Guayaquil. 26 jul 98. El resultado electoral de la primera
vuelta fue bueno: sacamos una ventaja importante con el mayor
bloque de diputados en el Congreso y la votación histórica más
alta en primera vuelta desde que el país volvió a la
democracia. Entonces la primera prioridad fue ver el
pronunciamiento de los candidatos que habían perdido y otros
dirigentes. En tres días tuvimos el apoyo de Borja, Ehlers,
Nebot, Febres-Cordero, Moeller, inclusive Rosalía Arteaga.

Yo diría que esa reacción se debía a tres razones: primero,
cuando uno se pone en el centro tiene la posibilidad de
establecer contactos con ambos lados; dos, jamás insulté ni
ataqué a nadie y tres, creo que hay una evidente diferencia
entre Noboa y yo, en cuanto a planteamientos, propuestas,
antecedentes. La noche del domingo de la primera vuelta, el 90
por ciento de la gente resolvió ya por quién votar en la
segunda. No fue sino el martes o miércoles cuando comencé a
hacerles las llamadas, cuando se habían pronunciado.

La estrategia de campaña la planteamos no en relación a los
demás partidos y a los líderes, sino en relación a la gente,
al votante. Esto es muy importante porque ganamos la
Presidencia sin una sola alianza o apoyo condicionado a nada
ni a cuotas de poder. Al comienzo no pensamos en cambiar
porque no había razón: lo que había que conseguir era que esa
gente siga votando por esa propuesta. Es como en el fútbol. Si
el equipo está ganando no tiene para qué cambiarlo. Usted
tiene que hacer su fútbol, jugar a lo que sabe y a lo que
puede. El análisis fue acertado.

Entonces empezó el Mundial. Era una campaña con un ritmo
diferente al de otras; Noboa escogió una estrategia de
regionalismo en los peores términos: la caricatura de que mono
vota mono, de vincularme con el gobierno de Alarcón por ser
serrano, y por el hecho de que participé activamente en la
caída de Bucaram.

Pero todo ese discurso no tenía un real gancho para la gente.
Llegamos a tener 35 puntos de diferencia hasta cinco semanas
antes de la elección. Eso iba a ser 60 a 25 por ciento. Pero
lo que cambió el curso de la campaña de manera dramática fue
la subida del gas.

El hecho ha dejado miles de lecciones; yo aprendí las mías,
espero que los demás hayan aprendido las suyas, en todos los
sectores: candidatos, prensa...

El miércoles del aumento fui a Gamavisión y me preguntaron
sobre los subsidios. Yo dije que debería mantenerse el precio
para los pobres. En la tarde, Alarcón resolvió tomar la
decisión. Yo no tenía idea de eso ni en la entrevista me
preguntaron a propósito de esa decisión. Pero al día siguiente
se publicó en El Universo la medida y mi declaración de la
mañana que fue anterior y no con referencia a eso.

Además no estaba de acuerdo en lo que habían hecho porque la
forma en que se pensó focalizar, con las planillas eléctricas,
y luego el incremento del salario, denotaba que nunca
estudiaron bien la medida.

Al día siguiente, como todos los días, mi equipo me pasó los
reportes de la prensa y de la Tv. Yo estaba en campaña en
Manabí. En Manta me enteré que había subido el gas. A las
10h00 tuve llamadas y comenzamos a detectar el problema a 100
kilómetros por hora. La gente empezaba a reclamar y nos
preguntaba: "¿Cómo Jamil nos hace esto, cómo nos sube el gas,
cómo nos traiciona de esta manera?". Gente que salía a poner
pancartas, que ponía afiches en las casas, empezó a
rechazarnos. Les preguntábamos por las banderas y nos decían:
"No se la robaron, yo la quité, no quiero saber nada de
usted". Todo eso prácticamente en el mismo día. Era
impresionante...

De Manta volé para hacer un recorrido por Machala, Santa Rosa,
Pasaje y por teléfono me avisaron que había un gran malestar.
Se encendió como una pólvora en menos de 24 horas. Después,
todo ese fin de semana Noboa mostró El Universo con el alza al
gas y la declaración, y sacó cuñas de radio y bombardeó en
todos los medios de comunicación.

