SOBRE "LA MEJOR NOVELA DE LA BIENAL", por Jorge Enrique Adoum

Quito. 23. 09. 90. Fui, entre los miembros del jurado de la
Primera Bienal de Novela Ecuatoriana, uno de los más
entusiastas lectores de "Una razón para matar". Encontré en
esa obra una forma diferente, inquietante, nueva en el país,
con algunas páginas de las mejor escritas entre las enviadas
al concurso, como expresé por teléfono a su autor, en la
primera oportunidad, hace pocas semanas. Su conocimiento
profundo de ciertos aspectos de la realidad de otros países
donde se desarrolla la acción y su familiaridad con lenguajes
populares extranjeros, me hicieron temer que cuando se
abrieran los sobres correspondientes a los pseudónimos, una
vez emitido el veredicto, fuera descalificada por no ser
ecuatoriano su autor, como lo exigían las bases.
Afortunadamente no fue así: se trataba de Raúl Rojas,
compatriota.

En las diferentes instancias de calificación y discusión en el
Jurado en las que se analizaron otros elementos, a más de la
escritura, de cada una de las novelas que pasaron a
posteriores lecturas- la suya no llegó a ser una de las dos
"finalistas": el premio se decidió, por 5 votos contra 4,
entre "La muerte ganó la partida" y "Mientras llega el día",
de Alejandro Moreano y Juan Valdano, respectivamente.

No asistí, por razones que no es del caso explicar, al acto de
entrega del premio, pero me interesaba conocer a un nuevo
escritor, que comenzaba con una novela de esa calidad, por lo
que decidí asistir al lanzamiento del libro. Mas, cuando
recibí la invitación a la "Entrega al Público de la mejor
Novela de la Bienal", me extrañó la ligereza con que tres
respetables instituciones (¿o el autor?) afirmaban que ésa era
"la mejor" de 42 obras, sin haber leído las demás, ni siquiera
aquellas cuya publicación recomendamos, junto con "Una buena
razón para matar", a menos que lo hubieran hecho en
originales, puesto que no circulan aún. Una institución, una
persona (particularmente el autor que se considera defraudado)
o grupo de personas pueden disentir de la opinión de otro
grupo, como un Jurado; pero si no se quiere trasladar al
ámbito de la literatura los mismos procedimientos que emplea
la publicidad comercial -que puede ser, y con frecuencia es,
mentirosa-, pese a lo subjetivo de toda valoración habría
habido que demostrar (lo que es imposible, porque se trata de
un juicio de valor) que era "la mejor" o, por lo menos, mejor
que la premiada y la que le siguió en número de votos.

Allí habrían quedado las cosas si no hubiera visto, días
después, el libro con una faja publicitaria que dice: "La
mejor Novela de la Bienal, sin lugar a dudas". f. Simón
Espinoza C., Jorge E. Adoum A., Hernán Rodríguez C. Sabido es
que las comillas denotan una cita textual y la abreviación (f)
una firma. Entonces, a la extrañeza siguió la cólera por el
modo como ¿la editorial "INDUGRAF del Ecuador"? ¿el autor?
tomaba arbitrariamente mi nombre, pues yo jamás he firmado
(menos aún con esas iniciales sueltas que no suelo utilizar)
semejante texto. La indignación fue mayor al leer, al final
del libro, unas "Notas acerca del autor" (¿de la editorial?)
donde se dice, refiriéndose a esa obra: "Ganó con ella una
destacada mención en la Primera bienal de Novela Ecuatoriana,
si bien, por razones políticas y la valentía del texto, casi
fue soslayada (...)" Decir que "casi" (supongo que el
adverbio de cantidad se debe a que recomendamos su
publicación) dejamos de lado esa novela por razones políticas,
es doblemente ofensivo: porque ni esa ni ninguna otra obra fue
juzgada con criterios extraliterarios y porque ninguno de los
jurados -la mayoría de ellos tienen tras de sí una vida en la
que nadie podrá encontrar connivencias con la crueldad del
Poder o la injusticia del sistema- es capaz de "soslayar" una
denuncia de los crímenes que cometieron las dictaduras
militares de Argentina y Uruguay, particularmente el de
"desaparición" de personas, ni un intento de profundización en
la búsqueda de un nuevo orden de vida por parte de los
atormentados indígenas del Perú, aunque sea difícil, a veces,
estar de acuerdo con algunos métodos de lucha, no sé si de
ellos, para alcanzarlo. Por otra parte, de corresponder a la
verdad semejante afirmación insultante, no se explicaría cómo
ese mismo Jurado hubiera premiado una novela de clara voluntad
política orientada en igual dirección, como la de Moreano
(pero parece que se va volviendo costumbre atribuir a razones
políticas y no literarias la no obtención de un premio). En
cambio sí resulta dudoso, por decir lo menos, que una obra que
asume con honestidad y valentía esos temas haya merecido una
opinión elogiosa de Octavio Paz, según informaba una nota
aparecida en este mismo diario. Debo suponer que ¿el
periodista? ¿el autor? la obtuvo de boca del propio Paz,
porque quien lo conoce sabe que es imposible imaginarlo
dejando de lado sus lecturas para dedicarse a la de una
primera novela, inédita por añadidura, de un desconocido autor
ecuatoriano, y elogiándola por escrito; que está visceralmente
contra todo cuanto remotamente tenga algo que ver con lo que
suele llamarse una "posición de izquierda" en la vida o en la
literatura -la más notoria y reciente demostración de ello es
el engorroso congreso que convocó "para celebrar el fin del
comunismo"-, y que Paz es demasiado coherente como para estar,
a la vez, con su entrañable amigo y coideario Mario Vargas
Llosa y con una novela cuya segunda mitad alude, desde una
perspectiva diferente a la suya, a "Sendero Luminoso".Las
afirmaciones falsas son arma repudiable, aun cuando no
lastimen la honra de nadie. Pero si son injuriosos se
convierten en calumnia. Un reciente episodio de la política
nacional ha servido para recordar que ella sigue siendo un
delito en el Ecuador, aunque no tenga más sanción que la
mancha degradante que deja en quien lo comete. Que lo
recuerde pues el autor de ese artículo publicado por "La
pedrada zurda" -y que parece constituir "la documentación" en
que se basan ¿la editorial? ¿el autor? para sus afirmaciones-
en la cual, tomando inútilmente la defensa de "Una buena razón
para matar" (porque todo buen libro se defiende por sí solo),
afirma una serie de majaderías -que las obras enviadas a un
concurso "no se leen"; que "los premios están amarrados"
(porque también se va volviendo costumbre atribuir a venalidad
del jurado y no a razones literarias la no obtención de un
premio), pero, en tal caso, ¿por qué no lo estaría también esa
"destacada mención"?; que es fácil hacer cambiar de opinión a
los jurados "con un vaso de ron o una cena en La vieja
Castilla"; que "se dice (fórmula fácil de la cobardía para no
asumir la responsabilidad de una afirmación) que lo mismo
sucede en Cuba", y otras por el estilo-, distribuyendo así,
según el dicho popular, cieno (o algo peor) con ventilador a
los miembros del jurado y a los autores cuyos nombres éste
retuvo. Aunque pretenda apoyarse en apreciaciones, delaciones
o chismes ajenos, en materia de honestidad intelectual su
artículo parece ilustrar aquello de que "cada ladrón juzga por
su condición". Pero si bien nada de esto afecta al valor de
la obra ya escrita de Raúl Rojas, todo esto puede afectar a su
autor y a su obra futura. (C-1).
EXPLORED
en Ciudad Quito

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