Cuenca. 28.11.93. Dos hombres con la identidad mal disimulada
detrás de gafas oscuras detienen una camioneta azul frente a
la cárcel de varones de Cuenca. Llaman la atención de un
muchacho, que se apresta a entrar, y le dan un paquete, para
que lo lleve a uno de los presos. A pesar de las indicaciones
muy precisas, el envío, que contiene comestibles, va a parar
en manos de otro, que paga con su vida el hurto.

Los restos de un yogur envenenado esclarecen en parte el
suceso, en el que también muere un niño, que había compartido
el postre.

Difícil resulta establecer, quien puso en camino el dulce
mortal. El destinatario original debe tener muchos enemigos.

Está detenido por violación en varios casos y es fácil
imaginar el odio de padres, hermanos, novios o esposos de las
víctimas. También es posible entender el temor a ser delatados
de los cómplices, porque el hombre no actuaba solo, sino en
pandilla.

Este caso ha provocado rumores sobre un sinnúmero de
violaciones, sin que el tema sea nunca discutido en toda su
complejidad.

Cifras vacías

De acuerdo a una estadística elaborada luego por la OID a
petición de HOY, desde enero hasta el 15 de octubre de este
año fueron denunciados en Cuenca 56 violaciones, de las que
cinco fueron cometidos por varios hombres. También se
registraron cuatro violaciones de niños y seis violaciones
insestuosas. El resto (41) son violaciones cometidas por la
propia pareja.

Desgraciadamente, estas cifras no dicen nada sobre la
realidad. El jefe de la OID en esta ciudad, Jorge Molina,
lamenta que sólo un porcentaje mínimo de las violaciones sean
denunciadas. "Si es que tienen vergüenza, que sólo llamen por
teléfono, sin identificarse", insiste.

Sicólogos, médicos y otros agentes de la OID confirman esta
impresión y Gustavo Vega Delgado, siquiatra, plantea la
siguiente comparación: "En Estados Unidos, cada seis minutos
se comete una violación. Una de cada cuatro violaciones es
múltiple. Un 90 por ciento de las violaciones son cometidas
por una persona conocida por la víctima". Por su experiencia
en el consultorio, Gustavo Vega cree que, proporcionalmente,
el número de violaciones en Ecuador es aún más alto.

"Ese momento pierdes todo"

En realidad, las chicas tienen mucha vergüenza y con razón.
Agentes de la OID cuentan cómo algunas de las víctimas, que se
han atrevido a colaborar, son humilladas otra vez en los
juzgados. "Cada uno quiere echar una mirada a la muchacha.
Todos conocen incluso los detalles del caso."

En Cuenca han causado últimamente intranquilidad sobre todo
los asaltos a parejas de enamorados, obligados a buscar
intimidad en las afueras de la ciudad, porque carecen de
privacidad. Pandillas de maleantes les asaltan, les roban y
violan a las chicas. Prácticamente ninguna de ellas querrá
denunciar lo que pasó. "Sienten culpa por haber ido a un sitio
no adecuado, por haber estado con un enamorado. Por haber roto
una norma", explica el sicólogo Juan Aguilera. Hay muchachas
que no tienen más de quince años y que no se atreven a contar
lo que pasó ni siquiera a sus padres. Hay otras, que por ser
consideradas "sólo buenas para un programa" por los "niños
bien" de una sociedad de doble moral, son abandonadas luego a
su destino. El trauma sicológico, sin ayuda, será insuperable.

Según Juan Aguilera, lo peor en la paciente que ha sido
violada es que pierde toda su autonomía. "Ese momento pierdes
todo, tu voluntad, la capacidad de decidir sobre tu cuerpo,
todo. Esa experiencia y el dolor que produce la violación, el
temor al embarazo, a las enfermedades venéreas, al SIDA, el
temor a ser rechazada por la pareja, hacen que la vida futura
de la víctima tenga muchas complicaciones. Miedo de estar
sola, miedo a permanecer donde hay poca gente, miedo de
establecer una nueva relación. En ocasiones hay estados
depresivos muy fuertes. La persona reexperimenta el episodio
durante años."

