Tres kilómetros separan al Hospital Militar y a la céntrica Plaza Italia de Santiago. Pero el día domingo, tras saberse la muerte de Augusto Pinochet, a las 14h15 locales, parecía como si en realidad fuera mucho mayor la distancia, como de 300 mil km. El dolor de los cerca de cuatro mil adherentes contrastaba dramáticamente con la alegría de un número equivalente de detractores. Cada grupo tomaba una posición física, espiritual, histórica. Si bien los aspectos políticos implícitos en la imagen de Pinochet aparentemente habían sido superados con la caída precipitada de su imagen, en un proceso que comenzó tras su reclusión en Londres en 1998, la división emocional que su nombre inspira parece permanente. Los dos países que han convivido al alero de la historia post golpe militar han tratado de reconstituir la institucionalidad
democrática, pero cada cierto tiempo chocan hasta llegar a la irracionalidad cuando Pinochet, la imagen viviente de la dictadura, entraba en juego. En la hora de su muerte esto no cambió.

La necesidad de hablar de la historia, de evaluar logros y reveses, y la respuesta de los actores políticos a cargo del Gobierno al evento de la muerte del ex dictador, se conjuraba con el sonido de las canciones de apoyo y repudio que se gritaron durante toda la tarde y noche en Santiago y el país entero.

En el Hospital Militar los simpatizantes de Pinochet empezaron a lamentarse tras conocer el escueto comunicado que informaba su fallecimiento. Pero de a poco esa tristeza se transformó en rabia y protesta en tanto los adeptos al ex dictador pedían honores de Estado para sus exequias. Incluso increparon fuertemente al hospital reclamando que la bandera nacional se exhibiera a media asta. Empero, la respuesta oficial fue clara y no daba lugar a dudas:

Pinochet iba a recibir los honores pero sólo como ex comandante en Jefe del Ejército, por lo que el luto y el protocolo quedaba circunscrito al procedimiento establecido por la rama castrense para sus ex comandantes.

En cambio, el júbilo quedó instalado en un día especial para los detractores de Pinochet, que el 10 de diciembre celebraban el día internacional de los derechos humanos. En la mañana, los grupos defensores de DDHH habían asistido a varias conmemoraciones en honor a las víctimas de la dictadura, en actos que indefectiblemente recordaban a Pinochet y su impunidad. Pero con la noticia al inicio de la tarde, parte de los grupos de familiares de detenidos desaparecidos y otros tantos detractores del régimen militar se agruparon en la céntrica Plaza Italia, lugar de festejos deportivos y de toda índole. Era como una conmemoración anticipada del triunfo del Colo Colo, que el miércoles juega la final de la Copa Sudamericana, pero sin el equipo albo. Solo con la alegría y el convencimiento de que la imagen de un pasado funesto, dejaba de ser una presencia para convertirse en un fantasma.

Indagación en bancos suizos continúa

Derechos Humanos: la Justicia chilena quedó en deuda

SANTIAGO.- La muerte del ex dictador Augusto Pinochet significará el cierre de más de 300 querellas aún abiertas en su contra, por violaciones a los derechos humanos y delitos económicos.

Aunque la investigación sobre la eventual existencia de cuentas de Pinochet en bancos suizos continuará hasta nueva orden, indicó la Justicia de ese país.

Fuentes de la defensa de Pinochet adelantaron que, en los próximos días, formalizarán ante los tribunales pedidos para que sea sobreseído definitivamente, por fallecimiento.

En tanto, la portavoz de la Fiscalía de la Confederación Helvética, Jeanette Balmer, declaró a la agencia de prensa suiza ATS: “Haría falta que Santiago retire su petición para que nosotros detuviéramos la investigación sobre estas cuentas”.

