Guayaquil. 15.03.94. Ningún órgano en el ser humano cumple tantas y tan
variadas funciones como el hígado. El corazón bombea la sangre.
El pulmón, aunque posee otras actividades no respiratorias, es
básicamente su oxigenador. El riñón, además de intervenir en el
control de la presión arterial, se encarga de filtrar y excretar
ciertos deshechos. Pero el hígado es multifacético. Interviene en
el metabolismo de alimentos y drogas. Es tan deficiente para
inactivar o alterar la mayoría de medicamentos que a fin de
lograr efectos inmediatos se evita administrarlos por la vía oral
que conduce al hígado, a favor de otras vías como la trasdérmica
con el uso de parches, la intravenosa, la rectal o la sublingual,
vías que inicialmente lo evaden. Interviene además en la
fabricación de factores de la coagulación sanguínea, y funciona
también como acumulador de glucógeno, un azúcar de depósito
liberado como combustible de emergencia en períodos de
iniciación.

Es pieza clave en la fabricación de albúmina, la proteína
sanguínea más importante. Gracias, en parte, a la albúmina
hepática que actúa como "imen", por así decirlo, los líquidos
intravasculares permanecen dentro de los vasos capilares y no
escapan para producir edema o hinchazón.

El hígado es el encargado de solucionar el serio problema que
sobreviene cuando ingerimos grasas. Todos sabemos que el agua (el
ser humano es 70% agua) y el aceite -o grasas- no se mezclan. Es
el hígado el encargado de fabricar proteínas transportadoras que,
al igual que "grasas biológicas" hacen posible el tráfico
intravascular de las grasas de la dieta a través de los distintos
tejidos en donde se las necesita como combustible.

También interviene en el metabolismo del colesterol, que además
de ser elemento esencial de las membranas biológicas, y pese a su
mala fama cardiovascular, es el bondadoso precursor de las
hormonas sexuales que mantinen estable nuestra identidad sexual
física y emocional. Por todo esto, el ser humano debiera evitar
dañar su hígado con exceso de bebidas alcohólicas. Sin embargo...

Hígado y Cirrosis

Mucha gente no lo ve así, pero alcohol es una droga. A diferencia de las
otras, como la cacaína o la marihuana, es una droga legal. Además, su
consumo es socialmente aceptable.

Y en el Ecuador da laimpresión que su abuso es un comportamiento
cultural mucho más que tolerable, pues es visto como una
manifestación varonil, una respuesta lógica, casi terapeútica,
del hombre macho que bebe porque sufre. Lo cierto es que el
consumo excesivo de alcohol eventualmente conducirá, inicialmente
a la inflamación hepática, luego a una cicatrización generalizada
o cirrosis.

Las implicaciones son enormes por las múltiples funciones
hepáticas comprometidas. Lo más serio es que para muchos
alcohólicos cirróticos, pese a que ya han ingresado al hospital
por su problema, los estragos a su salud y los desagradables
síntomas no bastan para convencerlos de dejar de beber, pues
además de su cirrosis tienen otra enfermedad: su alcoholismo.

Llegar a ser cirrótico alcohólico es cuestión de tenacidad.
Aunque se han reportado casos súbitos aislados de cirrosis en
menores de 20 años, algunos expertos dicen que se presenta luego
de beber un promedio de dos vasos de whisky diario durante un
período de 10 a 15 años. Otros piensan que el riesgo aumenta si
se consume más de medio vaso de alcohol por día.

Los cirróticos, en efecto, consumen tal cantidad de alcohol que
verdaderamente sustituyen las calorías normales de la dieta
diaria por aquellas proporcionadas por la bebida. El resultado:
desnutrición. El problema es que además de funcionar el alcohol
como un "alimento desnutrivo", actúa simultáneamente como toxina
hepática. Así se explica la cirrosis. Este hígado atacado por
dosis constantes y masivas de alcohol es lesionado
progresivamente. Como respuesta el tejido hepático, de manera
similar como sucede en cualquier herida superficial, se repara.
Esta reparación conduce a una cicatrización cada vez mayor, que
progresivamente resta tejido funcional al órgano. En medicina
esto se llama fibrosis.

De allí a la cirrosis solamente es cuestión de más alcohol y de
tiempo. De continuar con el consumo, en este hígado mayormente
cicatrizado y poco funcional se comienzan a reproducir las
células hepáticas o hepatocitos, en un último y heroica esfuerzo
por retomar su función. Este crecimiento -un nido de hepatocitos
rodeado por un cinturón de tejido fibroso cicatricial- eplica el
aspecto nodular del hígado portador de cirrosis.

Y SUBE LA BILIRRUBINA

En una miniría de bebedores crónicos, sin embargo, los primeros
síntomas aparecen más temprano que tarde. En ellos se produce un
cuadro sintomático agudo debido a su hepatitis alcohólica, con
agrandamiento doloroso del hígado, fiebre, aumento de glóbulos
blancos como respuesta a la inflamación e incremento anormal de la
bilirrubina, un pigmento producto del metabolismo de los glóbulos
rojos que el hígado enfermo no puede ahora manejar.

Aunque entre el 10 al 40% de los casos fallecen, para los
sobrevivientes pre-cirróticos este estadio inflamatorio es tal
vez la última oportunidad para suspender la bebida y salvar su
vida; la mitad, sin embargo, incluso si dejaran el alcohol, la
cirrosis sobreviene, y aparecen signos típicos: enrojecimiento
de las palmas, alteraciones de la coagulación, crecimiento
anormal del bazo, la acumulación de líquido en la cavidad
abdominal o ascitis debido a la reducción de la albúmina a veces
hasta menos de la mitad de lo normal, y que da al abdomen durante
el embarazo. En casos excepcionales, la bilirrubina puede subir a
cifras 40 veces mayor que la normal, dando al paciente un intenso
color amarillo y un prurito insoportable.

