Quito. 25.09.94. "BOTADERO HUMANO"

A primera vista no parece un hospital común y corriente: hay un
silencio profundo, un estacionamiento solitario y ni asomo de
trajes blancos. Una anciana desdentada se acerca al cronista:
"Buenos días", dice con dificultad mientras agita las manos y
sonríe con mirada idiota.

Por una escalera se llega a la oficina del director. Resulta ser
un médico joven que está ensimismado analizando unos papeles. No
hay nadie más en el lugar. En otra oficina tres empleados
completan el cuadro administrativo. "Estamos con absoluta
carencia de personal de enfermería", dice de entrada el doctor
Patricio Laso, jefe del Hospital Geriátrico Los Pinos. Hace tres
meses diez auxiliares de enfermería se jubilaron y no se
autorizan los reemplazos.

El hospital tiene tres médicos de planta, dos enfermeras y cinco
auxiliares. Ellos deben atender las 24 horas a 110 personas que
están asiladas en el centro de salud. "Este no es un hospital
geriátrico", advierte su director, porque ahí viven desde hace 20
años todos los enfermos que fueron trasladados de un pabellón que
se cayó en el Hospital San Lázaro. Seis de cada diez asilados son
sordomudos y retrasados mentales. Otros tienen epilepsia o están
postrados. La mayoría son ancianos porque ahí envejecieron. Eran
cerca de 200, pero han ido muriendo.

No hubo un decreto de creación del hospital geriátrico,
comenzaron a llamarlo así desde un principio. Cumple las
funciones de hospital para ancianos en solo un 5 por ciento: es
decir, pacientes que llegan, se curan y se van.

Sin embargo tiene la infraestructura de un hospital: departamento
médico, laboratorio clínico, salas de reposo. La gente todavía no
conoce de este servicio potencial, dice el doctor Laso, "pero en
cierta forma nos beneficia porque no tendríamos cómo atender a un
grupo tan numeroso como son los ancianos en nuestro medio.
Atendemos más a gente del sector. A veces vienen de otros
hospitales, pero son pocos". Un dudoso consuelo.

Los pasillos son limpios, los cuartos y las salas están bien
arreglados. "Las asignaciones del Ministerio de Salud nos
permiten sobrevivir con dignidad", dice el director mientras
hacemos un recorrido, "pero si queremos mejorar o hacer de éste
un verdadero hospital entonces no nos alcanzaría la plata".

Casi no hay nadie en las camas. Es la hora del almuerzo. Solo
unos pocos "pacientes" miran como hipnotizados un televisor;
otros tienen la mirada perdida hacia la ventana, pero no ven
nada, no oyen ni sienten el click impertinente de la cámara: es
el cretinismo de nuestra pobreza.

LA LIGADURA

Da espanto entrar al comedor femenino. Una viejecita
completamente encorvada se arrastra más que camina a saludar al
director. "Barriguita, me duele la barriguita" le dice, mientras
se frota el estómago y sonríe con una boca sin dientes (todos
ríen así). El doctor le acaricia el cabello y explica: "Esta es
Panchita, tenemos que hacerle una ligadura de trompas porque
resultó embarazada. A veces ellas salen a caminar y alguien les
aprovecha". Panchita tiene muchas arrugas en la cara y la cabeza
llena de canas. ¿Embarazada a esa edad?, pregunta el cronista.
Si, contesta el doctor, ella va a cumplir 28 años.

Es un caso especial, pero nos remite a una revelación anterior de
un médico geriatra: en situaciones de pobreza extrema se dan
casos de envejecimiento prematuro. Los partos sucesivos, la
desnutrición crónica en las mujeres; en los varones jóvenes una
alimentación en base a oler cemento de contacto.

