Quito. 28.12.94. En toda la región andina tuvo enorme importancia
la elaboración de textiles. Trabajos en fibras diversas se
beneficiaron de los profundos conocimientos que poseían los
aborígenes sobre los tintes de origen vegetal, mineral o animal,
así como de la extraordinaria maestría en el manejo de los
telares y de las técnicas complementarias conocidas desde mucho
tiempo atrás. A pesar de la carencia de evidencias arqueológicas
concluyentes, se sabe que en el Ecuador, parecen haberse situado
algunas de las zonas más importantes en la elaboración e
intercambio de textiles de la región.

Luego del proceso de conquista, el mestizaje determinó que las
técnicas textiles y la indumentaria popular se transformaran en
grados distintos de acuerdo con la zona. Así podemos hoy
diferenciar claramente dos regiones en las que la indumentaria
asume características específicas. En el norte del país, hasta la
provincia de Chimborazo y con gran incidencia en la provincia de
Imbabura, la indumentaria femenina se compone de un anaco, pieza
rectangular de tela de color oscuro que se sujeta a la cintura
por encima de la enagua, de una blusa bordada con hilo de colores
o con lentejuelas, de una manta que cubre los hombros o lliclla y
un tocado de tela envuelto en la cabeza. La mujer utiliza
abundantes collares y brazaletes.

En las provincias de Cañar y Azuay la mujer usa una o varias
polleras de paño con el ruedo bordado con hilos brillantes o con
apliques recortados. Una blusa de manga corta o polca y un chal,
además de la lliclla. Las joyas son menos abundantes que en el
Norte, aunque se prefieren los aretes grandes con perlas y
piedras preciosas y los trabajos en filigrana. Esta prenda
adquiere su mayor caracterización y elegancia en la indumentaria
de la mujer mestiza del Azuay, la chola cuencana que utiliza al
menos dos polleras, la interior o centro bordado y la exterior o
bolsicón de color contrastante, de terciopelo en oportunidades
festivas, y extraordinarios chales o paños elaborados en la zona
de Gualaceo, ella se cubre la cabeza con un sombrero de paja
toquilla. La mujer indígena de Loja, perteneciente a la etnia de
los Saraguros, utiliza una falda de color negro plisada sobre una
enagua bordada y usualmente una blusa de color oscuro, a más de
la lliclla y sombrero de lana abatanada de ancha ala. Su
apariencia se complementa con bellas y grandes joyas de filigrana
de plata y complicados tupos o prendedores para sujetar la
lliclla. La indumentaria masculina diaria es menos atractiva,
pero en las fiestas es cuando lucen en todo su esplendor los
trajes enormemente complejos de los danzantes y otros
participantes. La indumentaria de las etnias de las regiones
tropicales, a ambos lados de la cordillera, es más simple, aunque
su transformación por efectos de la acción misionera ha
determinado la aparición de "trajes típicos" más o menos
recientes. Habitualmente la mujer vestía solamente una pieza de
tela de algodón, tejida por ella, en torno a la cintura, el
vestido del hombre era, incluso, más escaso. Los tocados de
plumas de aves, collares de semillas e insectos de colores
brillantes y pintura corporal se utilizaban en ocasiones
festivas.

Junto a la tejeduría y sus técnicas afines aparece el bordado a
mano con el que se adornan las blusas, los anacos y las polleras
de todas las mujeres campesinas y los pañales de los niños recién
nacidos. Pequeñas flores conocen variaciones al infinito en su
forma y colorido al adaptarse al color del fondo o al movimiento
que debe tener la prenda. De especial interés son los bordados de
Zuleta, que adornan las mangas de las bellísimas blusas indígenas
y los de Baños, Cuenca y otras poblaciones, en el Azuay, que se
realizan en especial para las polleras. En esta actividad, como
en muchas otras, se ha aprovechado de la habilidad de la mujer
campesina para desarrollar prendas adaptadas al gusto urbano o
destinadas a la exportación. Recientemente en el área de
Chordeleg, en el Azuay, se ha desarrollado un bordado de carácter
costumbrista que intenta combinar la enorme habilidad manual de
las bordadoras con su afán de creatividad y recuperación de su
propio entorno. Iniciativa que ha conocido un éxito notable y que
con seguridad se expandirá en un futuro cercano.