A medida que la cirrosis franca progresa, frecuentemente asociada
a la contínua ingesta alcohólica y pésima nutrición, el paciente
pierde masa muscular predominante en: cara, cuello y extremidades
superiores, pues el organismo comienza a canibalizar sus propias
proteínas musculares en desesperado afán de continuar
funcionando. Paradójicamente, algunos cirróticos desnutridos no
pierden peso debido a que su retención de líquido abdominal
equilibra lo perdido en grasa o masa muscular.

Buena parte de la circulación venosa, desde extremidades
inferiores y abdomen, debe normalmente atravesar el hígado en su
camino al corazón. Pero el hígado enfermo, lleno de nódulos
cirróticos y cicatrices ofrece una mayor resistencia. Por ello se
desarrolla la llamada circulación colateral, que se manifiesta,
por ejemplo, con la visualización de las venas alrededor del
ombligo, pues la sangre que retoma enfrenta una especie de
represa hepática .

Este "embalse de sangre" dilata a estas venas secundarias
haciéndolas visibles, pues están soportando ahora elevadas
presiones. Esta hipertensión suele reflejarse en las venas del
esófago dando lugar a várices esofágicas. Si éstas se rompen,
como suele suceder en los cirróticos, se produce un sangrado
masivo frecuentemente fatal. Y en aquellos cirróticos que son
vomitadores crónicos puede producirse la ruptura por desgarro del
esófago, debido a las altas y repetidas presiones ejercidas sobre
éste durante el esfuerzo del vómito.

ATROFIA TESTICULAR. Ya que las sustancias precursoras de los
estrógenos u hormonas femeninas -que existen incluso en los
hombres- no son desactivadas por el hígado enfermo, se produce el
crecimiento anormal y doloroso de las mamas, atrofia testicular y
pérdida del vello corporal. Las mujeres, aunque son minoría,
presentan igualmente signos de masculinización e irregularidades
menstruales.

La muerte por cirrosis se produce debido a la insuficiencia
hepática. Alteraciones renales severas complican el cuadro. Desde
el inicio de la cirrosis franca transcurren entre de 3 a 5 años
hasta la muerte. El mejor y más comprobado tratamiento: dejar de
beber, algo muy difícil para un alcohólico reincidente y no
colaborador. Las "únicas buenas noticias": no todos los
alcohólicos terminan cirróticos, sino entre un 15 a 20%,
aproximadamente uno de cada cinco. Tal vez haya que brindar por
eso. O tal vez no.

CIRROSIS, CANCER Y TRANSPLANTES

Aunque el término cirrosis es asociado comunmente con el hígado,
en realidad esta puede ocurrir en cualquier órgano sólido. Y si
bien el acohol es la causa más común de cirrosis hepática,
también la producen la hepatitis crónica que se contagia, como el
SIDA, por transfusiones sanguíneas y relaciones sexuales; el uso
de ciertos medicamentos; las obstrucciones de las vías biliares;
la insuficiencia cardíaca crónica; incluso, puede presentarse en
niños con trastornos del metabolismo del hierro o del cobre.

Según la experiencia del especialista en hígado y vías biliares,
doctor Francisco Mendoza, "en la consulta hospitalaria es más
común la cirrosis alcohólica, mientras en la práctica privada la
más frecuentes es de causa desconocida. Con el mejor manejo
posible, un paciente con cirrosis alcohólica puede permanecer
estable por varios años, siempre y cuando se alimente bien y no
vualva a ingerir alcohol".

De acuerdo al doctor Juan Diego Peña, gastroenterólogo de la
Clínica Kennedy, en Guayaquil. Si la cirrosis es leve y su causa
puede eliminarse, por ejemplo el consumo excesivo de alcohol, el
paciente requiere un control médico mensual. El paciente puede
continuar su tren de vida diaria y trabajar normalmente; pero si
vuelve a beber, su cirrosis se agravará y necesitará
hospitalización".

A medida que la cirrosis evoluciona, aumento la probabilidad de
convertirse, hasta 10 años después, en cáncer, sobre otodo si su
origen fue una hepatitis viral que se hizo crónica.

Para el doctor Juan Tanca Campuzano, jefe del Servicio de
Gastroenterología del Hospital Oncológico Nacional de SOLCA, en
Guayaquil, "eneste caso se practica anualmente una ecosonografía
abdominal y la medición en sangre de una sustancia indicadora de
la presencia y crecimiento tumoral. En un cirrótico alcohólico en
cambio, es más impotante vigilar los indicadores de su función
hepática, como enzimas, factores de coagulación y niveles de
proteínas".

Aunque de precio prohibitivos, la solución definitiva para un
hígado cirrótico es el transplante, que se lo practica
virtualmente son límite de edad, pero bajo estrictos criterios
selectivos. El primer transplante de hígado se realizó en 1963 en
Denver y el paciente sobrevivió menos de un mes. Actualmente el
70% de los niños trasnplantados sobrevive 5 años. A pesar de
estos buenos pronósticos, los resultados de transplantes por daño
alcohólico y por lesión posterior a una hepatitis viral son
desalentadores. Y ni qué decir del precio. Un nuevo hígado
transplantado cuesta cerca de cien mil dólares.

* Texto tomado de Revista Vistazo N§ 637 (P. 67 a 71)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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