Quito. 25. 08. 90. (Opinión). Preguntaba alguien hace poco,
genuinamente desconcertado, porqué "algunos periodistas" dan
tanta importancia "a eso que está pasando en Irak, a tantos miles
de kilómetros del Ecuador", precisamente cuando aquà el Congreso
se acaba de instalar y están por empezar los juicios polÃticos.
En efecto, ¿a quién, en el Ecuador, puede importarle que en el
Golfo Pérsico, al otro extremo del planeta, esté a punto de
empezar una guerra, acaso con armas atómicas y sin duda con armas
quÃmicas, cuyos campos de batalla estarÃan sobre las mayores
reservas de petróleo del mundo, involucrando a decenas de miles
de soldados de la única superpotencia mundial? ¿A quién podrÃa
importarle eso aquÃ?
El Ecuador, enfrascado en sus feroces contiendas polÃticas, no
tiene tiempo para dar una ojeada, a vuelo de pájaro, a lo que
está sucediendo en tierras lejanÃsimas y extrañas, donde ya se
pone el sol cuando aquà apenas está amaneciendo. Claro que en
este caso, al que "algunos periodistas", dan tanta importancia,
el conflicto está ocurriendo en un punto geopolÃtico
verdaderamente crÃtico, centro de la energÃa y también de la
inversión, donde vive un pueblo, el pueblo árabe, integrado por
ciento ochenta millones de personas, repartidas en veintidós
paÃses, cuyos territorios abarcan desde el Océano Atlántico hasta
el Indico y del sur del Asia al norte del Africa.
Pero este conflicto, de alcances estratégicos excesivamente
complicados, está ocurriendo precisamente cuando en el Ecuador,
tan distante de los remotos escenarios de las mil y una noches,
la oposición se ha tomado el Congreso y tiene al gobierno como
gato panza arriba, dedicado desesperadamente a quemar tiempo,
mientras la derecha más dura y la izquierda más anacrónica se
lanzan -a punta de interpelaciones y de pactos bajo la mesa- a
preparar sus respectivas plataformas electorales para 1992. Si
a esta pugna de poderes, sabiamente comandada por el heredero
cefepista, se le suman la interpelación por el arroz, la
apuradÃsima descalificación de diputados y la toma por abordaje
de las cortes de justicia, es obvio que el interés de los
ecuatorianos -exceptuando a "algunos periodistas"- esté demasiado
ocupado para preocuparse por el Golfo Pérsico. Y es que este paÃs,
que hasta hace no mucho era el sitio más apartado del plantea,
sigue viviendo aislado y encerrado en si mismo. Sus contiendas
polÃticas, cruentas, soeces, ocupan todo el escenario y envuelven
a sus clases dirigentes en un ambiente de tensión y
enfrentamiento. El pueblo, a su vez, está muy ocupado, tratando
de sobrevivir, como para enterarse e inquietarse por lo que
sucede en los cenáculos del poder local o del poder mundial.
También los lÃderes polÃticos, dedicados a tomar por asalto
espacios de poder y a agredirse recÃprocamente, se quedan sin
tiempo libre ni sociego mental para informarse de lo que ocurre
en el resto del planeta y para entender que el mundo está
cambiando a pasos de gigantes.
Según un muestreo periodÃstico realizado hace poco, casi no hay
polÃtico en el Ecuador que sepa qué es el "efecto invernadero",
que haya leÃdo un libro durante el último año o que distinga con
absoluta precisión entre las doctrinas socialista y liberal. "A
mi no que queda tiempo para nada", se excusó sagazmente un
diputado, mientras otro relevante polÃtico se declaraba
genuinamente interesado en enseñar al pueblo a usar preservativos
y se describÃa a si mismo como "comunista de Washington". No
falta, por cierto, unos pocos polÃticos serios y bien formados,
pero son nada más que notas discordantes en medio de armoniosos
cantos a la mediocridad y a la audacia. Notas discordantes, sÃ.
Como también son notas discordantes algunos periodistas que dan
tanta importancia a eso que está pasando en Irak, a tantos miles
de kilómetros del Ecuador, precisamente cuando el Congreso se
acaba de instalar y las interpelaciones han comenzado
valerosamente. (A-4).