Brasilia (Brasil). 30 oct 95. Si alcanza éxito el embajador
Armando Sergio Frazaó, jefe del Departamento de Promoción de
Itamaraty -la cancillería brasileña- cuando usted oiga la
palabra Brasil, no debería pensar en tangas, carnaval, playas,
ni fútbol. Peor todavía en violencia urbana, ni en el
asesinato de mendigos. Brasil quiere ser visto como un país
creador de tecnología, habitado por la mayor variedad cultural
del planeta; una potencia mundial en gestación que ahora
insiste en disponer de un asiento permanente en el Consejo de
Seguridad, junto a los grandes de la tierra.

El cambio que se opera en Brasil no es cosmético, ni se reduce
a un plan de relaciones públicas. Tampoco aceptan los
brasileños que se trate de un dócil cumplimiento del Consenso
de Washington, que en los años ochenta, decidió cambiar las
economías tercermundistas quebradas, a mercados liberales
abiertos, según los dictados de los Estados Unidos, el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial.

"Estamos al comienzo de nuestro cuarto ciclo histórico", dice
el sociólogo Walter de Goéz, presidente del Instituto
Brasileño de Estudios Políticos, una entidad consultora de
carácter privado. "Vamos a dejar atrás el patrimonialismo, el
populismo y el autoritarismo. Queremos inventar un Estado que
sea capaz de separar los intereses privados de los intereses
de la nación; ser una república auténtica que imponga lo
público por encima de los intereses de los grupos, sean
terratenientes, empresarios o sindicatos".

"No es verdad que el modelo anterior que queremos superar
-agrega- haya sido un estatismo. Al contrario, el Estado
autoritario había sido privatizado por los distintos intereses
en juego".

EL TIMONEL

La visión entre optimista y profética de un cambio histórico,
que domina el ambiente brasileño, proviene, en primer lugar,
del éxito alcanzado por el presidente Fernando Henrique
Cardoso, en la lucha contra la inflación. Hasta junio de 1994,
el crecimiento de los precios fue de 484 % en los primeros
cinco meses; mientras que en 1995, fue de 8,9 % durante el
mismo período.

Igual que en otros país de América Latina, azotados por el
flagelo del alza de los precios, también en Brasil el éxito
político y de popularidad de los gobernantes que consiguieron
la estabilidad, se ha puesto otra vez en evidencia.

Cardoso es una figura cuya trayectoria intelectual y de hombre
de acción, encarna los sorprendentes cambios de Brasil y
probablemente del continente, al final del siglo. Antiguo
sociólogo marxista, exilado y profesor de la Sorbona de París,
que junto a otras celebridades brasileñas -Teotonio Dos Santos
y Celso Furtado- concibió en los años sesenta la Teoría de la
Dependencia, que explicaba el atraso y la pobreza de los
países del tercer mundo por el dominio neo colonial de las
grandes potencias, ahora ha puesto en marcha un plan en el
cual se mezclan las fuerzas del mercado, con las medidas
contra la pobreza. Los objetivos son alcanzar la eficiencia
económica y lograr acortar la distancia entre los que tienen y
los que no tienen.

El nuevo programa económico tiene una nueva moneda -el real-
que vale aproximadamente 1,10 dólares. El rigor del ajuste
encareció el costo de la vida, pero la canasta básica de
productos ha bajado de 107 reales a 102 en el plazo de un año,
según cifras de la DIEESE, una organización de carácter
sindical. Un salario mínimo cubre aproximadamente ese costo.
Si tal fuere todo el ingreso familiar, apenas permitiría que
un familia pobre y con trabajo coma, para no morir de hambre.

Brasil no es una sociedad subdesarrollada sino una sociedad
injusta ha dicho el presidente Cardoso, quien ha puesto a
funcionar el sistema de comunidad solidaria, un programa
conducido por su mujer -otra socióloga de fuerte personalidad-
que funciona como una secretaría de la presidencia que trabaja
en problemas de la pobreza en todos los ministerios. Ninguna
cartera de Estado puede cumplir sus funciones sin que sus
acciones consideren la variable de la pobreza en el Brasil.

LA FUERZA DE LA COMPETENCIA

El cambio de ciclo político en Brasil será empujado por la
fuerza de la competencia, según el analista Walter de Goéz,
quien otea el futuro desde su oficina en Brasilia. Al
desaparecer el patrocinio del Estado para los negocios y los
beneficios sindicales, la fuerza política y económica de los
grupos tradicionales se romperá.

El modelo paulista y del sur de este inmenso país de 8,5
millones de kilómetros cuadrados, se pretende extenderlo a
toda la nación. También hay grandes riesgos para quienes no
puedan responder al desafío, como el nordeste ya empobrecido,
que podría entrar en una especie de africanización.

Cardoso es de Sao Paulo pero no es Reagan ni Tahtcher. Su
pensamiento es social demócrata mitigado, o de liberalismo
también mitigado. Es nuevo y todavía no tiene nombre.

