LAS CRISTIANDADES DE EUROPA. LA LOGICA DEL ESTADO Y LA LOGICA
DEL HOMBRE. Por Milorad Pavic (*)

Quito. 20.11.91. (Editorial) Europa estuvo empeñada durante
siglos en la destrucción o la expulsión de su tierra de dos
civilizaciones, al tiempo que favorecía y aceptaba una
tercera. El resultado ha sido la destrucción de la
civilización judía y de la civilización de la cristiandad
oriental, como parte de un proceso que sumultáneamente acercó
la civilización islámica a Europa.

Al escribirlo esto, debo subrayar que siento un profundo
respeto por la cultura árabe. Sin embargo, es un hecho que por
siglos el poderío turco -y bajo su ala, el islam- penetraron
en Europa, donde permanecieron a resguardo mientras destruían
la civilización de Europa Oriental. Y Europa Occidental
contribuyó a este resultado.

En este momento de la historia, frente a nuestros ojos, está
desapareciendo una de las dos civilizaciones europeas: la
oriental, que recibió de Arnold Toynbee el apelativo de
Bizantina.

Toynbee tenía razón al considerar que todavía hoy existen dos
civilizaciones en Europa, una nacida en tierras del antiguo
imperio romano de occidente y la otra en las del imperio
romano de oriente.

La oriental o civilización ortodoxa, no debe confundirse con
Rusia, el país que constituye la última etapa de la expansión
de este círculo cultural. Geográficamente, este círculo tiene
su centro en Grecia, en Serbia, luego en Rumania y Bulgaria, y
termina en Rusia, Ucrania, Armenia y Georgia. Si uno no conoce
exactamente la civilización a la que me refiero, tal vez
recuerde que su metrópolis fue Constantinopla, la ciudad más
bella de Europa antes de que fuera conquistada por los turcos.

Es una civilización de íconos y frescos, la patria de
Justiniano y Juan Crisostomo, de los Santos Cirilo y Metodio,
del Greco y Dostoyevsky, de Tolstoy y Mendeleyev, de Ionesco y
Brancusi, de Ivo Andric y Mirca Eliade, de Chaikovsky y
Kachaturian, de Kandinsky y Tarkovsky, de María Callas y
Kasantzakis, de Karpov, Kasparov y Liuboievic, y de muchos
otros más, incluido quien escribe estas líneas, a quien un
crítico español describió, desafortunada pero tal vez
acertadamente, como "El último bizantino".

Esta es la civilización que sigue en línea recta la cultura
griega clásica, la cuna de la espiritualidad europea. Esta es
la civilización que inspiró con su novela bizantina las
primeras novelas europeas.

Sin embargo, en el Siglo XX la cristiandad oriental y su
cultura enfrentaron una nueva presión, la de los regímenes
comunistas opresivos. Por casi un siglo entero estos regímenes
lucharon contra la cristiandad occidental (el catolicismo y el
protestantismo) y contra sus culturas en Polonia, Hungría,
Checoslovaquia, Alemania oriental, Yugoslavia y las Repúblicas
Bálticas de la Unión Soviética, pero sin éxito.

En cambio, los regímenes comunistas tuvieron mucho más éxito
en su combate contra el cristianismo oriental y su cultura en
Rusia, Ucrania, Armenia, Georgia y Yugoslavia, al mismo tiempo
que favorecían la islamización.

Uno observa aquí verdaderas guerras religiosas disfrazadas con
máscaras ideológicas más o menos transparentes. Los genocidios
de Armenia, de los serbios en la provincia de Kosovo y en la
Rumania de Ceaucescu, de los griegos en Chipre, de los griegos
y los serbios en Albania, y el hecho de que la primera víctima
de las purgas de Stalin haya sido la cultura ortodoxa en
Rusia, todo esto demuestra que la destrucción de la
civilización europea oriental ha sido perpetrada a paso
acelerado.

Lo que se observa en la actualidad es el alineamiento de los
países europeos según su afiliación religiosa: los
protestantes y los católicos por un lado, y los musulmanes por
el otro.

La cristiandad oriental, por su parte, tiene particularidades
que lo diferencian de la occidental: carece de una
organización eclesiástica internacional. En la Iglesia
ortodoxa no hay un centro religioso ni una administración
común, ni una lengua oficial. Ni siquiera existe una
organización internacional de las iglesias ortodoxas.

