Noboa aún parece conmoverse con el esplendor que vio en el Lejano Oriente y
con las posibilidades de que Ecuador se transforme en una suerte de "cabeza
de puente" entre el Asia y esta parte del mundo.
El mandatario no puede ocultar su emoción al referirse al protocolo de
China, a la acogida en Japón y a la primera visita de un presidente
ecuatoriano, en "40 años de relaciones con Corea".
PodrÃa tratarse de una suerte de "efecto de Oriente", pero Noboa está
convencido de que nuestro futuro está ligado a ese mercado de 2 300 millones
de consumidores.
AsÃ, sueña con la posibilidad de que nuestra tagua reemplace al costoso
marfil, y que Corea incremente sus compras de nuestro petróleo. Y que
Sudamérica se una a los beneficios. Pero los proyectos están solo en papeles
y mapas, y aunque los maneja con destreza, a Noboa le podrÃa faltar tiempo
para ver hecho realidad por lo menos uno de sus sueños.
Un hombre que mira el calendario
Diego Cornejo Menacho
El lado flaco del presidente, los números
El lado flaco del Gustavo Noboa de 2002 está, aparentemente, en los números.
Su vehemente explicación de la importancia futura de la cuenca del PacÃfico,
con mapas sobre la mesa, fue más conceptual que cuantitativa, aunque repitió
dos veces una cifra: el mercado potencial de consumidores es de 2 300
millones de habitantes en los paÃses orientales.
Es distinto de otros presidentes que manejaban datos y hasta barcos que se
iban a pique. Quizá se debe a su formación humanista o, tal vez, al momento
que está pasando: es un hombre que mira el calendario, esperando enero de
2003 para irse de vacaciones a Punta Blanca, según lo confesó.
Puso el acento en lo social para explicar su decisión de congelar las
tarifas, y la parte técnica la resolvió con la lectura de una carta que el
ministro de EconomÃa envió al FMI, sobre el tema. Por eso, me quedó el
regusto de que su determinación fue polÃtica, sobre todo.
La tranquilidad presidencial
Diego Araujo Sánchez
Se dirá que optó por la razón polÃtica
Gustavo Noboa transparenta tranquilidad en sus gestos y palabras; no
exhibe la imagen de un presidente agobiado por los problemas, ni la fatiga
de quien inicia el último tramo del Gobierno en un paÃs difÃcil de gobernar.
Después del viaje al Asia, alguien podrÃa sospechar un fugaz contagio de
la calma oriental; sin embargo, confiesa que ha "preferido la paz, que es
producción, tranquilidad, empleo..." cuando expone el sustento social de la
suspensión del alza de las tarifas de teléfonos, luz y gas. Sobreviven sin
mella al paso por el poder la sencillez del mandatario, su franqueza y
peculiar sentido del humor. Me parece que la calma del presidente proviene
de la conciencia de haber llegado a puerto seguro antes de concluir el
mandato. Se dirá que optó por la razón polÃtica de corto plazo.
No obstante, ¿quién puede dudar que el horizonte se ha descargado de las
amenazas de tormentas?, ¿quién, que terminará su mandato sin sobresaltos, a
pesar de la calentura electoral?
Otra mirada
Nueva modalidad para las entrevistas con el primer mandatario: sala con
muebles restaurados junto al despacho presidencial en Carondelet. Grabación
en video del diálogo, a cargo de los funcionarios de Palacio.
A lo largo de toda la entrevista del presidente con HOY, estuvo presente
Oscar Zuloaga, secretario de Comunicación.
Noboa dedicó 42 minutos a explicar la importancia de su viaje al Extremo
Oriente. Para ello, desplegó dos mapas sobre la pequeña mesa de la sala.
Convidó a un menú criollo: cebiche de camarón (como entrada) y de plato
fuerte, llapingachos con chorizo, huevo frito, aguacate, maduro frito,
acompañado de salsa de manÃ. Agua o jugo de frutas, nada de licores. A la
mesa se sumaron Marcelo Merlo, ministro de Gobierno, y JoaquÃn MartÃnez
Amador, secretario de Producción.
En esta ocasión, Gustavo Noboa ya no recurrió a los nueve frascos de
homeopatÃa, de los que bebió sorbitos antes de alimentarse en la anterior
entrevista con HOY.
El dedo anular de la mano izquierda del presidente sigue luciendo el aro
matrimonial y un denario, cuya crucecita de plata emite leves destellos
cuando su dueño gesticula. (DCM)