El Oro. 10 jul 2001. A raíz del sistema de cuotas establecido por Europa,
los bananeros buscan alianzas para obtener más ganancias. Mientras tanto,
en Puerto Bolívar, El Oro, el trabajo es agotador.

En estos días los bananeros afinan sus estrategias para mejorar las
ventas en Europa. La reorganización de las alianzas entre productores y
exportadores nacionales de banano, con las firmas importadoras de la
fruta hacia la Unión Europea es un hecho. El Oro es la provincia donde se
concentra la mayor producción bananera y justamente Puerto Bolívar es la
vía de salida de un promedio de 200 000 cajas diarias de la fruta a
Europa, Estados Unidos y otras naciones.

Este Diario marcó el pulso del puerto, especialmente la dura rutina de
los estibadores, quienes llevan el peso del embarque en un espacio
marítimo que nunca descansa. Día y noche siempre hay movimiento, una
agitación que puede sorprender y abrumar a aquel que no está
acostumbrado.

Miles de cajas de banano son embarcadas diariamente por este puerto a
destinos tan lejanos como Rusia. Desde hace ocho años, José Torres sabe
bien toda esta movida. Empezó a los 17 como estibador en Puerto Bolívar.

Al igual que él, otros 800 obreros le dan vida a los fríos muelles.

Torres prefiere que lo llamen operador portuario porque trabaja para un
empresa, la cual facilita operadores a las exportadoras que sacan la
fruta por allí. "Son solo empresas fantasmas, que simplemente nos
explotan" .

Explotación es una palabra recurrente que Torres menciona en su
conversación. La palabra, dice él, describe cómo son tratados en el
puerto por estas empresas que no les brindan ningún tipo de seguridad
laboral. A los estibadores, esas compañías terciarias, que en muchos
casos son solo nombres registrados legalmente, los contratan en las
cercanías portuarias con salarios que ni siquiera alcanzan el básico.

Torres, al igual que sus compañeros de fatigas, considera que en una
buena jornada obtienen diez dólares. No trabajan todos los días, pero los
esfuerzos son grandes en el embarque de banano, actividad que por lo
general lleva tres días sin descanso.

El trabajo de estos obreros es extenuante, las jornadas pueden sobrepasar
las 18 horas seguidas y con pequeños intervalos para comer. José esboza
una sonrisa al preguntársele si tiene horario establecido. Prefiere
observar un gran barco rojo, cuyo cargamento zarpó rumbo a Rusia. "Aquí
la vida es fuerte", susurra, mientras se protege los ojos del intenso sol
mañanero. "Este día, por ejemplo, entré a trabajar de madrugada, como a
las dos y media, y ya son las diez y todavía nos falta largo...".

Para otros estibadores esta faena es tan vertiginosa que muy pocos se
conocen, apenas si cruzan palabra, y al siguiente día quizás habrá otro
grupo diferente.

La amistad, si es que llega, es con los viejos o con las autoridades
portuarias que de tanto en tanto deambulan por el lugar. Los que parecen
correr mejor suerte son los verificadores, personajes vestidos de jean y
pulcra camiseta blanca. Ellos se encargan de registrar el banano que se
exporta.

"No lo verificamos todo, claro, solo escogemos unas muestras de cada
"carrada" (camión con carga de banano)", dice un de ellos. La caja es
abierta, se saca la fruta y con un cuchillo curvo y bien afilado abren la
fruta.

Un corte en la mitad y la condición del producto queda al descubierto,
porque la cáscara puede engañar. Si la fruta está amarillenta, es
rechazada porque llegará demasiado madura a su destino. "A veces no nos
queda otra que rechazar todo un embarque, ese es nuestro trabajo",
comenta otro. Un verificador con varios años en el puesto casi siempre se
las arregla con siete dólares diarios.

A Braulio Gómez, el trabajo de operador portuario no le parece malo. Este
joven porteño, de rostro moreno y sonrisa fácil, cree que lo que gana (15
dólares por jornada) le ayuda a mantener a su mujer y su pequeño hijo, de
apenas siete meses. Su sueldo lo redondea como guardia, en el mismo
lugar, "pero solo cuando la actividad aquí está baja, porque hacer la
vigilancia es difícil; a veces toca hacer tres turnos seguidos."

Para acceder a ese puesto, operador asegurado por una empresa conocida en
la ciudad, Gómez dice que siguió un curso ISO, de calidad, en Guayaquil.
Gómez es un operador profesional y su trabajo, generalmente, se
desarrolla en el interior de bodegas, lugares que almacenan hasta 24 mil
cajas de banano. Allí hay un mejor ambiente y la camaradería entre el
grupo es notoria. Tienen más tiempo para almorzar en el comedor que
existe dentro del puerto. Torres ahora descansa y se toma su tiempo para
insistir en sus problemas cotidianos. Él afirma que a las grandes
compañías no les gusta asegurar a los estibadores. "Unos solo duran el
tiempo del embarque, tres días. Van y vienen". Torres trabaja a destajo,
por jornada. "Lo que cargo gano", asegura, dando a entender que mientras
más banano embarquen existe mejor paga.

A Torres, a Wilmer Cruz, a Alexander Faraona, a Rody Salazar y a
Frixon Mosquera, un grupo que al mediodía se reúne para expresar sus
puntos de vista, se les pagan dos centavos de dólar por cada caja
embarcada. "Queremos que nos aseguren, pana, porque cuando tenemos un
accidente, apenas si nos dan para unas pastillas y después nos
barajan...". Así, con ese fraseo coloquial, Torres resume su
experiencia en un puerto que nunca duerme. (Texto tomado de El
Comercio)
EXPLORED
en Ciudad El Oro

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