Quito. 1 abr 96. La tragedia de Cotopaxi ha destruido grandes
extensiones de tierras y ha dejado a miles personas sin hogar.
Los desplazados de las comunidades campesinas más alejadas
sufren las consecuencias no solo del violento sismo, sino de
la total descoordinación entre las instituciones que deben
brindar asistencia en caso de desastre. La falta de recursos
de esas instituciones ha significado que miles de personas no
reciban aún ayuda, que muchos muertos y heridos no sean
reportados, y que los habitantes de las zonas afectadas deban
resignarse a enfrentar la tragedia con sus propios recursos.

El desastre pone a prueba el nivel de organización de
instituciones como la Defensa Civil, y también, permite que
se ponga de manifiesto la solidaridad de los ecuatorianos y de
los países amigos.

Las cifras de muertos, heridos y desaparecidos, y de los daños
a la agricultura y ganadería de la provincia se sabrán en los
próximos días. Mientras tanto, la gente clama por ayuda.

Cuando la ladera por fin dejó de temblar, Nicolás Umaginga
estaba sentado sobre sus sembríos de habas, con los pies
enterrados entre lo que quedaba de los surcos y las manos
arañando el lodo húmedo.

El hombre -que minutos antes del temblor del jueves pasado,
trabajaba en los sembríos de cebada- no terminaba de
explicarse cómo la tierra logró arrastrarlo tantos metros
abajo, sin que él pudiera controlarlo.

Recuerda que el sacudón le obligó a apretar fuertemente los
puños y a cerrar los ojos durante largos segundos. Y que fue
así -con los ojos cerrados y las uñas clavándosele en medio de
las palmas- cómo escuchó ese terrible estruendo, como un grito
ronco, saliendo del fondo de la ladera.

En ese instante, metros más arriba, su esposa, que pelaba
papas, su suegro, que yacía enfermo en una cama, y sus hijos,
que jugaban cerca del fogón, corrían hacia afuera de la choza
para evitar ser aplastados por las paredes de adobe que se
venían al suelo. Y, en un cuartito contiguo a la choza, unos
pocos cuyes lograban salvarse -por pura suerte- de ser
aplastados por el techo que también se desplomó.

Pero Nicolás Umaginga no lo sabía. "Cuando abrí los ojos,
parecía de noche, no se podía ver nada porque todo estaba
llenito de polvo", dice él. Eso es lo único que recuerda.

Un grito ronco

Después, el hombre se enteraría que fue el temblor lo que
acabó con su casa y sus animales, y el deslave de toneladas de
tierra en el sector en el que se unen los ríos Sumbagua y
Tigua -y en el que se ubicaban los lotes de la comunidad de
Ponce, a la que él pertenece- lo que produjo el terrible
estruendo, como un grito ronco y la llegada de la noche
repentina.

La tierra, le dijeron más tarde, se había llevado a dos niños
de una comunidad vecina, a tres vacas de una campesina de
Ponce, a unos cuantos llamingos de otras familias y a los
lotes de tierra de los 180 comuneros. Las laderas de sembrío
se habían convertido, en muchos lugares, en hondas quebradas,
mientras él descendía por la ladera.

El alud, además, había hecho prisionera al agua del río.

"Venga a ver"

Tres días más tarde, el panorama en los páramos del Quilotoa
era de abandono. Allí no llegaba aún ningún tipo de ayuda. Los
comuneros de Guayama buscaban a los niños. Los de Ponce
querían hacer una minga para liberar el agua del río. Algunas
casas se habían desplomado con el temblor, mientras otras
permanecían sepultadas por el alud. Los campesinos soportaban
las granizadas cubiertos con ponchos y plásticos en medio de
los sembríos. "Ahora estamos jodidos, pues", dice esta gente
que, para vivir, vende sus productos en Latacunga y Salcedo.

Eso -y lo que le pasó a su casa- es lo que Nicolás Umaginga
quería mostrar a cualquier persona que estuviera dispuesta a
verlo. Para ello, dejó su familia, sus compañeros, y su pedazo
de monte y bajó hasta Sumbagua, en espera de alguien. "Venga a
ver, venga a ver", repetía cuando algún vehículo pasaba por
esa población.

Muy pocos se detenían.

EN PONCE SE LLEVO SEMBRIOS Y NIÑOS

Treinta y cinco comunidades de las laderas del Quilotoa, al
noroccidente de Pujilí- epicentro del sismo del jueves-
estarían en peligro. El represamiento del río Sumbagua (que,
kilómetros más abajo se une con el Tigua para formar el
Toachi), los ha puesto en situación de riesgo.

