LAS MEDIDAS DE LOS MIL AÑOS

Quito. 17.07.92. El martes 12 de agosto de 1986, el titular
principal del diario HOY en su primera página, decía:
"Flotación de divisas y tasas de interés". Y el primer párrafo
de la noticia, informaba: "Una flotación generalizada fue
introducida ayer por el gobierno, al adoptar un paquete de
medidas que tendrán un impacto drástico en la economía
ecuatoriana".

El titular destacaba las medidas fuertes del primer plan
económico "en serio" de Alberto Dahik, quien para entonces
ocupaba el cargo de ministro de Finanzas.

Las medidas

¿Cuáles fueron realmente las medidas? Por un lado, se
desincautaron las divisas de las exportaciones e importaciones
privadas. Esto quería decir que a partir de esa fecha los
exportadores venderían sus dólares en el mercado libre y allí
tendrían que comprarlas los importadores. La medida cambiaria
supuso, en ese momento, una devaluación del 56%, pues esa era
la diferencia entre el tipo de cambio oficial y el libre (170
contra 110). Adicionalmente, a partir de esa fecha, el dólar
para el comercio exterior privado se regiría por el libre
juego de la oferta y demanda.

Un recuadro en la misma primera página de su edición del 12 de
agosto, HOY hacía notar que la modificación introducida al
sistema de cambios implicaba un profundo viraje de la economía
ecuatoriana, "al eliminar el régimen cambiario que ha regido
por cerca de 50 años al país".

"Durante 50 años el Banco Central del Ecuador ha sido el gran
regulalor de las transacciones cambiarias, al ser el único
comprador-vendedor legal de las divisas del comercio
exterior", decía HOY en un primer análisis, y agregaba: "Desde
hoy, las divisas de las exportaciones e importaciones privadas
flotarán con las variaciones del mercado libre de cambios".

Ese plan hizo una excepción: mantuvo incautadas las divisas
provenientes de las exportaciones de petróleo y de los
créditos externos. Esos dólares servirían para atender el pago
de la deuda externa y las importaciones del sector público.

Si ese programa introdujo por primera vez el sistema de
flotación del tipo de cambio, también introdujo la flotación
de las tasas de interés. El plan, en efecto, eliminó el tope
máximo para las tasas de interés, tanto para la captación de
recursos por parte del sistema financiero como para los
correspondientes créditos que otorga.

"Esto significa", decía la información de HOY, "que será el
mercado el que fije los intereses para las libretas de
ahorros, los depósitos a plazo fijo y las pólizas de
acumulación bancaria, así como para las operaciones
crediticias.

El plan se completó con las siguientes medidas:

- Se eliminó el Certificado de Abono Tributarios (CAT), que
era un estímulo que tenían las exportaciones privadas.

- Se anunció una reducción arancelaria para las importaciones
y así compensar el efecto devaluatorio;

- Se redujeron los controles de la firma SGS para evitar sobre
y subfacturaciones en el comercio exterior privado.

Antecedentes

Los antecedentes de ese plan económico fueron la concepción
ideológica de las principales autoridades económicas del
gobierno, su inclinación abierta por una política de corte
neoliberal que hasta entonces no se habían animado a ponerla
en práctica, y la caída de los precios internacionales del
petróleo, que había desatado una serie de desequilibrios
macroeconómicos.

Un día antes de anunciarse el plan, León Febres Cordero había
dicho en el Congreso, al presentar su segundo informe de
labores, que "el derrumbamiento de los precios del petróleo
fue un golpe de ruda severidad... Se trata de un problema que,
por sus magnitudes absolutas y magnitudes relativas, carece de
todo precedente en la evolución ecuatoriana de 156 años".

Y es que si en noviembre de 1985, un año después de haber
asumido el poder, el gobierno de Febres Cordero tenía un
precio del petróleo de 26,60 dólares el barril, ocho meses, en
julio de 1986, el barril había caído dramáticamente a 8,20
dólares. La situación era tan grave que Febres Cordero no
podía ocultar su desesperación: "El país tiene una dependencia
asfixiante del petróleo", dijo en el mismo informe al
Congreso.

El impacto de la caída de los precios del principal producto
de exportación del país, produjo una reducción de la balanza
comercial, un mayor déficit fiscal y profundos desajustes
monetarios y cambiarios en el país.

¿Por qué ese rato?

Lo que no se entendieron entonces muchos analistas económicos
y dirigentes empresariales fue por qué el gobierno optó por
una estrategia de liberación económica, justamente cuando la
caída de los precios del petróleo había creado un cuadro
general de desajuste económico.

En la edición del 13 de agosto, la reacción de los analistas
económicos de HOY y de expertos se reflejaban en los
titulares: "Flotación introduce mayor incertidumbre";
"Paradoja: en crisis, el Estado bota la toalla". Esta última
noticia hacía evidente el desconcierto: "Más de 50 años de
elaboración teórica en el mundo occidental han determinado la
necesidad de la intervención estatal durante las fases
críticas del ciclo económico, para frenar la tendencia
recesiva y fomentar la reactivación mediante la aplicación de
diversas políticas. Este es un consenso entre los
economistas".

Abelardo Pachano, gerente del Banco Central en el gobierno de
Osvaldo Hurtado, al comentar las medidas dijo sin ningún
ambigüedades: "Hemos entrado en el reino de la especulación",
y razonaba: "Las medidas adoptadas por el gobierno ponen en
peligro a todo el aparato productivo del país, al trasladar la
facultad de fijar el tipo de cambio, así como la asignación
de recursos, a un reducido grupo de exportadores".

El cambista Sidney Wright coincidía con Pachano: "Las medidas
favorecen a ciertos grupos monopólicos y afectan al sector
productivo, en especial al industrial que depende de insumos
importados".

La inquietud tenía una base real: si las importaciones
privadas eran mayores a las exportaciones privadas en 450
millones de dólares, era obvio que la flotación traería una
escasez de divisas y llevaría el tipo de cambio a niveles
elevadísimos.

Los temores fuertes no estaban, por su puesto, en los
exportadores, que apoyaron sin reserva el plan, sino en los
industriales. El ex presidente de la Cámara de Industriales de
Pichincha, Benigno Sotomayor, declaró a HOY: "El sector
industrial pasará a convertirse en mendigo de los
exportadores, a fin de que les proporcionen las divisas
necesarias para sus operaciones". Igualmente dramática fue la
reacción de Rodolfo Kronfle, presidente de la Federación
Nacional de Cámaras de Industriales: "El sector corre el
peligro de desaparecer si el gobierno no toma medidas que
aseguren el abastecimiento de divisas".

Pero las inquietudes fueron descalificadas por las autoridades
económicas, cuyo triunfalismo se parecía al de una victoria
deportiva. Sus sueños se habían hecho realidad, al fin.

Al día siguiente de las medidas, Carlos Julio Emanuel, coautor
del plan económico que se había puesto en vigencia, declaró a
los periodistas que el nuevo sistema era una avance histórico
y que "ojalá dure 50 años más".

A la respuesta de Emanuel, reaccionó Dahik: "Ahora sí discrepo
con el gerente del Banco Central: ojalá las medidas duren mil
años, no cincuenta".1-A
EXPLORED
en Autor: Felipe Burbano - [email protected] Ciudad N/D

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