Esta situación revela otro de los defectos de los regímenes
comunistas y de Europa, desde el punto de vista legal.
Muéstrenme un país en el que existe la posibilidad de defender
por medios legales a los ciudadanos que no tienen protección
religiosa internacional, contra otros ciudadanos que están
amparados por una de las organizaciones internacionales
religiosas más poderosas del mundo moderno. Un individuo sin
protección religiosa internacional en Europa es presa fácil
para los cazadores.

Daré un ejemplo: en este momento los serbios de Yugoslavia
están nuevamente a la espera de un genocidio, como ocurrió
durante la última guerra mundial con serbios y judíos.

Pero la serbofobia en Yugoslavia, Europa y en el mundo entero
es hoy, por primera vez, más intensa que el antisemitismo.

Deberíamos preguntarnos a qué conduce la serbo-fobia. Es claro
que no se trata de una actitud prudente, ni productiva, tanto
desde el punto de vista político como cultural. Examinemos
este hecho desde el punto de vista de la lógica del Estado y
desde el punto de vista del hombre.

Veamos el problema desde el punto de vista del Estado. Quien
logre influenciar la mayoría de la población de los Balcanes,
tendrá a los balcanes de su lado. Y allí el pueblo serbio es
precisamente el más numeroso. En otras palabras, no es posible
resolver el tema de Yugoslavia y los balcanes sin los serbios,
como no sería posible resolver los problemas europeos
prescindiendo de los alemanes.

Uno se pregunta entonces por qué Francia, Inglaterra, Estados
Unidos y otros países aliados de Serbia en la primera y
segunda guerras mundiales están empujando a Serbia al
aislamiento.

La horrenda situación de los serbios, que fue descrita hace
cien años por Víctor Hugo, muy poco ha mejorado desde
entonces. Probablemente esto se deba a que los serbios son
siempre "el oeste en el oriente y el este en el occidente"
según San Sava, el príncipe poeta serbio del siglo XIII.
¿Pero es esta una razón suficiente para rechazarlos?

La serbofobia no se concilia con la lógica del hombre. ¿Es
necesario aislar a todo un pueblo que ha sido expuesto al
genocidio por siglos, y lo fue nuevamente en nuestros días,
por parte de los nazis de Croacia y por parte de los albaneses
en la provincia serba de Kosovo durante el régimen comunista?
¿Es necesario convertir a esta víctima en un culpable? ¿Es
posible cooperar con la democratización de Serbia mientras se
fomenta su aislamiento político y económico?

Por el contrario, Europa no puede darse el lujo de eliminar
ninguna de sus culturas, incluida la serba, que es una parte
importante de la civilización de Europa Oriental. ¿Tiene
sentido debilitar aún más a una de las dos grandes culturas de
Europa, que es la que hoy se encuentra más amenazada?

Al igual que cada bosque tiene singularidades que lo distingue
de otros bosques, nosotros hemos sido creados con rasgos
particulares. Pero este hermoso mundo que genera bellezas,
diversidades y riquezas inacabables, corre el peligro de ser
reducido por el hombre moderno a uno o dos estilos de vida,
una o dos lenguas, una o dos ideologías, una o dos religiones
y culturas.

Si esto ocurriese, el hombre habrá cortado la rama donde está
sentado, se habrá separado de la naturaleza, que se expande
constantemente en toda su diversidad universal.

Uno debería tener presente que cada civilización es valiosa,
es casi una parte ecológica de nuestra supervivencia, no solo
en Europa sino en todo el mundo. De modo semejante la belleza
en el arte no es sino parte de la belleza de la naturaleza,
mientras que la diversidad de la civilización es parte de la
riqueza de la naturaleza.

Es por esto que no debemos permitir la destrucción de la
civilización de la cristiandad oriental. Esta civilización
está en peligro y los europeos somos los principales
responsables de su suerte. Sin esa civilización, Europa
quedaría lisiada. Y ello representaría el fin de su estirpe.
(IPS)

(*) El poeta y escritor serbo Milorad Pavic es profesor de
Literatura simbólica y del arte barroco en Serbia en la
Universidad de Belgrado. (4A)

EXPLORED
en Ciudad N/D

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