Quito. 12 jul 99. Nunca antes en nuestra historia republicana
habÃamos completado dos décadas de gobiernos elegidos en las
urnas. No obstante, la democracia nos ha dejado frustraciones
"¿Qué me dejó tu amor?, mi vida se pregunta. Y el corazón
responde, pesares, pesares", canta en las noches de melancolÃa
el pásillo colombiano. "¡Qué me dejó tu amor que no fueran
pesares!", dicen muchos ecuatorianos cuando se acerca el vigésimo
aniversario de la restauración de la democracia.
A primera vista no les falta razón. Sin embargo, ciertas
calidades impalpables no medidas por las encuestas ni por las
estadÃsticas dan pie para afirmar que estos veinte años de
democracia no pasaron en vano.
LAS CIRCUNSTANCIAS EXTERNAS
La democracia ecuatoriana actuó en un escenario internacional muy
definido: el triunfo de la economÃa de mercado en la Gran Bretaña
de Margaret Thatcher y en los Estados Unidos de Ronald Reagan.
Esta filosofÃa económica, polÃtica y social se convirtió en el
nuevo evangelio de los organismos internacionales de crédito. Más
tarde, la caÃda del muro de BerlÃn, el fin de la Guerra FrÃa, la
globalización del comercio y de las comunicaciones convirtieron
ese evangelio en dogma. Muy endeudado durante la dictadura y muy
necesitado de nuevos créditos para amortizar la deuda y financiar
el desarrollo, Ecuador se vio compelido a aumentar las
exportaciones, a disminuir el tamaño del Estado y a destinar
menos dinero para atender la educación, la salud y la vivienda
de sus ciudadanos.
LAS CIRCUNSTANCIAS INTERNAS
El escenario interno de la democracia ecuatoriana se asemejó a
una carrera de obstáculos: en 1981, guerra con el Perú en la
Cordillera del Cóndor, muerte del presidente Roldós en un
accidente aéreo; en 1982, cierre del crédito externo por la
quiebra de la economÃa mexicana; en 1983, pérdidas equivalentes
al cinco por ciento del producto interno bruto -PIB- por las
inundaciones de la Corriente de El Niño; en 1985, aparición del
grupo guerrillero "Alfaro Vive, ¡Carajo!"; en 1986, rebelión
militar del general Frank Vargas, caÃda del precio del petróleo
de 27 a ocho dólares el barril; en 1987, secuestro del presidente
de la República por comandos de la Fuerza Aérea, terremoto del
Napo, destrucción parcial del oleoducto, suspensión de las
exportaciones del petróleo durante cinco meses con una pérdida
de dos mil millones de dólares; en 1993, desastre de la Josefina
en las provincias de Azuay y Cañar; en 1995, guerra con el Perú
en la zona del Alto Cenepa y de la Cordillera del Cóndor, crisis
de la Vicepresidencia y renuncia del Vicepresidente, hombre
fuerte del régimen; en 1997, cese del gobierno de Abdalá Bucaram
por decisión del Congreso y por levantamiento del pueblo
principalmente en la Sierra; en 1997-1998, inundaciones y
destrucción del sistema vial de la Costa y de la Sierra de pie
de monte; caÃda del barril de petróleo a la mitad del precio
calculado para elaborar el presupuesto.
Luego, el interinazgo de Fabián Alarcón que resultó caótico,
porque se apartó de las reglas tradicionales del interinazgo
-tiempo corto y magistrado cÃvico- y se agravó además por la
arremetida de la naturaleza: un Niño terrible y un terremoto.
En 1998, se posesionó el gobierno de Jamil Mahuad. Tras tres años
de recesión, de un manejo fiscal irresponsable y de millonarios
daños de la naturaleza que habÃan minado el sistema productivo,
el paÃs requerÃa de una conducción dinámica y un timonel preciso.
No hay ni lo uno ni lo otro en el nuevo mandatario. Concentrado
en los primeros meses exclusivamente en solucionar el problema
territorial, el Presidente descuidó la economÃa. Los eventos
terminaron por sobrepasarlo. Complicaron los males su lentitud
para tomar las decisiones; sus múltiples compromisos electorales,
principalmente con banqueros y su incapacidad para formular
alianzas polÃticas que le permitan adoptar un programa coherente
de acción.
AsÃ, para financiar el déficit fiscal recurrió al impuesto del
uno por ciento, propuesto por el Partido Social Cristiano, pero
el impuesto minó los depósitos bancarios en 18% en el primer mes
de su aplicación, y s originó una salida de entre 400 a 700
millones de dólares hacia el extranjero, debilitando aún más a
un débil sistema financiero.