Teníamos una encuesta prevista en ese fin de semana y hubo una
diferencia relativa de 25 puntos. Yo bajé 20 y Noboa subió 5.
En mi equipo de trabajo había una valoración diferente de lo
que estaba pasando. Unos decían es un impacto brutal y esa
gente tuvo razón. Otros decían no, no es tan grave. De lo que
estaba seguro era que esa era una reacción muy importante
porque cuando uno puede ganar una elección y quiere ser
coherente no puede decir cualquier tontería. Un populista como
Bucaram o Noboa dice cualquier tontería. Yo no puedo hacer
algo así, me acabo.

Volví a Quito y resolví esperar el resultado de la encuesta
pero para entonces habíamos evaluado los golpes y aún a la
campaña le faltaban 12 días. Yo soy muy frío analizando, y las
cifras me mostraban vencedor.

Noboa cometió en ese momento un error de omisión, creo yo.
Dijo que bajaría el gas cuando ganara la Presidencia. Eso me
indicaba que él todavía debía ganar para bajar el gas, lo que
era de poco crédito. Entonces actué a fondo, tuve que tomar
prioridades: me opuse al tema central, convoqué a ruedas de
prensa.

Mi acierto fue decirle a Alarcón que tenía que suspender la
medida. Siempre que pasa algo así, hay opiniones diferentes.
Gente del entorno que dice "espérate tres días que esto se
acaba"; gente que dice: "esto no se acaba y esto va a seguir
creciendo"; gente que dice: ni se acaba ni crece se va a
mantener estable. ¿Cómo se sabe quién tiene la razón? Con
percepción, olfato personal, hay que ordenar las ideas. Cuando
me dijeron "van a derogar la medida" supe que eso desubicaría
a Noboa, porque no había tiempo.

Otra cosa a la que hubo que recurrir antes fue a la propaganda
de los Adams. En verdad fue una campaña que empezó Bucaram. En
la primera vuelta Noboa y Bucaram se repartieron los roles,
Noboa era el impoluto, de propuestas; Bucaram hacía la
propaganda en la Tv. y me insultaba. Fue una respuesta a
Bucaram y a Noboa que había sido parte del gobierno.

En la campaña sentía que el regionalismo se había
incrementado. Porque el gas, si bien se eliminó como tema, no
eliminó la sensibilidad que quedó afectada. Pero ese
regionalismo nunca llegó a la agresividad. Mi apreciación es
que esta no fue una elección regionalizada. Si hubiese sacado
80 por ciento en la Sierra y 20 por ciento en la Costa, y
Noboa 80 y 20, yo diría hay un marcadísimo regionalismo. La
proporción de 60 a 40 no marca una gran regionalización.

En teoría electoral hay elecciones que no se pueden ganar, y
hay elecciones que no se pueden perder. Esta era una que
nosotros no podíamos perder. Lo decían los consultores. Solo
se puede perder si se comete una estupidez, como por ejemplo
pegarle al Arzobispo de Guayaquil en la Catedral, el domingo a
las 12 del día saliendo de misa y con toda la prensa ahí...

Jamás se me ocurrió que un presidente iba a subir el gas 12
días antes de la elección y jamás se me ocurrió que el acto de
un presidente, en el cual yo no tuve nada que ver, podía
conectarse conmigo... pero pasó.

Por eso no coincido con los criterios de que me confié como
dijeron algunos sectores de prensa. Yo respeto mucho a la
prensa. En muchos casos no coincido con lo que dice, porque
con todo el respeto que le tengo, yo hago más análisis, tengo
más cifras, recorro el país, hablo con mucha más gente, tengo
mis percepciones, pero más que nada vivo preguntándome todos
los días qué pasa, tengo años preguntando.... No es que me
confié, es que pasó algo imprevisto.

