Viena. 07.04.93. Existe la coca buena y la coca mala,
aparentemente todo depende de quien le saca provecho, porque para
las transnacionales de bebidas a base de cola, la coca es un
ingrediente que puede resultar refrescante y sabroso.

En cambio, cuando los campesinos bolivianos y peruanos pretenden
producir y exportar el "mate de coca", una milenaria infusión a
base de hojas de coca, se alude a la penalización de la planta,
incluida en la lista internacional de estupefacientes adjunta a
la convención internacional de 1961.

Parlamentarios y representantes de los productores de coca de
Bolivia y Perú, de visita en Viena, reclamaron ahora ante la
comisión de estupefacientes de las Naciones Unidas la liberación
de la coca para usos benéficos.

En varios actos públicos, se ha enumerado ante una atónita
audiencia austríaca la cantidad de productos, incluso de utilidad
terapéutica para drogadictos, que son derivables de la coca.

Especialmente señalaron que los derivados de la coca podrían
significar una fuente alternativa de ingresos para los campesinos
acorralados por el narcotráfico y la pobreza.

Bajo el lema "coca, no es cocaína", el grupo lanzó ante las
Naciones Unidas una campaña contra la "doble moral" con la cual
la comunidad internacional estaría llevando la lucha antidroga.

"Es en contra de toda evidencia científica que se está
penalizando desde hace cuarenta años a la hoja de la coca como un
estupefaciente", afirmó un asesor técnico del grupo "Acción
Andina".

"La tradicional masticación de la hoja de coca, especialmente
entre los campesinos peruanos y bolivianos, por ejemplo, según
reputados institutos médicos de Estados Unidos, no crea
adicción", aseguró.

Añadió que "tampoco se podría asumir que el mate de coca, pastas
dentífricas, galletas, jarabes contra la tos, o mermeladas, en
total unos 20 productos derivados diferentes, entre ellos una
cartulina artística, sean estupefacientes".

"La cocaína, el alcaloide extraído de la hoja de coca, es un
invento foráneo producido por primera vez en laboratorios
alemanes", explicó.

"También los propagandistas de la cocaína fueron extranjeros,
entre ellos el famoso padre del psicoanálisis, el austríaco
Sigmund Freud", señaló.

Para producir la cocaína son necesarios determinados productos
químicos procedentes de los países industrializados. "Penalizar
a la coca es como si a alguien se le ocurriera declarar que esos
productos son estupefacientes, solo porque se precisan fabricar
la droga", dijo otro vocero del grupo.

En un acto público organizado por la Academia de Cuadros del
gobernante partido socialdemócrata austríaco, el grupo denunció
que con la cocaína los países productores de coca solo obtienen
ingresos por 2.500 millones de dólares anuales contra una media
de 80.000 millones de dólares de los consumidores.

La delegación también denunció a la agencia antidrogas de Estados
Unidos (DEA) por su papel lesivo en la región al tratar de
militarizar al sector campesino.

"Al tiempo que los funcionarios de la DEA fiscalizan la coca,
privando de sus cultivos a los campesinos, también facilitan el
acopio de las mejores hojas para vendérselas a Coca Cola", afirmó
el parlamentario boliviano Ramiro Barmechea, miembro de la
delegación.

"Tras treinta años de prohibición, la empresa transnacional de
bebidas volvió a utilizar la coca desde comienzos de la década de
1980 para recuperar así el terreno perdido a la competencia de
otras corporaciones", dijo.

"Falta de voluntad, y doble moral en la mayoría de los gobiernos,
donde aparentemente existen intereses que lucran del gran negocio
que significa el narcotráfico", también fue denunciada por el
periodista y ex-parlamentario boliviano Roger Cortez, quien
presentó un estudio sobre "la guerra de la coca".

Según los parlamentarios Julio Castro, de Perú, y Gregorio Lanza
de Bolivia, se debe levantar la penalización de la hoja de coca y
asistir con proyectos de desarrollo integral a la región,
incluyendo la producción y exportación de productos derivados
tradicionales y beneficiosos.

"En vez de combatir a 200.000 campesinos, la fiscalización
debería concentrarse en las 200 empresas, en su mayoría en países
industrializados, que comercian con los precursores químicos sin
los cuales no se puede fabricar la cocaína", apuntó Lanza.

Con ese tipo de programa se podrían legalizar unas 100.000 de las
350.000 hectáreas actualmente cultivadas con coca ilícita en la
región andina, aseguró Castro, quien preside la comisión
antidrogas en el parlamento peruano.

Al ritmo que se vayan concretando proyectos de desarrollo se
podría proceder a reducir, pero "solo por medio de la
convicción", admitió.

"La voluntad de los productores es importante, si no se quiere
arriesgar una confrontación con los campesinos", recalcó Ego
Morales, dirigente campesino en Chapare, Bolivia.

La población que depende del cultivo de la coca en la región, es
estimada en un millón de personas, mientras ocho millones
consumen la hoja de coca en su forma tradicional. (IPS)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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