Fue moroso en el pago de salarios estatales: los maestros, los
médicos, los policÃas y los militares, recibieron con retraso sus
haberes, pero fue puntual en el pago de la deuda externa. No hubo
dinero para obras sociales, pero abundaron recursos para el
salvataje bancario. El vicepresidente Gustavo Noboa, por ejemplo,
pidió 200 millones dólares para reconstruir la Costa y se le
negó. No obstante, 15 dÃas después se entregó el doble de esa
cantidad para el salvamento de Filanbanco. Por último, recurrió
a la más dura medida que haya tomado gobierno alguno en la
historia del paÃs: el congelamiento de dineros privados. Con
ello, paralizó a la producción, que ya estaba deprimida y terminó
con los Ãndices de popularidad más bajos que haya tenido
gobernante alguno en los primeros meses de su mandato, en estos
20 años.
En 1999, veinte años después de inaugurada la democracia el
Estado empresarial habÃa colapsado y nadie ni los partidos
polÃticos de la derecha, del centro y de la izquierda ni los
poderosos intereses económicos a los cuales se han supeditado los
partidos, ni los sindicatos ni la dirigencia indÃgena ni los
lÃderes de la sociedad civil llegaban a ponerse de acuerdo en
cómo substituir ese Estado que se habÃa vuelto obsoleto. Esto
produjo una crisis de identidad. Se vio que detrás del Estado
unificador habÃa regionalismos y culturas localistas, intereses
inconfesables y una sociedad apática que descargaba su
frustración en el Gobierno sin asumir las responsabilidades que
también le tocaban.
BALANCE
Los 20 años de democracia ecuatoriana han defraudado a muchos
ciudadanos que anhelan un retorno a un gobierno dictatorial que
ponga orden, cree fuentes de trabajo, persiga la delincuencia e
imponga la modernización. Un buen porcentaje de los ecuatorianos
aprobarÃa el modelo Fujimori. La democracia pudo funcionar
formalmente mientras el Estado era relativamente rico y podÃa
contentar a todos. Si la democracia logra salir de esta crisis
integral, la más grave del siglo para los ecuatorianos,
seguramente se consolidará.
Pero esta solidez tardará en llegar. La falta de partidos
polÃticos sólidos en su ideologÃa, estructura, financiamiento,
membresÃa, y la falta de universalidad que atraviese las diversas
clases de la sociedad y trascienda más allá de provincias y
regiones no ha permitido un desarrollo polÃtico nacional. En
estos 20 años han dominado los populismos cefepista primero y
luego abdalasista, y el Partido Social Cristiano, que ha girado
en torno al talento polÃtico, la voluntad férrea y los intereses
regionales del personalismo casi dictatorial de León
Febres-Cordero, punto obligado de referencia en todos los
gobiernos. Los sucesivos pactos y distanciamientos coyunturales
entre el populismo y el personalismo, su interés por permitir la
elección de los independientes, la poca eficacia de los partidos
del centro izquierda para formar frentes unidos más allá de la
vanidad de sus lÃderes dan cuenta de una democracia sin
participación popular, salvo en las consultas manipuladas por los
gobiernos. Asà se explica la politización de la Función Judicial,
la paulatina ineficacia de los organismos de control
administrativo y financiero, el irrespeto al espÃritu de la ley,
el crecimiento alarmante de la corrupción pública y privada.
Campante la impunidad y faltos de seguridad jurÃdica, los
ciudadanos y los inversionistas nacionales y extranjeros han
visto crecer la delincuencia en las calles y campos, en los
juzgados y en el mundo financiero.
La manipulación polÃtica de los populismos y personalismos está
en la raÃz de la falta de polÃticas de Estado en cuanto a la
modernización del aparato burocrático y de la economÃa, y en lo
relativo a salud, educación y vivienda. En la modernización hubo
procesos de ajuste discontinuos, tÃmidos y pronto abandonados.
De ahà los 20 años de retraso del Ecuador respecto al grueso de
América Latina. So pretexto del ajuste, se ha postergado hasta
ahora la reforma educativa eficaz. Se abandonó la educación en
manos de un minúsculo pero agresivo partido polÃtico de extrema
izquierda y se permitió el libre mercado de la educación
particular sin evaluaciones ni metas nacionales. La democracia
ha desnutrido a la mayorÃa de los ecuatorianos, ha permitido la
floración de grupos privilegiados populares y de clase media a
través de los sindicatos de las grandes empresas del Estado, y
ha enriquecido en demasÃa a un reducido porcentaje de
ecuatorianos. La desocupación y la semi-ocupación oprimen a la
clase media y popular. La democracia no ha podido hasta ahora
poner orden en el caos salarial ni distribuir los ingresos a
través de la tributación universal y justa. Estos, los saldos
negativos de un manejo irresponsable del sistema polÃtico.