Berna acordó aportar cooperación y asistencia en materia procesal a Chile sobre las presuntas cuentas. (EFE-AFP)


Una muerte esperada, pero poco creída

Pinochet libró la extradición a España que solicitó Garzón

Por Juan Jacobo Velasco - Desde Santiago de Chile

Augusto Pinochet viene muriéndose desde el 16 de octubre de 1998, cuando fue detenido en Londres. A partir de ahí cualquier requerimiento judicial que se le acercaba mucho le causaba riesgo vital. Así, por ejemplo, libró la extradición a España que solicitaba Baltasar Garzón. Dos equipos médicos aseguraron que las tensiones del juicio podrían matarlo. Los ingleses lo devolvieron a Chile y apenas aterrizó, el ex dictador se paró en su silla de ruedas y celebró su libertad con su bastón en alto.
En Chile lo recibieron más de 20 querellas y una petición de desafuero en el caso Caravana de la Muerte. Entonces, Pinochet comenzó en su casa de La Dehesa a sufrir "pérdidas de conciencia". A pesar de los esfuerzos de su defensa, Pinochet fue desaforado. En 2001, cuando faltaban horas para que el ministro Juan Guzmán decidiera si lo procesaba, Pinochet fue internado en el Hospital Militar con un fuerte dolor de cabeza. En el hospital lo esperaron todos sus hijos, que lo instalaron en una silla de ruedas como la que tiró lejos cuando llegó a Chile. "Episodio isquémico transitorio" fue el diagnóstico.
En mayo de ese año una intervención bucal le sirvió para evitar ser fichado. El 28 de mayo la Corte de Apelaciones ordenó la filiación inmediata pero Pinochet sufrió un cuadro de hipertensión arterial. En junio, funcionarios del Registro Civil llegaron a su casa para ficharlo, pero el médico tratante evitó el fichaje arguyendo que las fotos ponían en riesgo su vida.
Cuando la filiación era inminente Pinochet se internó de nuevo porque sufría un proceso infeccioso odontológico. El enfermo logró ser sobreseído. Cuando se intentó impugnar el fallo, Pinochet sufrió un "episodio de índole vascular, cerebral transitorio".

En diciembre de 2004, Pinochet fue procesado nuevamente por el caso Operación Cóndor. Entonces, de nuevo fue internado por un problema vascular. A esas alturas eran muchos los que no le creían sus constantes crisis de salud. Su abogado, Pablo Rodríguez, se indignó con las dudas:

"Dejen de ser canallas e infames", dijo. Un par de días después, Pinochet superó su etapa crítica. En mayo de 2005, cuando el pleno de la Corte de Apelaciones veía la posibilidad de desaforarlo por el caso Riggs, Pinochet fue internado en el Hospital Militar. Algunas horas después volvía a casa.

Todos estos antecedentes ponían serias dudas sobre las razones de fondo que estaban detrás de la última internación tras un infarto, que curiosamente coincidía con la espera de las resoluciones de varios de los casos en su contra. "Un anciano de 91 años no puede soportar un infarto", era el comentario general. Empero, una semana después de su internación, una descompensación fulminante se tradujo en su deceso y la confirmación de una muerte esperada, pero poco creída.

