Quito. 6 oct 96. El aeropuerto Los Perales de Bahía de
Caráquez armó una controversia que minó a los más altos
niveles del Gobierno del arquitecto Sixto Durán Ballén. El
escándalo tuvo un epílogo: se convirtió en secreto de Estado y
allí quedó.
La historia nació y se desarrolló en la unidad de
investigación de diario HOY. Su publicación dio mucho que
hablar y poco que contradecir.
El aeropuerto Los Perales se convirtió en anhelo de los
manabitas ya que su pista de 2.200 metros de largo, capaz de
soportar el peso de un Boeing 727, era una de las condiciones
de los inversionistas turísticos.
Así, el Gobierno invirtió, con fondos extrapresupuestarios de
la Presidencia, 15 mil millones de sucres en un relleno sobre
el manglar. La obra fue supervisada personalmente por Sixto
Durán Ballén, quien negoció las indemnizaciones con los
camaroneros afectados.
Se supo que Durán Ballén y el ministro de Obras Públicas eran
copropietarios (junto a otros 14 socios) del proyecto
turístico más grande de Bahía.
En primera instancia el Gobierno calló, hasta que el propio
director de Aviación Civil reveló que la obra se realizó sin
licitación pública por orden del presidente.
La obra no constaba en el presupuesto del Estado porque el
aeropuerto fue declarado de "seguridad nacional", con ocasión
del conflicto bélico con el Perú. Finalmente una resolución
del procurador del Estado, Carlos Larreátegui, estableció que
el caso era "secreto de Estado".
PERIODISTAS, SOLO PERIODISTAS
Los mártires del periódico El Quiteño Libre, que combatió con
tanta altivez a Juan José Flores, al inicio de la República,
tienen doble identidad. Son periodistas y políticos. Así fue
la prensa del siglo pasado en el Ecuador. Un territorio en el
que confluían en una misma vertiente las luchas políticas y la
información tendenciosa. No había periódico sin bandera o
periodista sin partido. Ni información que no fuera
interesada.
Los tiempos han cambiado. O evolucionado. El perfeccionamiento
del cuerpo social, igual que en otras especies vivas, conduce
a que los órganos de los animales superiores sean más
especializadas. También las instituciones.
En la fundación de la República, periodismo y política fueron
la misma cosa. Ahora son diferentes aunque recorran el mismo
resbaloso camino de la vida pública. La gente, en el casi año
2000, quiere una prensa independiente. Para confiar en sus
versiones. Más que en sus transcripciones.
Igual ocurre en otros campos. Nadie quiere un ejército de
aspirantes a dictadores. El oficio de soldado, aunque tenga
mucho que ver con el poder, es distinto al del político que
lucha por alcanzar el poder. O lo ejerce. La confianza del
pueblo en el ejército durante el último conflicto obedeció,
entre otras cosas, a que el ejército era solo ejército. No un
partido.
Jaime Acosta Velasco, durante el homenaje que recibió por 60
años de vida en banquero intachable, contó un secreto. Su
padre, Alberto Acosta Soberón, también banquero, le advirtió:
"tienes que ser banquero y solo banquero". No competir con los
clientes del propio banco. Ni ejercer la política, a pesar de
que al otro lado de la Plaza Grande tenía un tío que cada
tantos años era electo otra vez presidente, el doctor José
María Velasco Ibarra.
Periodistas, soldados y banqueros son profesiones cercanas al
poder.
Se codean. A veces abordan los mismos temas. Pero no deben
mezclarse. Esta diferenciación biológica ha sido asunto de
lenta maduración.Quizá el crecimiento económico, a fines del
siglo pasado, amplió los horizontes. Se fundaron algunos
periódicos sin bandera explícita. Desde entonces hasta ahora
el reto ha sido consolidar el periodismo empresarial, que es
también profesional. Vive de y para la noticia y el análisis.
La excepción son los editoriales. Allí también interesa
conocer los puntos de vista de diversos sectores. Es parte de
la información lo que podría llamarse "opinión interesada".
