Quito. 12.09.93. En el escenario de la sociedad alemana ha
surgido recientemente un nuevo actor, caracterizado por una
inquietante fusión entre vándalo e ideólogo: se trata del
"skinhead" o cabeza rapada.

El 70 por ciento de los cabezas rapadas son jóvenes de clase
media-baja que han decidido resolver sus problemas, y en especial
el desempleo, a través del ataque a los migrantes, a quienes
consideran los causantes de la actual situación de Alemania.

Su actitud violenta ante el extranjero se sustenta en la
ideología de los movimientos fascistas que han empezado ha
resurgir inquietantemente en toda Europa. Los cabezas rapadas han
adoptado del recuerdo nazi símbolos como la cruz gamada, siglas
de los que fueron sus organismos -como la SS-, ritos internos de
la organización como el saludo y la jerarquización... pero, en
especial, han tomado de la ideología fascista la peligrosa
xenofobia o repulsa al extranjero y al extraño.

Quizá este fenómeno no provocaría tanto temor si se estuviera
dando en países como Francia o Inglaterra -como en efecto ha
sucedido-; la gran diferencia la marca el lugar, Alemania, un
nombre cuya sola mención nos traslada al oscuro pasado nazi y nos
obliga a preguntarnos si nos encontramos ante el resurgimiento de
esta temida ideología. Esta es una de las principales razones por
las que un pequeño grupo de aproximadamente 6.400 extremistas ha
generado una gran polémica en todas las esferas sociales
alemanas... y en el mundo entero.

De migrantes y desempleados

La unificación alemana no solo significó anexar a la República
Federal Alemana un territorio poblado por 17 millones de
personas; la anexión implicó también la adquisición de todos los
problemas que a nivel económico, político y social enfrentaba la
ex-República Democrática Alemana. A este tremendo cambio para las
dos Alemanias se sumó la migración proveniente de los demás
países del ex-bloque comunista, un hecho que alteró de manera
definitiva la estructura social de la nueva Alemania.

En 1.992, Alemania receptó migraciones tan numerosas como la de
200 mil rusos descendientes de alemanes y 440 mil asilados de la
ex-Yugoslavia. En ese mismo año, se calculó que las dos terceras
partes de los refugiados que llegaban a la Europa rica iban a
Alemania, entre otras razones porque este país posee una de las
más generosas leyes de migración en el viejo continente.

Mientras tanto, al interior de la Alemania unificada, el paro de
obreros causado por la recesión económica se propagaba
rápidamente entre la población.

Estos dos condicionantes, la migración y la falta de empleo,
proporcionaron -según algunos cientistas sociales- una motivación
fácil a quienes, atemorizados por el deterioro de su habitual
nivel de vida, vieron en el extranjero la causa de sus nuevos
problemas.

El sentimiento de inquietud ante la avalancha de migrantes fue,
en primera instancia, una respuesta general del pueblo alemán...
pero cuando se produjeron los lamentables asesinatos de varios
extranjeros entre 1.992 y 1.993, la situación empezó a tomar un
tono mucho más fuerte.

Al tornarse más crudos los problemas, fue necesario romper la
superficialidad con la que hasta ese momento se había tratado el
tema. La migración y el desempleo no eran factores suficientes
para explicar cómo un puñado de gamberros (como se denomina en
España a los pandilleros juveniles) se había atrevido a matar a
varios hombres.

Posiblemente, podría hallarse el eje de ese modo de actuar en el
discurso entre político y racial que los "skinheads" manejan;
quizá las causas de su surgimiento y sus acciones están en la
actual estructura de la sociedad alemana...

Más miedo que odio

Con seguridad, el surgimiento de los cabezas rapadas tiene que
ver con el caos y la anonimidad propios de nuestra civilización
occidental, que afectan necesariamente a la juventud. Frente a
tantas opciones para enfrentar el mundo, los jóvenes se muestran
dúctiles y fácilmente impresionables, sobre todo ante quienes
ofrecen cambios radicales de la situación actual, que se presenta
poco menos que incomprensible... y no solo para ellos.

Los jóvenes alemanes, como los de todo el mundo, viven lo que
Lefevbre llamó "la caída de referentes" en medio de una sociedad
ávida de reproducir su economía, enfrascada en un loco desarrollo
industrial y sin otro objetivo que no sea vender. Una sociedad en
la que las cosas son hoy y mañana no lo son más.

Las respuestas ante este desbarajuste social van desde la
adaptación hasta la rebeldía, esa inevitable necesidad de
provocar negativamente al statu quo (he aquí la razón por la que
los cabezas rapadas utilizan símbolos distintivos como la
svástica, que causa estupor entre la población alemana).

Pero también se ha tratado de explicar el problema a través de la
intensa interacción cultural que la migración ha generado en
Alemania. Desde este punto de vista, los cabezas rapadas actúan
violentamente más por miedo que por un odio xenofóbico. Un miedo
que no acaban de comprender; un miedo hacia lo extraño, hacia esa
avalancha de desconocidos que, según entienden, está directamente
relacionada con la disminución de su nivel de vida.

"Las culturas son creativas cuando no se aíslan demasiado, pero
es preciso que se aíslen al menos un poco", dijo Claude
Lévy-Strauss en una conferencia sobre raza y cultura que causó
revuelo en la UNESCO. Con estas palabras, el antropólogo
explicaba la importancia de que una cultura se comunicara con
otras para desarrollarse, pero afirmaba también que el flujo
intercultural debía restringirse, a fin de permitir que los
involucrados en este proceso entendieran poco a poco las ideas y
costumbres distintas a las suyas.

Alemania vive en su interior un complejo de culpabilidad derivado
de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado
está su deseo de mostrarse como una nación amable y por el otro
la necesidad de afrontar los nacionalismos. Para el investigador
Hans Magnus, que ha dedicado un libro al problema, esta situación
ha generado un tono de ambigüedad en ciertas campañas
publicitarias que pueblan actualmente los medios de difusión
masiva alemanes y que tratan de conciliar el asunto racial con
meros discursos y frases hechas, cuando -según Magnus- lo que
realmente se necesita es una educación que capacite a los hombres
para comprender otras culturas.

El tabú del racismo

En el fondo de esta discusión con respecto al problema de los
cabezas rapadas se encuentra un viejo tabú de la comunidad
mundial de cientistas sociales: el racismo como sentimiento
innato del hombre. A partir de la Segunda Guerra Mundial y el
holocausto judío, el racismo se convirtió en un tema vedado al
debate intelectual, a pesar de que, detrás de él, sería posible
encontrar las razones de muchos comportamientos humanos.

¿El racismo es algo que se transmite genéticamente o es una
herencia cultural? Es una pregunta cuyas respuestas, de lado y
lado, presentan fuertes argumentaciones. Sin embargo, todos
quienes han fijado su atención en este asunto coinciden en que
una adecuada educación de nuestras sociedades podría bajar
paulatinamente los niveles de conflictividad.

Claro que, en la actualidad, hablar de razas "puras" resulta
complicado, si no imposible, con el mestizaje mundial que
vivimos. A esto se suma el hecho de que en las sociedades de hoy
prima la estructura funcional económica por sobre lo étnico, ese
factor de identificación con una cultura, con unas costumbres,
con ciertos seguridades y sentimientos patrióticos que ya casi no
existen.
EXPLORED
en Ciudad N/D

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