Vestidos con cualquier ropa y haciendo cualquier cosa, los
ancianos de Los Pinos esperan en soledad el paso del tiempo. Luis
N. tiene 68 años y la decrepitud a cuestas. Es soltero pero su
sobrino le visita de vez en cuando: un privilegio para el medio.
Su ritual es hacer ovillos de lana. "Es bueno que le vengan a
ver, pero al momento de insinuar que mejor estaría en su casa,
con sus parientes, surgen sinnúmero de pretextos", dice una
enfermera. El doctor Laso es más explícito: "Es común el fenómeno
del abandono familiar. Primero porque son ancianos, después
porque son incapacitados. Sus familiares los consideran una
carga".

Creíamos que la persona que calificó a Los Pinos como "un
botadero humano" estaba exagerando. El equipo médico y de
enfermeras las ve amargas para atender a tanto asilado. Se nota
cansancio pero no displicencia. Les dan de comer, los asean, los
sacan a caminar. Son la familia que no tienen.

Una capilla esta incrustada en el centro de ese asilo. Desde ahí,
un Cristo crucificado mira dulcemente a esos hijos suyos
abandonados. La mirada del doctor Laso tiene un dejo como de
resignación y tristeza mientras caminamos hasta la salida. El eco
de las risas se va opacando por los pasillos...

MI QUERIDO VIEJO

Ecuador tiene 717.000 mujeres y hombres mayores de 60 años. Para
atender a estas personas, que son el 6.3 por ciento de la
población nacional, hay 15 médicos especializados en geriatría,
que es la medicina de la vejez.

Pero si esta cantidad al lector le parece insignificante, sepa
que en todo el país hay apenas tres profesionales gerontólogos,
que son los especialistas en la antropología y sociología de la
ancianidad.

La única ventaja de este tan corto número es que se los puede
nombrar sin mayor problema: Aldo Guevara, radicado en Guayaquil,
especializado en Italia y profesor de la Universidad Católica en
su especialidad; Luis Rivas Chica, quien vive en Cuenca, también
catedrático de la Católica y especializado en España; y Nelson
Jurado, radicado en Quito, especializado también en España y
catedrático de la Universidad San Francisco. Los tres están
vinculados a organismos públicos y privados que trabajan en favor
de la ancianidad. Y pare de contar.

Los pocos especialistas en la vejez están preocupados. El
crecimiento del sector llamado de la tercera edad es notable y
rápido en los últimos años. Dos razones apoyan este crecimiento:
La gente vive más que antes por los avances de la medicina. La
esperanza de vida para el Ecuador en 1994 es de 69 años; diez
años antes era de 63. La otra causa es que las familias modernas
tienen menos hijos. Dentro de 30 años la población ecuatoriana
mayor de 60 años superará el millón 200 mil habitantes.

LABORANDO Y VIVIENDO

Cuatro de cada 10 personas mayores de 60 años continúan
trabajando. El 22 por ciento son pensionados sea por el Estado o
privadamente y 250 mil ancianos están sujetos a otras formas de
vida.

En el sector público laboran 20 mil mayores de 60 años. Más de 50
mil ancianos tienen algún grado de discapacidad pero solo 12 mil
de ellos están pensionados.

Actualmente hay alrededor de 2000 ancianos mendigos, que
permanecen abandonados.

En cuanto a los jubilados por el Seguro Social estos suman 64 mil
y los que acceden a otra forma de pensión son cerca de 100 mil.
El ingreso medio de un pensionado del IESS es menos de 200 mil
sucres mensuales.

Los mayores de 60 años que aun trabajan tienen ingresos promedios
de entre 35 mil y 200 mil sucres al mes.

Esta situación hace que los ancianos, especialmente los jubilados
del Seguro Social, protesten permanentemente por el incremento de
las pensiones. "Con eso no vive ni una persona. Imagínese usted
que esa miserable pensión sea el fruto de tantos años de trabajo
entregados a la patria", dice Anibal NN, presidente de la
Asociación Nacional de Jubilados.

ALBERGUES POR DOQUIER

La atención a los ancianos en le país lo hacen varias
instituciones. El Estado, a través del Ministerio de Bienestar
Social, ha venido delegando su responsabilidad en los organismos
no gubernamentales. La Iglesia, el Seguro Social, el
voluntariado, la beneficiencia privada y las Fuerzas Armadas son
los sectores que principalmente se ocupan de la tercera edad.