El temblor del jueves aflojó la tierra: un deslave en el
sector de Ponce (en los páramos del Quilotoa, al noroccidente
de Pujilí) represó las aguas del río y dejó a 180 personas sin
sus lotes de siembra.

El alud, además, enterró a dos niños de la comunidad vecina de
Guayama y se llevó consigo los animales y los lotes de los
comuneros.

Al lugar no han llegado aún ni las brigadas militares, ni la
Defensa Civil, ni la Cruz Roja. El embalse que el alud formó a
sus paso crece conforme pasan los días.

Desolación

Entre tanto, al igual que en otros sectores, en las
comunidades del páramos del Quilotoa el panorama es desolador.
Los comuneros han perdidos sus casas y se han refugiado en
aulas e iglesias. Otros permanecen a la intemperie en espera
de carpas.

No hay agua. Mucha gente no ha comido desde el día del sismo.

El pánico ha provocado que muchos suban a las montañas,
mientras los líderes de las comunidades intentan contabilizar
los daños provocados por el sismo y bajar estos datos hasta la
Casa Campesina de Pujilí, desde donde se canaliza la ayuda.

Entre tanto, en el resto de poblaciones de la provincia, es la
Iglesia -con el apoyo de la emisora local, radio Latacunga- la
que ha organizado a la población. La Defensa Civil, la Cruz
Roja y los militares trabajan en los lugares más afectados
(San Juan, Cusubamba, Cuturibi) pero muchas comunas permanecen
abandonadas.

NOTAS DEL FLAGELO

- A las cifras oficiales de víctimas se suman las reportadas
por los dirigentes de las comunidades a las emisoras locales
de la provincia. Según estos datos, hay un niño y un anciano
enterrados en la comunidad de Guangashi, una niña en Tigua y
dos más en Guyama.

- El puente que une a las poblaciones de San Juan e Isinche,
que fue semidestruido con el temblor del jueves, se vino abajo
la tarde del sábado.

- Algunas poblaciones permanecen aisladas debido a los
deslaves en las vías. Un derrumbe de magnitud ha obstaculizado
la vía Pujilí-La Maná, cortando el paso hacia la Costa. Otro
ha cortado el paso en el sector de Guantopolo. El deslave, en
este lugar, habría arrastrado tres casas.

- Las comunidades de Patoa y Perpetuo Socorro permanecen sin
luz desde el jueves. La comunicación es escasa desde los
páramos del Quilotoa, Guyama y Sigche. En Colagila, un alud se
llevó la red de agua potable.

- La ayuda se canaliza a través de la Casa Campesina de
Pujilí. Los pobladores han organizado radiomaratones y
colectas. El movimiento indígena realiza una colecta entre sus
comunidades de base.

- Los llamados de ayuda son constantes a través de las
emisoras locales.

Pese a la advertencia de Defensa Civil, muchas organizaciones
han comenzado a repartir directamente su ayuda, por la
urgencia de las necesidades.

LA SOLIDARIDAD LLEGA DE LOS PAISES VECINOS

El Perú y Colombia son los dos países que hasta ayer habían
enviado ayuda la zona afectado por el terremoto del pasado
jueves.

El Gobierno de Fujimori envió un avión hércules cargado con
nueve toneladas de carpas, víveres, medicinas y frazadas
destinadas a los desplazados por el sismo.

Jaime Yoshiyama, ministro de la Presidencia (secretario de la
administración) vino en el avión como jefe de la delegación
peruana.

Dijo que Fujimori está preocupado por la magnitud de la
tragedia y enfatizó que su pueblo es solidario con los
afectados por el temblor.

Fue recibido en Latacunga por el gobernador de Cotopaxi,
Eduardo Barriga, y por los jefes de la Defensa Civil y la
brigada Patria.

Luego, se dirigió hacia la zona de San Juan, en las cercanías
de Pujilí, para expresar su solidaridad a la población y
constatar la magnitud de los daños.

En cada lugar los campesinos salieron a recibir a Yoshiyama.
Uno de ellos le dijo que era el momento de demostrar la
solidaridad y el deseo de paz del Perú.

Un indígena de la zona invitó al ministro peruano a visitar
las comunidades ubicadas en los páramos, y le dijo que por lo
menos dos mil 500 personas se encuentran sin hogar en esas
zonas.