La democracia, sin embargo, ha creado un clima de relativa
libertad y creatividad. En este clima han florecido unas Fuerzas
Armadas serias, apolÃticas e institucionalmente ricas. Sin él,
la paz con el Perú seguirÃa siendo tan solo un anhelo del corazón
inquieto. Ha crecido la libertad de prensa y se han desarrollado
las comunicaciones, relativamente independientes si no de sus
conexiones empresariales, sà respecto de la crÃtica constructiva
al Poder público. Han llevado fruto las iglesias cristianas:
católico-romana, protestantes históricas, evangélicas que han
contribuido al desarrollo comunitario, a la educación y la moral
social. El clima democrático vigorizó los
movimientos sociales y polÃticos de los indios y empieza a
influir en el movimiento afroecuatoriano. El clima de libertad
oreó la conciencia de los derechos humanos y oxigenó a fondo los
casos Restrepo, Benavides y Campesinos del Putumayo contra el
Estado. En este clima de libertad, la mujer ecuatoriana asoleó
sus derechos domésticos, sociales, económicos y polÃticos. La
nueva Constitución en teorÃa luce muy adelantada sobre todo en
materia de derechos y amparos. Se le ha puesto reparos, sin
embargo, en su intelección de la libertad deprensa. Y en el clima
de la democracia se han expandido las exportaciones y ha
circulado la savia de la calidad en la producción.
Este conjunto de males y de bienes son la herencia de 20 años de
democracia. En suma, si Ecuador resuelve su crisis de
gobernabilidad, podrá mirar con esperanza su futuro. El suelo
social y económico regado con el agua de la justicia hará que
Ecuador recobre el tiempo de crecimiento perdido y haga saborear
a todos los bienes materiales, sociales, sicológicos y
espirituales que encierra la palabra democracia.
MUERTE TEMPRANA
Venció a la oligarquÃa en las elecciones uniendo las fuerzas
populistas con el centro planificador; pero Jaime Roldós
(1979-1981) fue vencido por la oligarquÃa unida al populismo en
el Congreso. Unió a los presidentes andinos, pero perdió la
guerra con Perú. Tuvo un petróleo a 40 dólares, pero un Congreso
que dobló los salarios y no alzó los impuestos. Murió en su
vigésimo mes de gobierno.
UNA PARADOJA
El vicepresidente Osvaldo Hurtado asumió los 38 meses restantes.
Aplicó un programa integral, que se desintegró por la crisis
crediticia mexicana, El Niño y el odio oligárquico. El
"presidente comunista" hizo el primer ajuste económico, sucretizó
con garantÃas e intereses la deuda externa de productores,
comerciantes y banqueros. Usando la razón dialogante, reflotó a
Ecuador.
EL HOMBRE DURO
"Pan, techo y empleo" eligieron a León Febres-Cordero
(1984-1988). Reconstruyó el paÃs con imaginación empresarial,
reprimió la guerrilla, gobernó al filo y más allá del filo de la
ley. Un terremoto afectó la exportación del petróleo ya de precio
muy reducido. Se rebeló la Fuerza Aérea. El subsecuente secuestro
le restó autoridad. El fin de su mandato no le apartó de la
polÃtica activa.
APAGADA SOLIDEZ
Con mayorÃa en el Congreso y en los gobiernos seccionales, el
socialdemócrata Rodrigo Borja (1984-1992) reflotó el paÃs gracias
a ligeros ajustes progresivos, al deterioro salarial y a una
imagen honrada y democrática. En los dos últimos años perdió esas
mayorÃas. Inició el proceso de apertura económica. Tino y
atención al conjunto del paÃs fueron su marca.
SUBE Y BAJA
El derechista Sixto Durán-Ballén (1992-1996) tuvo a su favor una
amplia base nacional y una economÃa en saneamiento. A medio
perÃodo y por el liderazgo vicepresidencial hubo optimismo
económico. La otra mitad del perÃodo vivió una guerra defensiva
victoriosa pero cara, la oposición socialcristiana, la huida del
vicepresidente, Alberto Dahik, consultas populares adversas.
SOLO SEIS MESES
Olvidado por la derecha, el pueblo eligió al populista Abdalá
Bucaram (1996-1997), quien propuso un ambicioso plan de
modernización y convertibilidad desde julio del 97. Pero perdió
la confianza de los electores por una actitud personal
irresponsable, por abusos de sus allegados y por denuncias de
corrupción de su gobierno. El Congreso lo destituyó, tras una
serie de manifestaciones populares.
INTERINO
Tras breve crisis tripresidencial, el Congreso nombró presidente
interino a Fabián Alarcón Rivera (1997-1998). El pueblo le
confirmó la designación y gobernó como "Presidente Constitucional
Interino". Su ambición y la de su premier, César Verduga; El
Niño; la depreciación del petróleo y una creciente corruptela le
volvieron impopular. Hoy se encuentra en prisión por el caso
Pipones del Congreso.
DE LA LUZ A LA CRUZ
El ex alcalde demopopular de Quito, Jamil Mahuad (1998-2002) ganó
al populismo con un margen mÃnimo. Prometió armonÃa y ofreció
sapiencia. En dos meses firmó la paz con el Perú, el mayor logro
internacional ecuatoriano. Inactivo ante la crisis más compleja
del siglo, financió la quiebra bancaria con el dinero de todos.
Ocasionó asà protestas populares, gremiales y regionales todavÃa
activas. (Texto tomado de La Revista Vistazo)