Quito. 16. 08. 90. El presidente Bush lo ha comparado con
Hitler, Newsweek tituló uno de sus reportajes especiales sobre
Saddam Hussein "El matón de Bagdad". "El País" le endilga el
calificativo de "Megalómano irquí". La prensa occidental ha
utilizado los más duros epítetos para ese hombre que tuvo una
infancia de mendigo y hoy está a la cabeza de un poderosos
ejército y mantiene en jaque a todo el mundo ante la
posibilidad de una guerra de pesadilla. "Saddam, daremos
nuestra sangre por ti", cantan los niños iraquíes. "Tú eres el
ancla y la esperanza de los débiles y humildes", dice de
Husseim algún periódico de Bagdad.

Aunque dudemos que los nombres definen a las personas, debemos
aceptar que el de Saddam le sienta como anillo al dedo. Saddam
quiere decir "el que se enfrenta".

En su obstinado enfrentamiento con el mundo, la personalidad
más auténtica de Saddam Hussein podría ser un elemento
impredecible para los estrategas del Pentágono que dirigen la
imponente concentración de tropas entre los insoportables
calores del desierto de Arabia Saudita y ordenan el trayecto
de los portaviones desplegados en la región del Golfo y de
los aviones y aeronaves en otros países de la zona. El
presidente iraquí se considera a sí mismo como un heredero de
Nabucodonosor II, el emperador de Babilonia. Y es sueño suyo ,
según se ha repetido, el convertirse en un líder del mundo
pan-árabe, una suerte de Gamal Abel Nasser.

Como una de las pruebas de la ambición de Saddam Hussein se
menciona sus multimillonarios proyectos de reconstrucicón de
Babilonia. Después de terminada la guerra con Irán, ordenó
reedificar murallas y palacios y los famosos jardines
colgantes de Babilonia, una de la siete maravillas del mundo.
En el museo de la nueva ciudad ha decidido colocar un busto
de él mismo, Saddan, -el que se enfrenta - junto a la imagen
de Nabocodonosor. Esta Disneylandia sin ratón Mickey", como
lo calificara algún arquéologo occidental, puede revelar no
sólo la imagen de su mentor sino sus ambiciones políticas.
Nabucodonosor expandió su reinó y dominó sobre un vasto
territorio que comprende los modernos Irak, Kuwait, Líbano
Siria, Jordania e Israel. Cuenta la historia que
Nabucodonosor, acosado por un sueño que había olvidado,
amenazó a los sabios y magos caldeos a que dijeran cuál
había sido aquel sueño y declararan su significado. Nadie
puede conocer el secreto sueño de los mortales, replicaron
ellos. De Saddam Husseim se podría afirmar algo parecido. Una
oscura franja de incertidumbre cubre las ambiciones y más
secretos sueños de este hombre. Aunque el fondo real de
sueños y ambiciones de Hussein no sean del todo conocido ,
sabemos muy bien la rígida violencia con la cual ha gobernado
su país, ordenando ejecutar a sus oponentes , atropellando
los derechos humanos e imponiéndose por el terror y la
violencia, o con la utilización de torturas y deportaciones,
convertirse en amo y señor de su país.

Pero este hombre tan denostado que se enfrenta a Occidente, es
un poco una suerte de Frankestein creado por las propias
potencias industriales que hoy lo cercan. Durante los 8 años
de guerra con Irán, el ejército iraquí fue aprovisionado por
las fábricas de armas de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros
países del primer mundo. No sólo se convirtió ese ejército
en la fuerza más temible y mayor de la de todas las naciones
árabes juntas, sino que se hizo de un arsenal de armas
biológicas temiebles y está en camino de poseer su propia
bomba atómica.

Pero Saddam tiene otra arma poderosa y la ha utilizado ya:
esa arma, también impredecible como los sueños del propio
Saddam, es la religión. Según dice el Corán, "Las fatigas de
la guerra son más meritorias que el ayuno, las plegarias y las
demás prácticas religiosas. Los bravos caídos en el campo de
batalla son mirados en el paraíso como mártires".

Una vez más resuena la convocatoria a la guerra santa. Saddam
Hussein, para convertirse en cabeza del mundo árabe, cuenta
con esta arma poderosa que, junto a los calores y las arenas
del desierto, podría enfrentar con éxito las armas
computarizadas de los soldados norteamericanos.

