Habla como torea: con la misma firmeza que sus zapatillas se plantan en la arena cada tarde que se coloca delante de un toro. El torero francés Sebastián Castella ayer en la mañana fue a trotar y caminar durante dos horas en el parque La Carolina, preparándose para su segunda presentación en la feria de Quito, Jesús del Gran Poder.

Hoy, a las 12:00, hará el paseíllo junto a Antonio Campana y Miguel Ángel Perera.

Su timbre de voz es sutil, pero da la cara, como en el ruedo para una respuesta directa: “Sí, cada tarde con ‘El Juli’ es un mano a mano”, dijo al confirmar que la rivalidad que los periodistas han reproducido en los medios, es real.

“Desde que toreamos una tarde, un mano a mano en Nimes, mi tierra, cada tarde que nos toca actuar salimos "picados", nos centramos en un mano a mano, pese a que haya un tercer matador”.

“Cuando uno sale a la plaza rivaliza con sus dos compañeros de cartel, y siente respeto por los dos, pero cuando me toca salir con ‘El Juli’, me encanta rivalizar con él. Lo respeto por su forma de torear y cómo es él. Pero, para ser el mejor hay que estar siempre por sobre los primeros. Lo importante es nunca dejarse ganar la pelea”, declara.

Por eso, el ‘alboroto’ que armó el pasado jueves 30 de noviembre, cuando indultó a Lanudo, del hierro de Huagrahuasi. En el segundo de la tarde, ‘El Juli’ cortó dos orejas, y en el cuarto, una más.
Castella practicó un toreo de alto impacto, cortó una oreja al tercero y con el quinto ligó una faena intensa que desembocó en el indulto.

“En la mañana del jueves, mi apoderado, José Antonio Campuzano, me dijo que el toro tenía las mismas hechuras que el que toreó Cruz Ordóñez hace dos años, el día de mi presentación en Quito. Yo me acordé enseguida, porque era muy bonito y muy serio, creo que hasta mejor que el me que tocó a mí el jueves”.

Y recuerda a Lanudo y cada pase que dio con la muleta. “Cuando lo eché con el capote me di cuenta que el toro tenía muchas cualidades. Me hizo dudar en el inicio de la faena, porque se paró un poquito. De ahí para adelante le tomé el ritmo y fue más hasta que se mereció el indulto. Fue una faena preciosa”.

“No sé decir qué fragmento de la faena me gustó más. El toro me permitió hacer muchas cosas bonitas, que me nacen, que están en mí y que nunca se las entrena. Hubo varios momentos que me gustaron”.

Por eso, al hacer una valoración, dice que la faena de Quito es una de las mejores de su temporada 2006, que ha sido extensa, con tardes de grandes faenas en las plazas de Sevilla, Madrid y Bilbao. “Antes de la iniciar temporada en América, me quedaba con la de Dax (Francia) a un toro de Victoriano del Río, pero las de Lima y de Quito han sido muy completas”.

El Lima, Castella cortó cuatro orejas, salió en hombros y se llevó el Escapulario de Oro. Esa misma tarde, el domingo 26 de noviembre, ‘El Juli’ cortó una oreja en cada toro.

Ahora, tras la tarde el jueves 30, los dos son los opcionados para llevarse el Jesús del Gran Poder.

Un chico fashion

Tras la mirada de “niño tímido” habita un Sebastián Castella muy íntimo.

Le gusta pasar el mayor del tiempo solo, leyendo las biografías de Manolete, Antonio Ordóñez y ‘El Viti’. “Por eso digo que el toreo ha perdido lo bohemio y lo romántico”, dice.

Y como todo chico de su edad, 23 años, le gusta vestir bastante juvenil y moderno: “Soy muy fashion, me gusta la marca italiana Dolce & Gabbana”.

De música, prefiere el flamenco y las sevillanas, y también la música latina. Escucha a Alejando Sanz, Marck Anthony, Juanes y a Shakira, a quien fue a ver en Lima, tras su triunfazo en la plaza de Acho. (MCA)



EL INVITADO

Los Almeira

Por Santiago Aguilar - Especial para HOY

En el ámbito taurino nacional, hablar de la familia Almeida comporta referirse a un sólido clan consagrado a la fiesta de los toros. El ‘patriarca’ Braulio, recordado como "Candelario", es sinónimo de tercio de varas en la plaza de toros Quito. Su sabiduría fue transmitida a tres de sus hijos: Luis, Mario y Braulio que han seguido el camino marcado con dignidad y talento. La afición quiteña fue testigo ayer de una breve ceremonia que marcó el retiro de Luis -el mayor- que ejerció durante 36 años la profesión.

