­No más celdas para los artistas!

Por Tania Laurini

Quito. 24.10.92. "Mamá... yo no quiero disfrazarme nunca más,
mamá, nunca más". Los niños vestidos de duendes del bosque,
payasos, pájaros, que minutos atrás bailaban, cantaban y reían
por la calle, ahora lloraban y gritaban: los militares se
estaban llevando a sus padres artistas.

Andrea Stark, artista alemana -en la comparsa duende de manto
azul con hojas y flores de bosque-; Susana Tapia, recreadora
infantil y educadora musical -en ese momento negro coplero que
cantaba con bombo, quena y sonajas-; Amparo Ponce, actora
teatral -allí un pájaro curiquingue-; Joan Bague, psicólogo
infantil español -entonces un personaje de mantos blancos, un
espíritu de la Amazonía-; Miguel Toscano, periodista del
naciente periódico "Qué fue..." -ese día convertido en una
improvisada vaca loca-; y un fotógrafo francés que apenas el
día anterior había llegado al país -casual testigo gráfico del
acto artístico-; fueron introducidos a la fuerza en uno de los
tres camiones militares que a la altura de San Blas (Quito)
interrumpieron el pasado domingo 11 de octubre la comparsa
"500 años, un día antes", auspiciada por la Casa de la Cultura
Ecuatoriana.

Andrea soltó la mano de su hija de siete años de edad, y otra
artista la tomó. Joan alcanzó a decir a una humilde
espectadora "nos llevan a la Villaflora, ­avise a los
artistas!". Susana preguntó: "¿por qué?". "No pueden moverse,
no pueden hablar, ya lo harán en el interrogatorio", le
contestaron. Cuando atravezaban el redondel de la Marín
bajaron las lonas del camión. Minutos después los
encapucharon.

El interrogatorio se dio en diferentes cuartos, equipados con
saunas, duchas, baños. "¿Qué vinculación tiene con los
indígenas? ¿Con quién quiere comunicarse con sus movimientos?
¿Por qué gritaba así en la comparsa? ¿Qué significan sus
movimientos? ¿Qué es eso de expresar, sentir desde el
interior?

Más de 14 horas duró el interrogatorio, con este tipo de
preguntas. Primero todos juntos, después separados. Afuera se
escuchaban helicópteros prendidos. Tiraban al piso muebles,
objetos pesados de metal, hacían sonar golpazos de puertas,
tocaban violentamente sus propios instrumentos musicales muy
cerca de sus oídos, usaban las máscaras de los mismos actores.
El fotógrafo francés no resistió más, le dijo algo a Joan que
era el único que hablaba su idioma, por escucharlo Joan
recibió un golpe en la cabeza.

A Andrea la metieron dentro de un armario, abrían la puerta y
ella se encontraba con un fusil que apuntaba a su cuerpo,
disparaban, ­clic!, no había bala. ¿El próximo clic tendría
bala?

A Amparo le puntearon cinco descargas eléctricas en las manos.
A Miguel también. Cuando metieron a Andrea al interrogatorio,
vio como sacaban arrastrado a Miguel, después de una gran
golpiza.

Al terminar, todos tuvieron que firmar un formulario que
aseguraba que no fueron sometidos a tortura física ni
psicológica alguna. Amparo se negó: "A mí sí me torturaron".

"Entonces te quedas".

Amparo firmó.

A medianoche los entregaron al Centro de Detención Provincial.
Las tres artistas decidieron dormir en cuclillas en la celda,
el piso de cemento estaba cubierto casi de barro; pero el
cansancio las tumbó. Amparo vestía solo una malla, estaba casi
semidesnuda, se cobijaron con sus propios cuerpos. Al día
siguiente el "café" -en realidad agua caliente con un pan- les
supo a gloria; las numerosas presas con las que compartieron
la celda les obsequiaron un poco más de "café", las miraban
con curiosidad, les había llegado la noticia de que eran tres
bailarinas gitanas arrestadas por bailar en la calle. "¿Solo
por eso?", les preguntaron. "Sí", contestaron.

