Quito. 17.08.94. La viuda del "hombre langosta", apodado asÃ
porque tenÃa manos como pinzas debido a una malformación
congénita, fue declarada culpable de asesinato por un tribunal
de Tampa (Florida), aunque la brutalidad de su esposo y el
ambiente malsano en que vivÃa fueron consideradas
circunstancias atenuantes.
Acusada de asesinato con premeditación, Mary Stiles alegó
legÃtima defensa, afirmando que "el hombre langosta", Grady
Stiles Jr., que tampoco tenÃa pies, la golpeaba salvajemente
cada vez que se emborrachaba, y que posteriormente la forzaba
a sostener relaciones sexuales.
Mary Stiles contrató a un adolescente del barrio por 1.500
dólares para que disparara contra el "hombre langosta".
Christopher Wyant, 19 años, aprovechó que Stiles contemplaba
la televisión en ropa interior para matarlo de dos balazos en
la cabeza. El jurado, que deliberó durante diez horas,
consideró que la violencia del esposo no justificaba el
asesinato.
El texto que acompaña esta noticia es una recreación libre del
suceso real, hecha según imagina el periodista la vida de la
asesina.
Gracias, querida hermana, por todo el apoyo que me has dado
durante esta etapa crucial de mi vida.
Quizás sin tu palabra de aliento no hubiera podido resistir el
drama que significaron para mà las sospechas, el apresamiento,
los interrogatorios, los testimonios durante el juicio y la
larga condena que he comenzado a purgar.
Tú -como la única amiga y confidente que he tenido- sabes que
mi matrimonio con Grady se tornó insoportable.
A su defecto fÃsico fue sumándose su podredumbre moral, su
odio contra el mundo que desembocaba en la creciente maldad
contra mÃ, que no habÃa cometido otro pecado que el de tratar
de ayudarle con paciencia y ternura para que saliera del pozo
en el que vivÃa desde que nació.
¿Cómo -recuerdo que me preguntaste cuando te conté que me iba
a casar con él- puedes haberte enamorado de ese ser
monstruoso?
¿Vas a soportar que sean esas manos como garfios, como tenazas
de langosta, las que te acaricien?
¿Estarás siempre dispuesta a servirle de soporte en los
torpes, bastos desplazamientos que le permiten sus pies
retorcidos?
¿Tu compasión (no confundas compasión con cariño, me repetÃas)
no se tornará en disgusto con el tiempo?
¿Y el disgusto no se convertirá en odio?
Y yo refutaba cada una de tus observaciones con el mejor
argumento que encontraba: el del amor.
Estaba tan profundamente enamorada de él, que transformaba en
méritos sus defectos: con sus muñones bifurcados era capaz de
realizar casi todas las tareas necesarias para valerse por sÃ
mismo; con sus piernas, que remataban en un puño, se podÃa
desplazar solo por el mundo, hasta el extremo de ganarse la
vida a través de su trabajo como contador, una labor que le
permitÃa ejercitar su mente ordenada y clara.
Y con la bondad hacia mà y su carácter jovial, embellecÃa una
apariencia que, reconozco, a primera vista podÃa resultar
hasta repulsiva.
Tú sabes, hermana, que fui feliz la primera época de mi
matrimonio.
Sin embargo, ese Grady que hasta entonces se habÃa mostrado
siempre pacÃfico, tierno y complaciente, fue convirtiéndose
dÃa a dÃa, mes a mes, año a año, en otro ser: brutal,
agresivo, violento, sádico.
Si durante nuestro corto noviazgo solo me habÃa mostrado sus
virtudes, ahora esgrimÃa, desafiante e impúdico, toda la gama
de sus múltiples defectos: bebÃa hasta la borrachera,
cualquier observación mÃa bastaba para desatar su
irascibilidad, abandonó el trabajo para que fuera yo quien lo
mantuviera ("ya que eres tan sacrificada, anda y gánate la
comida por los dos, perra", me gritaba), durante el dÃa no
hacÃa más que sentarse frente al televisor vaciando una tras
otra las latas de cerveza mientras echaba blasfemias y cuando
yo regresaba agotada, él descargaba todo su ira sobre mÃ, me
golpeaba y luego cometÃa un sin de fin de aberraciones
sexuales cuyo solo recuerdo me avergüenza y humilla.
