Cuenca. 14.04.91. Tardío y todo, el proceso de modernización
ha sido particularmente rápido en nuestro país. Hasta la
primera mitad del siglo veinte, el Ecuador fue una sociedad
fundamentalmente rural, pues hasta 1950 sólo el 28% de su
población vivía en ciudades, casi todas de menos de 50.000
habitantes. El enraizamiento de un modo de producir
diferente, al inicio de una sociedad y una cultura urbanas,
aparece recién en la época que se conoce como la del "auge
bananero": a lo largo de uno de los más extensos períodos de
estabilidad democrática que ha vivido el país, entre 1948 y
1963, el Ecuador construye y desarrolla los elementos
económicos, ideológicos, políticos y culturales que le
permitirán, en la década siguiente, acceder -para bien o para
mal- a la sociedad moderna.

El Azuay no fue una excepción: "comarca de labriegos, tierra
de aquella indiada buena y olediza a chaparro" como la
idealizó la ideología gamonal. Cuenca, a inicios de los
cincuenta, en su faz dominante, conservaba la misma sociedad
que se había constituido en los tiempos coloniales y que se
había consolidado en los primeros años de la república. Por
encima de los estamentos populares, jerárquicamente
organizados, se levantaba el viejo poder señorial de los
viejos linajes, en realidad un cofradía de apellidos que se
enumeraban en las lecciones escolares y en los festejos de los
aniversarios patrios.

Pero esta sociedad llegaba a su fin bajo el contradictorio
impulso de la crisis y la modernización. Las provincias del
Azuay y Cañar, afectadas por la crisis de la exportación de
sombreros de paja toquilla, se encontraban en una profunda
recesión económica que planteaba una reconversión de las
actividades productivas. Una clase empresarial, asentada
principalmente en Cuenca, comenzó a actuar agresivamente en
los negocios, en la manufactura y en la circulación económica;
además emprendió un persistente esfuerzo para romper el
aislamiento de la región a través de la presión al gobierno
para que abriera carreteras a la costa (la Durán-Tambo y la
Girón-Pasaje) y para establecer un incipiente "campo de aviación".

Bajo el lema de Cuenca, capital industrial del Ecuador -que
todos los días difundían "Ondas Azuayas" y "La voz del
Tomebamba"- consiguió que se dictara la primera ley de
protección industrial y constituyó el Instituto de
Recuperación Económica del Azuay y Cañar (actual CREA), con la
finalidad de programar la explotación de sombreros en este
periodo de aguda crisis, a la vez que reconvertir la inversión
hacia nuevas actividades productivas.La burguesía cuencana
logró elaborar una coherente ideología de la moernización: se
extendieron los principios de la planificación, se delinearon
las bases de una política de industrialiación y se creó un
marco protector fundamentado en el frontal ataque al
"centralismo absorbente" como una de las causas básicas del
atraso económico regional.

Pero no solo fue ideología: el Municipio de Cuenca impulsó la
construcción de una central hidroeléctrica; el Instituto de
Recuperación Económica elaboró el "Plan Azuay-Cañar" que
comenzó por intervenir en el mercado de sombreros pero que
perseguía también encauzar las actividades agropecuarias hacia
relaciones plenamente modernas; en fin, se fomentó la cría de
truchas y la avicultura. Y, lo que fue decisivo para el
despegue capitalista, se dieron los primeros pasos para el
desarollo de la industria del caucho, de la madera, del
cemento y de la cerámica.

El proyecto modernizador se desplegó también en la cultura y
particularmente en la educación. La Universidad de Cuenca,
bajo el largo rectorado de Carlos Cueva, se convirtió en
puntal del proceso de modernización. Comenzó por el campo
filosófico y cultural al reinaugurar, en 1952, la Facultad de
Filosofía y Letras, centro en el que se procesaría la
ideología de la moernidad para ser difundida en todos los
ámbitos de elaboración de la cultura en la región. La
creación artística, la discusión filosófica, la educación
media, los medios de comunicación y en fin, toda la producción
cultural del período tuvo en la Facultad de Filosofía el
centro irradiador de un pensamiento moderno.

La ideología de la industrialización y de transformación del
aparato productivo tradicional encontró también inmediata
respuesta en la Universidad, pues en un período corto se
crearon las principales carreras y especializaciones que
impulsarían la transformación económica y social de la región:
la escuela de Química Industrial en 1953, en 1957 la Facultad
de Odontología, en 1958 la escuela de Arquitectura y Urbanismo
y en 1960 la escuela de Ciencias Económicas.

