PRINCIPE DE LOS BIBLIOGRAFOS ECUATORIANOS
Quito. 13 sept 97. Una obra de tanta trascendencia como la
desplegada por este esclarecido guayaquileño en favor de la
difusión cultural y la preservación de las manifestaciones
espirituales del país, merece constante recuerdo porque es una
verdadera lección del patriotismo íntegro de las que con
urgencia nos reclama el Ecuador.

Cuando en 1937 el Prof. Richard Pattee calificó al Dr. Carlos
Alberto Rolando Lobatón como El Príncipe de los Bibliógrafos
Ecuatorianos, sin lugar a dudas lo hizo apreciando la gigante
obra del científico, maestro, filántropo y escritor
compatriota que sin cálculo personal alguno supo acometer
aquella tarea que fructificó enormemente y que hoy lo ubica
entre los grandes de la patria.

Muy propicia se torna esta fecha en que rememoramos 116 años
del natalicio del Dr. Rolando Lobatón, para conocer algunos
pasajes de su fecunda existencia y acercarnos a su magnífica
labor que, como lo repetimos, da prestigio al Ecuador y gana
para él la gratitud unánime de sus conciudadanos.

De cuna guayaquileña

Al admirado personaje nació en esta ciudad el 13 de septiembre
de 1881, en el hogar del agricultor y periodista Juan Bautista
Rolando Chico, oriundo también de Guayaquil, y de Ursulina
Lobatón y Flor de la Bastida.

Los primeros estudios los realizó en el Liceo Rocafuerte, el
Instituto Guayaquil y el Colegio Sucre; la etapa secundaria la
cursó en el San Vicente del Guayas, hasta graduarse de
bachiller el Filosofía y Letras en 1989. Para entonces ya era
miembro de la Logia Masónica Cinco de Junio y del Círculo de
Instrucción Libre.

Profesional de méritos

Radicado en Quito a partir de 1901 ingresó en la Escuela de
Química y Farmacia, donde destacó por su proverbial talento y
además por su carácter amable y comunicativo que le granjeó
grandes amigos, entre ellos Federico González Suárez quien,
advirtiendo las dotes del joven guayaquileño, le sugirió
interesarse por las cosas de la nación.

Siempre adelante en sus aleccionadores propósitos, en enero de
1905 rindió en l grado de licenciado en Farmacia y en
noviembre de mismo año el de doctor. Un justo premio a
brillante carrera estudiantil fue el nombramiento de
catedrático del colegio Mejía, al igual que la designación que
le hicieron sus compañeros como presidente de la Corporación
de Estudios de farmacia.

Nuevos triunfos

Deseoso por ampliar conocimientos se trasladó a Lima para
estudiar Química y Farmacia en la Universidad de San Marcos.
Cuando retornó a la urbe natal, su primera obra escrita, un
folleto de 16 páginas titulados Estudios de Farmacia había
alcanzado buena difusión y elogiosos comentarios.

Es indudable que este pequeño libro será el punto de partida
de una extensa lista de opúsculos, ensayos e investigaciones
que el Dr. Rolando Entregó a lo largo de los años, mientras
continuaba aumentando su colección de impresos editados en el
Ecuador. Según los consejos del religioso e historiador
quiteño González Suárez.

Inmerso en la actividad profesional, cívica y cultura del
solar huancavilca, nunca dejó de atender las invitaciones que
le hicieron instituciones de diversa índole para que colabore
con ellas o se convierta en miembro activo u honorario.

Hombre público

Conocido por su noble afán de servicio a la comunidad
compatriota, el probo varón guayaquileño destacó como
integrante de la Junta Superior de Sanidad, de la Sociedad
Protectora de la Infancia, de la Benemérita Sociedad
Filantrópica del Guayas de la Sociedad de Química y Farmacia.

En el campo cultural permaneció a la Sociedad de Estudios
Americanos de Quito, Academia Nacional de Historia, Sociedad
Bolivariana del Ecuador y de Guayaquil, Centro de Estudios
Históricos y Geográficos del Azuay, Círculo de Periodistas del
Guayas y algunas otras agrupaciones.

Fundó en 1930 el Centro de investigaciones Históricas de
Guayaquil, institución que presidió hasta su muerte. De igual
manera fue miembro de la Logia Masónica Cinco de Junio y el
Círculo de Instrucción Libre, como se consignó en líneas
anteriores. A nivel internacional perteneció a institutos y
academias de Colombia, Bolivia, Venezuela y Argentina.

Su paso por la Universidad de Guayaquil en calidad de
catedrático y director de su biblioteca se recuerda con
especial gratitud; cosa similar ocurre por su labor
magisterial en el Vicente Rocafuerte.

Científico notable

En el ejercicio de su profesión, el Dr. Rolando destacó como
investigador y dio renovados aportes para el desarrollo de las
ciencias químicas en nuestro medio.

Junto a los libros que escribió sobre estas disciplinas, se
contó con su ayuda como farmacéutico de la Primera Sección de
la Cruz Roja dirigida por el afamado médico José María Estrada
Coello, cuando ocurrió el problema fronterizo Ecuador-Perú en
1910.

Dos años después comenzó a dirigir el Laboratorio Químico
Municipal de Guayaquil y en un tiempo colaboró con el Dr.
Roberto Leví Hoffman en la acreditada Botica del Comercio.