Hay 61 albergues para ancianos en todo el país. De ellos 51 son
residencias, ocho son centros diurnos, dos tienen un sistema
mixto y hay dos sistemas de talleres.

Del total de albergues 30 son centros estatales o subsidiados, 25
son privados, tres pertenecen a la seguridad social, uno a la
Junta de Beneficiencia y otro a las Fuerzas Armadas. Hay un solo
albergue para ancianos mendigos. El total de camas en servicio es
de 5.200.

Los albergues con mayor capacidad son, en Quito, el Hogar Corazón
de María (500 personas) y en Guayaquil el hogar Corazón de Jesús
(457). El resto están repartidos por todo el país.

Las personas mayores de 60 años son por naturaleza las más
expuestas a las enfermedades. Lasstas a las enfermedades. Sin
embargo, en los hospitales generales no hay un solo servicio
especializado en ancianos. Hay un solo hospital geriátrico,
ubicado en Quito (Los Pinos), que brinda servicios en apenas el
5% de su capacidad. Funciona más como albergue.

El de los ancianos en la sociedad ecuatoriano es el grupo más
débil. dad ecuatoriana grupo más débil y golpeado por la baja de
la calidad de vida. Un sector abandonado de las relaciones
sociales y de productividad. Una contradicción evidente con el
crecimiento vertiginoso del sector: la sociedad envejece cada vez
más, y como dice el dicho: todos vamos para viejos...pero nadie
parece darse cuenta de ello.

LA ESPERANZA ASISTE A UN CLUB

Hay un lugar en la ciudad de Quito donde los ancianos se sienten
totalmente útiles a la sociedad. Con sus manos artríticas y sus
cansados huesos cultivan fréjol, fabrican fideos, elaboran
figuras de masapán y hacen guaipe. En lo que les resta de tiempo
realizan gimnasia, cantan, bailan y a veces salen de paseo.

Ese lugar es al final del Comité del Pueblo N§ 1 y todo el barrio
lo conoce. Es una casa de cuatro pisos, local del Centro de
Promoción Integral de la Mujer, CEPIM. Esta organización no
gubernamental trabaja con voluntarias y socias del Comité. "El
objetivo es estar atentas a las necesidades del barrio", dice la
hermana Carmen Espín, 61 años, de la orden de las Hermanas de la
Caridad. En esa preocupación las mujeres habían visto que los
ancianos del barrio se quedaban solos y amargados en sus casas o
se dedicaban a la mendicidad.

Comenzaron a reunirlos desde hace diez años. Hicieron un club,
cuyo nombre fue puesto por los propios abuelitos: "Esperanza de
renacer".

Fueron 70 los fundadores, de los cuales la mayoría ha muerto.
Pero siguen llegando otros; ahora el club funciona con un
promedio de 50 ancianos.

Desde entonces, el anciano del Comité del Pueblo ha cambiado de
carácter porque se siente útil. Está contento con su grupo pues
ha vencido a la soledad, y además se ha anulado la mendicidad.
Paralelamente, el voluntariado se preocupó de la situación del
anciano en su casa, para que en ella tenga el lugar preferente y
"no sea el perro cuidador".

El del CEPIM no es un asilo, es un club cuyos miembros llegan a
las ocho de la mañana y se van a las 12 después de trabajar y
haber almorzado.

TODO A SUCRE

Esta es una de las pocas experiencias en América Latina en la que
los ancianos son seres productivos y útiles a su comunidad. Solo
superada, quizá, por la red de panaderías que tienen los abuelos
en Santafé de Bogotá.

Tres instituciones se juntaron para hacer realidad este proyecto:
El Departamento de Gerontología del Ministerio de Bienestar
Social donó las máquinas para hacer el fideo, la Fundación Fiat
ayudó para el terreno del huerto y Cepim aporta con el
voluntariado de jóvenes y mujeres quienes atienden y asesoran a
los ancianos.