Mi lógica en la vida es ir evaluando lo que pasa y según voy
evaluando, voy dirigiendo, si las cifras dicen que estoy
treinta puntos arriba...estoy treinta puntos arriba. Si de
pronto tengo un shock como el que tuve y empieza a acortarse
la diferencia tengo que reaccionar. Yo nunca fui triunfalista,
pero resultaba difícil convencer a la gente que yo no había
ganado, porque sentían que la segunda vuelta era un trámite.
Nunca lo fue, peor al último, pero la percepción de la gente
era esa y con el Mundial...ahí si afectó el Mundial...

¿Y lo de mi hijo? Yo estaba en Quito, había terminado una
entrevista en Gamavisión y me llamaron al celular para decirme
que un abogado acababa de hacer una declaración en una radio
de Guayaquil. Ese hecho es cierto y sabía que iba a aparecer
en algún momento, no sabía cuándo, dónde ni cómo. Pero a los
hechos hay que ponerles la cara y afrontarlos.

Ese día me dirigía a filmar el comercial de cierre de campaña
y entonces evaluamos el tema y yo dije que quería hacer la
rueda de prensa. La organizamos para decir que era cierto y
que lamentaba que un tema así se utilice en la campaña. Ese
momento estaba conmigo mi equipo estratégico: para ellos, para
mi familia y mis amigos siempre fue un tema conocido; mi hija
lo sabía desde antes. Quizá Noboa esperó que me escondiera,
que no diera la cara. Y lo que yo dije fue esto es verdad,
pero qué pena que este tipo le friegue la vida a un niño de 10
años, por conseguir votos en una elección. A tal punto que él
no insistió y no se metió más.

Al final nos dimos cuenta de que si la elección era 15 días
antes, ganábamos con 20 puntos. Eso demuestra la volatilidad
electoral. Pero nunca me desesperé, porque vi que me
estabilizaba en 50 puntos y hay una norma simple en
matemáticas: si se tiene la mitad más uno no se puede
perder...

Hubo encuestas los días anteriores que me daban 11 puntos de
ventaja. Luego vino la del día anterior, con la encuestadora
de Blasco Peñaherrera, que me daba 11 puntos, la de Jaime
Durán nueve. Había una diferencia de dos puntos que además
está en el margen de error de la encuesta. Y luego el propio
día de la elección tuve siete puntos en el exit poll, todos
los indicadores me daban para estar más bien tranquilo.

En esta campaña hubo también otras cosas. De lo que me alegro
es que no tuvimos ni un solo incidente; éste es un país
pacífico. Andábamos en el balde de la camioneta, y desde el
punto de vista seguridad es una locura, estamos al alcance y a
la mano de todo el mundo. Soy muy confiado, no soy nervioso,
soy muy tranquilo. Normalmente iba con una persona que me
ayudaba, el capitán Pablo Izurieta, y realmente era para
protegerme de los seguidores, porque cuando uno va a una
tarima, la gente se bota para abrazar, para apoyar, y vienen
los problemas de los tumultos.

Nunca hablé con profesionales de seguridad en eso. Pero la
preocupación más grande en una campaña es cumplir los
horarios, porque uno va de un lado a otro y se va atrasando un
poquito y a veces al final del día hay que cancelar cosas,
pero le pasa a todo el mundo.

La gente más difícil para dirigir el mensaje en tarimas está
en el estrato popular costeño. Culturalmente requiere un tipo
de oratoria muy fogoso y agresivo, que por principio no hago.
Cualquiera puede agarrar un micrófono y dar alaridos, insultar
a los demás, en el fondo aunque a uno no le gusta si podría
hacerlo.

Una de las cosas que me dan gusto es que gané -como dirían los
taurinos- sin descomponer la figura, fui yo mismo desde el
primer día hasta el último.

Hay momentos para recordar. En Esmeraldas hicimos una entrada
apoteósica como a las cuatro de la tarde. Habíamos estado en
Santo Domingo y Quinindé, y fue una caravana impresionante en
una ciudad destrozada, con un alcalde del PRE -esta es una de
las cosas que no entiendo- que no pone un clavo y que está
como cuatro o seis meses sin ir al despacho y pese a eso
sacaron todos los diputados.

A mí me ayudó mucho la experiencia de Alcalde. Me puso en
contacto con la necesidad diaria de la gente. Los alcaldes
vivimos en la calle: el hueco, la acera, la basura, el agua.
No es la política exterior, la política de comercio, la
política internacional, la política macroeconómica; es el
agua, el grifo.

