el movimiento M-19, ahora partido político legal y cuyo jefe,
Antonio Navarro, tiene asegurada prácticamente una cartera
ministerial.
Entretanto, el maoísta Ejército Popular de Liberación (EPL)
inició ya el sendero del retorno, al suspender actividades
armadas y concentrarse en el noroeste del país, donde adelanta
las gestiones para su reinserción al ejercicio democrático. En
las mismas circunstancias se hallan el Partido Revolucionario de
los Trabajadores (PRT) y el indigenista Quintín Lame, grupos que
ya establecieron contactos con el gobierno saliente y que confían
en proseguir con el entrante. Por su lado, las comunistas Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC prosoviéticas) dejaron
entrever la posibilidad de integrarse al diálogo de paz con la
nueva administración.
En un comunicado a diversas personalidades, entre ellas el obispo
Darío Castrillón, presidente del CELAM, el secretariado de esa
organización, la más antigua y numerosa, pidió al gobierno
Gaviria "abrir nuevos caminos, tender puentes y levantar esclusas
para una política grande de reconciliación que, sobre la base del
diálogo, siente las bases de una paz firme y duradera".
En cambio, el recalcitrante Ejército de Liberación Nacional (ELN
procubano), rechaza cualquier discusión y persiste en su
exigencia de nacionalizar el petróleo, si bien en las últimas
semanas cesó sus atentados dinamiteros contra los oleoductos,
asegurando además que no hay condiciones para el diálogo y
reclamando el desmonte del paramilitarismo subvencionado por la
droga.
Al liberar hace poco a dos funcionarios de la estatal empresa
Ecopetrol a quienes mantuvo secuestrados por tres meses, el ELN
propuso la creación de una comisión permanente de alto nivel para
la "humanización de la guerra" que, con supervisión
internacional, sea mediadora entre el gobierno y la llamada
Coordinadora Nacional Guerrillera Simón Bolívar. En opinión de
muchos observadores, de este organismo ahora sólo quedan el ELN
y las FARC, habida cuenta de la sucesiva defección del M19, el
EPL, el Quintín Lame y el PRT, atribuída por ciertos sectores a
los vientos renovadores que soplan en la Unión Soviética y en el
oriente europeo.
Por estos antecedentes, Colombia alimenta la esperanza de que en
los cuatro años de la administración Gaviria la subversión dé un
giro de 180 grados, permitiendo así el aclimatamiento de la paz
que la gran mayoría de sus ciudadanos únicamente conoce de
nombre.