HACIA LA DEMOCRACIA DESPUES DE 60 AÃOS DE REGIMENES MILITARES
San salvador. 18.01.92. El Salvador, bautizado por su más
prominente poeta como "El Pulgarcito de América", se encuentra
ante la posibilidad de romper con una tradición de 60 años de
regÃmenes militares, tras la firma de los acuerdos de paz el
pasado jueves, entre el gobierno de Alfredo Cristiani y la
guerrilla del Frente Farabundo Martà para la Liberación
Nacional (FMLN).
Por esas paradojas de la historia, correspondió a un
presidente tildado de ultraderechista, Alfredo Cristiani, y a
una guerrilla que en algun momento fue considerada como
"polpotiana" abrir el camino hacia la pacificación en la más
pequeña y superpoblada nación de Centroamérica.
Cristiani y el FMLN acordaron el pasado jueves en México poner
fin a una guerra civil de 11 años, que dejó cuantiosas
perdidas económicas, 80.000 muertos y cientos de miles de
desplazados y refugiados.
Mas los orÃgenes del conflicto se remontan al siglo anterior,
cuando una oligarquÃa cafetalera comenzó a amazar una inmensa
fortuna sobre la base de la superexplotación de los
trabajadores, cuyas mayorÃas siempre vivieron privadas de los
más elementales servicios sociales, sumergidas en la miseria.
La ininterrumpida cadena de gobiernos militares se inició en
1932, cuando la temida Guardia Nacional masacró un
levantamiento campesino, liderado por el dirigente comunista
AgustÃn Farabundo MartÃ, que dejó como saldo --según algunos
historiadores-- más de 30.000 muertos.
Desde entonces, los salvadoreños siempre vieron frustrados sus
intentos por fraguar una democracia, lo que fue creando las
condiciones para el surgimiento de la guerrilla.
En 1972 los salvadoreños creyeron haber encontrado el camino
para poner fin a los regÃmenes militares, cuando se conformó
una alianza electoral que postuló al democristiano Napoleón
Duarte a la presidencia.
Tal y como se esperaba, Duarte triunfó en los comicios, pero
los militares le escamotearon la victoria electoral y tuvo que
partir al exilio por temor a ser ejecutado.
Nuevamente en 1977, la Unión Nacional Opositora (UNO) decide
participar en los comicios, con la esperanza de que esta vez
los resultados serÃan respetados, pues su candidato
presidencial era un militar retirado, el coronel Ernesto
Claramount, que corrió la misma suerte de Duarte.
Dos años más tarde la historia pareció cambiar: Ante el embate
de un creciente movimiento popular y la existencia de una
incipiente guerrilla que cada dÃa ganaba más adeptos, un grupo
de militares, conocido como los Militares Jóvenes, dieron un
golpe de Estado al general Humberto Romero.
Tras el golpe del 15 de octubre de 1979, este grupo lanzó una
proclama reformista, proclamando el inicio del fin de las
injusticias sociales y llamando a la izquierda a formar parte
del gobierno.
El proyecto hizo aguas sólo dos meses después cuando la
derecha logró recomponer sus fuerzas, neutralizó a la Juventud
Militar y la lÃnea dura se impuso, obligando a la izquierda a
retirarse del gobierno.
Ello, sumado a una creciente presión en las calles que culminó
con el asesinato de toda la dirección de las organizaciones de
masas y el asesinato del arzobispo de San Salvador, monseñor
Oscar Arnulfo Romero, en los primeros meses de 1980, dejó sin
opción a las fuerzas de izquierda y centroizquierda.
El camino de la guerra civil estaba sellado.
Un año después, el 9 de enero de 1981, las guerrillas del
Frente Farabundo Martà para la Liberación Nacional (FMLN)
lanzaban su "ofensiva final", alentadas por el triunfo de la
revolución sandinista en Nicaragua.
Tras varios dÃas de fragorosa lucha, el ejército logró
neutralizar la ofensiva, pero la guerra ya estaba decretada.
Varios miles de jóvenes estudiantes, obreros y algunos
campesinos y militares rebeldes, se guarecieron en las
pequeñas montañas de la apretujada El Salvador que ya contaba
con 5.000 millones de habitantes para solo 20.000 km.
La guerrilla logró sobrevivir al asedio gubernamental y fue
transformando sus maltrechas fuerzas -armadas con escopetas,
pistolas y tan solo algunos fusiles automáticos- en un
poderoso ejército, dotado con fusiles ametralladoras AK-47,
M-16, lanzacohetes y hasta misiles tierra aire.
Su más impresionante manifestación de poder fue efectuada con
la ofensiva de noviembre de 1989, cuando unos 6.000 rebeldes
virtualmente sitiaron y pusieron en jaque a más de 55.000
soldados, entrenados y apertrechados por Estados Unidos.
La guerrilla no venció, pero obligó al gobierno derechista de
la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) de Cristiani a
iniciar negociaciones en serio, que culminaron el pasado 16 de
enero.
Los acuerdos establecen la reinsersión de la guerrilla a la
vida polÃtica a más tardar el 31 de octubre y la desaparición
de los temidos cuerpos de seguridad (Guardia Nacional, PolicÃa
Nacional y PolicÃa de Hacienda), asà como los cinco batallones
élite, acusados de ser los responsables de la mayorÃa de las
80.000 vÃctimas que dejó la guerra civil.
El cumplimiento de los acuerdos, que serán supervisados por la
Organización de las Naciones Unidas, significan la posibilidad
de enrumbar esta nación hacia la democracia, sobre la base de
la libertad y la justicia social, según reconocen diversos
actores del drama salvadoreño y de la comunidad internacional.
El propio secretario de Estado, James Baker, lanzó una fuerte
advertencia a los grupos ultraderechistas que se han mostrado
disconformes con los acuerdos.
El Salvador tiene ahora la posibilidad de enrumbarse hacia la
democracia y de permitir la preminencia del poder civil sobre
el militar, poniendo fin a una cadena de regÃmenes que
provocaron un trauma social en esta nación.
La prueba de fuego, que se inició esta semana estará concluida
con las elecciones de marzo de 1994, cuando los salvadoreños
puedan elegir sin temor al fraude o a la muerte, a quienes
consideren los más aptos para dirigir los destinos del
Pulgarcito de América.
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Ciudad N/D
Publicado el 18/Enero/1992 | 00:00