Quito. 18 nov 98. Cientos de personas deben esperar 16 y 18
horas para conseguir el préstamo del Seguro Social. Un millón
es el monto máximo. Los ancianos sufren.

Inés Suárez y su esposo Luis Bolaños calientan sus manos en
una fogata que está en la Tarqui y Estrada, centro norte de
Quito, donde se encuentra la oficina de Fondos de Reserva del
IESS.

A pesar de sus años, Inés cumplió 74 años y Luis 75, ya llevan
16 horas esperando un turno para obtener el cheque por un
millón de sucres de préstamo quirografario que concede el
Instituto. Los ancianos fueron a retirar el dinero a las 16h00
del jueves 12 de noviembre.

A las cuatro de la mañana del viernes 13 seguían en su empeño,
"porque esa platita es básica para sobrevivir en estos días de
penuria", dice doña Inés, quien viste un grueso abrigo negro y
cubre la cabeza con una gorra de lana. Luis Bolaños usa gabán
gris y bufanda para protegerse de los 8 grados que marca el
termómetro. Los dos vinieron desde el barrio San Isidro, en
Puengasí, al oriente de Quito.

Los esposos reemplazan en el turno a su hija, Rosa Suárez,
quien trabaja en una empresa del norte de Quito. La hija no
pudo venir porque debe asistir al trabajo. "Rosa nos cuida,
con el sacrificio de la espera en algo pagamos su atención",
afirma Luis Bolaños. Inés Suárez se acerca más al fuego,
alimentado con maderas y papeles. "Los huesos me duelen pero
aguantaré, esta vez ya no dejaremos escapar al cheque". Hace
un mes los dos ancianos cumplieron el mismo y estoico ritual:
esperaron 18 horas; cuando llegaron a la ventanilla de pagos,
una empleada les dijo: "lo siento, el préstamo no está listo,
hay un error, faltan 3 meses de aportes". Por ese requisito,
dice Inés Suárez, el cheque se nos fue, "ahora no lo dejaremos
escapar, tenemos todos los papeles". Bolaños mira su reloj y
comprueba que son las cuatro y media de la mañana. "Ya falta
solo media hora para que el policía confirme el turno,
nosotros llegamos primero". El tedio de la espera es
recompensado con un café y un pan que se sirven, a las cinco
de la madrugada, en el parqueadero de la calle Tarqui.

"Ni una agua de anís hemos tomado desde las cuatro de la
tarde", afirma la anciana, pequeña y delgada, con el rostro
arrugado y el pelo blanco. En la madrugada del viernes 13,
sesenta personas esperan frente a las puertas de la
dependencia del IESS.

Al igual que los Suárez, muchos llevan más de diez horas allí.
Los cartones son los improvisados colchones. No faltan las
cobijas, los paraguas y los plásticos. Ellos duermen, ajenos a
los ebrios que pasan tambaleándose con dirección al centro de
Quito. En la vereda yace una hilera humana, son rostros
cubiertos y difusos en la oscuridad.

Hay hombres, mujeres y niños junto a los padres. A Luz América
Yaguachi, empleada del colegio Intisana, le acompaña su
esposo, Manuel Montatigse. "El millón del quirografario es un
parche para cancelar varias deudas", afirma Yaguachi, quien no
deja de sorprenderse al ver a un hombre bien vestido con
impecable terno café.

Algunas personas se levantan al confundirlo con un funcionario
del Seguro. Se trata de José Vicente Yánez Gaibor, un profesor
jubilado del cantón San Miguel, Bolívar. Yánez Gaibor cobra
540 mil sucres al mes. "Llegué a las tres de la mañana,
necesito ese dinero, si no fuera porque hace algunos años
compré una casita en El Inca estaría fregado".

La noche se va y El Ejido se llena de voces. Un policía se
apresta a abrir la puerta de hierro de la oficina. "Ya siento
que vuelve el alma al cuerpo", afirma Inés Suárez, y se pierde
en la columna que a las cinco y cuarto de la mañana pasa de 70
personas. En las calles Antonio Barrionuevo y Francisco Ruiz,
barrio Villa Flora, está la oficina del IESS que atiende al
sur de la ciudad. Es un edificio gris de tres pisos. En la
esquina, más afiliados mantienen una vigilia que se inició a
las cinco de la tarde del jueves 12 de noviembre. Al igual que
en la calle Tarqui, los afiliados de aquí cargan su propia
historia.

