Quito. 11 oct 96. Unos 450 enfermos renales y unos 150
con insuficiencia cardíaca están a la espera de un donante.
No hay un programa nacional de trasplantes. Hay una ley,
pero sin reglamento.

Con sus ojos y su piel amarilla y sus manos sudorosas,
cada tarde, pasando un día, llega a instalarse frente a la
compañera que le da la vida, desde hace siete años: una
máquina que limpiará las toxinas de su sangre.

Para la seguridad del hospital Carlos Andrade Marín y
para el personal de ese servicio, él es muy popular.

Juan Carlos Pazmiño no pasa de los 35 años, pero él
sabe hasta en sueños lo que es vivir con la tortura
necesaria de conectarse tres veces por semana, mínimo
dos horas diarias, a una máquina de hemodiálisis, pero
ésta no es la única opción para sobrevivir de los
enfermos renales crónicos. El trasplante de riñón es el
adiós a esa electrónica e indispensable compañía.

Un trasplante es el reemplazo de órganos enfermos en
una persona por otros iguales y funcionales, provenientes
de un donante vivo o cadavérico.

Aparte de la invalorable pérdida de libertad y paz, la
hemodiálisis cuesta entre 4 y 5 millones de sucres
mensuales, mientras la inmunosupresión, es decir la
medicación para evitar el rechazo al órgano recibido,
cuesta de 3 a 4 millones mensuales. Aunque la
inmunosupresión también es permanente, a la larga, el
trasplante sale más barato.

Para denunciar la inexistencia de un programa nacional
de trasplantes y promover la solidaridad, un grupo de
40 enfermos renales crónicos de Pichincha se reunieron
en una preasociación, según Pazmiño, promotor de la
misma.

Mientras no exista un programa, y hasta que alguna
entidad del Estado empiece a tomar en cuenta al paciente
renal crónico, ellos quieren alguna solución pronta.
Además, el masivo contagio con el virus que causa el
SIDA, en Guayaquil, los ha puesto nerviosos.

La desconfianza de los pacientes hacia sus médicos,
que trajo la difusión de esa y otras denuncias de mala
práctica médica, afectó también a los que efectúan
trasplantes. "Tenemos más miedo de hacerlos", dijo
Gustavo Salvador, jefe de las unidades de Nefrología
del hospital Carlos Andrade Marín y del hospital
Metropolitano.

El temor es natural y se debe a que el trasplante es un
procedimiento complejo y de alto riesgo: en los
órganos, al igual que en la sangre, se pueden colar
enfermedades. Para controlarlo, "se necesita de todo".

La Ley de Trasplante de Organos y Tejidos, de julio de
1994, dice que los trasplantes se realizarán en
hospitales e instituciones de salud que cuenten, por lo
menos, con laboratorios de: inmunología, hematología,
bioquímica y microbiología especiales; y, servicios de:
neurología y electroencefalografía, cardiología y
medicina general, alergología, quirúrgico, de anestesia,
de recuperación especiales, equipos para la conservación
de órganos y grupos de médicos altamente especializados
en trasplantes e injertos.

Para la creación de un programa de trasplantes no ha
habido mayor interés de las autoridades de salud, la ley
fue reformada en 1994, pero aún no tiene reglamento,
el ex presidente Sixto Durán Ballén tenía que dictarlo
hasta octubre de 1994 y no lo hizo.

Actualmente, según el director nacional de Salud, Mario
Paredes, el Ministerio está elaborando un proyecto de
creación de un organismo nacional de trasplantes que
coordine a todas las instituciones. Este tendrá la
capacidad necesaria como para brindar a los usuarios la
oportunidad de obtener un trasplante a un costo adecuado.

Para ello, se requiere de un sistema sencillo como una
red pero preciso como un reloj.

España es el país con más alta tasa de donantes en Europa,
gracias a la Organización Nacional de Trasplantes. Según
el cirujano cardiovascular Edgar Lama, ésta es una red
compuesta por un coordinador de trasplantes en cada
hospital.