Y así como hay el temor a la denuncia, muy pocas personas
acuden al siquiatra. Cuando lo hacen, van a escondidas de los
padres, llevadas por un amigo o por la pareja. "Sobre todo en
menores, muchos de los violadores son familiares, algún
pariente cercano. Entonces existe el temor a más violencia,
por haber reclamado contra el abuelo, el tío soltero".

La violación afecta no sólo a la víctima.

Tampoco están preparados los familiares. Es frecuente que se
acuse a la mujer de que ella se buscó el problema. "En algunas
ocasiones, el papá desplaza, no al violador, sino a la misma
víctima", dice el sicólogo.

¿Quienes son los violadores?

Para Juan Aguilera, el violador es una persona con trastornos
de la personalidad, muy inmadura, no tiene sentimientos de
culpa, lo repite muchas veces. "La sensación de degradación de
la víctima, de humillación y de peligro", desempeñan un papel
importante en estas personalidades, que a su vez son víctimas
de resentimientos y carencias infantiles, de presiones del
grupo, de la influencia del alcohol y de las drogas.

El sicólogo anota además que, "aunque nuestra legislación no
preve la violación dentro del matrimonio, hay experiencias muy
traumáticas de alcohol-sexo-violencia protagonizadas por
esposos inseguros y celosos".

"FUE UN ACCIDENTE, ¿NO?"

A pesar de la ayuda del sicólogo, interesado en que tal vez
algún día las muchachas violadas conformen un grupo de
autoayuda, fue muy difícil entablar contacto con alguna de
ellas.

Después de multiples intentos, finalmente una sola mujer
accedió a conversar sobre lo ocurrido. Su caso es peculiar y
provoca miedo, porque esta mujer, que aquí llamaré Rita, fue
secuestrada del centro de la ciudad por tres personas
absolutamente desconocidas y de día.

Robada y violada, fue abandonada en las afueras de Cuenca, ya
de noche. Rita tiene la impresión de que los asaltantes no lo
hacían por primera vez. Y aunque nadie podrá decir que se lo
buscó, también Rita tiene sentimientos de culpa y de
vergüenza.

"Al principio me dije este es un secreto que me llevaré a la
tumba. Y te digo honestamente no se qué me impulsó a contarle
a una amiga. Y me sentí aliviada. Hay una cosa muy importante,
que me dijo el médico que me vió ese día, que lo que tengo que
hacer es contar detalladamente segundo a segundo cómo fue. Es
algo que todavía no puedo hacer. Tal vez por vergüenza. Ni yo
mismo sé por qué."

Rita no ha hablado con sus padres, ni con su familia política,
peor con su ex-esposo. Un familiar cercano, que lo sabe, ha
dicho que si averigua quien fue, jura que los mata. Tampoco
quiere hacer una denuncia. "La gente muchas veces no piensa
las cosas como son.

Pero por las noticias en el periódico supe que cogieron a un
violador y comencé a pensar que debería contribuir, aunque sea
con un grano de arena, para que las cosas se esclarezcan".

"Lo que me pasó fue tan insólito. Yo me he puesto a pensar
muchísimas veces y me he dicho: ¿Por qué yo? Una cosa es
expornerse y otra es que te pase algo que tú no entiendes.

Sentí que alguien me abrazó. En el momento en que tú sientes
un abrazo tu crees que es alguien conocido. Me quise virar
para ver quien era y sentí el cuchillo en el costado. Me tiró
a un taxi. Las cosas pasan tan rápido que ni siquiera tienes
tiempo de reaccionar. Yo pensaba, si grito me matan. En un
momento pensé lanzarme del taxi, pero me di cuenta que la
puerta no tenía la manija.

