LA ULTIMA INSURRECCION, por Oswaldo Hurtado
Guayaquil. 04.03.91. (Opinión) Paulatinamente, desde mediados
del presente siglo, las movilizaciones indÃgenas fueron
adquiriendo un carácter diferente del que tuvieron los
levantamientos. Organizados en cooperativas o en comunas,
mediante acciones pacÃficas de carácter jurÃdico-polÃtico, los
indios buscaron obtener la expropiación de tierras valiéndose
de las instituciones creadas por la Ley de reforma Agraria
expedida en 1964. En otros casos, a través de los sindicatos
que conformaron, recurrieron a las normas del Código del
Trabajo para conseguir mejoras salariales o reivindicaciones
sociales.
Estas luchas indÃgenas contemporáneas también se
diferenciaron en otros órdenes. Participaron en elllas
únicamente los trabajadores de una hacienda determinada, no
perturbaron el orden público nacional, estuvieron dirigidas
por abogados y dirigentes sindicales de extracición urbana, no
recurrieron a la fuerza de las armas y, en general,
consiguieron que se reconocieran sus demandas económicas y
sociales.
Acostumbrada la sociedad y el sistema polÃtico a este nuevo
estilo de lucha del campesinado indÃgena, la insurrección de
junio del año pasado tomó por sorpresa a todos. La
preocupación fue mayor cuando el levantameinto alcanzó una
extensión geográfica y una dimensión polÃtica nunca logradas
antes por un movimiento de esta naturaleza en los siglos de la
colonia y la República, pues se extendió a casi todas las
localidades habitadas por indÃgenas en la sierra y en la
amazonÃa.
A diferencia de las insurrecciones de antaño, que siempre
fueron reacciones espontáneas y desesperadas sin objetivos
polÃticos precisos, excepto el difuso deseo de liquidar la
explotación blanco-mestiza, la última fue preparada y
organizada con minuciosidad, conducida con habiliadad polÃtica
y orientada al logro de fines especÃficos. Los medios de los
que se valieron sus dirigentes fueron los que suelen usar en
los paros y huelgas y en general en sus protestas, el
movimiento sindical, las cámaras de la producción o gremios
profesionales.
¿Por qué, después de tantos años, fue posible un levantamiento
indÃgena de tanta envergadura? Probablemente dos son las
causas que lo explican. En primer lugar el progreso alcanzado
por el indigenado como consecuencia de la abolición de las
formas de trabajo precario, especialmente del huasipungo, y de
la extensión de la alfabetización y de la educación rural,
gracias a lo cual los indios mejoraron sus niveles de vida y
pudieron adquirir los medios necesarios para emprender
acciones polÃticas. En segundo lugar, la crisis de la
economÃa ecuatoriana y la consecuente caÃda de las actividades
productivas urbanas, que privaron a los indÃgenas de las
fuentes de trabajo que en los prósperos años setenta y en
parte de los ochenta, les permitieron obtener ingresos
complementarios a sus actividades campesinas, en el comercio,
la construcción y el transporte, en los que laboraron por
temporadas.
El levantamiento fue concebido y dirigido por los propios
indÃgenas. Son poco convicentes las acusaciones de
manipulación de "agitadores profesioanales", formuladas por
ciertos sectores tradicionales y aún por el propio Presidente
de la República, argumento con el que se buscó desvalorizar la
insurrección indÃgena. Abundan las evidencias de que el
movimiento fue autóctono y de que las influencias de las
organizaciones sindicales, de los partidos polÃticos, de
entidades extranjeras o de otras instituciones extrañas al
mundo indÃgena, o no existieron o fueron irrelevantes. La
acusación de manipulación implica, además, pensar en que
todavÃa subsiste un indigenado con las limitaciones que tuvo
hasta mediados del presente siglo, ignorar los cambios
sociales y económicos producidos en el sector rural y
desconocer el grado de educación alcanzado por los indios que
en el caso de sus dirigentes hoy llega al nivel
universitario.
El hecho de que algunos de sus lÃderes hayan viajado a
reuniones y seminarios en el exterior o estudiado fuera del
paÃs, no puede ser exhibido como prueba de la influencia de
ideologÃas foráneas en un mundo signado por lo internacional
y por la interdependencia. Una vez liquidada la guerra frÃa,
no tiene sentido seguir atribuyendo al llamado comunismo
internacional la responsablilidad de los conflictos sociales
que, ahora como antes, siempre han sido provocados por causas
de carácter estructural inherentes al atraso del paÃs y a la
pobreza de su pueblo.
No siendo el pensamiento del movimiento indÃgena el resultado
de la influencia de las ideologÃas que actúan en la vida
nacional, ¿cuál será el conjunto de ideas que agrupa y
moviliza a este sector de ecuatorianos que con tanta
militancia participó en el último levantamiento? Por lo que
se puede conocer, parecerÃa que su ideolgóa tiene un fuerte
conteanido vernáculo, en el el sentido de que es propia de los
indios y de que ha sido elaborado en función de los problemas
de su etnia y de las necesidades de alcanzar sus ancestrales
reivindicaciones; por cierto con aportes provenientes de
estudios históricos y antropológicos o deducidos del
pensamiento cristiano difundido por la Iglesia Católica.
La preocupación que el levantamiento generó en el campo entre
los propietarios y agricultores blanco-mestizos, contrastó con
las simpatÃas que despertó en las ciudades. Este apoyo
urbano, con el que antes nunca contaron las insurrecciones
indÃgenas que siempre permanecieron aisladas de la sociedad
global, fue paulatinamente deteriorándose en la medida en que
sus lÃderes radicalizaron sus posiciones y devinieron en un
extremismo maximalista. Sus recientes decaraciones contrarias
a participar en el censo nacional de población y de vivienda,
asà como las demandas de algunas comunidades de una autonomÃa
absoluta, atentan contra el carácter soberano y unitario del
Estado consagrado en la Constitución PolÃtica e implican la
autoexclusión del indigenado de procesos económicos y sociales
esenciales para el desarrollo nacional y el bienestar
colectivo, por los que el Estado tiene la obligación de velar.
(A-4).
en
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Ciudad N/D
Publicado el 04/Marzo/1991 | 00:00