La diversificación económica y la transformación cultural se
expresaron en un pensamiento crítico que pugnó por superar la
dimensión provinciana de la ciudad, marcada por los años de
aislamiento, estancada en un estilo de vida tradicional que se
reflejaba en las costumbres cotidianas, en la inacabable
repetición de lo mismo, en la ausencia de un espíritu
imaginativo y renovador en sus habitantes, en la vieja
arquitectura de sus parques, plazas y casas.

La ideología de la modernización se volvió proyecto político
en sus propuestas de desarrollo industrial, de democratización
social y de mayor participación política, en tenaz
enfrentamiento con la terca persistencia de lo tradicional.

En la década de los cincuenta se desató en Cuenca una aguda
confrontación político-ideológica (analizada en extenso en un
trabajo publicado hace algunos años, escrito en colaboración
con Claudio Cordero) en la que observamos la existencia de por
lo menos tres corrientes de pensamiento contrapuestas en el período.

La ideología tradicional era aún dominante como forma de
cohesión social. En largos años de dominación de un bloque
agrario y exportador se había impuesto una visión del mundo
que aseguraba el consenso de las grandes masas de la población
azuaya y cañari.

La ideología de la tradición era constantemente reproducida
por intelectuales que mantenían los mitos del paisaje, de la
religiosidad, de la inteligencia privilegiada de los hombres
de la "Atenas", de sus virtudes caballerescas y señoriales.
Estos intelectuales disponían de sus medios propios de
expresión en círculos cerrados, sus fiestas de la lira, sus
torneos mariales, su Partido Conservador como medio de acción
política.

Una nueva ideología se desarrolló en los inicios de la
segunda mitad de siglo en Cuenca que corresponde, en sentido
estricto, a la concepción modernizadora con su contenido
industrializante y renovador de la sociedad. Desvinculada
totalmente de los intereses de terratenientes y de los
exportadores de sombreros, surge una nueva intelectualidad que
elabora una ideología de recambio, de apaertura al mundo del
trabajo industrial y a la cultura capitalista universal.

Sin embargo, este grupo de ideólogos, desde el punto de vista
político, continuaba batallando con el viejo liberalismo y su
cultura positivista, y encontraba en el socialismo, en las
concepciones colectivistas y en el materialismo a su principal
enemigo. Su acción intelectual y política traducía un
esfuerzo modernizador en su amplio sentido: consideraba al
sector tradicional incapaz de dirigir el proceso de
modernización de la región austral, y le exigía plegarse a la
acción de una nueva burguesía, con vehementes exhortaciones a
un cambio de mentalidad, a una secularización más real, a un
espíritu más audaz y renovador.

En el fondo, expresaban un menosprecio por la democracia de
masas, propugnando una "democracia de la inteligencia" y un
proyecto cultural elitista. Si bien no tuvo una expresión
política partidista, en su seno se formarían los principales
dirigentes políticos que actuarían, en las décadas
posteriores, en lo que se ha denominado el centro político.

En la disputa político-ideológica de comienzos de los
cincuenta, toma cuerpo otro proyecto de modernización social
en total ruptura con el pasado. Tuvo su expresión en la
Universidad de Cuenca y en el período "La Escoba", y algunos
de sus intelectuales militaron también en el Partido Socialista.

A partir de una acerba crítica a los motivos de la tradición y
a las costumbres sociales de su tiempo, estos intelectuales
sacaron a flote las contradicciones de un período de
transición, en una actitud abiertamente polémica que se
desplegaba a través de un incisivo humorismo. Ridiculizaban
la obligación de ser poetas y literatos -que la tradición
parecía imponer a todos los cuencanos-, los torneos mariales
auspiciados por la Universidad, el restacuero mito histórico
sobre los orígenes "españolísimos" de nuestra cultura que
había creado la aristrocracia dominante. Y revalorizaban, en
un acto de profunda irreverencia, los valores de la cultura
popular, al mismo tiempo que actuaban como agentes de
trasmisión de los valores de un mundo burgués, que eran aún
mirados con recelo e incomprensión.

Crearon así un nuevo gusto para la sociedad cuencana y lo
difundieron en un grupo social muy reciente: sus sectores
medios. Con ellos, la cultura comenzó a bajar del artificial
"parnaso", perdió sus forzados moldes grecorrománicos, su
afrancesamiento decimonónico, y llegó a las masas, en un tono
más acorde con las exigencias de una sociedad que se
modernizaba, que crecía en forma intensa, si se la compara con
la situación de estancamiento inmediatamente anterior y que ya
duraba varias décadas.

De aquí surgirían los dirigentes y militantes de los
posteriores partidos de izquierda y centro izquierda y los
intelectuales orgánicos de la nueva ideología regional. (C-1)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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