Veo que alguna gente criticó la campaña diciendo que era una
campaña a la cual le faltaba una gran concepción. A mi juicio
la gran concepción a la gente no le dice nada, no es que no la
pueda hacer. Yo fui candidato a la Presidencia de la República
y me costó mucho al principio adecuarme a lo que era una
campaña de la Alcaldía, porque uno va de lo general a lo
particular... de la concepción abstracta a lo concreto, de los
principios a las prácticas... y la gente vive de lo segundo...
Eso es lo que le ayuda.

Ahora pienso que una campaña no puede ser 100 por ciento
perfecta. ¿Qué cosas pudimos haber hecho mejor...? En el tema
de cuñas de televisión pudimos ser menos perfeccionistas,
menos poéticos, más directos. Pero no es que estuvieron mal
hechas, sino que pudieron ser mejores. Finalmente, es una
campaña que ha ganado la Presidencia de la República... así
que partamos de ahí. Cuántas personas aspiran a ganar la
Presidencia y nunca llegan...

Estrategias * El equipo asesor de Mahuad trabajó sobre la
premisa de que el candidato sabe qué hacer y sabe cómo
hacerlo.

Una campaña que priorizó lo técnico sobre lo político

Entre el derrame cerebral que sufrió Jamil Mahuad en marzo de
1997, mientras se encontraba en una conferencia en Barcelona,
y su decisión de entrar a la campaña presidencial, corrió
mucha agua bajo el puente. Al final, el equipo asesor se
encontró conque tenía frente suyo a un candidato que cumplía
los requisitos técnicos que, dentro de la consultoría
política, se consideran básicos para ganar las elecciones,
pero faltaba la decisión personal. Esta solo se hizo pública
en marzo del 98.

Después del accidente en España, sus colaboradores estaban
seguros de que no iba participar como candidato presidencial:
esto causó un gran impacto entre familiares y amigos. En
efecto, en la agenda del Alcalde reelecto de Quito, en esos
días, había otras prioridades. Sin embargo, conforme se
recuperaba de su enfermedad y se sentía más seguro, los
rumores y las bromas en su equipo sobre su posible aceptación
aumentaron. Serena Iturralde, Ralph Murphine (al frente de la
estrategia), Roberto Izurieta (comunicaciones), Leonardo Lasso
(publicidad), Jaime Durán (área política y encuestas) y
Santiago Nieto se reunieron en julio de 1997, como lo habían
hecho desde hace muchos años, ya fuera en la Alcaldía de Quito
o en la casa de Durán, para las campañas políticas pasadas. Y
en noviembre se llevó a cabo una encuesta exploratoria: los
resultados fueron alentadores.

Mahuad pidió en esa ocasión que se investigara técnicamente
sus posibilidades reales. Ellos hicieron lo que corresponde en
esos casos: análisis de las perspectivas, encuestas grandes
sobre cómo está el país, qué le está pasando numérica y
cuantitativamente...

En enero tuvieron una discusión sobre los escenarios; en ese
momento Freddy Ehlers estaba primero en las opciones
electorales, Jaime Nebot marchaba segundo. Mahuad estaba
tercero o cuarto en la investigación que se llama "carrera de
caballos". Pero en el análisis entraron otros temas: uno de
ellos, la debilidad de la Democracia Popular (DP) como partido
para sostener una campaña nacional. También se discutía
fuertemente sobre qué pasaría con la Alcaldía de Quito si el
candidato presidencial perdía las elecciones. Este tema obligó
a un elaborado plan que permitiría a la propia DP conservar
esa importante plaza.

Por esas fechas, sus estrategas se dejaban guiar todavía por
la idea de que, si bien no se podía garantizar el triunfo, lo
menos que podían hacer era un buen papel. Pero el diagnóstico
definitivo fue que Mahuad debía lanzarse porque tenía la
imagen más positiva y sólida en el país. El no respondió en
ese momento: solo pidió, como en otras ocasiones, más
información. A principios de febrero, cuatro semanas antes de
que el anuncio se hiciera público, su entorno se enteró de que
la decisión estaba tomada en firme, con todos los riesgos que
ello implicaba.