ALLENDE CONSIDERABA A PINOCHET UN MILITAR LEAL

Augusto Pinochet, el gran traidor

SANTIAGO.- El general Augusto Pinochet era considerado por el presidente socialista Salvador Allende como un militar leal a su Gobierno cuando lo nombró jefe del Ejército de Chile, tres semanas antes de ser derrocado por el golpe que encabezó el 11 de septiembre de 1973.
Aunque nunca tuvo una actuación sobresaliente en su carrera militar, sucedió en el mando militar al general Carlos Prats, que se desempeñó como ministro de Interior y renunció al Ejército el 23 de agosto de 1973.
Pinochet, que falleció este domingo, asumió la jefatura del Ejército dos días después, recomendado por el mismo Prats, quien aseguró al mandatario que pertenecía al bando de los "leales" y que no participaba de los planes que se fraguaban al interior de la institución para derrocarlo, según múltiples testimonios.
"Creía honestamente que dicho general compartía con sinceridad mi acendrada convicción de que la caótica situación chilena debía resolverse políticamente, sin golpe militar, ya que esto sería su peor solución", escribió el general Prats en sus memorias.
El analista político Patricio Navia explicó a la AFP que Pinochet fue nombrado en el cargo porque "no era parte de los golpistas ni tampoco era parte de los que pudieran opacar al general Prats".
"Era un candidato de consenso porque no brillaba. Se creía que iba a ser leal al Gobierno porque no tenía grandes ideas ni iniciativas", sostuvo. A ojos del mandatario, Pinochet era un "hombre leal", recordó por su parte el ex ministro de Economía de Allende, José Cademártori.
Incluso, agregó, el presidente quiso tomar contacto con él cuando aparecieron las primeras noticias del golpe, la mañana del martes 11 de septiembre de 1973.
"Llamen a Augusto, que es de los nuestros", habría dicho Allende ese día, según relatos de quienes le acompañaron en el palacio presidencial de La Moneda en la resistencia a la rebelión militar.
Pero Pinochet, que permanecía oculto en un cuartel al este de Santiago dirigiendo las acciones de los golpistas, no respondió al llamado de Allende y por medio de un emisario le exigió su rendición ofreciéndole un avión para partir al exilio.
"...¡Y por el camino los van tirando abajo!", gritó el general, en una comunicación radial con otros oficiales golpistas, interceptada por un ciudadano anónimo y publicada en 1997 en el libro "Interferencia Secreta", de la periodista Patricia Verdugo.
Pinochet fue el último de los jefes de las Fuerzas Armadas en sumarse al golpe, escribió en sus memorias el almirante José Toribio Merino, que asumió la jefatura de la Armada ese día y murió hace siete años.
El ex dictador aseguró sin embargo a una de sus biógrafas, la periodista María Eugenia Oyarzún, que el golpe lo preparaba en secreto desde un año antes.
"No cabía el error (...) teníamos que librar a la patria del caos de Allende y del cáncer marxista", argumentó.
Sin embargo, "Pinochet es el único que afirma que venía planeando el golpe desde hacía tiempo", agregó el analista político Patricio Navia, profesor adjunto de la Universidad de Nueva York. "Si todos están de acuerdo menos Pinochet, está claro que además de traidor es un mentiroso", concluyó el analista. (AFP)


Augusto Pinochet, respaldado por los EEUU

WASHINGTON.- Senadores de los partidos de la oficialista Concertación Democrática de Chile señalaron este lunes que esperaban un mea culpa de Estados Unidos tras la muerte del ex dictador Augusto Pinochet, por el papel activo de ese gobierno en el derrocamiento del socialista Salvador Allende.
"La declaración norteamericana hubiera sido mucho más efectiva si al mismo tiempo hubiera hecho un mea culpa sobre la intromisión que en ese entonces realizó", dijo el senador Roberto Muñoz Barra en respuesta a la declaración de Washington en la que se solidarizó con las víctimas de la dictadura de Pinochet y calificó su gobierno "como uno de los períodos más difíciles de la historia de Chile".
Muñoz, senador del partido de la presidenta Michelle Bachelet, afirmó que "es difícil digerir esa ética planteada hoy en día cuando el gobierno de ese entonces fue un actor principal".
El senador Jaime Gazmuri sostuvo que las palabras de Washington "me parecen sorprendentes, viniendo de un gobierno como el del presidente (George W.) Bush, viniendo de Estados Unidos que tuvo una intervención tan activa en el desenlace trágico de la experiencia de Salvador Allende".
Para Gazmuri, la declaración "obedece a que finalmente Pinochet y la dictadura llegaron a representar todo aquello que la humanidad hoy en día condena. Pinochet se convirtió en el símbolo de lo que la humanidad no quiere".
Pinochet derrocó al socialista Allende el 11 de septiembre de 1973 y lideró una dictadura que duró 17 años. Estados Unidos tuvo una activa participación en la caída de Allende, durante el gobierno republicano de Richard Nixon y su consejero de seguridad nacional Henry Kissinger, según estableció el Senado norteamericano en una investigación realizada en 1975.
Las conclusiones de esa investigación fueron confirmadas a partir de 1998, cuando la CIA (Agencia Central de Inteligencia) desclasificó algunos de sus documentos secretos sobre sus acciones encubiertas en Chile.