Ese funcionario está pendiente de cualquier paciente que
pueda ser un donante, aborda a la familia para explicarle la
situación, envía las muestras a evaluación y distribuye la
información entre las casas de salud en busca del receptor
más compatible. Este personal no es caro porque trabaja
por vía telefónica, no debe ser superespecializado y los
procedimientos para tipificar al donante no son
complicados.

El problema mayor, para Lama, es que una red de este
tipo requiere también de una infraestructura apropiada
para la extracción y traslado del órgano y para promover
la donación solidaria. Ahí es fundamental el apoyo del
Estado y de instituciones como las Fuerzas Armadas y los
medios de comunicación.

Además, es indispensable que alguien asuma los gastos
pues, según César Vásconez, de la Fundación Paciente
Insuficiente Renal Crónico, "si uno no es afiliado al
IESS y es declarado renal crónico tiene solo una
alternativa: o pagar todos los gastos o morirse, pues el
Ministerio de Salud no le asegura nada".

Las estadísticas

El trasplante de un órgano en el Ecuador resulta barato
pero requiere de una inversión inicial fuerte, de entre
40 a 60 millones de sucres, si es de riñón; y, de 70 a
100 millones, si es de corazón.

En el país hay cerca de 450 personas registradas
esperando la donación de un riñón. Solo en el Andrade
Marín están 268 pacientes en tratamiento.

Pero, según estadísticas latinoamericanas, cada año hay
2.000 nuevos pacientes renales crónicos. Alrededor de
150 se podrían recuperar de insuficiencia cardíaca con
un corazón trasplantado, estima Lama. Solo en el IESS,
se ahorraría entre 160 y 200 millones de sucres
mensuales en tratamientos.

En el Ecuador existe la medicina capaz de realizar los
mismos trasplantes que se están haciendo en el resto del
mundo: de córneas, pulmones, corazón hígado, riñones,
páncreas, injertos de arteria aorta, huesos,
articulaciones, intestino y médula osea.

En el sector público se han hecho trasplantes en los
hospitales Andrade Marín, E. Espejo, Pablo Arturo
Suárez, Militar y Luis Vernaza. Algunas clínicas y
hospitales privados también los hacen. Se han efectuado
cerca de 250 trasplantes de riñón, tres de corazón y uno
de médula y páncreas. Hace 10 años, en el Luis Vernaza
se trasplantó médula ósea con éxito. No se lo ha vuelto
a hacer.

La falta de donantes es dramática

La Ley de Trasplantes de Organos Humanos señala que
toda persona muerta es un donante cadavérico. Pero, su
cumplimiento depende más de la voluntad de los familiares.

Edgar Lama indica que solo ha conseguido dos donantes
en cuatro años, 28 familiares de otros fallecidos se han
negado. "Lo que alienta es que muchas personas han
llamado porque quieren ser donantes voluntarios".

Los vivos pueden donar un riñón pero, para obtener
corazones, se necesita donantes cadavéricos que son,
por lo general, fallecidos en accidentes de tránsito.
Lama propone que "por ley la licencia o cédula lleven la
voluntad del dueño de ser o no donante en caso de muerte
accidental".

Mientras tanto, la familia debe comprender que, cuando
un paciente tiene muerte cerebral, este es un mal sin
remedio: el cerebro ha dejado sus funciones y el resto de
órganos van a seguirle en unas 48 a 96 horas (de dos y
cuatro días). No es un estado vegetativo como estar en
coma, no se puede despertar.

También manda al Ministerio realizar y autorizar
campañas de educación para promover una conciencia
social de donación. Esto tampoco se cumple.

Este no es solo un problema de este país, según la
Sociedad de Trasplantes, uno de cada cinco pacientes
morirá a la espera de un órgano donado.

Además de la solidaridad es indispensable que alguien
asuma los gastos, según César Vásconez, de la Fundación
Paciente Insuficiente Renal Crónico.

"Si uno no es afiliado al IESS y es declarado renal
crónico tiene solo una alternativa: pagar todos los
gastos o morirse, pues el Ministerio de Salud Pública
no le asegura nada". (FUENTE: EL COMERCIO)

EXPLORED
en

Otras Noticias del día 11/Octubre/1996

Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el