Quito. 11 nov 2000. El toreo a la jineta ha despertado el interés de la
afición taurina en el país. Los jinetes toreros son uno de los motivos
para la popularización de la fiesta brava en nuestro medio.

El origen del toreo a caballo se remite a las raíces de las fiesta de los
toros, y se confunde en los oscuros callejones de la prehistoria en
ejercicios rituales inscritos en la mitología de los pueblos.

En el siglo XVI, como señalan los tratados, se concretan en las plazas
públicas los ensueños caballerescos medievales, con las fiestas de
alanceamiento de los toros que se consolidarían en el siglo XVII cuando
el rejoneo se constituye como la formula casi única del toreo de los
caballeros. De allí en adelante el toreo a la jineta adquiriría gran
difusión y vertiginosa evolución en cuanto a sus técnicas y suertes,
siempre con su carácter especial, pues éste tipo de práctica se mantuvo
circunscrita en los nobles caballeros.

En ese entonces, entre las razones de ser del toreo a caballo, más allá
del lucimiento del gallardo caballero y la exhibición de hermosos
caballos, encontramos la disposición a amparar y defender a los
inferiores, plebeyos y pueblo anónimo, que salían a torear a pie.
Con la popularización de los actos taurinos y la formación de las
primeras ganaderías de toros de lidia, adquiere gran vigor y presencia
otro personaje a caballo que alejado del aparato cortesano y armado de
una larga vara manejaba los encierros en el campo y gobernaba los
interminables periplos de las corridas por polvorientas alejadas veredas.

La incursión del jinete campero se constituiría más tarde en uno de los
ingredientes básicos para la formación de la técnica moderna del toreo a
caballo.

En el Ecuador hay una afición que crece

La afición al toreo a la jineta va de la mano al amor por el caballo y su
maravilloso entorno. El Ecuador, si bien no ha aportado con una figura
del toreo a caballo, cuenta con un importante grupo de aficionados y una
sorprendente cantidad de caballos toreros.

Ejemplo claro de esta vocación es la Quinta Yaruquí, el primer centro
ecuestre para la preparación y adiestramiento de caballos de rejoneo. La
iniciativa de Guillermo Jarrín y un grupo de entusiastas jinetes y
taurinos se tradujo en la construcción de una moderna plaza de toros,
cómodas caballerizas y amplias instalaciones para el público. La idea es
fomentar y cultivar el rejoneo en el Ecuador por el cual a través del
conocimiento de la compleja técnica del toreo a caballo y el
adiestramiento de jinetes y cabalgaduras. En la actualidad son 12 las
jacas que se someten a la rutina diaria de movimientos, ejercicios,
alimentación y cuidados. Rejoneadores españoles de cartel como Borja
Baena, Curro Bedoya y Francisco Benito utilizaron esta infraestructura
preparándose para sus actuaciones en ruedos de nuestro país, manteniendo
en la actualidad una enriquecedora dinámica de intercambio de
conocimientos y experiencias.

La popularización del toreo en el siglo XVIII

Es así como en el siglo XVIII se viven los últimos episodios del toreo
aristocrático a caballo. Poco a poco quienes fungían de asistentes o
peones del noble jinete, adquirieron especial espacio y protagonismo.
Por una suerte de fenómeno casi natural el toreo a pie merece cada vez
mayor atención y el rejoneo como se lo había concebido y diseñado hasta
el siglo XVII no era más que un recuerdo, ya que hacia estos años la
nobilísima práctica derivó con la aparición de los varilargueros
profesionales figuras capitales del toreo, cuyos actores provenían del
campo.

La transformación del espectáculo taurino continuaría adquiriendo cada
vez mayor preponderancia el toreo a pie y configurando las corridas con
las condiciones que hoy lo disfrutamos.

El rejoneo moderno

Fue el gran jinete cordobés, Antonio Cañero, quien en las primeras
décadas del siglo XX devolvió importancia al toreo a la jineta,
otorgándole características nuevas y propia identidad, al punto que el
gran Cañero se abrió espacios en los carteles, hasta ese entonces,
dominados por figuras del toreo a pie. Posteriormente, el rejoneo en
función de su nueva concepción técnica y su marca estrictamente andaluza
y campera se expande hasta convertirse en una variable básica del
espectáculo taurino. Desde Antonio Cañero hasta nuestros días, la lista
de jinetes de postín es larga y en ella se apuntan también los diestros
portugueses que al cabo del tiempo aún conservan el aire caballeresco en
la monta, la indumentaria y en la ejecución de las suertes.

Taranto es la estrella

Es sin lugar a dudas uno de los mejores caballos toreros que existen en
América, dice Guillermo Jarrín, al hablar de Taranto, el caballo estrella
de la Quinta Yaruquí. Es que este animal, dueño de un espíritu especial,
ejecuta las difíciles suertes con seguridad y valentía. Su jinete lo
utiliza tanto para parar al toro, prender banderillas y usar el rejón de
muerte.

Taranto llegó al Ecuador con vitola de figura formando parte de la cuadra
de caballos de Borja Baena, tras haberse presentado en plazas de toros de
categoría mundial como Madrid y Sevilla, en nuestro medio sus triunfos se
han repetido en Cuenca, Riobamba y Ambato, al punto de convertirlo en el
símbolo del rejoneo en el Ecuador.

Se busca un rejoneador

Más allá de la satisfacción de cabalgar un animal correctamente
adiestrado y medir sus constantes progresos, el propósito que marca el
norte de las actividades del centro ecuestre es la búsqueda de un
rejoneador nacional, que reúna las condiciones de jinete y torero
indispensables para triunfar.

El número de jóvenes que observan con interés este arte es cada vez
mayor. En el país la afición por el toreo a caballo va logrando adeptos
en jóvenes que aprecian esta forma de toreo. (Diario HOy)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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