Minutos antes de la lidia del quinto toro se abrió la puerta grande del coso quiteño e ingresó al ruedo -por última vez- el veterano varilarguero. La ovación que nació espontánea se multiplicó cuando el viejo "Candelario" asomado a la arena se fundió con su hijo en un interminable y torero abrazo, a la vera de la emocionante escena los otros Almeida apretaban los puños para no dejar correr las lágrimas. Junto a ellos Naún Salazar y Carlos y Hernán Tapia, lujosa nómina de picadores, fueron testigos de excepción de un momento vibrante.

Hablar de la dinastía de los Almeida representa, entonces, recuperar hermosos momentos de la feria de Quito desde sus inicios hace casi medio siglo. Hablar de Braulio Almeida es remontarse a las faenas de campo en Santa Mónica y Pedregal, es recordar los paseillos junto a "Troni II", "El Brujo" y Benjamín Ninahualpa; es entrar en el campo de la leyenda, es volver a la época romántica de la fiesta de los toros en el Ecuador.



Trepidante cierre de Diego Rivas

El CARTEL DE HOY: Toros de Trinidad para un cartel internacional compuesto por Antonio Campana, Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera.

Por Juan Antonio de Labra - Especial para HOY

La corrida de ayer tuvo muchos matices dignos de comentar y algunos hechos concretos levantaron polémica, tan sana para la fiesta de los toros, un espectáculo donde el apasionamiento genera diversos sentimientos.

Por una parte, cabe destacar la solvente actuación de Eugenio de Mora e Iván García, los dos toreros españoles. Ambos enseñaron su oficio y se sobrepusieron a las condiciones adversas de los toros, sobre todo los de Santa Coloma. Por otra, el trepidante cierre de Diego Rivas ante uno de los mejores ejemplares del ciclo quiteño, perteneciente a la ganadería de Campo Bravo, al que toreó con el capote con una grata variedad, aprendida en la Academia Taurina de Guadalajara, durante su paso por México.

Además, y aquí aparece el punto de la discordia, el extraño criterio del presidente de plaza, Mauricio Riofrío, cuyos yerros provocaron la ira del público que le tributó toda clase de improperios.

Nunca entendimos por qué le concedió una oreja a Iván García del toro de su confirmación. Es verdad que el madrileño había estado sobrado, intentando meter en vereda al encastado Santacoloma que abrió el festejo, pero la faena nunca cogió vuelo quizá porque el viento causó desconfianza en el torero rubio. Y si se toma en cuenta que mató de media estocada tendenciosa, entonces no existían merecimientos suficientes para conceder un trofeo que, además nadie había solicitado.

Después, sí valoró la petición mayoritaria tras la aceptable faena de Eugenio de Mora al cuarto, un toro incierto que tuvo algunas embestidas potables. El manchego pudo sacarse la espina que supuso la lidia del segundo, un Santacoloma complicado que nunca humilló y estuvo a punto de irse vivo a los corrales después de los fallos a espadas.

Pero el error más grave de Riofrío fue negarse a conceder la segunda oreja del sexto a Rivas, con todo y que la plaza entera estaba pidiendo la oreja a gritos. Tampoco se le ocurrió premiar con una vuelta al ruedo a los despojos del toro, que había embestido con boyantía y fijeza.

Y máxime que Diego le había colocado una excelente estocada en la que se volcó con decisión sobre el morillo. También es cierto que la faena no tuvo estructura; que el toro, bien toreado, hubiera terminado enorme, pero hay que considerar que el latacungueño todavía no posee el sitio necesario para cuajar a un ejemplar de estas condiciones.

Sin embargo, sacó el carácter para imponerse a las circunstancias, tras haber naufragado delante del tercero. Y al sexto lo recibió con una larga cambiada de rodillas y le ligó templadas verónicas; deslumbró con un quite por "Zapopinas" aprendido al matador mexicano Miguel Ángel Martínez "El Zapopan". Así que hubiera sido razonable entregar la segunda oreja a Rivas. Al público le urge tener ídolos locales y la manera más natural de que eso ocurra es la motivación de un triunfo como este, que le permita abrirse camino y acumular experiencia.

La de ayer fue una tarde rara en las decisiones del palco presidencial, pero unificada por la entrega de los toreros.

LA FICHA

Quinto festejo de feria. Casi lleno en tarde nublada.

Tres toros de Santa Coloma (1º, 2º y 3º), listos y complicados. Y tres de Campo Bravo, de mejor condición. En especial el 6º, bravo y boyante.

Pesos: 470, 473, 472, 450, 525 y 472 kilos.

Eugenio de Mora (verde manzana y oro): Silencio tras dos avisos y oreja.

Iván García (granate y oro), que confirmó alternativa: Oreja con protestas y oreja.

Diego Rivas (hueso y oro): Pitos y oreja con fuerte petición de la segunda.

García y Rivas salieron a hombros. García confirmó con el toro Malgenio, número 87, cárdeno.

