Quito (Ecuador). 21 abr 96. "¿Y qué pasa si uno se pierde
aquí? ¿Se sube a un árbol para que no le piquen las
serpientes? ¿Busca la orilla del río para salvarse de los
pumas? ¿O mejor se aleja para que no le coma un caimán o le
muerda una piraña?", preguntó el soprendido turista al guía
naturalista del Flotel Orellana.

"¿Es mejor quedarse quieto o comenzar a gritar?", insistió,
mientras se aseguraba de no moverse ni un centímetro fuera del
sendero de madera construido en algún lugar del bosque
inundado.

Le habían dicho que era impresionante. Que una aventura en la
selva amazónica no era un juego de niños. Sabía -gracias al
"Manual del Pasajero del Flotel"- que estaba a punto de
internarse en la selva tropical más grande del mundo.

Pero aún así, y con todas esas advertencias encima, la
respuesta del guía naturalista -ese hombre menudo y ágil del
que le dijeron dependía su suerte en la selva tropical- le
dejó mudo: "si uno se pierde aquí, mejor se pone a rezar"...

Verde

La "Aventura Amazónica en la Reserva de Producción Faunística
del Cuyabeno", como la gente de Metropolitan Touring le ha
puesto de título a esos cuatro días de convivencia entre la
primitiva llamada de la selva y el lujo de las atenciones de
un crucero sobre el río Aguarico -uno de los principales
afluentes del Amazonas- son, en realidad, toda una aventura.

El centro de la visita es la Reserva Faunística Cuyabeno, un
paraíso natural, localizado en la provincia de Sucumbíos, al
nor-este del país.

655 mil hectáreas de selva virgen -firme e inundada-
constituyen la reserva enclavada en ese 2% de la llanura
amazónica de Latinoamérica que le pertenece al Ecuador.

Se trata de un área en la que la biodiversidad -la palabra
preferida de los ecologistas- se muestra en toda su expresión.
Plantas, animales y microorganismos, una multitud de formas de
vida, que en el bosque tropical son mayores y más diversas que
en cualquier otro ecosistema.

¿Pruebas? Aproximadamente un tercio de las mil 800 especies
que existen en la selva tropical están en el Cuyabeno.
Papagayos escarlatas, azules y amarillos, pericos que asoman
sus cabezas por los agujeros de los troncos de los árboles,
gallinazos y gavilanes, "príncipes del reino" del gran águila
arpía; monos que saltan graciosos de un árbol al otro y que
solo un ojo -o un oído- nativo puede detectar en la selva
enmarañada.

Además, 250 especies de árboles por hectárea, el zumbido o el
silbido de un millón de insectos, mariposas de todos los
colores y más de 100 especies de mamíferos que recorren la
selva y los ríos. Caimanes, anacondas, 300 especies de peces
-incluida la temida piraña y el desprestigiado bagre- osos
hormigueros, armadillos, pumas, jaguares, tapires. Insectos,
ranas y pequeños animales "maestros en el camuflaje", que
usted solo podrá ver si tiene mucha suerte y una gran
capacidad para dominar su sorpresa y permanecer callado
durante sus recorridos por la selva.

Ecológicos

La Reserva del Cuyabeno -el dato se encargan de recordarlo los
guías del Flotel cada vez que a usted se le olvida- es una de
las siete áreas de la selva amazónica que sobrevivieron a la
Edad de Hielo y que sirvió para repoblar la selva, que se
regeneró con plantas y animales que evolucionaron en
aislamiento y se convirtieron en "nuevas, únicas o endémicas",
en esta zona.

Mantenerla es la consigna. Y para ello, "ecoturismo" es la
palabra mágica: una forma válida de uso de la tierra y
generar, al mismo tiempo, ingresos significativos de divisas y
la posibilidad de abrir las puertas de un paraíso natural,
asegurándose de que éste sufra el menor impacto ecológico
posible.

Hay solo un detalle: si a usted la cansa el verde, ni se le
ocurra embarcarse en esta aventura, pues la moraleja ecológica
no lo dejará libre ni siquiera en los juegos de mesa.

Turismo con la población local

"Cualquier visita a la región amazónica que no tome en cuenta
a la población indígena dará una visión incompleta de la
realidad", le dicen al turista en el Flotel Orellana.

Por eso -gracias a un acuerdo con la comunidad cofán de
Zábalo, ubicada a orillas del Aguarico- lo llevan a conocer
la selva, "a través de los ojos de un nativo cofán".

Pero... como parte de la "filosofía ecoturística" , no le
dejan tomar fotos ni introducir brucamente toda su curiosidad
occidental en la vida de los indígenas: el nativo cofán no lo
guiará por su comunidad, sino por una aldea especialmente
prefabricada para turistas, reproducción exacta de la
original.

Allí, el guía cofán le introducirá a los secretos de la selva.
Le describirá los usos medicinales de las plantas (el 75% de
los fármacos hechos a base de plantas se descubrieron gracias
a sus conocimientos) y le mostrará -en una mezcla de español
con su idioma nativo- la forma en que a aprendido a convivir
con su entorno natural.

De lo que no le hablará, pero que usted debe saber, es que su
sobrevivencia en su propio jardín, ha sido cada vez más
difícil: se calcula que en este siglo han desaparecido más de
90 tribus amazónicas. ¿las causas? Entre otras, bombardeos,
envenenamientos o tiroteos y la introducción de enfermedades
como la tuberculosis, la gripe o la viruela, que, pese a todos
sus conocimientos (los indios de la selva amazónica utilizan
más de 1 300 plantas como medicamentos) ellos no estaban
preparados para enfrentar.

La muerte ha llegado allí, muchas veces de la mano de la
civilización. Según un estudio de bosques tropicales de
Metropolitan Touring, las políticas de colonización y de
desarrollo sin consideraciones ambientales ni planificación ha
contribuido a diezmar la población nativa.

Por eso, lo máximo que usted podrá hacer, en este viaje, es
visitar es esa minialdea, copiada de la original o llevarse
como recuerdo una artesanía -una peinilla cofán, por ejemplo-
que los nativos le venden con gusto a cualquier curioso
occidental. (Diario HOY) (8A)
EXPLORED
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