La muchachita pulcra que tú conociste y ayudaste a crecer,
siempre preocupada por el aseo y la belleza, se fue
convirtiendo en una mujer desaliñada, cada vez más
voluntariamente indolente en su cuidado personal. Pero ni mi
cabello desgreñado, mis carnes fláccidas, mis manos ajadas que
remataban en unas uñas desportilladas y mi aliento de cloaca
pudieron impedir que ese ser demonÃaco buscara acercárseme y
poseerme viciosa, malévolamente.
Regresar a mi hogar constituÃa un tormento, una bárbara
condena que estoy segura nunca merecÃ.
Por eso una noche, luego de que él descargó su saña y ejecutó
los actos más brutales contra mi dignidad de mujer, decidÃ
tomar venganza contra ese ser mucho más contrahecho y deforme
de alma que de cuerpo.
Lo que siguió fue obra de la casualidad (aunque ahora he
llegado a la convicción de que el azar aparece cuando nosotros
mismo nos encargamos de convocarlo): tomé contacto con Peter,
un muchachote del vecindario que deambulaba por los bajos
fondos, quien por satisfacer su angustiosa necesidad de
cocaÃna era capaz de cualquier cosa.
Le propuse ejecutar a Grady.
Me pidió mil quinientos dólares por el trabajo.
Cuando él tuvo en su poder la mitad de esa suma (la otra mitad
me cobrarÃa luego del hecho) entró a la casa por la puerta de
la cocina que yo habÃa dejado sin picaporte, se acercó hacia
el sillón en que el monstruo, despatarrado, veÃa televisión y
le descerrajó dos tiros en la nuca.
Mi vida en esta prisión es mucho más feliz que el infierno que
vivà junto a Grady y estoy dispuesta a pagar los largos años
de condena que me restan sin inmutarme.
Tengo una sensación de vacÃo, de desolación, de abandono.
Sé que mi vida está terminada, que mis sueños de felicidad se
diluyeron y que buscar otra oportunidad es inútil: dentro de
cada ser humano hay un demonio que gobierna sus acciones.
Si tuviera que volver a matar a Grady no dudarÃa y, en mis
largas noches de vigilia, he vislumbrado que lo harÃa
personalmente, sin intermediario alguno y hasta de una manera
menos rápida que la que provoca un disparo, para que él
pudiera sentir en carne propia lo que es ejercitar en otro
cuerpo la venganza.
No te preocupes más por mÃ.
Has pasado también tu propio calvario y llevar sobre tus
espaldas el sambenito de una hermana asesina solo podrá darte
más tormentos.
Haz de cuenta que también yo he muerto y déjame podrir en esta
cárcel ya que la justicia decidió no ejecutarme.
De entre las pocas pertenencias personales, he logrado
rescatar la foto del dÃa de mi graduación, que te la envÃo
para que me recuerdes como la jovencita alegre que fui cuando
la vida aún no me traicionaba.
Evócame siempre asÃ: risueña, engalanada para una fiesta y
casi tan bella como su amada hermana mayor.
Te besa,
Mary
ELLA EL FUE EL BLANCO DE SUS PROBLEMAS
Las personas con malformaciones que no se aceptan a si mismas,
¿son vÃctimas del rÃgido concepto de lo estético y lo bello
que mantiene la sociedad?
Indudablemente, en el caso que nos ocupa, debe haberle costado
mucho aceptarse a sà mismo. La prueba está en que a la postre
no pudo adaptarse a su nueva realidad; lejos de disfrutar la
relación de pareja, puesto que no canalizó bien el concepto de
su propia imagen, ésta le sirvió de pretexto para descargar su
odio reprimido. Debió sentir que nunca podrÃa calzar dentro de
lo que la sociedad considera como normal y deseable. Ello,
seguramente, provocó rebeldÃa contra Dios, contra la vida.
¿ Por qué nos cuesta trabajo aceptar a estos seres? Recordemos
que ya en la antigua Grecia y en otros pueblos, las
malformaciones eran concebidas como un reflejo de un espÃritu
torcido.
No sólo entre los griegos sino entre las diferentes
civilizaciones a lo largo del tiempo se daba este fenómeno.
Por ejemplo, entre los aztecas habÃa la costumbre de separar a
los malformados, de confinarlos, con el propósito de que
sirvieran como una atracción para los pobladores, al grado que
este lugar estaba junto al zoológico de Tenochtitlán, la capital mexicana;
inclusive los malformados eran vendidos por sus padres. Las deformidades
eran vistas como una curiosidad y una aberración. En
definitiva, en todas las civilizaciones esto ha llamado la
atención. Mientras más marcada era la deformidad, más llamaba
la atención.