Colin Powell: “No es un capítulo de la historia de los EEUU del que estemos orgullosos”

WASHINGTON.- El ex dictador chileno Augusto Pinochet, que falleció este domingo, obtuvo durante el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y su consolidación en el poder el respaldo de Estados Unidos, que más de 30 años después lamenta ahora ese capítulo de su historia.
"No es un capítulo de la historia de Estados Unidos del que estemos precisamente orgullosos", afirmó el ex secretario de Estado Colin Powell, al ser interrogado el 20 de febrero de 2003, justo antes de la Guerra en Irak, sobre el papel de su país en Chile en los años setenta.
Tras la muerte de Pinochet, un portavoz de la Casa Blanca dijo este domingo que las oraciones de su país estaban con "las víctimas de su régimen y sus familiares".
La declaración de Powell, ex jefe de la diplomacia del republicano George W. Bush, se produjo después de que su predecesora demócrata, Madeleine Albright, bajo la presidencia de Bill Clinton (1993-2001), optara por revelar parcialmente los archivos secretos de la CIA, tras la detención de Pinochet en Londres en 1998.
Como lo precisa Peter Kornbluh, en su libro "Pinochet: los archivos secretos", los esfuerzos del gobierno estadounidense del presidente Richard Nixon empezaron antes del golpe y sobre todo antes de la llegada al poder en Chile del socialista Salvador Allende.
El 15 de septiembre de 1970, Nixon ordenó a la CIA el inicio de una intervención encubierta en Chile para impedir que Allende asumiera tras ser elegido democráticamente diez días antes.
Aquel día, en presencia del secretario de Estado Henry Kissinger, que todavía está vivo, Nixon dio órdenes explícitas de "salvar a Chile" y puso a disposición diez millones de dólares, según las notas manuscritas del entonces director de la CIA, Richard Helms, que participaba en la reunión.
Menos de tres años después, un agente secreto de la CIA, Jack Devine, enviaba el 10 de septiembre un mensaje a la sede de su organización en las afueras de la capital estadounidense, para avisar que el golpe estaba en camino.
"El atentado golpista tendrá lugar el 11 de septiembre", explicó. "En esta acción están implicados el Ejército, las Fuerzas Aéreas, la Armada y los carabineros", añadió, demostrando que la CIA ya estaba al tanto de que todas las fuerzas iban a levantarse el día siguiente contra Allende.
Tras el golpe, Kissinger aseguró oficialmente a la prensa estadounidense que la CIA "estuvo envuelta en grado mínimo, en 1970, y desde entonces nos hemos mantenido alejados por completo de cualquier plan golpista", a pesar de que su gobierno acababa de lograr el derrocamiento que buscaba desde tres años.
En cambio, el teniente coronel Patrick Ryan, jefe de la sección de marina del grupo militar estadounidense destacado en Chile, se mostraba mucho más eufórico y no dudó en presentar el 11 de septiembre como "el día del destino" para los chilenos, como lo señaló Kornbluh en su libro.
"Ahora que vuelven a ser un verdadero país en libertad, no parece haber obstáculos infranqueables ni problemas imposibles de resolver. Tal vez progresen de un modo lento, pero lo harán en calidad de hombres libres que aspiran a alcanzar objetivos que redundarán en beneficio de Chile", recogen los archivos estadounidenses.
Desde que se hizo con el poder, Pinochet contó con el apoyo más o menos discreto de Washington. En junio de 1976, el dictador y Kissinger se reunieron en Chile, al margen de la Asamblea General de la OEA, celebrada en Santiago, a pesar de los crímenes perpetrados desde el golpe.
El 21 de septiembre del mismo año, las relaciones entre Estados Unidos y la dictadura iban a quedar definitivamente afectadas por el asesinato por agentes chilenos en pleno Washington de Orlando Letelier, ex canciller de Allende, y de su compañera de trabajo estadounidense Ronni Karpen Moffitt.
Las relaciones se tensaron todavía más con la llegada al poder del presidente demócrata Jimmy Carter en 1977, un defensor de los derechos humanos.
Tras el arresto de Pinochet en Londres, Estados Unidos se sumó a los esfuerzos internacionales por conocer la verdad.
Además de publicar los archivos de la CIA, el Congreso reveló el escándalo de las millonarias cuentas secretas de Pinochet por el mundo, mientras su hija Lucía Pinochet se vio prohibida la entrada a territorio estadounidense a principios de este año. (AFP)