Joan y Miguel batallaban con los policías para convencerles
que son artistas y no travestis, y que sus trajes y sus
cabellos largos no significaban homosexualidad. Finalmente no
los metieron en la famosa celda 13 (la de los travestis) sino
en otra celda, con 60 recluidos.

Otro interrogatorio más, esta vez en la OID, y con mucho más
respeto. Por fin les pasaron ropa. Otra noche más en el CDP.

Era martes, salieron por la tarde.

Les esperaban sus hijos, sus parejas, sus amigos lloraron. Ahí
se enteraron que el mismo domingo del apresamiento los
militares también habían allanado el domicilio de otro
artista, el bailarín Kléber Viera. Encerraron en la cocina a
los ocho artistas que estaban reunidos para organizar la
búsqueda de sus compañeros. La bailarina Adriana Oña afirmó a
su niña de seis meses de nacida contra su pecho: "Dios mío,
que no le hagan nada a mi hija". Dos horas permanecieron en
esa tensión, mientras las "autoridades del orden" filmaban
todo el departamento, de papel en papel; luego rostro de
artista tras rostro de artista, con una luz martirizante.
Después se dieron cuenta que toda la cuadra estaba rodeada de
militares.

La noche del lunes allanaban en tres camiones el local de
ensayo del grupo de Teatro "El melón Profano".

Días después los "resguardadores del orden" registraron
minuciosamente la Casa de la Cultura, "porque recibieron una
denuncia anónima de que había una bomba dentro del edificio".

¿Una consigna contra el arte? Nadie entendía nada.


SIGA LA FUNCION

Gran parte de los artistas que habitan esta "isla de paz" que
es nuestro país, se han unido para que nunca más vuelva a
suceder un hecho así. Conformaron el "Comité para el respeto
de la vida y el trabajo de los artistas", y se están moviendo
para poner los puntos sobre las íes en este caso.

Se movieron por todos lados para conseguir localizar y luego
liberar a sus compañeros. Las instituciones de Derechos
Humanos (nacionales e internacionales), las embajadas de
España, Alemania y Francia, el Tribunal de Garantías
Constitucionales, el Congreso Nacional, los ministerios
relacionados, la Presidencia de la República, están enteradas
del asunto.

Pero sobre todas las cosas, la función seguirá. "Denunciaremos
con el arte, que es nuestro forma de decir, nuestro oficio",
coincidieron los artistas. Hoy en el parque El Ejido a partir
de las 10 de la mañana y después en el Teatro Nacional de la
Casa de la Cultura, se desarrollará -quizá con mucho más
ganas- el espectáculo de teatro, danza, títeres y música, que
estaba programado para ese 11 de octubre, día brillante que
terminó con la obscuridad de las capuchas. El espectáculo que
en el 11 se denominaba "500 años, un día antes" hoy lleva el
título -más que título promesa- "­Qué siga la función!".

Seguirá la función... sí, pero aquí algo ha pasado. Una
agresión a seres humanos de parte de organismos rectores del
Estado. Más tensión, más vigilancia, más represión, menos
explicaciones. Síntomas graves.

- "Mamá... yo no quiero disfrazarme nunca más".

- "No, mi amor, lo que pasa es que nunca más nos deben hacer
esto. Nunca más".

Cabos sueltos, ninguna respuesta

- Según los informes escritos de la OID Pichincha, ninguno de
los artistas detenidos tenía antecedentes delictivos
anteriores. El mismo informe afirma que "se descarta que estas
personas hayan estado realizando actos que alteren la paz
ciudadana, o a su vez, hayan tendido a subvertir el orden,
descartándose además que pertenezcan a grupo subversivo
alguno" (SIC). También se descartó que el material incautado
de la casa de la alemana Andrea Stark sea subversivo. ¿Por qué
se los detuvo? ¿Se justifican tremendos operativos policiales
y agresiones a los derechos humanos para investigar a estos
"peligrosos sujetos"?, se preguntan los artistas.

- Por más que el informe les desligue de responsabilidad, los
artistas ya están registrados en el ejército, en la OID, en el
CDP, en la comisaría, tienen filmados sus rostros, sus casas,
tienen todos sus datos. "Yo no puedo dormir, ellos saben en
dónde estoy, ¿de quién depende mi vida?", reclama una de las
artistas.