Los Emiratos del Golfo

Nuestro conocimiento del Oriente Medio es excesivamente
general. Ante la sola mención de algunos nombres de esa
desconocida geografía, imaginamos de inmediato "Las mil y una
noches", y, por supuesto, con la historia de nuestros días,
los refinados caprichos de los mayores productores de
petróleo. Creo que la primera vez que yo vi a un jeque de
carne y hueso fue en Marbella. El turbante impecable hacía
más cetrino su rostro sombrío que aumentaba el brillo de los
ojos extrañamente intensos; iba seguido por un grupo de
acompañantes bulliciosos, con parecidos rostros y atuendos.
Millonarios como ése eran dueños de los yates en Puerto Banús
y Fuengirola y los Rolls-Royce que rodaban de improviso por
las calles luminosas de Torremolinos y las tranquilas y
fragantes de Ronda.

Cuando el jueves 2 de agosto último, los tanques del ejército
iraquí cruzaron fácilmente la autopsia entre Bagdad y Kuwait
City, el jeque Yaber al Ajmad al Yaber al Sabah escapó en un
helicóptero a la vecina Arabia Saudita. (A pesar de las fotos
que difunde la prensa, me lo imagino, con la misma pinta del
que vi en Marbella) Saddam Hussein había invadido el pequeño y
rico emirato. Pocos días más tarde lo anexaba a Irak.

Se había prendido la mecha de un conflicto que puede hacer
explotar una pesadillesca carga explosiva con peligro para
todo el mundo y que, como se ve hasta el momento, parece que
seguirá encendida y amenazante por tiempo todavía indefinido.
La población de Kuwait tiene hoy algo más de 2 millones de
habitantes, 40% de los cuales son Kuwaitíes y el resto
trabajadores de otros lugares del mundo árabe y, también,
europeos y norteamericanos. Antes de convertirse en millonario
reino petrolero, Kuwait no sobrepasaba el parvo comercio de
los beduinos nómadas, viajeros del desierto, y las gentes
dedicadas al pastoreo y a una agricultura de subsistencia.
Medio siglo atrás comenzó otra historia para ese emirato
cuando se descubrieron en sus entrañas pozos de petróleo con
un 15% de la reserva mundial del codiciado oro negro. Como
dice Fernando Scwartz, en "El País", "esas pequeñas
colectividades que habían malvivido en el desierto se vieron
repentinamente inundadas de riqueza sin cuento. De un solo
golpe, en una sola generación, fueron propulsadas de la Edad
Media al siglo XXI...

Del camello al Cadillac, del céntimo al billón, del barco de
madera al jumbo, del Corán a Wall Street"La dinastía de los al
Sabah ha gobernado Kuwait por dos siglos. Antes, podía
hacerlo bajo los hábitos paternalistas de quien mandaba sobre
la tribu. Con la riqueza petrolera, sin embargo, tuvo que
entrar el gobierno al gran mundo de las finanzas. La Oficina
Kuwaiti de Inversiones, con astronómicos capitales regados por
diversas poderosas compañías en Occidente, exige una
administración bastante diversa a la del pater familias. Las
exigencias del capital se traducen en apreciables
complejidades. Ese tránsito entre dos mundos absolutamente
distintos provoca conflictos políticos, culturales,
religiosos. El jefe del clan primitivo tiene que enfrentar la
administración de una sociedad súbitamente "modernizada". Las
rígidas exigencias del Islam chocan con las nuevas costumbres
alentadas por las astronómicas sumas de dinero que manejan los
jeques. Todo esa riqueza de emiratos y jeques caprichosos y
lejanos, que favorece unas formas de vida ajenas a la
tradición debe ser vista con rechazo por los ojos
auténticamente musulmanes. Esa riqueza humillante en manos de
clanes familiares es un peligro real y no un engañoso
espejismo del desierto. Además, según apunta un comentarista,
"la fabulosa riqueza del petróleo se utilizó para enriquecer a
las familias reinantes en lugar de apoyar a las naciones
árabes enfrentadas con Israel". He aquí algunos otros
elementos del conflicto en el Golfo Pérsico que pueden ayudar
a descifrar los sueños de Saddan Hussein, el que se enfrenta.
(C-2).
EXPLORED
en Autor: Diego Araujo - [email protected] Ciudad Quito

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