Es un acto de permanente solidaridad humana. Los viejos finalizan
su existencia en medio de actividades que rescatan los valores
con los que ellos vivieron. Por ejemplo, para preparar la Gran
Fanesca del Anciano cada cual lleva, en una olla, su grano
cocinado. Tampoco perdonan el aguado de pollo de la Navidad, la
colada morada y la guagua de pan de Finados.

En el club, el anciano se siente en su medio; lo que no pasa en
sus casas, donde los jóvenes "les fastidian" con su música
rockera. No la entienden. Entre ellos en cambio oyen, cantan y
bailan su música nacional. Tienen un himno y un escudo. Y toda
esa identidad rescatada hace que, aunque no puedan caminar, se
dan modos para estar en su club hasta el fin de sus días.

LOS ENCAMADOS

Aparte de los ancianos del club, hay 60 que guardan cama por
enfermedad. Ellos pasan en sus casas y las voluntarias le
atienden todos los días juntamente con médicos que los examinan.
Ahora tienen el problema urgente de la falta de remedios. Sus
enfermedades más comunes son la artritis y la presión alta, que
requieren de tratamiento permanente. Pero no tienen medicinas. Si
tienen un pequeño ahorro se les va en la primera receta y los
demás quedan en ayunas. Antes, recuerda la hermana Carmen, 40 mil
sucres al mes eran suficientes para comprar a todos sus
medicamentos. Ahora, ese dinero se va en un día.

LA FAMILIA

No están de acuerdo en convertir al centro en un asilo, porque se
pierde la tradición de que el anciano debe estar en su casa, de
que es su familia la primera responsable por su bienestar.

A todas éstas, la familia del anciano ha reaccionado muy bien. Se
siente más tranquila y ayudada porque el abuelito de la casa ha
cambiado de carácter y anda limpiecito: en el centro tiene su
ducha y un sauna.

Este trato diferente a los anciano ha revolucionado la vida en el
Comité del Pueblo. Todos los días ellos salen a hacer gimnasia en
medio de la calle. La gente los ve y lo cuentan a los demás.
También los miran cuando avanzan caminando desde lejos: "Nos
vamos a nuestro club", contestan, y la comunidad lo sabe.

El voluntariado del centro se reúne cada 15 días, los domingos.
Ahí planifican paseos y romerías. La gente pobre del mismo barrio
aporta para conseguir el transporte y la estadía de sus abuelos.
Se han ido hasta Las Lajas por tres días, con todos los gastos
pagados. Para cubrir este costo los voluntarios aportaron todo el
dinero que ganaron en unas encuestas que hicieron.

Pero la lucha es diaria y continua. El FISE ha ofrecido montar
una panadería y pastelería. Con ese dinero esperan cubrir las
necesidades de alimentación de todos los ancianos del barrio.
Incluso los que permanecen enfermos en su casa recibirán su
almuerzo en una vianda.

Un permanente acto de solidaridad. Muchas veces les llegan
voluntarias inglesas, belgas, canadienses. Ellas pasan un año con
ellos y luego se van a su patria. Pero el compromiso queda:
cuando se casan no piden regalos, los invitados deben entregar un
aporte para el club de los ancianos.

UNA ESPIGA DORADA

En el taller de fideos trabajan lentamente, pero con el cuidado y
dedicación que solo les otorga la edad. Es un fideo "de primera
calidad", dicen ellos mismos: hecho en base a huevos, no tiene
una sola gota de agua. Hacen pasta para lasaña, tallarín y
cabello de ángel. Seis máquinas importadas de Italia completan el
proceso. Aunque les falta una máquina mezcladora de la masa. Por
ahora, sus manos cansadas dejan a punto la masa.

Ellos ganan 500 sucres por hora y le arriendan el local al
centro. La hermana Carmen les da toda la materia prima y les
compra toda la producción. Así se sienten a gusto; no dependen de
nadie, y en su humildad dicen: "Somos dueños de fábrica".

