Montevideo. 11.02.95. Cuando en enero de 1992 el pueblo de Quito
gritó espontáneamente "que viva el Perú, queremos la paz" al paso
de la caravana del presidente Alberto Fujimori, se estaban
borrando siglos de inquinas y enemistades oficiales entre los dos
países.

El recibimiento causó asombro al propio mandatario peruano y a
los miembros de su comitiva, que el 9 de enero llegaron al
aeropuerto Mariscal Sucre de Quito con los rostros marcados por
la tensión y las sonrisas acartonadas.

Pero bastó que la caravana enfilara hacia el centro de la urbe
para que la delegación peruana empezara a sorprenderse ante el
cálido ambiente con que se les recibía.

Pronto el vehículo en el que iban Fujimori y su anfitrión, el
Presidente de Ecuador, Rodrigo Borja, tuvo que detenerse ante las
multitudes que habían salido a las calles a verlos pasar. A los
gritos y los aplausos, pronto sucedieron los apretones de mano y
los abrazos.

Fue tal la conmoción causada por la visita de Fujimori que la
ciudad entera se paralizó. Y cada uno de los desplazamientos de
ese día y los posteriores fueron acompañados del calor de las
muchedumbres y de los gritos "Viva la paz", "Queremos la paz".

Borja improvisó recorridos que no estaban en el programa solo
para que Fujimori pudiera darse nuevos baños de popularidad.
Cuando no iban a pie, los dos se sentaban en las ventanas e,
inclusive, en el techo de la limusina, para poder saludar a la
multitud en las estrechas calles del centro histórico de Quito.

Aquel fue uno de los puntos más altos del gobierno de Borja, pues
amigos y enemigos le aplaudieron por haber logrado que Perú
reconociese que había un problema irresuelto en su frontera con
Ecuador y que su presidente accediera a conversar sobre el tema.

El giro lo había logrado Borja con un discurso cuatro meses antes
en la asamblea general de las Naciones Unidas, donde invitó a
Perú a someter el litigio fronterizo al arbitraje del Papa Juan
Pablo II.

También invitó al mandatario peruano -para entonces ya había
salido de la presidencia el socialdemócrata Alan García y había
sido posesionado Alberto Fujimori- a dialogar directamente sobre
el tema para preparar el arbitraje papal.

El foro en que Borja planteó su tesis y, sobre todo, la
repercusión internacional que tuvo su llamado, impactaron en
Perú, que sostenía su tesis de que no existía litigio con
Ecuador, pues el Protocolo firmado en Río de Janeiro el 29 de
enero de 1942 había terminado el conflicto.

Por su parte, Fujimori daba muestras en sus primeros meses de
Gobierno de ser hombre dispuesto a solucionar problemas de vieja
data en su país. En la misma vena y en gesto reconocido como
valiente, aceptó la invitación al diálogo y reconoció que había
un problema fronterizo con Ecuador.

HABIA MATERIA PARA HABLAR

Aunque rechazó el arbitraje papal, Fujimori hizo una propuesta
alternativa: que el tema fuese puesto al peritaje de un experto
designado por El Vaticano. Esta no era la aspiración del Ecuador,
pero había ya materia de conversación.

La ocasión para la conversación cara a cara de los dos
presidentes se dio con ocasión de la reunión Cumbre del Grupo de
Río en diciembre de 1991 en el balneario colombiano de Cartagena
de Indias.

Allí, por primera vez en la historia, los presidentes de los dos
países dialogaron reconocidamente sobre el tema territorial.

Aunque la charla, celebrada en una oficina especialmente
acondicionada del centro de convenciones de Cartagena y a la que
asistieron únicamente los dos Presidentes acompañados de sus dos
Cancilleres, fue la mutua e inicial expresión de sus posiciones,
el hecho de que se celebrase resultó muy esperanzador para los
ecuatorianos.

La aceptación por Fujimori de la invitación del Presidente Borja
a visitarlo en Quito para continuar las conversaciones fue aún
más auspiciosa. Por eso, en enero de 1992, la gente se volcó a
las calles para vivar a Fujimori, a Borja y a la paz entre los
dos pueblos.

Los diálogos en Quito fueron una exploración de las posibilidades
de avanzar, pero tuvieron, sobre todo, un significado simbólico
en la construcción de un camino de mutua comprensión.

LOS AVANCES AUN NO HABIAN ECHADO RAICES

Pero las esperanzas de paz quedaron frustradas cuando Fujimori,
pocos meses después, dio un golpe de Estado que conculcó la
democracia en Perú. El golpe hizo perder legitimidad a su
gobierno y se consideró internacionalmente que su estabilidad
pasó a depender desde entonces de los militares.

En Ecuador resurgieron las esperanzas al llamar Fujimori a
elecciones, lo que reconstituía la maltrecha juridicidad de su
Gobierno, y acudir a Quito en agosto del mismo año 1992 a la
transmisión del mando presidencial al sucesor de Borja, el
conservador Sixto Durán Ballén.

