Quito. 15 ago 2001. (Editorial) Como si la crisis política no fuese
suficiente para un país con una carga enorme de problemas irresueltos,
como si el lenguaje callejero al que han apelado los dirigentes
nacionales no estaría amedrentando a una población que cada vez rechaza
más el juego de las altas esferas del poder, las tragedias nuevamente
están asolando a una enorme porción de ecuatorianos, desguarnecidos ante
la naturaleza.

Alrededor de 23 000 personas de las provincias de Tungurahua y Chimborazo
están siendo castigadas por las cenizas del volcán Tungurahua.

El material volcánico ha cubierto enormes extensiones de sembrados,
convirtiendo en pobres a los más pobres del Ecuador.

Agricultores y campesinos que toda su vida se dedicaron con pasión a la
producción, hoy se sienten en la ruina, mientras la atención
gubernamental es tardía, patentizando la desidia de las autoridades
frente a la evidencia de la tragedia, cuando los afectados no tienen la
misma fuerza que el adversario al que le temen.

Resulta inexplicable que semanas después de que la actividad del
Tungurahua comenzó a mostrar que volvería con su efecto destructor, ni
las autoridades del Ejecutivo ni la Defensa Civil hayan sido capaces de
extender su mano a los damnificados.

Las imágenes que muestran los medios de comunicación son desgarradoras.

El éxodo masivo de una población asustada, es terrible.

Sin conocer destino seguro, habitantes de varios pueblos Tungurahua y
Chimborazo ha abandonado sus hogares, y muchos de ellos, que no tienen
familiares o amigos que los acojan, han iniciado un peregrinaje sin
destino seguro.

Pero la tragedia no es solo de esas ricas comunidades, que otrora
mostraban con orgullo su condición de huerto de la región. Es la inacción
de la Defensa Civil, la que nos descubre como un país
desinstitucionalizado. Una nación en la que los funcionarios no
desempeñan su papel, pero tampoco se inmutan.

Pero la indefensión de la Defensa Civil no es nueva.

La anterior tragedia, en la que incluso hubo pérdida de vidas humanas, en
las inmediaciones de Papallacta, sacó a la luz su dramática realidad. La
prensa descubrió que la organización había perdido ya su razón de ser,
puesto que no contaba ni con recursos ni con suficiente fuerza para
exigir lo que le corresponde.

Sin un organigrama que la fortalezca en lo autonómico, y sin
financiamiento para solventar su trabajo, la Defensa Civil ecuatoriana no
es más que un membrete.

Sus directivos han dicho que son los políticos quienes han menoscabado su
estructura, puesto que en las grandes tragedias los gobiernos organizaron
entes paralelos, a fin de que al mismo tiempo de asistir a la población
afectada, sus protagonistas también logren réditos.

Pero aunque esta afirmación fuese cierta, eso no exculpa a los
directivos, que han sido negligentes. Con solo denunciar con hechos y
documentos estas verdades del uso abusivo y hasta inmoral de las
tragedias para fines políticos, habrían tenido el respaldo de la
comunidad y la solidaridad de los medios.

Quienes dirigen la Defensa Civil saben que Ecuador es vulnerable, puesto
que tiene una geografía complicada, está asentado sobre una plataforma
tectónica frágil y cuenta con volcanes, ríos y montañas peligrosas, pero
no cumplen su tarea de prevención, o la cumplen con muchísimas
limitaciones.

En las escuelas no se educa a los niños para que puedan enfrentar
situaciones de peligro. Tampoco se publicita normas de comportamiento de
cara a los posibles sucesos, ni se reclama a las autoridades los derechos
que por ley le corresponde a la organización.

Cierto es que la gran justificación puede ser que es un organismo
abandonado, literalmente, de la atención del Estado. Posiblemente tiene
ínfima importancia en el Presupuesto general del Estado. Pero,
aparentemente, sus directivos se conforman con el nombramiento, y no se
preocupan por cumplir su papel a cabalidad.

El país, y sobre todo las poblaciones de Tungurahua y Chimborazo esperan
impacientes la reacción de esta organización, en la zona afectada y
empujando y dirigiendo a otras instancias del poder público. En otras
latitudes actúa a los pocos segundos de producidas las desgracias. Y más
que eso, es una entidad que cuenta con el respaldo de toda la comunidad,
puesto que su tarea primigenia es la prevención, mediante la educación a
la población.

[email protected] (Diario Hoy)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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