Por ahora, solo buenas intenciones

Hubo muchas inquietudes y difíciles respuestas

Por Jaime Mantilla Anderson

La primera ocasión en que el Consejo Editorial de HOY se reunió con Lucio Gutiérrez se le notaba cansado. Ahora tenía una fuerte gripe, y se protegía con una bufanda que no desentonaba con su elegante vestimenta; pero lucía más tranquilo.
Llegó puntualmente, lo que posibilitó descubrir una serie de cambios favorables: mayor organización y tranquilidad, naturalidad, sencillez. El secretario de Comunicación esperaba en la puerta de Palacio. Al contrario de la reunión pasada, cuando estuvo prácticamente solo, ahora apareció con Patricio Acosta, Polibio Córdova, Marcelo Cevallos y el infaltable teniente coronel Montenegro, su hombre de confianza. No perdió tiempo en presentaciones ni protocolos. El presidente invitó al Consejo Editorial a la mesa para iniciar la conversación.
Los problemas acumulados, especialmente en la última semana, han sido tantos y variados, que resultaba difícil iniciar las preguntas.
El petróleo, la huelga, el ministro sin camisa, la ministra cercana a los huelguistas; la huelga nuevamente, esta vez de la UNE; las amenazas en la Salud, la afiliación de su ministro con el posible nuevo paro; el medio ambiente, y el MPD, la inconsistencia de su equipo. En fin, muchas inquietudes, difíciles respuestas.
Al final, hallamos a un presidente bien intencionado, con muchas ganas de hacer una labor significativa, muchos enemigos internos, grandes ilusiones, pocas realizaciones y una inmensa necesidad ciudadana para ver en él hechos concretos. Lucio Gutiérrez tiene muchas buenas intenciones. No sé si el equipo con que cuenta, las circunstancias del país o su capacidad de liderazgo, le permitan conseguir resultados concretos.



Enfrentado al dilema de conciliar

De las luchas internas han salido los golpes mayores

Por Diego Araujo Sánchez

En la campaña presidencial, Lucio Gutiérrez visitó dos veces HOY: entre la primera y segunda entrevista, el candidato había adquirido mayor seguridad, se expresaba con más coherencia, la experiencia había dejado en él un evidente aprendizaje, en fin, había madurado como político. Esta vez tengo una percepción parecida al comparar la primera visita y esta segunda del Consejo Editorial de HOY al primer mandatario.
Gutiérrez se queja de una tendencia negativa de la opinión pública. "Cuando hay algo bueno, siempre estamos pensando que no ha de ser cierto", dice. Como mayor logro de su mandato, exhibe la estabilidad económica: cuenta con un programa aprobado por los organismos internacionales; pronostica que el riesgo país se va a desplomar a niveles históricos; con su ministro de Economía se halla en permanente comunicación. También reitera la decisión de combate a la corrupción. Aunque puede haber la percepción de una gerenta de la AGD aislada, asegura que Wilma Salgado cuenta con todo su apoyo.
Sobre los sindicalistas petroleros afirma que les dio una oportunidad histórica al invitarlos a participar en la dirección de Petroecuador, pero que la desperdiciaron; critica las aspiraciones desmedidas del contrato colectivo. Se refiere con optimismo a las expectativas de inversión petrolera.
Como otros mandatarios, Gutiérrez cree que el mayor error de su Gobierno es no haber comunicado bien la obra de Gobierno. Lo que todavía no aparece claro es cómo podrá conciliar el presidente un Gobierno con intereses tan dispares como los de los partidos que lo conforman y de cuyas luchas internas han salido los golpes mayores contra el régimen.



"El presidente es buena gente..."

Se negó a usar la palabra "traición" para referirse a los sindicatos

Por Diego Cornejo Menacho

Tuve la impresión de que nos encontramos con un personaje que ha perdido la inocencia. Más sereno y controlado que antes, únicamente un gesto casi imperceptible en su rostro revelaba que se contenía ante las preguntas impertinentes que se le llegaron a formular.
Se negó a usar la palabra ‘traición’ para referirse a la actitud de los sindicatos del sector público, como el de Petroecuador, pero, aseguró, está decidido a demostrar su carácter oculto en la medición de fuerzas que le ha planteado la huelga petrolera. Usó frases duras al referirse a las pretensiones del nuevo contrato colectivo de la empresa estatal. Insinuó que todo está marchando conforme con su propio cronograma, que tiene tres fases: solución de la crisis económica, generación de empleo y reforma política; el país todavía está en la primera, de acuerdo con su visión.
No obstante, tuve la impresión de que, para él, el paro petrolero era apenas una escaramuza, comparado con lo que puede sobrevenir en el país cuando impulse la Ley de Unificación Salarial, que es uno de sus compromisos con el Fondo Monetario Internacional. Con esa ley, se supone, va a conseguir una racionalización histórica de la cuenta de salarios del sector estatal. Los sindicatos públicos ya pusieron el grito en el cielo, hace algunas semanas, cuando conocieron el proyecto.
Sin embargo, no sé por qué, no me convenció la presunta decisión del presidente Lucio Gutiérrez. ¿Será porque, en algún momento, dijo que la gente piensa que él es ‘buena gente’?



Para el poder, el mensajero tiene la culpa

"No necesito felicitar a Wilma Salgado: la nombré para que cobrara..."