Sin embargo, la cosa se pone difícil cuando esos
editorialistas de partido están en pleno ejercicio de su
actividad política. Es casi imposible prescindir de su interés
electoral en el análisis de la realidad, para lo cual se
requiere cierta distancia respecto a los hechos. La solución
ha sido, en esos casos, que no traten directamente lo que les
incumbe. Por respeto al público. Y por credibilidad.
El periodismo tampoco es una cárcel. Se puede entrar y salir.
Irse a la política, por ejemplo. Pero no es saludable quedarse
con un pie sobre cada profesión. Quién sabe si a futuro las
barreras que separan al periodismo de la política deban
levantarse a mayores alturas.
La tentación de trasplantar la popularidad de la exposición en
los medios, especialmente audiovisuales, a la lucha por el
poder puede ser peligrosa. Deformante. Incluso una competencia
desleal con los mismos políticos.
No se trata de idealizar al periodismo. Ni creerlo inmaculado.
Incapaz de errar. Nos equivocamos a veces. Pero en una
sociedad dependiente de la información es preciso asegurar una
información sin compromisos.
Por ello, ante la arremetida que hemos sufrido por nuestra
leal versión de alguna intervención de un candidato,
precisamente periodista, nuestra mejor defensa es que la
escribieron periodistas, solo periodistas.
ASOTAB RESALTA EL EVENTO
Armando Sobalvarro, presidente de la Asociación de Ecuatoriana
Tabacaleras, ASOTAB, llamó a la reflexión sobre el ejercicio
de la ética al intervenir en el acto de premiación de los
ganadores del Cuarto Concurso "Símbolos de Libertad".
Dijo que la ASOTAB cree en el periodismo ecuatoriano, en su
formalidad, en su ponderación. "No es por casualidad el que
sea una de las actividades que goza de mayor confianza
pública en el país", dijo, al resaltar que el ejercicio de la
ética es una necesidad urgente cuando la sociedad se
encuentra a la puerta de un nuevo siglo.
"Nosotros nos sentimos honrados de saber que los periodistas
creen en el concurso Símbolos de Libertad y en nuestra
propuesta de transparencia e imparcialidad.
Prueba de ello es su masiva participación con lo mejor de su
pensamiento", señaló el principal de ASOTAB. (DIARIO HOY)
(P. 3-A)
Caráquez armó una controversia que minó a los más altos
niveles del Gobierno del arquitecto Sixto Durán Ballén. El
escándalo tuvo un epílogo: se convirtió en secreto de Estado y
allí quedó.
La historia nació y se desarrolló en la unidad de
investigación de diario HOY. Su publicación dio mucho que
hablar y poco que contradecir.
El aeropuerto Los Perales se convirtió en anhelo de los
manabitas ya que su pista de 2.200 metros de largo, capaz de
soportar el peso de un Boeing 727, era una de las condiciones
de los inversionistas turísticos.
Así, el Gobierno invirtió, con fondos extrapresupuestarios de
la Presidencia, 15 mil millones de sucres en un relleno sobre
el manglar. La obra fue supervisada personalmente por Sixto
Durán Ballén, quien negoció las indemnizaciones con los
camaroneros afectados.
Se supo que Durán Ballén y el ministro de Obras Públicas eran
copropietarios (junto a otros 14 socios) del proyecto
turístico más grande de Bahía.
En primera instancia el Gobierno calló, hasta que el propio
director de Aviación Civil reveló que la obra se realizó sin
licitación pública por orden del presidente.
La obra no constaba en el presupuesto del Estado porque el
aeropuerto fue declarado de "seguridad nacional", con ocasión
del conflicto bélico con el Perú. Finalmente una resolución
del procurador del Estado, Carlos Larreátegui, estableció que
el caso era "secreto de Estado".
PERIODISTAS, SOLO PERIODISTAS
Los mártires del periódico El Quiteño Libre, que combatió con
tanta altivez a Juan José Flores, al inicio de la República,
tienen doble identidad. Son periodistas y políticos. Así fue
la prensa del siglo pasado en el Ecuador. Un territorio en el
que confluían en una misma vertiente las luchas políticas y la
información tendenciosa. No había periódico sin bandera o
periodista sin partido. Ni información que no fuera
interesada.
Los tiempos han cambiado. O evolucionado. El perfeccionamiento
del cuerpo social, igual que en otras especies vivas, conduce
a que los órganos de los animales superiores sean más
especializadas. También las instituciones.