La campaña desde su inicio fue enfocada como un tema técnico y
no político. El Presidente electo cree firmemente que si no
existe un equipo profesional que planifique una estrategia
adecuada, no hay posibilidad de triunfo. Por eso se definió
una estrategia que quedó escrita en un libro de 200 páginas
pues, para el entorno de Mahuad, una estrategia que no está
escrita no existe. Ahí se definió el terreno de la campaña, el
candidato, los adversarios, los objetivos, el mensaje, el
tiempo, los blancos donde apuntar. A través de "focus groups"
el equipo evaluó sus fortalezas y sus debilidades, la actitud
de la gente frente al país y a los partidos políticos, al
candidato y a los adversarios, cómo los veían, cuáles eran los
ideales del ecuatoriano...

La campaña arrancó con el escenario de que Jaime Nebot sería
el principal adversario. Su retiro, por un momento, puso las
esperanzas a tope. Habían entrado a la contienda en tercer
lugar y en ese momento estaban segundos después de Freddy
Ehlers. Luego vieron la posibilidad de pasar adelante por la
tendencia a la baja de Ehlers. Luego entró Alvaro Noboa y la
pelea se centró, para ellos, en quién sería el serrano que
pasaría con el costeño a la segunda vuelta. En el juego de
especulaciones por un momento pensaron que el candidato
costeño -y socialcristiano- podía ser Isidro Romero
Carbo.Cuando Noboa entró a la escena electoral supieron que
este candidato roldosista pasaría a la segunda vuelta. También
se manejaron con otra certeza: Mahuad no iba a ganar la
Presidencia en la primera vuelta electoral, por más que los
números parecían indicarlo.

Desde el comienzo, Jamil Mahuad le encargó a su hermano
Eduardo (quien estuvo al frente de la gerencia de la campaña,
en coordinación con el equipo asesor) que ausculte cómo
estaban las posibilidades operativas en el interior del país.
Los hombres más importantes encargados de recopilar
información y organizar los equipos de trabajo para la Costa y
el Austro fueron Juan José Pons, Ramón Yu Lee y Xavier Muñoz.

De esa gerencia nacional dependieron el tema financiero, la
campaña puerta a puerta y por teléfono, el manejo de las
gerencias locales... Eduardo Mahuad también fue quien
directamente negoció con los canales de televisión los precios
de la publicidad.

La campaña fue descentralizada; por ejemplo, la agenda de las
actividades en Azuay no se preparaba en Quito sino en Cuenca.
Mientras tanto, el grupo estratégico, cuyos miembros
trabajaban independientemente, seguía reuniéndose: las
decisiones las tomaban todos. Si no había acuerdo dirimía
Mahuad, pero eso pasó solo en cuatro o cinco oportunidades.

Llegaron a trabajar en algunas ocasiones hasta 18 horas
diarias, sábados y domingos. Y hubo momentos de tensión. Y
triunfalismo, especialmente en la segunda vuelta. Con el
partido, la Democracia Popular, el equipo de trabajo tuvo
roces en un par de ocasiones, como cuando se discutió si la
Asamblea Nacional debía seguir o no.

En lo que sí nunca hubo desacuerdo ni descuidos fue en darle
un peso grande a la Costa, especialmente a Guayaquil. Esa
decisión se tomó desde cuando Nebot salió de la contienda
electoral. Sabían que el candidato de la Democracia Popular
debía pasar allí la mayor parte del tiempo, y así lo hicieron,
pese a que consideran que el tiempo es el recurso más
importante en una campaña electoral.

En el círculo de Mahuad, obviamente, también se sopesó la
importancia del producto. Pues en marketing político se dice
que en una campaña electoral, aparte del tiempo y los recursos
económicos, hay otro aspecto fundamental: el candidato. Para
ellos, una elección se gana con un candidato, una imagen y un
mensaje.

