Quito (Ecuador). 28 abr 96. Han transcurrido un año y cinco
meses desde que Antanas Mockus Sivickas ocupó la oficina
principal de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

Su imagen no se ha desvanecido.
Ni siquiera con los escándalos presidenciales de Colombia o
las matanzas de la guerrilla, Mockus ha dejado de ser noticia.
En la capital colombiana todos los días se escucha decir algo
de él. Ya sea para reprimirlo. Ya sea para ovacionarlo.

Los bogotanos no admiten todavía la "Ley Mockus", que cierra
los centros nocturnos a la una de la mañana -medida que el
alcalde de Quito aplicó semanas después.

Algunos de ellos, como los taxistas, demuestran la
inconformidad ante la labor desplazada por la Alcaldía con un
gesto patentado por el mismo alcalde: mostrar el trasero en
público.

Sin embargo, Antanas Mockus mantiene su prestigio. Es el
primer opcionado a la presidencia de la República según las
encuestas: las más recientes y confiables, del 15 de marzo, le
entregan 69 por ciento de popularidad en las cuatro ciudades
más grandes de Colombia.

Si las elecciones fueran mañana, doblaría en votos a su
inmediato contendor.

En entrevista con HOY admite que se postulará al cargo de
primer mandatario de Colombia, no como un deseo real de ser
presidente, más bien como un fatal camino preparado por el
destino.

En el Ecuador, de Antanas Mockus se ha conocido algo por su
comportamiento "moralmente" inocuo, que es motivo de rechazo
por ciertos sectores de la sociedad.

Las opiniones sobre él apuntan básicamente a un concepto: es
un demente, con ciertos tintes intelectuales, pero demente al
fin de cuentas.

Lo cierto es que es difícil de entender que un filósofo y
matemático, que carga una espada de juguete, que adorna su
oficina con una enorme zanahoria colgada desde el techo y que
contrae obligaciones nupciales en un circo, tenga un ambicioso
proyecto para cambiar una ciudad de ocho millones de
habitantes.

"Corro el riesgo de ganar las elecciones"

Antanas Mockus es un académico metido el problemas. En una
hora de entrevista, deja entrever que no ha sido fácil
transformar las ideas en proyectos concretos.

Su gestión en 18 meses de alcalde ha tenido resultados en el
ámbito cultural. La propuesta de Mockus es que los bogotanos
aprendan a querer su ciudad y a quererse a sí mismos.

Por eso, mimos y artistas se ubican en las calles para
reprimir a los automovilistas que no respetan los pasos
peatonales. Por eso también, en la capital de Colombia se
realizan festivales de teatro y conciertos con el apoyo de la
Alcaldía.

Ha logrado además implementar el reino de los símbolos. "La
política zanahoria" procura reflejar, a través de una verdura,
una vida sana y sin vicios.

Los conductores de vehículos tienen una tarjeta con un lado
rojo y otro blanco para acudir a ella si alguien comete una
infracción de tránsito.

Así se evita, por lo menos un poco, que las discusiones
terminen en insultos y agresiones físicas.

Pero la obra pública es escasa y a juicio de muchos, no se
puede juzgar la labor de Mockus "porque no ha hecho nada
todavía".

El no se defiende. Refleja su posición de antipolítico al
admitir, hasta con cierto grado de vergüenza, que le ha sido
difícil lograr que su equipo de trabajo vaya más allá de las
buenas intenciones.

No publica sus obras y deja que la desgastada clase política
de Colombia lo lleve al Palacio de Nariño.

El proceso en contra del presidente Ernesto Samper, el poder
anillado en los partidos tradicionales, la escasa confianza en
los líderes conservadores y liberales.

Todos esos argumentos han hecho que Antanas Mockus se refleje
como la única esperanza para el país. Al momento, tiene
asegurada la presidencia de Colombia en las próximas
elecciones.

- Usted es favorito en las encuestas presidenciales y, en
cierta forma, ha aceptado que quiere la candidatura.