- El día martes, en rueda de prensa televisada, el ministro de
Gobierno, Roberto Dunn Barreiro, declaró que se habían
detenido a artistas sospechosos posiblemente vinculados con
las FARC colombianas; que "existen evidencias -gráficas y
fílmicas- de que los integrantes del grupo, en lugar de
dedicarse a actuar, escribían frases subversivas en las
paredes de Quito"; que "fueron vistos salir de un local cuyos
ocupantes se dedicaban a actividades subversivas, según la
inteligencia militar que vigilaba desde hace algún tiempo";
incluso dio por arrestados a dos artistas que no lo estaban,
Jaime Guevara y Kléber Vieira. Su información -viniendo de una
fuente tan fidedigna- se difundió por los principales medios
de comunicación del país. Y ahí quedó todo: hasta ahora esta
información errada no se ha rectificado. En una rueda de
prensa televisada posterior, al ser consultado por el caso de
los artistas, el ministro se puso de pie, agitó los brazos
entrecruzándolos por tres ocasiones y se retiró del lugar sin
pronunciar palabra. "¿Quién responde? ¿Quién lava nuestros
nombres? El ministro de gobierno debe rectificarse y el
Presidente de la República debe pronunciarse", reclaman los
artistas.

- Las pruebas fílmicas a las que se refería el ministro son
tomas del periodista Miguel Toscano pintando un grafiti que
textualmente decía: "Qué fue... el periódico de todos".

- Los tuvieron recluidos por más de 54 horas; para interrogar
lo legal es 24. Fueron arrestados alrededor de las 10 de la
mañana, y la orden de detención del comisario recién fue
emitida a las cuatro de la tarde. Los artistas afirman que
todas estas medidas fueron ilegales incluso en lo formal. En
todas las dependencias en las que estuvieron recluidos se
negó, tanto a embajadores, como a familiares y amigos, la
estadía de los artistas; por lo tanto estuvieron en
condiciones de desaparecidos por un día entero. "¿Y si
realmente desaparecíamos?", interrogan los artistas.

- Fueron "efectivos" de la Fuerza Terrestre Ecuatoriana,
Batallón Pichincha, los que arrestaron y torturaron a los
artistas; después pasaron a mano de la OID, Oficina de
Investigación del Delito. En el allanamiento estuvieron tanto
militares, como policías y hasta un comisario, tres instancias
del "orden". Pero ninguna se atribuye la responsabilidad del
hecho. Fuentes por de más confiables desde el interior de la
presidencia aseguraron a este medio y a los artistas
perjudicados que no fue el gobierno el que dispuso las
acciones, incluso que ni siquiera estaba enterado de ellas.
Quién sabe. ¿De dónde salió la primera orden? Si fue de los
militares hay que cuestionarse, ¿quién tiene realmente el
poder en este sistema democrático?

- El allanamiento se produjo ante un vocal de Derechos Humanos
del Tribunal de Garantías Constitucionales, Alexis Ponce,
quien se encontraba casualmente en el lugar convocado por los
artistas para solucionar la prisión de sus compañeros. Alexis
Ponce ya ha emitido un informe detallado de lo que fue
testigo. ¿Se dará la suficiente credibilidad a una autoridad
tal, para que el TGC tome alguna medida al respecto?, se
cuestionan los denunciantes.

- Dos justificaciones verbales del hecho han dado las
autoridades a los artistas. La una dice que la primera
aprehendida, Andrea Stark, tenía un parecido físico con una
ciudadana colombiana relacionada con el movimiento indígena
que hace algunos meses estuvo en el país. Según las fotos que
enseñaron dicha mujer tenía el pelo corto, Andrea pelo largo;
la una es colombiana, la otra alemana.

- La segunda justificación habla del estado de emergencia que
se encontraba el país en esos momentos, según decreto
presidencial. Pero un estado de emergencia debe ser comunicado
mínimo por los medios de difusión. Nadie lo sabía.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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