Los fideos se venden a 2000 sucres la libra. Para el sector ese
precio es demasiado caro, por lo que únicamente lo venden a
personas que ya conocen de la calidad del producto. "Es un
tallarín de mucha calidad" se defienden, "y además crece que da
un gusto, de una libra comen casi diez personas". Además, dicen,
la elaboración es natural.

Los mayores consumidores del tallarín, por ahora, son los
extranjeros, quienes lo consumen permanentemente. Pero no es
suficiente: actualmente tienen un stock de cinco millones de
sucres que necesitan comercializar. Para salir de ese sobrante
planean organizar ferias en barrios de alta capacidad de consumo.

El producto se llama "Espiga dorada". Antes se le conocía como
"El fideo del abuelito" pero lo desecharon porque la gente creía
que el fideo era viejo. Le pusieron el nuevo nombre en base a
otro concurso, y ganó el actual porque dijeron que el tallarín
viene del trigo, y en su memoria están aun los dorados trigales
donde pasaron su juventud.

¿NO SERA ROBO?

El 92 por ciento de los ancianos son de extracción campesina.
Ellos fueron agricultores, no tuvieron seguro y la mayoría son
analfabetos.

Esa misma condición hace que se asusten cuando tienen que comprar
ahora 2000 sucres de zanahoria. Se sienten deprimidos cuando van
al mercado.

Hace cuatro años el huerto comunitario les produjo un excedente
de yerbas. Salieron con su producto al mercado, pero la sorpresa
general fue cuando quisieron vender todo por un sucre. Les
dijeron que eso no valía ni la semilla, y resolvieron vender lo
que producía el huerto al comedor del centro: tres mil sucres de
yerbas a la semana. Pero ellos no están conformes con el alto
precio, "¿no estaremos robando?" se preguntan preocupados.

En el huerto cosechan de todo, granos, hortalizas, etc. Tienen el
apoyo de semilleros voluntarios que les asesoran en el sembrado.
Así les ayudan, menos las palomas: este año, con los semilleros
listos para ser trasplantados, un grupo de palomas se comió todas
las pequeñas plantas. Están por ello planeado hacer los
semilleros dentro del club. Son ellos o los pájaros.

VASIJA DE BARRO

En los años de funcionamiento del club han muerto 60 ancianos.
Para ellos la muerte es algo que está demasiado cerca. Pero el
temor que tenían a estar solos en el momento de la muerte ha sido
desterrado. Se sienten solidarios entre ellos. Cuando uno se
enferma todos van a verle, cuando uno se muere todos le van a
llorar.

Cuando doña Charito, de 86 años, miembro del club enfermó
gravemente, sus compañeros le acompañaron en la agonía, en el
momento de su muerte y con paso lento acompañaron su cuerpo hasta
la tumba. Así pasa con todos. Cada uno de ellos sabe, entonces,
que cuando le toque su "turno" no va a estar solo. Sabe que sus
compañeros asistirán a la misa de honras, cantarán los salmos y
seguirán viviendo hasta el momento de bien morir.

En ésto, los ancianos tienen también una gran ayuda de la
Funeraria Nacional. Desde hace 36 años, esta institución ayuda a
la hermana Carmen con el cofre y el entierro gratuito para los
ancianos. Muchas veces los familiares quieren comprarles un nicho
o darles para la caja, pero ellos se niegan: "No gracias, el club
ya me da". Y los familiares tienen que aceptarlo. Los miembros
del club son enterrados en el cementerio de El Batán, uno de los
más caros de Quito. Y ellos se sienten contentos porque dicen que
sus cuerpos van a descansar en tierra "y no en un hueco de
cemento frío".

LA MARIPOSA Y EL CAPULLO

"Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Otra vez, repetimos el paso.
Vamos, uno...". La joven profesora dirige a un grupo de 18
bailarinas sexagenarias. Ellas no hacen alarde de agilidad ni de
estética corporal, más, su alegría y entusiasmo las hace ver
radiantes. No serán Alicia Alonso, pero tampoco les falta
corazón...