- No se cómo, pero de algún modo es posible que la vida me
lleve a esa función. Debo reconocer que eso es una
eventualidad, pueden atravesarse muchas cosas en el camino.
Pero al mismo tiempo, debo tener la disposición de responder
bien al reto.

Estoy en una situación de esas terribles, porque perturbaría
el desempeño en la alcaldía el pensar en otras cosas. Uno
puede terminar haciendo populismo. Ahora debo cuidarme más de
tomar decisiones por evaluación de las consecuencias
políticas.

- ¿Se siente un "outsider"?

- Hasta cierto punto. Lo veo como resultado de una enorme
confianza en la fuerza del conocimiento y en los procesos de
comunicación.

Nunca pensé siquiera que llegaría a alcalde. En 1988 mi gran
ambición era seguir trabajando en el modo que moral y cultura
pueden ser objeto de cambio técnico o deliberado.

Es paradójico, porque no he logrado suscitar debates
importantes en la misma comunidad de filósofos de Colombia,
pero mis conceptualizaciones han sido importantes para labores
de gestión pública.

- En algún momento deberá reafirmarse políticamente, es una
necesidad que le impone el sistema a un candidato
presidencial.

- Creo que en la Alcaldía generamos una corriente de opinión,
más como una oportunidad de tomar distancia frente a los
partidos tradicionales. Conceptualmente, por mi énfasis en la
cultura y la sociedad puede asumir un cambio cultural
consciente, como un proceso impulsado por el Estado.

- ¿Cree liquidados a los partidos tradicionales?

- Los veo débiles y muy necesitados de estudiar lo que está
pasando. Si yo estuviera en un partido tradicional sí vería la
situación oscura y lanzaría un mensaje de que eso debe cambiar
de pies a cabeza. Eso no es redactar un nuevo manifiesto para
cada partido, es poner la trayectoria, los vínculos, en negro
sobre blanco.

Lo mínimo que va a ocurrir, es que va haber competencia
externa sobre los partidos. Lo segundo, es que los partidos
empiecen a ser considerados dinosaurios, especies en vías de
extinción.

- ¿Cómo ve el "Proceso 8000"? A su juicio, ¿cuál es la
situación de Ernesto Samper?

- El asunto es complicado en términos jurídicos, en
credibilidad frente a una buena parte de la sociedad. Hay un
proceso colectivo de indignación frente a algo que en el
pasado no provocaba indignación.

También está el peso de la institución presidencial. En
Colombia aceptar que un presidente está mintiendo es muy
difícil y doloroso.

- ¿En que grupo está usted? ¿Esta a favor o en contra del
presidente?

- Yo tengo un lío. Me cuesta muchísimo trabajo creer que
Samper es ingenuo. Sin embargo, trato de entender como toda la
dinámica lo ha llevado a pensar que lo más conveniente para el
país es sostenerse en una posición cada vez más insostenible.
Es un poco, todo ese argumento de la mentira por razón de
Estado.

- ¿Dónde se ve usted al cabo de unos años?

- Si se adelantan las elecciones como propone el presidente
corro el riesgo de ganarlas. Pero sí, parecería que los hechos
pueden llevarme allá (a la presidencia). Es muy raro porque
uno puede decir: presiento que voy a ser presidente, pero la
gente puede pensar que yo quiero ser presidente. Eso no es
cierto.

Después, Antanas Mockus entra en una extensa reflexión
filosófica para explicar que de una u otra forma se ve acosado
por el destino, que lo quiere llevar a la presidencia.

Un parto prematuro

Al medio día del viernes 12 de abril, cuando se llevó a cabo
la entrevista, el alcalde de Bogotá tenía pendiente todavía el
nombre que debía llevar su hija.

Adriana Córdoba, su esposa de 26 años, había tenido un parto
con problemas la semana anterior. La niña nació a los siete
meses de embarazo y permaneció hasta el sábado 13 de abril en
el hospital.