Castro-Pinochet: una fotografía los unió en 1971, el odio los separó

MONTEVIDEO.- Fidel Castro y Augusto Pinochet se convirtieron en enemigos irreconciliables y principales emblemas de la Guerra Fría que se libró en América Latina, indicaron analistas.

Una foto los unió en 1971, cuando Castro en el apogeo de su revolución visitó el Chile de Allende en plena "vía chilena al socialismo", cuando Pinochet era general de guarnición.

La situación de ambos "simboliza el fin de una época", considera el cientista político chileno Ricardo Israel, director del Centro Internacional para la Calidad de la Democracia.

Sin embargo, a pesar de simbolizar dos polos opuestos, Castro y Pinochet tuvieron mucho en común. Ambos se consideraron a sí mismos "salvadores de la patria". Además, ninguno de los dos tuvo reparos en exportar violentamente sus ideologías.

"Los dos polos de la política iberoamericana en los tiempos de la Guerra Fría hacen mutis por el foro en una sorprendente sincronía", escribió el analista español José Javaloyes en La estrella digital. (AFP)


REACCIONES

"La muerte le ganó a la Justicia", comentó el escritor uruguayo Mario Benedetti tras enterarse de la muerte del ex dictador chileno. "Es la muerte de un dictador que fue muy cruel con una parte de su pueblo", dijo Benedetti al diario uruguayo La República. El autor de La Tregua comentó que Pinochet "no pudo concluir el juicio, pero ya lo juzgó la historia y lo condenó".

La diputada chilena Isabel Allende, hija del difunto presidente Salvador Allende, derrocado en 1973 por el fallecido Augusto Pinochet, reclamó ayer en Madrid que sigan adelante los juicios por crímenes de lesa humanidad en su país porque "Chile tiene una herida abierta". La muerte de Pinochet, "el general que traicionó su juramento, que traicionó al presidente Salvador Allende" y que siempre mostró "su incapacidad de arrepentimiento, de conmoverse, de pedir perdón", "cierra un ciclo personal", afirmó Allende.

La prensa europea de ayer, que dedica sus titulares a la muerte del ex dictador chileno, coincide en sus grandes líneas en lamentar que éste no haya sido condenado por la justicia antes de morir.

Partidos políticos y organismos de derechos humanos de Europa y América Latina lamentaron que el ex dictador chileno Augusto Pinochet muriera en la impunidad, mientras la ex primera ministra británica Margaret Thatcher salió en su defensa y dijo estar "profundamente triste" por su deceso.

Senadores de los partidos de la oficialista Concertación Democrática de Chile señalaron ayer que esperaban un mea culpa de EEUU tras la muerte de Pinochet. "La declaración norteamericana hubiera sido mucho más efectiva si al mismo tiempo hubiera hecho un mea culpa sobre la intromisión que en ese entonces realizó", dijo el senador Roberto Muñoz Barra.

Washington se solidarizó con las víctimas de la dictadura de Pinochet y calificó su gobierno "como uno de los periodos más difíciles de la historia de Chile".

La Justicia chilena quedó en deuda tras la muerte del ex dictador, según los organismos de DDHH. "Toda responsabilidad penal se extinguió tras su muerte", dijo el abogado querellante Hugo Gutiérrez. (AFP-EFE)


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¿Está de acuerdo que la fortuna dejada por Pinochet, producto de enriquecimiento ilícito, sea heredada por sus familiares, o pase a ser parte del patrimonio chileno como lo propone la diputada socialista Isabel Allende?


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en Autor: Juan Jacobo Velasco - [email protected] Ciudad Quito

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