Son el grupo de danza conformado hace cinco años como parte de
los talleres del IESS para la tercera edad. Casi ninguna hizo
danza en su juventud, pero la mayoría soñó con bailar. Y luego de
largos años de dedicación al trabajo y a la familia pudieron -al
fin- dedicarse a tiempo completo a realizar sus sueños.

No hay edad para no aprender es la frase más repetida en esa
entrevista colectiva. Ellas se sientan alrededor del cronista y
una por una dan rienda suelta a su palabra. Mientras hablan,
incluso atropelladamente, al entrevistador se le aparece la rara
imagen de una escuela de niñas maduras que han vuelto a descubrir
el mundo con el mismo entusiasmo de sus 12 años. ¿Exageración?
"Es una terapia maravillosa. Compartimos con nuestras compañeras,
nos olvidamos de las tristezas de la vida. LLegamos aquí y
comenzamos una nueva vida", dice doña Rosario, a sus 64 años.

Cuando dejaron de trabajar, cuando se les fueron los hijos,
cuando se les murió el marido...o cuando se les fue por la vida,
ellas se sintieron vacías, inútiles. "Pasaba en la casa tejiendo,
cuenta María Clara, me volví una vieja gruñona, llena de
frustraciones". En ese camino se encontraron una con otra. "Al
principio fue difícil, más que forjar el cuerpo, empatar nuestros
espíritus", dice Lucía, y le complementa Rosita, una abuela de 60
años: "Pero fue cuestión de tiempo, porque no todas pensamos
igual ni venimos del mismo sitio. Nos hicimos buenas amigas...y
así nos va yendo".

Todas reflejan ese entusiasmo de vivir: el cuerpo y la mente
juntos en el escenario. El grupo tiene dos o tres presentaciones
anuales lo cual les llena de orgullo. Como una niña muy educada
Zoilita afirma que "así le hacemos quedar bien a nuestra
profesora".

Dificultades no son pocas. El mismo local de ensayos no es
funcional, pero se acomodan a todo porque se sienten más
compensadas que adeudadas.

De la salud solo hablan para decir orgullosas que desde que están
en el grupo no visitan un hospital. Y de la familia únicamente
sobre el ejemplo que dan a hijos y nietos: las ganas de vivir (o
de no morir).

Doña Magdalena, con sus alucinados ojos negros, resume el
sentimiento general: "Nuestro amanecer es el más feliz. Saber que
en ese nuevo día volveremos a bailar, a mover el cuerpo y el
alma. Es maravilloso".

Rocío, la profesora intuye que debe dar una conclusión. "Ellas
han roto un viejo esquema, explica: el creer que por ser de la
tercera edad pierden la memoria y no pueden hacer infinidad de
cosas. Aquí rescatan sus valores más profundos".

"Uno, dos tres, vuelta, las manos sobre la cabeza. Vamos..." y la
mariposa rompe su viejo y gastado capullo.

TALLERES DE LA TERCERA EDAD

Hace nueve años se creo el Departamento Nacional de la Tercera
Edad, del Seguro Social. Fue a partir de la declaración de la
ONU de la década del 80 como la del Envejecimiento. El objetivo
principal fue dar una atención ocupacional al jubilado del
Instituto además de los pensionados y beneficiarios del montepío,
que en conjunto suman ahora casi 200 mil personas mayores de 60
años.

Desde entonces, los miembros de la "edad dorada"" han sido
partícipes de innumerables actividades:

- Se han formado asociaciones, federaciones, clubes, hermandades
y grupos, de acuerdo a las afinidades de los jubilados para la
utilización de su tiempo libre: ajedrez, yoga, jardinería y
horticultura, turismo social y de salud, juegos de salón, etc.

- 150 talleres de artesanías y manualidades, dirigidos y
autogestionados han permitido que más de 500 jubilados se
dediquen a la cocina, confitería, pastillaje,textilería,
juguetería, floristería, reparación de artefactos eléctricos.