La idea que trabajaron fue que la imagen del candidato no
cambiara, como tampoco los contenidos. Algunos mensajes
específicos sí cambiaron, pero solo en cuanto la campaña, que
no fue muy movida, lo exigió. En esa medida, los asesores
pensaron que solamente debían ir corrigiendo las cuestiones
operativas de acuerdo a las mediciones que hacían del
movimiento de los electores: qué pensaban, qué opinaban
respecto al candidato. La campaña estaba montada sobre la idea
de un candidato que sabe lo que hay que hacer y cómo hacerlo.

Y esos lineamientos se mantuvieron incluso cuando estalló lo
que los asesores de Mahuad han bautizado como "la bomba
atómica" de la subida del gas de uso doméstico y que les hizo
bajar automáticamente en las preferencias electorales. Ellos
analizaron que no podían luchar contra una estructura política
que consideran muy fuerte y organizada y que tiene la
capacidad de regar una bola a lo largo del país en siete o
nueve horas. Esa jugada estratégica de Noboa con la que éste
logró vincular a Mahuad con Alarcón en la eliminación del
subsidio al gas los desubicó tremendamente, aunque, al final,
decidieron salir a aclarar el tema y tomar la iniciativa con
un pedido directo al Presidente de la República.

Los asesores, durante la campaña, junto a la imagen del
candidato, también manejaron la variable país: qué piensa la
gente, cómo se siente. Para el grupo de Mahuad, una campaña
moderna busca conexiones entre estos dos elementos, con
transparencia, con eficiencia, con naturalidad. Detectaron
como problema la falta de empleo, la crisis, el gobierno de
Alarcón, el pesimismo, que se volvía un terreno abonado para
las pretensiones del PRE. Y en esa parte, optaron por el
pragmatismo.

Para ellos, era más importante apelar a las grandes masas para
hablar de maternidades, educación, empleo o vivienda. Era, en
su lógica, en ese 90 por ciento de la población en donde
realmente se disputaba un 60 por ciento de votos indecisos. No
era urgente dirigirse al otro segmento de la población, aunque
dentro de la campaña también se manejó la idea de que para ese
otro sector -como las cámaras de la producción, las
universidades, los colegios profesionales- la transmisión de
ideas debía estar a cargo de los candidatos presidencial y
vicepresidencial, para responder a los contenidos que pedía el
establecimiento del país.

Mahuad también midió apoyos foráneos: mantuvo encuentros con
algunos expertos extranjeros como Guttemberg Martínez,
presidente del parlamento chileno y líder socialdemócrata o
con un profesor de liderazgo de quien aprendió en Harvard y
que vino solo por un día para almorzar con su discípulo. Ellos
llegaron especialmente para conversar con el candidato y para
auparlo en sus propuestas y, de alguna manera, asesorarlo en
temas de liderazgo y de consensos.

En cuanto a la publicidad, ésta siempre se trabajó en equipo:
se reunieron con el equipo asesor para definir y coordinar las
ideas. Desde el principio se definieron los temas como la
crisis en la Costa por el fenómeno de El Niño o la necesidad
de mejorar el sistema educativo. Se basaron en el criterio de
que la publicidad no maquilla al candidato, sino que resalta
algunos de los rasgos de personalidad, y en la ventaja de que
Mahuad no tiene miedo a las cámaras, más bien al contrario,
las domina.

Las imágenes se grababan durante las caravanas y luego, en uno
o dos días, se grababa lo que decía el candidato. Mahuad
siempre aprobó todos los trabajos. No se hizo una campaña muy
intensa en la publicidad. En la primera vuelta se trabajaron
tres temas y en la segunda vuelta se puso énfasis en las
ofertas que él luego podía hacer, para salir de la crisis.

Había reuniones más o menos una vez a la semana para definir
nuevos espots publicitarios, con todo el equipo asesor que
daba pautas para seguir trabajando. Nombres como Ricardo
Perotti figuran entre quienes colaboraron con la publicidad;
él trabajó los jingles publicitarios e hizo una gira de
conciertos con Paola Mahuad para atraer a las juventudes a que
apoyen las propuestas del candidato. (Texto tomado de El
Comercio)
EXPLORED
en Ciudad Guayaquil

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