Para enfrentarse al frío andino: los ponchos de la Sierra

El Ecuador es rico en variedades enormemente atractivas de
ponchos, prenda usada universalmente por los hombres aunque nunca
por las mujeres. Cada región, cada grupo, cada etnia serrana y
cada ocasión tiene su poncho distintivo.

En muchos grupos indígenas se tejen especialmente ponchos para
las fiestas o para los matrimonios, los Salasacas de Tungurahua,
por ejemplo, mantienen los conocimientos tradicionales del teñido
con cochinilla, insecto que es recogido en las plantaciones de
cactus con un palito cuando ha llegado a la madurez,
transformándolo luego en "panes" que se dejan reposar hasta que
"maduren", aunque es evidente el cada vez menor espacio dedicado
al cultivo, el menor costo relativo de los tejidos y de las
fibras industriales y el empleo de tintes químicos que imitan el
color de la cochinilla. Los colores que se obtienen varían entre
un lila o morado oscuro y un rojo profundo el primero de los
colores se puede obtener durante todo el año, no así el rojo que
se logra con la ayuda de flores del "ñachac" que florece en el
mes de junio con lo que se trabaja con este color para la
indumentaria de la fiesta de Corpus Christi. El atractivo
tradicional de esta técnica se encuentra, a más de en los
hermosos colores obtenidos, en la firmeza de los tonos que no
desmayan con el paso del tiempo ni por la influencia de la luz,
por lo que el significado ritual del teñido rojo asume una
importancia excepcional. No podemos aquí olvidar que en algunas
fiestas, y particularmente en ésta de Corpus Christi, se da un
proceso de sincretismo religioso con las antiguas y persistentes
creencias en el que intervienen, con derecho propio, técnicas
artesanales de excepción.

En el Carchi se teje un poncho liso de color azul marino. En la
provincia de Chimborazo, de gran población indígena, se tejen
"runa ponchos" de color azul o rojo con flecos tejidos en un
pequeño telar de cintura que se cosen al borde, ligeros "coco
ponchos" con franjas de ikat y diseños en forma de rombos.

En el Cañar se teje un poncho corto de excepcional factura que se
superpone a la "cushma", pequeño poncho de color negro que se
sujeta a la cintura por medio de un chumbi o faja, utilizándose
también la técnica del amarrado para los ponchos festivos de fina
lana hilada a mano por las mujeres y tejida por los hombres de la
comunidad y en el Azuay se emplean técnicas diversas para lograr
una variedad local de ponchos muy amplia, deben mencionarse aquí
los ponchos del Sígsig, rojos con franjas teñidas con la técnica
del ikat en las que, excepcionalmente, pueden leerse los nombres
de quienes los han mandado a tejer, los ponchos de Gualaceo y
sectores aledaños de color marrón teñidos con el empleo del nogal
y hierbas tintóreas, en los que también se emplea el ikat para
formar "plumas", los de Cumbe y Tarqui, en colores degradados de
tejido tan denso que impide el paso de la lluvia.

En Loja el tradicional poncho negro muy largo tejido en telar de
cintura por los indígenas Saraguros ha sido sustituido en la
mayor parte de los casos por ponchos de orlón tejidos en telar de
pedal. Las variedades son muchas aunque las condiciones actuales
de uso de esta prenda han determinado que su tejido sea cada vez
más escaso, sin embargo es aún posible acudir donde artesanos
tradicionales y encargar un poncho con las características que se
deseen, aunque haya que regresar por él uno o dos meses más
tarde. (Revista Crucero #18 pag. 4-5)
EXPLORED
en Ciudad N/D

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