Antanas Mockus cargaba en el bolsillo una edición de La
Biblia, que en las cinco últimas hojas contenía un listado de
nombres lituanos. De ahí escogería.

Al final se decidió por llamarla Saule, un término que
traducido al español significa sol.

La prematura llegada de Saule al mundo sorprendió al alcalde.
Hace cinco meses, no menos sorprendente fue para Bogotá que el
hombre público más importante de la ciudad contraiga
matrimonio con su novia, que ya tenía tres meses de embarazo.

Quizás la vida pública de Antanas Mockus haya sido de
impresiones. De hechos inesperados. Sus terceras nupcias en la
carpa de Los Hermanos Gasca sorprendió al mundo.

El evento tuvo lugar en los últimos días de enero. El maestro
de ceremonias preparó una boda similar a las que se hacen
cuando se casa algún personaje del circo.

Para Antanas Mockus fue muy emocionante que un rabino y un
sacerdote católico sean testigos de honor del matrimonio
civil.

También le exaltó que el notario permita a los tigres y leones
estar dentro de la jaula durante la ceremonia. Fue, como el
mismo dice, "producir un hecho de verdad en un paraíso de
ilusiones".

Desde su despacho en la Alcaldía Mayor, rememora otros hechos
con algo de orgullo.

La tan publicada ocasión, en que bajo sus pantalones para
responder a una turbia estudiantil mostrando el trasero, tiene
en su perspectiva un sentido maduro y serio.

Según explica, una transgresión a una expectativa cultural,
como bajarse los pantalones cuando se desempeña una
investidura -en ese entonces era rector de la Universidad
Nacional- llenó su ego irreverente.

Ese hecho, ocurrido a inicios de 1994, catapultó su
popularidad y le permitió darse a conocer, cuando era todavía
un académico que llegaba en bicicleta hasta su oficina en la
universidad.

La idea de buscar la alcaldía salió de Gustavo Petro, un ex
combatiente de la guerrilla M-19, que inicialmente le pidió
ser su compañero de lista para las elecciones parlamentarias.

Tras las insistencias, de Petro y de otros amigos, aceptó
postularse para alcalde de Bogotá, forzado por el destino: "en
la universidad prediqué la versatilidad de los egresados. La
alcaldía era aceptar, entonces, la típica función alejada,
inesperada, fuera de mis expectativas, incluso de mis
conocimientos. Sin embargo, yo podía reconocer que buena parte
de los problemas de la ciudad tenían que ver con asuntos de
regulación cultural y legal".

En las elecciones del 30 de octubre de 1994, Antanas Mockus
obtuvo 64 por ciento de los votos, mientras que el candidato
liberal, Enrique Peñalosa, logró el 30 por ciento.

Gustavo Petro, quien gestó toda la aventura, ganó también. El
ex guerrillero fue elegido alcalde de Pasto ese mismo día.

El fenómeno Mockus

- Difícil precisar, inclusive para los mejores analistas, de
dónde proviene el éxito de Antanas Mockus.

- Su gestión ha sido catalogada de "ni muy buena ni muy mala",
pero su imagen se mantiene firme en las encuestas. No tiene
dotes de orador.

No hace populismo. Ni siquiera tiene una clara definición
política de izquierda, derecha o centro.

- Semana, revista colombiana, tiene una buena respuesta: "el
éxito de Mockus no obedece al reconocimiento de su gestión
como alcalde. Es más bien la consecuencia del Proceso 8.000
-el escándalo de los "narcodólares" en la campaña del
presidente Samper-, que lo ha convertido en el símbolo del
rechazo a la clase política tradicional".

- La publicación adhiere una interrogante: "hasta que punto es
lógico que un hombre cuyos principales méritos ante el público
han sido bajarse los pantalones y casarse en una jaula con
leones, sea considerado el hombre clave para salir de la
crisis más grave que ha vivido el país en medio siglo.

- El alcalde de Bogotá ha logrado, sin quererlo siquiera,
inusitada popularidad. Es la imagen de honestidad, de
antipolítica y de rechazo a los partidos tradicionales de
Colombia, lo que le permite avasallar en las encuestas.