- Los talleres culturales han permitido plasmar la expresión
artística de los jubilados. Estos son de dibujo, pintura, música,
danza, teatro, escultura, televisión, fotografía y cine de la
tercera edad.

- Solamente el año pasado, el programa cultural realizó 35
presentaciones y festivales públicos, con una asistencia mínima
de 100 personas hasta dos de 1200 por evento.

- Los talleres de educación física y deportes comprenden 6
diferentes actividades con una cobertura de 800 jubilados en la
ciudad de Quito.

- En el área de turismo 15 mil jubilados se movilizaron a los
distintos balnearios de la costa ecuatoriana y de la serranía.

Y TODAVIA SOPLAN

En ese grupo musical hay verdaderas "reliquias" de la música
nacional, como Tito Echeverría, con 50 años de requinto a cuestas
o Segundo Baquero, fundador del primer mariachi en el Ecuador o
José Antonio Moreno, parte de la Estudiantina Quito por muchos
años.

Fue creado en 1991 por iniciativa de los propios jubilados.
Primero se tuvo la idea de formar una estudiantina, pero como
había saxofón y acordeón se dedicaron a la música nacional. El
nombre tiene mucho que ver con su intención y sus vidas: "Grupo
Musical del Recuerdo".

El grupo surgió del taller de música, que conforman 18 jubilados.
La mayoría de ellos, cuando jóvenes, fueron parte de conjuntos
musicales. Otros en cambio llegaron a aprender.

Es notable la dedicación de estos ancianos. Ensayan
religiosamente casi todos los días de la semana y se mantienen
con un envidiable estado físico. Segundo Baquero de 64 años, por
ejemplo, toca la trompeta con la energía de un muchacho de 20:
"Todavía soplo, ¿y usted?", dice, mientras ofrece el instrumento
como un desafío. El cronista no acepta el reto: también sopla
pero no le hace a los de viento.

Ellos se sienten satisfechos con su actividad, sobre todo porque
en ella pueden juntar sus afinidades: "Mientras haya música hay
vida", informa solemnemente Elsa de Patiño, la cantante del
conjunto, y como si asistiéramos a una revelación reconoce que a
sus años (no quiso decir cuántos) ya no está como para ostentar
de una voz privilegiada "pero cada día es nuevo y el espíritu no
envejece".

Ella tiene los ojos grandes y la voz cristalina. No le tiembla ni
un cabello cuando interroga al entrevistador sobre sus gustos
musicales. No es problema, al cronista le encanta el pasillo y
para probarlo pronuncia las palabras mágicas: "Señora, yo soy
lojano". Satisfacción general. Suenan las primeras notas..."Ojos
cansados de mirada umbría...". Las manos y voces de la tercera
edad hacen una generosa ofrenda de su talento y nadie, que no sea
de piedra, puede escapar de la nostalgia y el recuerdo... (BLANCO
Y NEGRO, P 1-8)
EXPLORED
en Ciudad N/D

Otras Noticias del día 25/Septiembre/1994

Europa Se Para En Sus Trece

Explored

El Hampa No Da Tregua

Explored

La Oea Dejo Hundirse A Haiti

Explored

Avicultura En Aprietos

Explored

Brasil Hacia La Hora Cero

Explored

La Tv O El Segundo Dios

Explored

Gente De La Tarde

Explored

Un S.o.s. Por Galapagos

Explored

El Dolor De Cabeza Bancario

Explored

Con La Mirada En Las Siamesas

Explored

Guerra A Los Chulqueros!

Explored

A Desprovincializar El Pais

Explored

A Desprovincializar El Pais

Explored
Revisar otros años 2014 - 2013 - 2012 - 2011 - 2010 - 2009 - 2008 - 2007 - 2006 - 2005 -2004 - 2003 - 2002 - 2001 - 2000 - 1999 - 1998 - 1997 - 1996 - 1995 - 1994 1993 - 1992 - 1991 - 1990
  Más en el