Quito. 24 nov 98. El tema salió a la luz pública ayer por
medio de Juan Reece, vocero del Presidente de la República.
Desde la semana pasada, el Gobierno de Jamil Mahuad buscaba
los mecanismos para reformar al Filanbanco, uno de los
principales bancos ecuatorianos, confirmó el portavoz del Jefe
de Estado.

"Se busca la solución de Filanbanco, que no es que está en
problemas sino que necesita un reforzamiento, que lo garantiza
el Gobierno Nacional". Estas declaraciones de Reece provocaron
ayer más de un disgusto entre algunos altos ejecutivos del
Banco Central. "Esa fue una declaración francamente inoportuna
y equivocada", dijo un miembro del Directorio del Instituto
Emisor Central.

Antes de llegar al pronunciamiento desde Carondelet -el único
oficial hasta el cierre de esta edición- Jamil Mahuad y
algunas autoridades económicas habían analizado la situación
de Filanbanco. Todos los diagnósticos eran pesimistas: esa
entidad que hasta el fin de semana estuvo bajo el control
directo de Roberto Isaías, ex principal accionista no tenía
muchas alternativas de salvar su situación sin recurrir a
nuevas deudas con el Central. Filanbanco fue fundado en
Guayaquil el 10 de enero de 1908; actualmente tiene 2.291
empleados y cerca de 850 mil cuenta-ahorristas y
cuenta-correntistas activos.

Las puntualizaciones de Reece solo dieron pistas para entender
por dónde irían las soluciones de las autoridades del Banco
Central. El pidió a los ecuatorianos que permanezcan
"absolutamente seguros y confiados", pues el Banco Central ha
presentado a Filanbanco "algunas soluciones que tienen que ser
cumplidas prácticamente al pie de la letra para que haya esta
posible intervención".

Las salidas propuestas pasan por el otorgamiento de un crédito
subordinado por parte del Banco Central a Filanbanco. La cifra
-no confirmada por ninguna autoridad del Banco Central, pero
tampoco desmentida en el Palacio de Gobierno- sería de 1,3
billones de sucres. Las condiciones financieras no se conocen,
pero se da por descontado que este crédito gigantesco se
garantizará con el patrimonio de los accionistas del citado
banco. El problema del Filanbanco es complejo. Se trata de un
banco realmente grande. A octubre de 1998, era el primero por
montos de activos, pasivos y cartera. Y está tercero en el
ranking por patrimonio.

El crédito subordinado -que sigue a los créditos de liquidez-,
desde el punto de vista de la legislación bancaria, es el
último recurso del Banco Central para solucionar los problemas
que afronta esta institución desde hace aproximadamente tres
años.

Sin embargo, la actual situación llegó después de que ese
banco adquirió el Banco de los Andes, transacción que le
posicionó en el mercado serrano, pero que no le sacó de la
crisis financiera.

Otro problema que afectó a Filanbanco fueron las inversiones
que realizó en áreas no financieras, especialmente en el
sector de productos agrícolas de exportación, donde no tuvo
los resultados esperados. A inicios de año, el banco ya tenía
índices financieros por debajo del promedio del sistema.

Es más hace dos meses, el Banco Central le otorgó un préstamo
de liquidez por un monto cercano al los 900 mil millones de
sucres, lo que para ese entonces representaba cerca del 45 por
ciento de su patrimonio técnico. Luego, el Instituto Emisor
pidió al banco que incrementara su patrimonio. Tal cosa nunca
ocurrió.

El último capítulo de esta historia comenzó en septiembre,
cuando el BCE otorgó créditos de liquidez a Filanbanco por 900
mil millones de sucres. Pero el BCE afinó sus exigencias para
otorgar ese tipo de préstamos, mediante regulación publicada
en el Registro Oficial 44, de octubre: los bancos que hubieran
accedido a un crédito por encima del 50% del patrimonio
técnico de la institución financiera, sus principales
accionistas y/o administradores del banco debían proporcionar
una fianza personal.

La figura para salvar al Filanbanco se repite casi con
exactitud con relación a otro banco: el Continental, es decir,
se otorga un crédito subordinado. La diferencia: esta vez el
Central tomará el control de Filanbanco desde el primer
momento, gracias a la decisión de tomar las acciones de los
antiguos administradores, es decir, de Roberto Isaías y de
otros.

¿Qué hará el Central con Filanbanco en el futuro? Lo podría
fusionar con el Continental. Esto le haría más atractivo para
que un banco extranjero adquiera un nuevo banco consolidado,
pues tendría un mayor número de clientes y lo ubicaría entre
los más importantes del país. Sería un buen enganche para
venderlo a un banco extranjero.

