Quito. 02. 07. 90. (Opinión) En el Ecuador de 10 millones de
habitantes, la mitad de la población está en la Sierra, en donde
se asienta la gran mayorÃa de indÃgenas.
Las cifras más consistentes señalan que hay 1,6 millones de
indÃgenas, de los cuales un millón 450 mil están en la sierra,
casi todos los restantes en la AmazonÃa y unos pocos miles en la
costa (aquellos que viven en comunidades con rasgos dominantes y
caracterÃsticos de los pueblos indios).
El levantamiento indÃgena reciente tomó por sorpresa a la
sociedad ecuatoriana, sumida en las disputas interminables y en
las ofensas personales de la campaña electoral, tan ausente de
los temas de fondo.
En muchos la reacción fue mezquina: buscar culpables. En la
búsqueda de culpables subyace la convicción de que los indÃgenas
deben permanecer dóciles, sometidos, pobres, como si tal cosa
fuera lo natural.
Los antecedentes de la organización indÃgena están en la reforma
agraria de 1964 que terminó con huasipungueros, aparceros,
sembradores y volvió independientes a muchos campesinos. La
reforma agraria fue la manumición de una esclavitud no admitida
oficialmente. A ella se sumaron, en favor de la organización
indÃgena, la labor pastoral de la Iglesia, la actividad sindical
de origen cristiano con la CEDOC, la formación de intelectuales
indÃgenas en la Universidad Católica y otras influencias
polÃticas y sociales de menor dimensión.
El desafÃo está dirigido al paÃs entero: conducir el conflicto
por el diálogo y las mutuas concesiones, para que la sociedad
acomode sus instituciones a sus realidades. (4-A)