Una de las principales evidencias del subdesarrollo de un país son los conflictos y discrepancias entre sectores y personas para ponerse de acuerdo en una agenda mínima que pueda enrutar al país en una senda de crecimiento y de desarrollo económico. Los ecuatorianos seguimos en la discusión sobre la conveniencia de entregar al sector privado ciertos servicios públicos, para lo cual sus opositores arguyen las más rebuscadas explicaciones que, lamentablemente, no responden preguntas simples.
¿Tiene el país los recursos suficientes para construir obras de gran envergadura como el proyecto Mazar o como lo fue el oleoducto de crudos pesados? ¿Es justificable que el Estado ecuatoriano se siga endeudando para que él mismo realice estos proyectos pudiendo entregar estas obras a empresas privadas debidamente calificadas que puedan asumir la mayoría de los riesgos? ¿Es justificación suficiente que en otros países hayan existido procesos corruptos en la entrega de contratos de concesión o en la privatización de empresas públicas para que el Ecuador se atrase en la modernización de distintos servicios públicos? ¿Han demostrado las empresas públicas eficiencia administrativa en la generalidad de los casos, a pesar de que puedan existir algunas excepciones? ¿Se podrá atraer la inversión privada nacional y extranjera necesaria para sostener el programa económico y la dolarización sin que se ofrezcan servicios básicos eficientes como energía eléctrica adecuada o comunicaciones acordes con el contexto internacional actual?
La respuesta única a todas estas preguntas es negativa. El país no puede seguir en una postración de servicios básicos que impide insertarnos eficientemente en un entorno internacional cada vez más exigente. Ya estamos lo suficientemente atrasados frente al mundo exterior como para seguir discutiendo si es bueno o malo entregar estos proyectos al sector privado.
Es verdad que la eficiencia no es atributo del sector privado ni que la ineficiencia corresponde al sector público. Sin embargo, como lo hemos sostenido reiteradamente, los incentivos son distintos y la experiencia de décadas habla por sí misma. Aunque suene fuerte para algunos, el sector público debe limitarse a la educación, a la salud y a la seguridad interna y externa. Más aún si no tiene plata para nada. Esto no es ideología, no es posición del FMI ni tampoco es parte de la globalización. Esto es la realidad y es lo que el país requiere si pretende crecer y ofrecer, a los que nos sigan, mejores días. Caso contrario, seguiremos al margen del mundo, continuaremos enfrascados en polémicas intrascendentes y culpando a todos, al FMI, a la globalización, a los macroeconomistas o a las ideas neoliberales, menos a nosotros mismos, de nuestros males. No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír.
No puede ser que solo el fútbol y la guerra nos unan. Los países deben ser respetables en el concierto mundial y una de las formas es brindar una imagen de unidad nacional. Maduremos, ecuatorianos.
EXPLORED
en Autor: Mauricio Pozo - [email protected] Ciudad Quito

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