- Según los sondeos, en las elecciones doblegaría a todos sus
adversarios.

- En una primera vuelta, alcanzaría aproximadamente el 35 por
ciento de los votos. En la segunda vuelta, sus posibles
rivales -Noemí Sanín, ex canciller colombiana. Alfonso
Valdivieso, fiscal de la Nación. Andrés Pastrana, el candidato
conservador- perderían con al menos un 20 por ciento de los
escrutinios.

- La interrogante es: ¿por cuánto tiempo más podrá seguir
Antanas Mockus a la cabeza de los sondeos? Pero, tal como van
las cosas, será difícil que su imagen se desvanezca.

"Política zanahoria" y otros inventos

Mockus todavía no asimila que las miradas de analistas,
sociólogos y periodistas estén sobre él.

Su gestión en la capital colombiana permitirá apreciar el
éxito o fracaso de un original "outsider", diferente a los
demás.

El alcalde colombiano mantiene su inocencia de antipolítico:
posa orgulloso para una fotografía junto a la zanahoria que
cuelga en su oficina, siente vergüenza cuando los bogotanos se
quejan de su gestión y admite, sin tapujos, que no sabe
motivar anímicamente a su equipo de trabajo.

- ¿Cuál ha sido el efecto de usar símbolos en su gestión?

- Marca un proyecto de sustitución de la fuerza física por el
uso del conocimiento. Obviamente, prefiero la fuerza del
argumento, de la imagen, del símbolo, antes que la fuerza que
provoca 36 mil muertes al año en el país.

La gente en Colombia no tiene medios de comunicación o
expresión pacíficos. Se salta del diálogo a la violencia muy
fácilmente. Por ejemplo, el uso de las tarjeta roja y blanca
crea entre la gente un terreno común. Se reduce la agresividad
al haber mediaciones.

- ¿La política zanahoria?

- Resume la idea de una vida sana, mesurada, sin excesos. No
significa nada vegetariano.

- El alcalde de Quito siguió sus pasos al cerrar los centros
nocturnos más temprano, pero la medida no agrada mucho a la
gente.

- Cuando uno analiza las estadísticas de la ciudad se ve que
es necesario reducir el número de muertes violentas. Por otro
lado, la Policía debía lidiar seis y siete horas en la noche
para controlar los excesos de los borrachos. Entonces, la
medida permite que se intensifique la vigilancia en menos
horas.

Luego han aparecido otras relaciones. El alcohol y la
violencia al interior de la familia son hechos concordantes.
El consumo de alcohol también afecta a los ingresos. Para
alguna gente esto puede ser un alivio en sus condiciones
económicas hogareñas. Tienen algo más de centavos para cubrir
sus necesidades. Después de todo eso, la medida termina siendo
muy razonable.

- Se lo ha visto montar bicicleta para promocionar el uso de
las ciclovías, ¿tiene buen efecto esa política?

- Sí. Hay una cercanía con la ciudadanía en términos
comunicativos. Además es bonito: a uno de le dicen "que hubo,
yo voté por usted. Mire, no ha hecho esto. A trabajar".

- ¿Ha tomado en cuenta para realizar su labor, que la vista de
políticos y analistas está sobre usted?

- A veces hasta dramáticamente se me olvida. Incluso no estoy
seguro de que mi equipo tiene la percepción de que estamos
ante una innovación bonita. Es decir, valiosa y relevante,
incluso internacionalmente.

Puede ser que ahora esté siendo injusto con mis colaboradores
porque nunca hablamos de eso. Las reuniones son más bien
hoscas, de reclamo. Me falta entusiasmarlos más. Algo de
narcisismo de equipo, que podría ser sano.

- Con el mayor respeto, ¿qué les dice a los bogotanos que lo
creen loco?

- Pues, ellos (son) más locos porque me eligieron. (Diario
HOY) (6-7 A)
EXPLORED
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