Obra que trasciende

Aunque todas las acciones emprendidas por el Dr. Carlos A.
Rolando alcanzaron el sello de lo magnífico y plausible, una
obra suya que le aseguró el afecto y la gratitud de la
colectividad porteña en particular, fue la donación de su
Biblioteca personal a la Municipalidad de Guayaquil.

Como un buen ejemplo del visionario propósito del gran
filántropo, vale recordar que el 24 de mayo de 1913 en su
propio domicilio la puso al servicio de estudiantes, amigos y
ciudadanía.

En compañía de su inteligente y abnegada esposa Carmen
Chichonís, el Dr. Rolando preparó el tarjetero que daba cuenta
del rico fondo de libros folletos, colecciones de periódicos,
revistas y hojas sueltas de su biblioteca llamada Bibliografía
Nacional.

Desde entonces la tarea de la noble pareja se intensificó,
pues a más de facilitar libros y atender en las noches,
Rolando Lobatón ayudaba a ubicar los datos requeridos y guiaba
las múltiples consultas de los muchísimos lectores.

Al concretarse entre noviembre de 1932 y marzo de 1933 la
donación de la Biblioteca de su propiedad al Ayuntamiento
porteño, éste lo nombró director con sueldo y puso a sus
órdenes el personal administrativo necesario, porque todo el
material se trasladó al Palacio municipal (Calle Diez de
Agosto).

Actualmente la Biblioteca de Autores Nacionales Carlos A.
Rolando, sigue prestando sus servicios a estudiantes,
maestros, investigadores y público en general en un área de la
Biblioteca Municipal Pedro Carbo de Guayaquil.

Reconocimientos

Por su dilatada y fecunda actividad de orden cultural y
cívico, el Dr. Rolando mereció importantes testimonios de
gratitud institucional y ciudadana.

La Municipalidad de Guayaquil lo premió con Medalla de Oro por
el servicio de cultura desplegado a través de su biblioteca
pública desde 1913; asimismo, la Junta del centenario de la
independencia de Guayaquil le otorgó Medalla de Oro en 1920.
Décadas después, en 1962, el Ayuntamiento guayaquileño le
ofreció un especial homenaje mediante sesión solemne que contó
con la asistencia del alcalde y todos los concejales.

Recibió altas preseas del Gobierno de Ecuador en la Orden al
Mérito y de Comendador; lo mismo del Gobierno de Chile y la
Medalla Homenaje del Rey de España. Otras entidades
nacionales e internacionales le tributaron honores en aplauso
a la enorme labor que lideró para bien de la República.

Su muerte

El sábado 5 de enero de 1974, a la edad de 93 años, dejó de
existir en la ciudad que lo vio nacer. Con su fallecimiento
la patria perdió a un extraordinario hijo que mucho bien le
hizo, no solo porque luchó por la conservación de tantos
testimonios del pensamiento escrito de los ecuatorianos, sino
porque también porque propendió a la difusión de los altos
valores culturales que nos identifican.

Quienes lo conocieron y trataron coinciden en que el Dr.
Carlos Alberto Rolando Lobatón era dueño de un nobilísimo
espíritu, siempre dispuesto a dar ayuda a propios y extraños.
De igual forma, que su hablar suave y agradable hacía un
atinado marco a la patriarcal figura de sus últimas décadas,
con el pelo y el bigote blancos que resaltaban mucho más su
piel trigueña y su pequeña estatura.

herencia bibliográfica

La obra escrita que a título personal nos legó el Dr. Carlos
A. Rolando, abarcó temas científicos, de investigación
histórica y bibliografía en general. Aquí una relación
sucinta de ese inmenso tesoro:

- Estudios de Farmacia (1905)
- Manual de Técnica Analítica (1909)
- Catálogo de la Bibliografía nacional del Dr. Carlos A.
Rolando (1913)
- Apuntes de Química Médica (1918)
- Cronología del Periodismo Ecuatoriano y Seudónimos de la
Prensa Nacional (1920) y (1934)
- Bibliografía del sabio Luis Pasteur (1922)
- Obras Públicas Ecuatorianas (1930)
- Don Juan Montalvo (1932)
- Don Juan León Mera (1932)
- Los Centenarios de 1933 (1933)
- Catálogos de la Exposición de Libros de la Biblioteca de
Autores Nacionales Carlos A. Rolando (1938)
- Almanaque Masónico Ecuatoriano (1940)
- Bibliografía Catequística del Ecuador (1941)
- Las Bellas Letras en el Ecuador (1944)
- crónicas del Periodismo Ecuatoriano desde 1850 hasta 1869
(1947)
- Historia de la Sociedad Filantrópica del Guayas (1949)
- Bibliología, Clasificación decimal, Melvin Dewey (1951)
- Bibliografía Médica Ecuatoriana (1953), en asocio con los
doctores José Ramón Boloña e Ignacio Jurado Avilés.

Oros textos de buena acogida que se deben al Dr. Rolando
fueron Elementos de Física y Química, escritos para los
alumnos de escuelas elementales, medias y superiores en 1921.
Más bibliografías y temas varios se cuentan entre los apuntes
que no alcanzó a publicar. (Texto tomado de El Universo)
EXPLORED
en

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