Cuando pronunciaba su discurso de toma de posesión en el
Congreso, Durán-Ballén lo suspendió de improviso al llegar al
tema territorial, descendió de la tarima, casi de un salto, y
abrazó a Fujimori, que se hallaba en primera fila.

Al inusual gesto, fuera de todo protocolo, no siguió, sin
embargo, el diálogo presidencial de alto nivel. En los meses
siguientes fueron nuevamente las cancillerías de los dos países
las que dialogaron sobre el tema, perdiéndose la expectativa y
las posibilidades reales de avanzar.

Con todo, Fujimori visitó de nuevo Ecuador, pero de las
conversaciones con Durán-Ballén, en la casa de éste último en la
playa de Bahía de Caráquez, no salió nada concreto.

Pronto se vio que el diálogo había llegado a un punto muerto, y
que los militares, quizá impacientes al ver que el diálogo no
avanzaba, se proponían una agenda diferente a la de los
mandatarios: a partir de 1993 se incrementaron los roces en la
frontera y Ecuador denunció varias incursiones de helicópteros
artillados sobre su territorio.

En el punto muerto

Estos roces se producían esporádicamente desde los años 50 en la
zona no delimitada de la frontera: unos 80 kilómetros en línea
recta que quedaron sin hitos cuando la comisión de límites
encontró que los accidentes geográficos del terreno no coincidían
con los previstos en el Protocolo de Río de Janeiro.

En 1981 los roces desembocaron en la "Guerra de Paquisha": una
semana de enfrentamientos en la Cordillera del Cóndor.

En 1994 los roces fueron más frecuentes y fueron acompañados de
un aumento de la polémica entre los dos países. El embajador de
Perú en Quito, Eduardo Ponce, divulgó en una entrevista de
televisión los resultados de una encuesta, según la cual la
mayoría del pueblo ecuatoriano estaba dispuesto a reconocer el
Protocolo de Río.

La indignación que se encendió en torno al tema hizo ver que los
avances logrados con el diálogo presidencial iniciado por Borja
con Fujimori no habían echado raíces. Las posiciones más
chauvinistas reflotaron en los dos países.

Organizaciones cívicas, partidos políticos y medios de prensa
pidieron repetidamente que se declarara al embajador Ponce
persona no grata. Aunque el gobierno ecuatoriano no lo declaró,
Ponce fue retirado al poco tiempo y retornó a Perú, donde fue
nombrado viceministro de Relaciones Exteriores.


EL ESCENARIO ESTA LISTO LA GUERRA SE REESTRENA

El clima pre-bélico se volvió más denso en Ecuador en las últimas
semanas cuando políticos de extrema derecha, encabezados por el
ex presidente León Febres Cordero, acusaron al ministro de
Defensa, general en retiro José Gallardo, de no defender en los
años 1988 a 1992 la frontera suroriental.

Resulta que en esos años, los del gobierno de Borja, Gallardo era
Comandante General del Ejército. En su tradicional estilo
agresivo, Febres Cordero buscaba defenderse de la acusación de
que Perú había construido puesto de vigilancia en la zona no
delimitada ya desde la época de su gobierno (1984-88).

A su vez, Fujimori en medio de la campaña para lograr su
reelección, encontró que su alto mando le presionaba para
resolver el problema de la zona no delimitada con el Ecuador, en
la Cordillera del Cóndor.

Los roces en la frontera tomaron proporción los días 9 y 11 de
enero de 1995. Charlas telefónicas entre los cancilleres Galo
Leoro del Ecuador y Efraín Goldenberg de Perú intentaron
solucionar el asunto.

Que la agenda de las autoridades civiles es distinta de la de los
militares se confirmó el pasado 23, cuando un nuevo incidente
castrense desmintió las conversaciones personales entre Leoro y
Goldenberg en Santa Cruz de la Sierra, en el marco de la cita de
Cancilleres del Pacto Andino.

Ecuador llamó al incidente una incursión de helicópteros peruanos
en su territorio mientras Perú hablaba de bombardeos ecuatorianos
a un puesto de vigilancia en su territorio.

Exactamente la misma contradicción entre diálogos civiles y
hechos militares ocurrió el 26 de enero cuando a la mañana los
presidentes Durán-Ballén y Fujimori charlaron por teléfono y
antes de que terminara el día se cruzaban nuevos tiros y
bombardeos en la frontera.

Finalmente el día 27 se desató la guerra: se combatió todo el día
en seis puntos de la frontera, según anunció el Presidente del
Ecuador.

Las brutales secuelas de la guerra en vidas humanas y costo
económico empiezan a sentirse en ambos lados, sepultando en la
sangre tres años de infructuosos diálogos de paz. (IPS) (7A)
EXPLORED
en Autor: Gonzalo Ortiz - [email protected] Ciudad N/D

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