En la fundación de la República, periodismo y política fueron
la misma cosa. Ahora son diferentes aunque recorran el mismo
resbaloso camino de la vida pública. La gente, en el casi año
2000, quiere una prensa independiente. Para confiar en sus
versiones. Más que en sus transcripciones.
Igual ocurre en otros campos. Nadie quiere un ejército de
aspirantes a dictadores. El oficio de soldado, aunque tenga
mucho que ver con el poder, es distinto al del político que
lucha por alcanzar el poder. O lo ejerce. La confianza del
pueblo en el ejército durante el último conflicto obedeció,
entre otras cosas, a que el ejército era solo ejército. No un
partido.
Jaime Acosta Velasco, durante el homenaje que recibió por 60
años de vida en banquero intachable, contó un secreto. Su
padre, Alberto Acosta Soberón, también banquero, le advirtió:
"tienes que ser banquero y solo banquero". No competir con los
clientes del propio banco. Ni ejercer la política, a pesar de
que al otro lado de la Plaza Grande tenía un tío que cada
tantos años era electo otra vez presidente, el doctor José
María Velasco Ibarra.
Periodistas, soldados y banqueros son profesiones cercanas al
poder.
Se codean. A veces abordan los mismos temas. Pero no deben
mezclarse. Esta diferenciación biológica ha sido asunto de
lenta maduración.Quizá el crecimiento económico, a fines del
siglo pasado, amplió los horizontes. Se fundaron algunos
periódicos sin bandera explícita. Desde entonces hasta ahora
el reto ha sido consolidar el periodismo empresarial, que es
también profesional. Vive de y para la noticia y el análisis.
La excepción son los editoriales. Allí también interesa
conocer los puntos de vista de diversos sectores. Es parte de
la información lo que podría llamarse "opinión interesada".
Sin embargo, la cosa se pone difícil cuando esos
editorialistas de partido están en pleno ejercicio de su
actividad política. Es casi imposible prescindir de su interés
electoral en el análisis de la realidad, para lo cual se
requiere cierta distancia respecto a los hechos. La solución
ha sido, en esos casos, que no traten directamente lo que les
incumbe. Por respeto al público. Y por credibilidad.
El periodismo tampoco es una cárcel. Se puede entrar y salir.
Irse a la política, por ejemplo. Pero no es saludable quedarse
con un pie sobre cada profesión. Quién sabe si a futuro las
barreras que separan al periodismo de la política deban
levantarse a mayores alturas.
La tentación de trasplantar la popularidad de la exposición en
los medios, especialmente audiovisuales, a la lucha por el
poder puede ser peligrosa. Deformante. Incluso una competencia
desleal con los mismos políticos.
No se trata de idealizar al periodismo. Ni creerlo inmaculado.
Incapaz de errar. Nos equivocamos a veces. Pero en una
sociedad dependiente de la información es preciso asegurar una
información sin compromisos.
Por ello, ante la arremetida que hemos sufrido por nuestra
leal versión de alguna intervención de un candidato,
precisamente periodista, nuestra mejor defensa es que la
escribieron periodistas, solo periodistas.
ASOTAB RESALTA EL EVENTO
Armando Sobalvarro, presidente de la Asociación de Ecuatoriana
Tabacaleras, ASOTAB, llamó a la reflexión sobre el ejercicio
de la ética al intervenir en el acto de premiación de los
ganadores del Cuarto Concurso "Símbolos de Libertad".
Dijo que la ASOTAB cree en el periodismo ecuatoriano, en su
formalidad, en su ponderación. "No es por casualidad el que
sea una de las actividades que goza de mayor confianza
pública en el país", dijo, al resaltar que el ejercicio de la
ética es una necesidad urgente cuando la sociedad se
encuentra a la puerta de un nuevo siglo.
"Nosotros nos sentimos honrados de saber que los periodistas
creen en el concurso Símbolos de Libertad y en nuestra
propuesta de transparencia e imparcialidad.
Prueba de ello es su masiva participación con lo mejor de su
pensamiento", señaló el principal de ASOTAB. (DIARIO HOY)
(P. 3-A)
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