Yoshiyama no quiso pronunciarse sobre la temática territorial,
y dijo que el pueblo peruano demuestra su solidaridad enviando
un avión "llenecito" de vituallas.

"Ante la gravedad de la tragedia Fujimori me ha pedido que
venga a expresar nuestra condolencia", dijo y aseguró que su
misión es "evaluar" la magnitud de los daños.

Yoshiyama dijo que vivió en Latacunga durante un año en 1989,
durante un proyecto de asistencia técnica con empresarios
suizos.

Continuó su recorrido por Pujilí y a continuación regresó a su
país.

Mientras tanto, la Cruz Roja colombiana envió el sábado tres
mil kilos de frazadas, ropa y útiles de aseo.

Se informó también que las Naciones Unidas y Venezuela han
comprometido también sus envíos a la zona del desastre. Hasta
ayer, la única donación importante era la del Perú, que fue
descargada inmediatamente y puesta a disposición de la Defensa
Civil de Cotopaxi.

BUENA VOLUNTAD Y POCA ORGANIZACION

El ministro de salud, Alfredo Palacios, criticó ayer la
descoordinación que hay entre la Defensa Civil, el Gobierno y
varias organizaciones que están ayudando a las miles de
personas que se quedaron sin hogar en Cotopaxi como
consecuencia del terremoto del pasado jueves.

El secretario de Estado coordina en persona los envíos de
medicamentos y los desplazamientos de médicos y enfermeras de
los hospitales de Quito a la zona del desastre. Sin embargo,
no quiso responder por el Gobierno en relación con el manejo
de la crisis ocasionada por el sismo.

Por su parte, el gobernador de Cotopaxi, Eduardo Barriga, ha
trabajado intensamente en reuniones de coordinación. Informó
de 21 muertes confirmadas por la Cruz Roja y la Defensa Civil
y de por lo menos 56 heridos. Agregó que hasta el momento no
se decreta la emergencia en Cotopaxi ni se entregan recursos
especiales. HOY pudo conocer que el presidente de la
República, Sixto Durán Ballén, pasó el fin de semana en su
residencia de Bahía de Caráquez.

Mientras tanto, la diócesis de Latacunga, por medio de su red
de organizaciones comunitarias está entregando alimentos y
frazadas a los comuneros de las zonas cercanas a Pujilí.
Receptan también informes detallados sobre el estado de las
viviendas y la situación de las familias. Unas ocho mil
personas fueron atendidas el sábado por esta organización,
cuyo centro de acopio está en la Casa Campesina de Pujilí.

"Hemos atendido a unos 60 comunidades este fin de semana",
dijo a HOY un misionero italiano a cargo de la ayuda. Todas
estas acciones se realizan sin coordinación o apoyo del
Gobierno o la Defensa civil. Muchas personas han enviado
donaciones la Casa Campesina.

Unas 250 personas están instaladas en los patios de la Casa.

DIRECTOR DE DEFENSA CIVIL: TODO TIENE IMPERFECCIONES

"Toda obra humana tiene imperfecciones, pero la organización
de la asistencia a los damnificados del terremoto va a mejorar
en esta semana", prometió el general Laercio Almeida, director
nacional de la Defensa Civil.

"Solo han transcurrido 48 horas desde el sismo, mientras
tenemos que enfrentar problemas de acceso pues no solo son los
centros poblados los afectados, sino que los daños se
dispersan por toda la zona, en lugares de difícil acceso
debido a que muchos caminos han sido destruidos o han quedado
afectados de manera que debe limitarse su circulación", señaló
Almeida.

El funcionario también anunció que ha solicitado al presidente
de la República el establecimiento de un puente aéreo para
poder llegar con la ayuda a los damnificados de los parajes
más alejados. "Si bien gran parte de los efectos del terremoto
se concentró en centros poblados como San Juan y Pujilí, en un
reconocimiento aéreo que hice pude comprobar que existen
muchos damnificados dispersos en lugares apartados."

Se refirió también a los ríos taponados por efecto de los
deslaves de las laderas y señaló que al momento no
representan ningún peligro pues el material es muy fino y es
empujado por el caudal del propio río. Sin embargo, se hace un
seguimiento de su situación al tiempo que recomendó precaución
pues los taludes están todavía muy inestables.

Finalmente, hizo un llamado a la solidaridad de los ciudadanos
de todo el país para que presten su contingente solidario con
los 7 mil damnificados del Cotopaxi. (DIARIO HOY) (P. 6-A)
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