Quito. 2 ago. 2001. (Editorial) El ex presidente León Febres Cordero
tiene la habilidad, o la fortuna, de escoger a aliados y enemigos. Sus
partidarios aseguran que tiene madera de estadista, pero cuando se
presenta ante las cámaras de televisión su discurso no supera una
dimensión electoral.

Eso se constató anteanoche, cuando un canal de televisión del grupo
Isaías tan en boca de todos por la doble quiebra de Filanbanco ofreció a
la audiencia un "tongo" de entrevista, para que el siempre polémico ex
mandatario dijera todo lo que se le antojara y, como informó este Diario,
diera virtual inicio a su carrera por la Presidencia de la República, a
la que aspira a llegar, nuevamente, en enero de 2003, si la salud se lo
permite.

Un discurso con afirmaciones sustentadas en presuntas pruebas es lo que
debe hacer un candidato en campaña, si actúa en un medio en el que cuenta
más la primera impresión que el sentido de los verbos. O sea que Febres
Cordero hizo lo suyo. Tomó la iniciativa política. Ya tiene una ventaja
en la línea de partida.

No obstante, es justo reconocer la gravedad de su denuncia, que probaría
el pacto del bucaramismo y el Gobierno, lo que permitió que el Congreso
aprobara el incremento del Impuesto al Valor Agregado (IVA), del 12% al
14%.

Siempre fue un secreto a voces tal acuerdo. Pero, como no se trata de
ciertos hábiles deudores reacios a pagar a Filanbanco, que no dejan
rastros, el pacto político dejó una impronta en el Registro Oficial: un
decreto ejecutivo, es decir, firmado por el presidente de la República,
instauró un reglamento sustitutivo del "Código de aplicación de penas y
rehabilitación social". Detrás de este retruécano, la disposición legal
para que ex presidentes y ex vicepresidentes, entre otros, se beneficien
de detenciones domiciliarias por la calidad que en alguna ocasión
ostentaron. La tradición jurídica occidental confiere esa gracia a
ciertos reos mayores de 65 años.

En nuestro caso, no. El beneficio es directo para tres figuras refugiadas
en un autoexilio de oro y pedrería: Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y
Alberto Dahik.

El golpe que, con esta revelación, propinó León Febres Cordero al
régimen, lo mantendrá knock out por un buen tiempo. Hasta ayer, todavía
no asimilaba la paliza y los voceros gubernamentales desvariaban en torno
al tema.

En el "tongo" titulado por la empresa televisora "El retorno de León", el
ex alcalde de Guayaquil fue extremadamente duro con el ex presidente
Osvaldo Hurtado, con el presidente, Gustavo Noboa, con el ministro de
Economía, Jorge Gallardo. Tal vez sea una coincidencia pero, en los
últimos tiempos, esos tres nombres han circulado en los mentideros
políticos atribuyéndoles intenciones presidencialistas. ¿Acaso el
candidato Febres Cordero pretende sacarlos de la arena, de entrada?
También podría interpretarse que él se está dando el lujo de fabricar un
contrincante a su medida, uno al que considera un eterno perdedor,
alguien fácil de derrotar, como Osvaldo Hurtado, cuya figura se está
perfilando como el anti-Febres Cordero por excelencia, claro que por lo
que ha dicho y hecho, pero más por las flores, versos y gotitas de
vitriolo que le está dedicando el líder socialcristiano.

Febres Cordero actúa prevalido de una certeza: las encuestas, hoy por
hoy, lo sitúan con una amplia ventaja frente a sus posibles rivales. Eso,
más aquello de que al que madruga Dios le ayuda, aplicado en un momento
de extrema fragilidad política como el que vive Ecuador luego del cierre
de uno de los bancos más grandes del país, lo podría ubicar ("posicionar"
dicen los expertos en marketing) como un ganador nato, un campeador
invencible en el imaginario colectivo y, más todavía, en su fuero íntimo.
Lo primero acarrea consecuencias políticas objetivas, lo segundo también,
añade un peligro: la megalomanía.

Si es aconsejable ejecutar el primer quite, igualmente hay que considerar
que es una verdad aquello de que no por mucho madrugar amanece más
temprano: todavía falta un largo trecho, una prolongada campaña en la que
otras figuras y otras poderosas fuerzas entrarán en la disputa. ¿Tiene
cuerda para largo su discurso? ¿Recibirá de la Izquierda Democrática la
asistencia que necesitará en cualquier momento? ¿No le jugará una pasada
su estado de salud? ¿Resistirá la refriega ese "hombre mayor", palabras
con las que él mismo se calificó para no usar otras, más directas, menos
benévolas?

[email protected] (Diario Hoy)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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