A la una de la mañana hay 50 personas que se prepararon mejor
que las de El Ejido para resistir la noche: instalaron una
carpa de plástico porque a las ocho de la noche llovía en el
sur de Quito; además, muchos duermen en seis vehículos
estacionados allí. Otros se abrigan con frazadas y chompas.
Luis Toapanta, un repujador de la fábrica Umco, es el
encargado de preparar una lista de los afiliados que llegan.
"Ya llevo 50 nombres. Un policía recibe la lista. Solo así es
posible evitar que los avispados intenten, sin hacer cola,
recibir el cheque a las ocho de la mañana".

Toapanta pasa lista a la una de la madrugada y luego se
acomoda en la cabina de su camioneta International modelo 72.
La mayoría de los afiliados del sur son obreros. Los sueldos
varían entre un millón y medio y dos millones de sucres al
mes.

Polibio Román es un albañil de la constructora GRB2. Gana 750
mil sucres y necesita el quirografario para cancelar una
garantía de un millón de sucres, de lo contrario la dueña de
la casa le subirá el arriendo.

Carmen Amelia de Velasco hace el turno que le correspondía a
su esposo, Luis Velasco, un obrero de Cablec.

Los Velasco invertirán el millón del crédito en los libros que
necesitan dos hijos universitarios: Verónica (cursa tercer año
de Ingeniería Química en la U. Central) y Patricio
(Informática en la Politécnica). "El sacrificio es grande,
pero vale la pena con tal de que estudien".

Los afiliados de la zona sur explican que el año anterior no
fue complicado conseguir el quirografario. Carmen Amelia
afirma que en noviembre de 1997 su esposo "llegó a las cinco
de la mañana y a las nueve ya salió con el cheque". Luis
Velasco no pudo cobrarlo hace un mes. La razón: restaban seis
afiliados que debían recibir el dinero, pero éste se acabó. 80
sí lo hicieron. El interés bajo es otro atractivo del préstamo
(36.2 por ciento). Luis Vallejo, obrero de ATU, recibió el año
pasado 950 mil de quirografario y solo le descontaron 95 mil
al mes, durante un año.

Juan Bernardo Yuquilema, un obrero de 65 años que trabaja en
Emaseo, resume lo que es el quirografario: "Es como una boya
que nos lanzan para no naufragar". B.R.V.

Poco interés
El IESS paga, a nivel nacional, el quirografario durante todo
el año.

Sin embargo, en los últimos tres meses la demanda es mayor por
estos motivos: la cercanía de navidad, las últimas medidas
económicas que agudizaron la crisis y el mínimo interés
respecto a los bancos (36. 2 por ciento para afiliados y 34.2
por ciento para jubilados).

El viernes fue el último día de pago por orden alfabético.
Esta vez, correspondió a las letras s y z. En noviembre, el
IESS destinó 13 mil millones millones de sucres para el
quirografario.

Para las tres regiones más grandes el quirografario se
distribuyó así: Pichincha, 6 mil millones de sucres; Guayas, 4
mil millones y Cuenca, 936 millones de sucres.

Unicamente el pasado viernes la entidad destinó más de mil
millones de sucres para los créditos. Este año accedieron al
préstamo 172 mil personas. En la zona central (Quito, Santo
Domingo, Esmeraldas y Puyo) hubo 82.640 operaciones. El tope
del crédito es de un millón de sucres. Para el cálculo se toma
en cuenta tres veces la pensión o el sueldo. Un promedio de
200 personas por día es atendido. El descuento se realiza
durante un año. Para acceder al préstamo, el afiliado debe
aportar mínimo tres años. En una consulta realizada al
departamento de Comunicación Social del IEES, se confirmó que
en los últimos días hubo ciertos problemas de iliquidez por la
mora del Estado y de varias empresas que no pagaron los
aportes. En Pichincha hay 561.447 afiliados. (Texto tomado de
El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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