Quito. 11. 07. 90. Hay algunas certezas que tenemos con respecto
al mundial: el nivel técnico del campeonato fue pobre y en la
mayorÃa de los partidos las emociones se administraron con
cuentagotas. El predominio abrumador de los esquemas defensivos
afectó al espectáculo, cuya máxima expresión es el gol, tan
venido a menos, que el promedio de goles ha sido el más bajo en
toda la historia de la competencia.
Por otra parte, el balance en cuanto a figuras individuales
registra muy pocas revelaciones, y más bien numerosas y
definitivas declinaciones. Los arbitrajes estuvieron plagados de
equivocaciones y los dos últimos fueron increÃblemente
deficientes.
A los latinoamericanos nos queda la amarga sospecha de que
también la FIFA, a pesar de su presidente brasileño, nos ha
ubicado irremediablemente en el casillero de los
subdesarrollados, sin derecho, por lo tanto, de llegar a los
tramos finales de una competencia dominada por los intereses
económicos.
Pero al menos durante un mes, la polÃtica y la economÃa, ahora
tan poco agradables, fueron desplazados por el fútbol. Cómo no
recordar los hermosos goles de Schillaci, Milla, Skurahvy, Platt,
Michel, Caniggia.
Esperemos que el fútbol sea siempre, sin que nos quede la sombra
de una duda, el espectáculo deportivo por antonomasia. (4A)