Por Thalía Flores y Flores

El coronel Lucio Gutiérrez apenas probó la entrada de camarones en salsa pesto que todos degustamos en la mesa; ese tiempo usó para hacer una exposición en la que enumeró lo que considera sus aciertos y que, asegura, “no son mencionados por la prensa”.
El asesor Polibio Córdova, sentado a su izquierda, da la razón a su jefe, y acota: “Además de opinar en los periódicos, también opinan en la radio y la TV” ¿...?
Cuando Gutiérrez recupera la palabra, da un giro a su introducción y se refiere a los problemas del país. En ese momento, un largo momento, da la impresión de un gobernante empoderado en Carondelet, donde ahora todo parecer estar en su lugar, sin llegar al acartonamiento. Fijando la mirada y midiendo las palabras, el presidente hace revelaciones: “El 24 de junio viene una nueva misión del FMI que hará que el riesgo país caiga, como nunca antes”. “No necesito felicitar a la gerenta de la AGD, porque yo la nombré para eso: para que cobrara a los morosos”. “No cederé a los chantajes de los sindicatos petroleros o eléctricos”. “En EEUU ya se han convencido de que algunos banqueros cometieron peculado”.
Casi al final, otra vez se vuelve a la prensa. Lucio Gutiérrez se entera de un viejo axioma: ‘si un perro muerde a un hombre, no es noticia. Pero si un hombre muerde a un perro, sí’. Su rostro pierde expresividad.
¿Será un problema del poder culpar siempre a los periodistas? ¿Será un mal de Carondelet? Quién sabe, pero le recordé al presidente que desde la silla que él ocupa ahora, más de un mandatario culpó a la prensa -es decir al mensajero- de los males de su gestión, y no al que envía el mensaje; o sea, a ellos mismos.



Pro y contra

El juguete del señor presidente es el tanquecito de gas para los pobres

Por Simón Espinosa Cordero

El señor presidente nos recibió a tiempo, nos invitó a cenar una entrada de lechugas crespas y camarones ahogados en salsa verde, un plato fuerte de papas aculantradas y lomo jugoso, un postre de pasta en forma de paloma con buena alma de dulce amarillo desmayado, dos vinos, café y pluscafé. El presidente se mostraba resfriado y no bebió sino agua, pero oyó el buen consejo de un editorialista: "Presidente, mejor bébase un brandy en lugar del té con limón que acaba de pedir".
Dio la impresión de que conocía bien los temas preguntados, pues informó de ellos, los analizó y defendió la gestión en cada área averiguada. Mostró optimismo en el futuro inmediato y más en el mediato, con datos, cifras y secretos. No rehuyó ninguna pregunta embestidora. Estuvo más atento a las preguntas sobre economía, pago de bonos, FMI y hasta su impenetrable sombra, el secretario Patricio Acosta, abrió la boca para decirse entre dientes “los bonos de los especuladores”. El juguete del señor presidente es el tanquecito de gas para los pobres. Dedicó algunos minutos a jugar con él.
Cuando nos invitó a la mesa no nos dejó terminar el trago que nos habían brindado antes de su aparición. No entendió, probablemente, la diferencia entre hacer y parecer, obra e imagen, verdad en sí y verdad en el receptor con que algunos comunicadores de HOY le atosigaban. Se defendió demasiado. De la hora y media larga en que respondió inquietudes, los últimos minutos fueron aburridos al explicar su plan estratégico. Habló el coronel y no el presidente. No hubo humor en toda la noche, pero estaba en una noche bien nocturna de espesos petroleros, hambreados maestros y discordias internas, además de ese resfriado que le obligaba a usar una bufanda beige que resaltaba sobre el terno negro y bien cortado.



Lucio no es Chávez, pero tampoco "Lula"

Gutiérrez ha ido definiendo un estilo propio, pero aún es difuso

Por María Teresa Escobar

Cuando asumió la Presidencia, el 15 de enero, Lucio Gutiérrez fue comparado con el también coronel y presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y con el mandatario brasileño, Luiz Inácio "Lula" da Silva, pero el Gutiérrez actual no se parece a ninguno de los dos.
En cinco meses el presidente ecuatoriano ha ido definiendo una personalidad que se aleja cada vez más de la "chabacanería" de Chávez, pero sin llegar al carisma y la claridad de ideas de "Lula".
Gutiérrez no es terco como Chávez, ha aprendido poco a poco a relacionarse con la prensa y responde con serenidad, al contrario del venezolano, que cita indiscriminadamente a Platón, a su abuelo y a Bolívar, con tal de salirse por la tangente.
Aunque Gutiérrez ha mostrado que es más inteligente de lo que se presumía, aún es una figura sin contornos definidos y esa condición de disperso, y a veces contradictorio, le está costando divisiones en el "arca de Noé" de los animales políticos de derecha, centro e izquierda con que arribó al Palacio de Carondelet, en donde, por lo demás, parece estar muy a gusto.
Mucho más seguro y tranquilo que al principio, Gutiérrez es un hombre sencillo, a veces abrumado por el poder que tanto ambicionó y ambiciona.
Acostumbrado al mando militar (en donde todo es vertical y la tropa obedece sin chistar), no se imaginó que el poder civil era tan complicado, tan lleno de pequeñas rebeldías, de funcionarios, de enfrentamientos entre aliados, de huelgas, paros, penurias económicas, susceptibilidades y, sobre todo, de críticas.
El escrutinio público lo resiente, se queja del negativismo de la prensa: el presidente empieza a sentir el gusto dulce y amargo del poder.
EXPLORED
en Ciudad Quito

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