Cuando yo hablaba, el que estaba a mi lado me hincaba más el
cuchillo. Yo pensé que no me podían hacer nada, porque había
gente, pero el carro se iba alejando, mientras el conductor
decía: ya dejémosle aquí. Házle que se baje y déjale aquí. De
aquí tiene para caminar largo hasta llegar a la ciudad. El
otro de adelante tenía una pistola. El uno me apuntaba con un
cuchillo, el otro con una pistola.

¿Yo que podía hacer? Es una de las cosas que siempre me digo:
¿Por qué no grité? ¿Porqué no me opuse?, ¿Por qué no me
resistí? Eso me atormentaba los primeros días, porque uno
siente como un complejo de culpa. Yo no me visto
exageradamente, no soy coqueta. ¿Por qué me eligieron a mí? Yo
si les dije: Por qué no me dejan? No está bien.

Ustedes deben tener hermanas, una mujer, que se yo. Y el un
muchacho sí se retiró y me dijo algo como "No se ni por qué".

Lo que pienso es que ante una persona así, si no tiene un
arma, tú puedes luchar. Eso es lo que he sacado como
conclusión: si es que no hubieran tenido una pistola y un
cuchillo, a lo mejor me hubiera podido defender y, aunque sea
que me hubiera pasado igual cosa, por lo menos hubiera hecho
algo".

El momento de entrar a casa del familiar al que después se
confió, Rita se desmayó. "Fue uno de los momentos más
terribles. A partir de ese día he tenido insomnios,
pesadillas, muchísimas veces. Yo pienso en los golpes duros
que uno recibe y yo he recibido muchos, pero esto fue lo peor
que pudo haberme pasado, fue lo más triste, lo más humillante
de la vida y yo me he puesto a pensar: ¿Por qué, si yo no he
dado motivo? Me he acusado un mundo de veces y dicho a lo
mejor, a lo mejor yo estuve demostrando tener más dinero de lo
que realmente poseo."

Nunca la han vuelto a amenazar. Rita piensa que ellos están
seguros que no los va a denunciar. "Por lo que significa en si
mismo." Sin embargo, "me corté el pelo, cambié de apariencia,
porque no quiero que me encuentren". "Estos días he pasado
mucho más tranquila. Pero es algo que tú no puedes tachar de
tu vida, nunca.

Es que una violación no solamente es del cuerpo, es -yo siento
así - de todo, de tus sentimientos, de tu integridad, del
cuerpo, de la misma persona, o sea, de todo lo que encierra
uno.

Al siguiente día me sentí tan mal, me sentía miserable,
humillada, el ser más despreciable del mundo. Ahora la
preocupación mía es - ya me hice los exámenes, el ginecólogo
me mandó tomar unas pastillas para evitar cualquier infección
- pero ahora lo más grave y lo más difícil de enfrentar es la
incógnita ¿Y que tal si estos hombres eran enfermos? ¿Y qué
tal si uno de ellos tenía SIDA?

El ginecólogo me dió la orden para el examen. Pero no he
podido hacerlo todavía. ¿Y si me sale que sí, qué voy a hacer?

Yo estaba aterrada de quedar en cinta. Me hice el examen y
salió negativo. Pensar en un aborto a mí me asustaba. Aunque
yo sé que tenía que ser así, que era una cosa que tenía
solución. Pero el SIDA, yo sé que es algo que no voy a poder
solucionar.

Hay momentos en que amanezco totalmente deprimida, me
despierto con esa idea y tengo una decepción y digo: ¿Por qué
todo me salió mal en la vida? Me ha ayudado el hecho de pensar
que no soy la única mujer en el mundo que le pasa eso, el
hecho de haber compartido la misma pena con una amiga.

Ella me hizo sentir que eres una persona que vale, a la que le
ocurrió un accidente, ¿no?" (8A)
EXPLORED
en Autor: Susana Klinkicht - Ciudad N/D

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