Pero siempre estos individuos fueron considerados un producto
de ciertos extravÃos sociales, eran vistos como hijos de las
taras y excesos humanos. Hoy tenemos muchos...
La sociedad deberÃa reconsiderar sus conceptos de lo que es
normal y anormal. Los seres humanos son iguales aun en el caso
de que sufran de alguna deformidad.
Bueno, estamos insinuando el asunto de la eugenesia
(aplicación de las leyes biológicas de la herencia al
perfeccionamiento de la raza humana) que ha tenido vigencia en
algunos tramos de la historia.
Cierto, el nazismo es una expresión de esto. PretendÃa que la
raza aria era la perfecta. Aun cuando no hablaban de
malformaciones, ya el solo hecho de no ser ario era una prueba
de imperfección y causa de eliminación. El programa biológico
puede sufrir alteraciones a causa de fenómenos externos,
concretamente, el abuso de los abances de la tecnologÃa puede
infligir daños irreparables. Por ejemplo, los rayos X son
capaces de dañar, digamos, a una mujer embarazada que se
exponga a ellos, su hijo sufrirá las daños irreparables.
Recordemos que muchas personas con malformaciones pueden ser
muy brillantes, ahà tenemos al genio de la fÃsica actual,
Stephen Hawkins, según se dice es la mente más privilegiada
pese a no poder articular ni una sola palabra. Conviene
aclarar que no necesariamente una malformación fÃsica
garantiza un daño mental.
Para nuestro individuo el amor pudo ser un elemento salvador.
¿ Por qué rechazó esta posibilidad de ser feliz? ¿ Por qué su
mujer pagó todas las afrentas que él, probablemente, sufrió?
Seguramente, su malformación fÃsica le condujo a desarrollar
una sociopatÃa. Nuestro individuo es un sociópata; no podemos
asegurar si, además, él pudo ser un psicópata, en cuyo caso,
estarÃamos frente a otro fenómeno.
La relación amorosa, en él, tuvo un carácter ambivalente. Pudo
ser su salvación o su perdición, porque tuvo a su lado un ser
humano concreto en el cual poder descargar o transferir todos
sus pesares, odios, impotencias y, como usted dice, afrentas
que, a lo mejor, sufrió durante mucho tiempo. Ella fue el
blanco de todos sus problemas psÃquicos.
¿Cómo habrá sido este individuo; cuál habrá sido su universo
familiar y social?
Seguramente no recibió suficiente apoyo como para superar su
incomodidad interna. A lo mejor fue escondido, fue motivo de
vergüenza y, por lo mismo, debe haberse tratado de una familia
mal organizada. El entorno pudo haberle ridiculizado y
hecho sentir inferior.
La literatura, la dramaturgia y el cine han recreado esta
imagen. Recordamos a la "Bella y la Bestia", a "El Hombre
Elefante, a "Máscara", Cuasimodo, en fin, la mitologÃa está
plagada de este arquetipo.
SÃ. Los seres humanos gustamos de lo singular, de lo único.
Gustamos de los enanos, inclusive a muchas mujeres les atraen
sexualmente, buscamos el encuentro racial, la mezcla racial.
Cuando vemos escenificado este asunto siempre queremos que
triunfen estos seres, que sean reinvindicados...
Tiene razón aunque esto no es absoluto, hay quienes rechazan
esto de manera franca.
Hay algunas personas que consagran su vida a cuidar de estas
personas aun cuando, aparentemente, no reciben nada a cambio.
Si se trata de una madre, casi no tiene nada de extraño. En el
caso de parejas, puede tratarse de un sentido de amor y
cuidado, aunque podrÃa tratarse de personalidades que tienen
alguna situación psicológica digna de observarse. También está
de por medio el asunto del bien y del mal y de la bondad.
¿ Será que el "Hombre Langosta" confundió el amor con la
compasión? ¿Habrá imaginado que ella querÃa humillarlo cuando
lo único que hacÃa era cuidar de él?
De la intención a la práctica hay mucha diferencia. No sabemos
cuán genuino pudo ser su amor por este individuo. TendrÃamos
que hablar de los complejos, la superioridad, la inferioridad.
Es difÃcil saber cómo ella proyectaba su supuesto amor, y cómo
él lo recibÃa. (1B)
en
Explored
Ciudad N/D
Publicado el 17/Agosto/1994 | 00:00