"STATUS DE GRAN POTENCIA", por Carlos de Alves

Río de Janeiro. 07.11.90. (Opinión). Desde 1975, existía un
programa autónomo -al margen de los de uso pacífico-, dirigido
por las Fuerzas Armadas, cuyo propósito era contar con
armamento nuclear. En este momento, el proceso estaba tan
adelantado que en 12 a 18 meses, se podría haber detonado el
primer artefacto atómico brasileño.

El presidente Collor de Mello dispuso el congelamiento total
de estas actividades secretas durante 15 años, que han
insumido un millonario presupuesto, y que nunca fueron
ventiladas en la prensa local, ni aceptada su existencia por
las autoridades de entonces.

Tanto Argentina como Brasil, que no son signatarios del
Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, tienen un
importante desarrollo científico en este campo. En verdad, la
comunidad internacional sabia que ambos países contaban desde
hace años con la capacidad técnica y material de fabricar
bombas atómicas. Esta es la primera vez que, desde fuentes
oficiales se admite la existencia de instalaciones y programas
cuyo objetivo real -no hipotético- era disponer a breve plazo
de artefactos nucleares.

¿Por qué el presidente Collor que podía haber ordenado
discretamente el cese de toda actividad, prefirió hacer
pública su decisión, y ratificarla solemnemente en la reciente
Asamblea de las Naciones Unidas?

La secuencia de los hechos es importante para avanzar en la
explicación de lo ocurrido. En agosto se produjo la invasión
de Irak a Kuwait. En pocas semanas se comenzaron a saber
muchas cosas: presencia de técnicos nucleares brasileños en
Bagdad; docenas de expertos locales en fabricación de misiles
en misión en Irak; millones de dólares en venta de armamento
convencional brasileño al país agresor. Un cuadro embarazoso
para Brasilia que debió sumarse al embargo y bloqueo dispuesto
por las Naciones Unidas, aún con los daños evidentes
ocasionados a su balanza comercial(En verdad, los iraquíes
cuentan con armas soviéticas, estadounidenses, francesas,
chinas y de otros países de la OTAN en inmensas cantidades.
Pero los brasileños -aparentemente- colaboraban en dos áreas
tan sensitivas como la nuclear y la misilística).

A principios de septiembre, un informe reservado de 50 páginas
llegó a manos de Collor de Mello. Todos los detalles sobre
los avances en la fabricación de armas atómicas, instalaciones
secretas, e inventario de materiales estratégicos estaban
consignados. De inmediato se hizo una reunión con los altos
mandos de las tres Fuerzas Armadas, y el presidente comunicó
su decisión de abandonar completamente el programa.

Pocos días después -el 18 de septiembre- acompañado por
fotógrafos y periodistas, el presidente se dedicó a clausurar
un curioso pozo de 1,2 metros de diámetro, y 320 metros de
profundidad, con paredes de cemento reforzadas con acero. El
lugar era uno de los escenarios previstos para hacer estallar
un dispositivo nuclear, en la sierra de Cachimbo, en la
Amazonía central.

Una semana después, en las Naciones Unidas, Collor de Mello
anunciaba que Brasil no detonaría ningún artefacto nuclear,
aunque fuera con fines pacíficos. Un civil, el ministro de
Ciencia y Tecnología, José Goldemberg; está a cargo de
supervisar todos los programas vinculados a la actividad
nuclear. Su objetivo es "transparencia nuclear", lo que
significará abrir las instalaciones nucleares al Congreso, a
la prensa, y a la comunidad científica.

Los militares han mantenido un hermético silencio, y si bien
el manejo presidencial del tema no les ha gustado nada,
reconocen dos hechos centrales: el primero, que hay acuerdo
pleno de cooperación y mutua inspección con Argentina, otrora
el gran rival del Cono Sur; y el segundo, que el paso era
necesario para mejorar la relación con Estados Unidos.

El desarrollo de plantas atómicas generadoras de energía,
seguirá sin inconvenientes. Incluso se admite la posibilidad
de firmar un acuerdo de cooperación técnica con la Agencia
Internacional de Energía Atómica, cuya ayuda sería invalorable
en caso de accidente o desastre en una de las plantas en
operaciones. Sin embargo, Brasil no firmará por ahora el
Tratado de No Proliferación. La opinión pública rechaza este
paso como una cesión de soberanía exigida por el Club Atómico
(los que ya tienen armas nucleares).

Uno de los responsables del programa atómico brasileño en años
recientes, el brigadier Hugo de Oliveira Piva, estaba al
frente de los expertos en cohetería brasileña que se
encontraban trabajando en Irak.

El proyecto de contar con armas atómicas nació en la misma
época en que Henry Kissinger, entonces secretario de estado de
EEUU, reconocía que Brasil tenía el status de "potencia
intermedia" (1976) y era el poder subrogante de Washington en
América del Sur. (ALA)
EXPLORED
en Ciudad R�o de Janeiro

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