Al finalizar la lidia del 5º se despidió de los ruedos el picador Luis Almeida Tapia, tras 36 años de actividad profesional. Es hijo de Braulio Almeida, patriarca de la dinastía de picadores. (JAL)



La Feria de las gradas siempre llenas

EL CARTEL DE HOY: Toros de Trinidad para el ecuatoriano Antonio Campana, el francés Sebastián Castella y el español Miguel Ángel Perrera.

Por Santiago Aguilar Cevallos - Especial para HOY

La fiesta de los toros en la ciudad de Quito goza de un excelente estado de salud; así lo demuestra el importante número de aficionados que tarde a tarde concurre a la Plaza de Toros para presenciar los festejos de la Feria Jesús del Gran Poder.

En los cinco espectáculos desarrollados, a excepción del festival del día 29, los tendidos del coso registraron sobresalientes entradas bordeando el lleno en unos casos, o colmándose de aficionados en las dos tardes en las actuó Julián López “El Juli”.

La Feria de Quito -de cara al aficionado- se encuentra entonces en estado de gracia, resultado del destacado saldo artístico de las corridas que a su vez, deriva de la acertada elección de ganaderías y del elenco de toreros. La verdadera dimensión de una feria está dada por las condiciones de las reses que en ella se lidian y por la actuación de las más importantes figuras del toreo mundial.

En el primer caso, en materia de la presentación de los animales, el rigor de las autoridades se comprueba al mirar en el ruedo ejemplares de correcta apariencia y -en alto porcentaje- de interesante comportamiento.

En el apartado de los diestros la nómina de toreros, encabezada por “El Juli”, el “mandamás” de la fiesta, es secundada por una respetable tropa de coletas de variada concepción y categoría, hecho que permitió a la empresa confeccionar atractivas combinaciones entre matadores españoles, franceses y ecuatorianos.

Una vez que hemos agotado cinco de los nueve espectáculos programados, tres corridas de toros, un festival y una novillada, vale la pena sacar en limpio un par de nombres que ya brillan con luz propia en esta nueva edición del abono quiteño.

Sin lugar a dudas, el citado “Juli” y el torero francés Sebastián Castella se ubican en situación ventajosa a la hora de pelear por el trofeo ferial, con el inolvidable registro de la épica tarde del jueves 30, deberá mediar algo casi sobre natural para que la estatuilla del Jesús del Gran Poder termine en otras manos.

Sin embargo, resta la mitad de festejos y aún deberán saltar a la arena varios “gallos de pelea” decididos a reescribir la historia de esta feria; para ello, está claro, deberán contar con la materia prima idónea para interpretar su toreo y entregarse a los niveles inverosímiles que como en el caso del maestro madrileño y el valentísimo galo.



Desmedida actuación del novillero Álvaro Samper

Su decisión de cara al toro le llevó a ser el primer ecuatoriano en cortar oreja en la Feria

Por Juan Antonio de Labra - Especial para HOY

Antes de que saltara a la arena el sexto de la tarde, el público quiteño estaba dispuesto a volcarse con Álvaro Samper, el novillero nacional que tenía en sus manos la responsabilidad de salvar una tarde de emociones intermitentes. Ahí todavía faltaba algo, y la gente estaba deseosa de aplaudir.

Así que se plantó delante de la puerta de toriles para recibir de rodillas al segundo ejemplar de su lote. El de Trinidad salió hacia la izquierda y en vez de cambiarle el viaje por el pitón derecho, que era lo más lógico; Samper decidió, en una fracción de segundo, darle salida por el otro lado en una escalofriante larga que provocó un sonoro alarido.

Consciente de que debía arrear, no se la pensó dos veces y volvió a colocarse de rodillas, ahora al hilo de las tablas, para dar otra larga cambiada que ligó a un ramillete de impecables verónicas.

El grito de “¡Ecuador, Ecuador!” brotó con fuerza y el entusiasmó se desbordó gracias a la actitud del novillero quiteño que, dispuesto a todo, trató de resolver las complicaciones que planteaba el viento, el peor enemigo de los toreros.

El quite por tafalleras marcó el rumbo de lo que más tarde sería la faena que brindó a Sebastián Castella, pues el novillo, no obstante su nobleza, exigía mayor sometimiento. Álvaro no estructuró el trasteo y dio pases sueltos hasta que sobrevino una aparatosa que parecía iba a dar al traste con su actución. Sin embargo, no hizo más que meter mayor presión a la olla que explotó cuando Samper se fue tras la espada con enorme decisión y colocó una estocada de efectos fulminantes que hizo rodar al novillo sin puntilla.

La solicitud de la oreja fue inmediata y así se convirtió en el primer ecuatoriano que consiguió cortar una en lo que va de feria.

El rejoneador Rui Fernandes consiguió los mejores momentos durante el tercio de banderillas del cuarto, un novillo que llegó con mucho poder y pegando arreones. En la lidia del novillo que abrió plaza hubo toreo del bueno cuando realizó unas precisas batidas a pitón contrario.

El novillero español Pérez Mota estuvo esforzado. (JAL)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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