El Estado se concibe como un instrumento indispensable para el
desarrollo económico y social. No desaparecen los monopolios
estatales, pero se flexibilizan para que compitan. No es el
caso de Argentina y México en donde todo se privatizó. Brasil
persigue otro modelo de gestión.

Los grupos sociales que sustentarán la transformación, a
juicio del Goéz, son el sector productivo moderno, las clases
medias interesadas en la apertura, sectores intelectuales y
detrás de todo y empujando el proceso: la globalización de la
economía.

Brasil es un gigante que se está poniendo de pie, y quiere
para sí mismo el rostro de la modernidad.

DIALOGO CON UN POLITICO FLACO Y DE AGUDO OLFATO

El despacho del vicepresidente del Brasil, Marco Maciel, está
ubicado es un edificio anexo al Palacio de Planalto, sede del
gobierno. La llegada del segundo mandatario se adivina porque
la algarabía de secretarias que se oía junto a la sala de
recibo ha cesado por completo. Maciel no circula por Brasilia
con el acompañamiento de motociclistas y carros de seguridad.
Su marca es el silencio, no el ruido.

Debe ser el político más flaco de su país. Una brasileña me
asegura que es el más feo. Cuando descubro en él a un
fervoroso católico, estoy tentado a pensar que Maciel practica
todo el año las penitencias de Viernes Santo, de lo cual tal
vez le viene esa apariencia de asceta, que se hizo popular en
de Quito, durante la cumbre de Río.

Es integrante del Partido Frente Liberal, que a pesar de su
nombre progresista más bien responde a orientaciones de
carácter conservador, y colaboró en distintas formas con los
regímenes militares. Está ahora aliado al Partido Social
Demócrata Brasileño del presidente Fernando Henrique Cardoso,
sociólogo de pasado socialista, con quien llegó al poder.

HOY: Usted es conservador y el presidente Cardoso fue
socialista. ¿Quién ha cedido más para formar el binomio de
gobierno?

MM: No soy conservador, pertenezco a un liberalismo social.
Vengo de la región más pobre del Brasil y he aceptado formar
parte de un alianza para transformar la sociedad. Fuimos un
factor fundamental para volver al Estado de derecho. Tampoco
el presidente es socialista, sino un social demócrata

HOY ¿Cuál el alcance de la coalición gobernante?

MM: Hay una mayoría en el Ejecutivo y el Congreso que se ha
unido para responder al problema de gobernabilidad del Brasil.
Aquí se necesitan los 2/3 de los votos para aprobar las
reformas en las dos cámaras del congreso, con un 60 % de votos
afirmativos. Esa mayoría existe para bien del país.

HOY: ¿Cuáles son los elementos de lo que usted llama problema
de gobernabilidad?

MM: En primer lugar, el cuadro social brasileño no podía
seguir siendo manejado en la forma en que se lo llevaba.
Identificamos la crisis brasileña como una crisis política,
porque se había confundido desarrollo con crecimiento. Luego
llegamos al convencimiento de que la Constitución no permitía
avances, porque consagra privilegios, monopolios y reservas de
mercado. Finalmente, los integrantes de la alianza estamos
convencidos que es preciso acabar con la inflación. Todos
estos factores habían conducido a una concentración de la
renta nacional en pocas manos.

HOY: ¿Quiénes se oponen a las reformas en marcha?

MM: Aquellos que disponen de parcelas del Estado en beneficio
de sus propios intereses. Es necesario ahora poner al Estado
al servicio de la sociedad y acabar con el patrimonialismo y
el clientelismo.

HOY: Las reformas liberales han empeorado el problema de la
pobreza y agrandado las diferencias de fortuna en varios
países.

MM: No es el caso del Brasil. La disminución de la inflación
ha dejado en mejor condición a los más pobres, que son entre
20 y 25 millones de personas. La inflación tiene un efecto
inverso de redistribución de renta. Nuestra reformas no puede
ser calificadas de neoliberalismo sino de socio liberalismo.

HOY: EE.UU. ha propuesto una zona de libre comercio en todo el
continente para el año 2005, pero Brasil parece más interesado
en el Mercosur. ¿Qué puede comentar al respecto?

MM: La integración de los mercados es un tendencia
irreversible. El Mercosur es el camino hacia un mercado
sudamericano y dentro de ese proceso adelantamos contactos con
la Unión Europea. Los unos objetivos de integración no se
oponen a los otros.

HOY: ¿Cómo ve Brasil la relación Ecuador-Perú, en calidad de
país garante?

MM: Brasil está interesado en que se normalice la relación,
dentro de lo cual el Protocolo de Brasilia fue un importante
progreso, igual que la visita de Fujimori a Quito, durante la
Cumbre de Río. Sin embargo, lo que ocurra finalmente dependerá
de los dos países.

La entrevista termina al cabo de los 30 minutos que fueran
concedidos. Maciel se despide con la calidez brasileña de
siempre y con reiteradas invitaciones a Pernanbuco y a la
Amazonía, que quizá otra vez serán... (Política) (Diario HOY)
(2A)
EXPLORED
en Ciudad Brasilia (Brasil)

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