Quito. 7 nov 96. Gustavo Freile ha vivido 30 años en medio de
los aviones. En su casa de la Amazonas y Logroño -justo frente
a la pista del Aeropuerto Mariscal Sucre- nacieron y crecieron
sus tres hijos. A pocos metros vivió su hermano, quien no pudo
soportar el ruido de las aeronaves y decidió vender la casa
para buscar un lugar más tranquilo.
"Al principio la cosa no era tan fea. Los aviones que llegaban
y salÃan del aeropuerto eran pocos, y no circulaban buses por
el sector", dice Gustavo, un hombre de 53 años y un espeso
bigote.
Con el paso del tiempo y el aumento de los aviones, la familia
Freile se vio obligada a "remodelar" su casa. AsÃ, el
discreto muro de piedra que rodeaba la vivienda creció hasta
convertirse en un altÃsimo tapial; los vidrios delgados fueron
reemplazados por cristales dobles, y en algunos rincones de la
casa la madera de las ventanas cedió espacio al metal, un
material menos sensible a las vibraciones fuertes.
"No es fácil vivir en este sector", cuenta Gustavo. "Cada diez
años hemos tenido que cambiar la cubierta de la casa, porque
el viento que generan los aviones cubre los techos con basura,
polvo y hojas. Además, anualmente tenemos que ajustar el marco
de las ventanas, y ya hemos cambiado varias veces las tuberÃas
porque las vibraciones que produce el despegue de un avión las
rompe".
Hace cinco años, Gustavo Freile empezó a perder la audición de
su oÃdo derecho. "Los médicos dijeron que tiene una relación
directa con el ruido de los aviones", dice Gustavo, quien ha
pagado con creces el "pecado" de vivir cerca del aeropuerto.
Aviones nacionales sin silenciadores
En una investigación reciente sobre el ruido en el aeropuerto
Mariscal Sucre, se determinó que aquà el sonido de fondo -sin
aviones ni niveles pico- sobrepasa los lÃmites tolerables.
El estudio, realizado por dos médicos de la Dirección de
Aviación Civil, señala que en la cabecera norte de la pista se
registraron, el año pasado, de 70.2 decibeles (sonido de
fondo) a 98.3 dB (sonido pico). En la cabecera sur se
registraron de 62.6 dB a 98.1 dB.
Según varios médicos consultados, 70 dB no dañan el oÃdo pero,
mantenidos durante varias horas, provocan estrés y como
consecuencia desórdenes cardiovasculares, aumento de presión,
problemas gastrointestinales, hiperacidez estomacal y
agresividad.
Los altos niveles de ruido pueden reducir la audición, por la
destrucción de las células ciliadas del oÃdo, que nunca se
regeneran.
Pero los niños son los más perjudicados: el ruido puede
reducir su nivel de concentración y por tanto de aprendizaje,
dicen los médicos.
Todo esto, obviamente, no es nada difÃcil entre los moradores
del sector del aeropuerto Mariscal Sucre, quienes, hoy en dÃa,
deben soportar hasta 100 vuelos diarios, además de 23 lÃneas
de bus.
CONTAMINAN COMO UNA REFINERIA DE PETROLEO
Los principales aeropuertos de un paÃs contaminan el aire
tanto como una refinerÃa de petróleo o una industria de acero,
y pueden convertirse en los nuevos focos de contaminación del
siglo 21. Asà señala un estudio reciente del Consejo de
Defensa de Recursos Naturales (NRDC), organización
norteamericana de defensa del medio ambiente.
Claro que en Quito y Guayaquil, donde los aeropuertos están
clavados en el corazón de la urbe, los problemas son más
serios, sobre todo en el caso de la contaminación por ruido.
"Todos los aviones internacionales que llegan al aeropuerto de
Quito y Guayaquil cumplen las normas establecidas en la FAR 36
de Estados Unidos, que se refiere al cumplimiento de las
normas internacionales sobre el ruido de las aeronaves", dice
el coronel Galo Chico, subdirector encargado de la Dirección
de Aviación Civil (DAC). Agrega, sin embargo, que "los aviones
de servicio aéreo interno no tienen ningún mecanismo o
implemento para reducir el nivel de ruido". ¿Por qué? Los
silenciadores para los aviones son muy caros, dicen varios
funcionarios de la DAC.
Según Antonio Navas, médico de la División de Medicina
Aeronáutica de la DAC, por los aeropuerto del paÃs circulan
tres tipo de aeronaves: aquéllas calificadas como "Not Noise
Certificate" (de ruido no certificado), de turbinas estrechas
y ruidosas, y prohibidas en Estados Unidos; están las
aeronaves de turbinas más anchas que están permitidas en
Estados Unidos hasta el año 2.000, y un tercer tipo de aviones
modernos y bastante silenciosos, como los airbus. "En el
Ecuador todavÃa hay aeronaves de ruido no certificado, y un
buen porcentaje de las de turbinas más anchas. Son pocas las
aeronaves más silenciosas", dice este médico.
MORADORES MOLESTOS
- Cristian Toro -un joven de 30 años- trabaja desde hace
cuatro meses en un almacén de repuestos automotriz ubicado en
la Amazonas, justo frente a la autopista del aeropuerto. "AquÃ
las ventanas vibran, sobre todo cuando despegan los aviones
nacionales. Y, claro, resuenan los oÃdos", dice.
- Marta Andrade, vicerrectora del Colegio Nacional Eloy
Alfaro, ubicado en la avenida Luis Tufiño, en el extremo norte
de la pista del aeropuerto, dice que, según los reportes del
departamento de orientación del colegio, se conoce que muchos
estudiantes tienen altos niveles de agresividad. "Sin duda el
ruido les afecta, porque aquà parece que podemos coger los
aviones con las manos", dice.
- Curiosamente, la directora del departamento de orientación
de este colegio, Cecilia Billón, asegura que sufre problemas
del oÃdo, concretamente el sÃndrome de menier. "Y justo me
empezó hace nueve años, cuando empecé a trabajar aquÃ", dice.
- La hermana Esperanza, del Centro de Salud El Jordan, en la
Amazonas, asegura que el despegue de los aviones ha provocado
más de una rotura de vidrio en el centro. "Cuando despegan los
aviones aquà huele a gasolina. Y hay que parar el trabajo
porque no hay como tomar los signos vitales a los enfermos con
tanto ruido", dice.
- "A mi me costó más de dos millones de sucres cambiar los
vidrios de la casa", dice Ernesto Almeida, morador del sector
de la Amazonas. (DIARIO HOY) (P. 1-B)
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Publicado el 07/Noviembre/1996 | 00:00