La otra opción es que el Banco Central, directamente, se haga
cargo del 100 por ciento de las acciones del Filanbanco y
entre con su administración a realizar una reingeniería
financiera de la entidad guayaquileña. Esto libraría al
Continental del problema de reestructurar nuevamente una
cartera vencida y vinculada que la institución tiene con
empresas pertenecientes al grupo Filanbanco.

Mientras tanto, ayer en Guayaquil, ciudad matriz de
Filanbanco, hubo tranquilidad en las calles Nueve de Octubre y
Pichincha. En sus agencias no se registró gran expectativa y
tensión.

Durante todo el día el mayor accionista del banco, Roberto
Isaías, esperó una respuesta a su solicitud de préstamo
subordinado. Los expertos del Central, en cambio, presionaron
para que él entregue en fideicomiso sus acciones, como
garantía del crédito.

La situación se precipitó rápidamente. El viernes pasado
Isaías estuvo en Carondelet tratando de negociar una salida.
En ese entonces lo recibió en su despacho el Secretario de la
Administración, pero no trascendió el contenido de la
conversación. En diálogo con este Diario, Jaime Durán dijo que
el Estado garantizará los depósitos de los clientes de
Filanbanco. Y su normal funcionamiento.

Comentario

La boya para irresponsables

Desde hacía semanas circulaba una información en casi todos
los corrillos informados del país: el Filanbanco se encontraba
en problemas. Al igual que otros bancos de menor tamaño.

Pero no se decía Filanbanco. Se decía un gran banco. Y se
agregaba el discurso que ya se hizo cuando hubo problemas con
los otros bancos: con el Continental, con el de Préstamos...
Que el sistema financiero corría peligro y que el "riesgo
sistémico" era demasiado elevado. Moraleja: era bueno ser
prudente. Mejor: era patriótico no poner a circular la
información que tenían las autoridades y que estaban siendo
tomadas en cuenta en el proyecto de reactivación económica
que, como cada cual sabe, no es más que que la
reestructuración de pasivos de algunos bancos. El salvataje se
convirtió así en nacionalización de pérdidas.

Ayer la película se clarificó. El Gobierno habló públicamente
del caso y se supo que, desde el viernes, cuando Roberto
Isaías, acompañado de Juan Franco, madrugó a Carondelet, en
donde habló con Jaime Durán, se aceleró el caso del
Filanbanco. La fórmula surgió en la madrugada del lunes y ayer
se finiquitaron los detalles jurídicos y legales que, en pocas
palabras, implican un hecho: Roberto Isaías perdió el banco.
Hasta la hora de cierre de esta edición, no se conocían todos
los detalles de esta negociación en la que la Administración,
a través del Banco Central, se había empeñado en pedir a
Isaías más garantías para un crédito subordinado que
avecinaría los 200 millones de dólares. Había razones: los
créditos de liquidez dados por el Banco Central ya bordeaban
el 45 por ciento de su patrimonio técnico.

La historia del Continental se repite, en otras condiciones
-es verdad-, con otras autoridades y otra Constitución (que le
da autonomía plena al Central), pero con la misma ley. Una ley
sesgada que convierte a las autoridades de control -al margen
de su voluntad- en administradoras de quiebras.

El diagnóstico está demasiado maduro: algunos banqueros
convirtieron sus entidades en cajas chicas de otros negocios:
camaroneras, cervecerías, bananeras, importación de vehículos,
inmobiliarias, ingenios azucareros, medios de prensa,
petróleo... Es decir, pusieron el dinero de sus clientes al
servicio de negocios particulares. La descapitalización fue
evidente. Y cuando surgieron los problemas, miraron hacia el
Estado, en un claro y desenfadado chantaje del "ayúdame o
quiebra el sistema".

Por lo que se sabe, al grupo de Roberto Isaías le fue peor que
al grupo Peñafiel y a éste peor que al grupo Ortega... Algo se
aprende. Pero sigue habiendo espacio en el sistema financiero,
mientras la ley no cambie, para el mercantilismo
proteccionismo.

El Estado (con la correspondiente responsabilidad de gobiernos
y congresos que se han sucedido) ha ayudado así a nutrir la
incertidumbre que reina en este momento en el país. No se
puede poner la reserva monetaria al servicio de algunos
banqueros que han querido nacionalizar sus pérdidas. ¿Cuál es
el riesgo que corren? Entregar el banco. Pero lo hacen con
acciones devaluadas, pasivos ocultos y activos en buena parte
ya hipotecados. Lo de Filanbanco no pone fin a una etapa en la
que algunos han jugado con el dinero de aquellos que les han
hecho confianza. (Texto tomado de El Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Quito

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